El uso legítimo de la fuerza en Venezuela

…depende ¿efectivamente? del poder legítimo en Venezuela. Valga la perogrullada para insistir en que lo que aquí se dirime es la legitimidad y consecuente legalidad de uno de los dos contendientes sobre el ring: el Madurato y la Oposición representada por la Asamblea Nacional; la narcodictadura de Maduro y Cabello patrocinada por Cuba o Guaidó como representante electo.

Pero, efectivamente, el uso de la fuerza ha sido potestad del Madurato hasta este mismo momento (como vimos el sábado 23 de febrero), si bien su mandato no es legítimo y las maneras violentas del régimen son tan ilegales en Venezuela como en cualquier otro país: desde las torturas a detenidos en secreto y sin cargos imputables (luego secuestrados), hasta los asesinatos extrajudiciales.

Un autoritarismo sin legitimidad, que transgrede su propia legalidad como demuestra la misma Asamblea Nacional al exhibir artículos de la Constitución bolivariana para legitimar sus decisiones, como la propia elección de Guaidó como primer representante democrático de la Nación o la posibilidad de reclamar en auxilio de Venezuela la intervención militar exterior.

Así, el uso arbitrario del poder que caracteriza a los regímenes totalitarios sólo tiene la violencia como recurso legitimador (“la Ley del más fuerte”), cuando todas las máscaras (propaganda) cayeron y no queda apoyatura jurídico-política ante la comunidad internacional que legitime, por ejemplo, apelar a la Soberanía Nacional para impedir el acceso a la ayuda que necesita la población.

Por supuesto, y así lo vienen proclamando explícitamente desde hace semanas desde miembros del grupo de Lima hasta los representantes de la administración Trump, como Pence, Pompeo o Bolton, la intervención militar en Venezuela al llamado de Guaidó pasa por derrotar a la misión militar cubana en el país, respaldada por los narcoguerrilleros de Venezuela, las FARC y el ELN.

Parece claro que se va a producir, ya no tiene vuelta atrás: más de 3 millones de exiliados, con una población en crisis sanitaria y prácticamente sometida a la hambruna inducida por el régimen de Maduro, con la tremenda desestabilización en las fronteras de Colombia y Brasil, y con una nueva generación de líderes dispuestos a erradicar el totalitarismo en América… la guerra es inminente.

Y, desde luego -los ejemplos son incontables-, hay guerras legítimas y otras ilegítimas, susceptibles todas de obtener juicios dispares al respecto, pero cabe sostener que desde una postura nítidamente democrática la intervención militar en Venezuela es legítima y legal si la Asamblea Nacional la solicita, porque la legitimidad y legalidad democrática es suya, y porque Venezuela está invadida.

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El miedo campa a sus anchas

…de creer a tanto politólogo y a la mayoría de los editorialistas de medios de comunicación que han explicado, cuando la realidad les ha venido propinando sopapos de continuo, todas sus meteduras de pata, el fracaso de sus expectativas y prospectivas, sus propias fake… con la coartada moral, más que razón argumentada, del miedo de la gente ante la incertidumbre de un mundo en cambio.

Así con el Brexit, donde por lo visto el miedo de los británicos a la incertidumbre de un mundo globalizado, a la burocracia imperialista de la UE y a la inmigración masiva ha decantado, por una exigua mayoría, exponer al viejo Reino Unido a la mayor de las incertidumbres en el corto plazo, que se manifiesta tanto en lo económico como en lo político y moral.

Así en Francia, donde sería el miedo de las clases medias y bajas a la pérdida de su poder adquisitivo y su estabilidad laboral, tanto como a la emergencia de esos inadaptados de origen extranjero pero de nacionalidad francesa desde hace varias generaciones, el motor electoral de un Frente Nacional que no deja de ganar adeptos. Pero, ¿no es el miedo al FN lo que gobierna Francia?

Por lo menos en Colombia no tuvieron miedo ante la auténtica campaña del miedo que perpetraron a pachas entre el nefasto presidente Santos (merecido Nobel de la Paz, entiéndase) y los matarifes de las FARC, votando rotundamente “no” a esa nueva cesión del Estado ante otra de las partidas de asesinos de los Castro en el continente, probablemente la más cruel y sanguinaria de todas.

Y desde luego no hubo miedo a la hora de elegir a Trump para enterrar el ominoso legado de Obama (otro merecidísimo Nobel de la Paz) dentro y fuera de los EEUU. Más pareciera que es el establishment de todos los países, causante y beneficiario de todos los cracks y crashes de las últimas tres décadas, el que tiene todo el tiempo del mundo todavía para mascar a fondo su miedo.

Por eso, lejos de adoptar cualquier discurso o medida de urgencia, insisten en su fatua campaña de propaganda acerca del miedo, la ignorancia o incluso la vulgaridad de la gente que no vota lo que ellos quieren, cuando más bien parece que el individuo medio en todos los países del mundo ha comenzado a perder el miedo, no digamos ya el respeto, a los valores y líderes antaño venerados.

Precisamente, es el miedo genuinamente conservador o más bien conservacionista el que todavía recaba apoyos para los viejos partídos políticos de la posguerra, que prometen simultáneamente que con ellos en el poder se mantendrá tanto el Estado de Derecho como el de Bienestar y que, contradictoriamente, hay que adaptarse a un mercado globalizado y en permanente cambio.

No es el miedo al cambio, pues, lo que explica los cambios y las reiteradas sorpresas (que por lo reiterativo no causan tal sorpresa) en las elecciones ciudadanas de los últimos años. Más bien son las ganas de cambio, en EEUU como en Brasil como en tantas partes, las que espolean a los individuos a votar con convicción a las nuevas o no tan nuevas opciones políticas.

Un cambio que podría ser para reaccionar o tratar de reasumir la nueva era con otros parámetros que se pretenden “más integradores”, según un punto de vistal tradicional (de izquierdas o de derechas), o para ahondar en las realidades transformadas por las tecnologías digitales y tratar de paliar sus efectos nocivos sin renunciar al progreso general que también proveen.

Lo innegable es el efecto paralizador del miedo, que ha impedido en los últimos tiempos la adaptación de quienes más debían de haberse adelantado a los acontecimientos para tratar de evitar los efectos y consecuencias más graves de las crisis para aquellos más vulnerables: partidos políticos y medios de comunicación no estuvieron a la altura, y por eso su miedo no deja de crecer.

Separar los poderes

…es algo constitutivo de cualquier Estado liberal democrático, pero no es a eso a lo que nos invitan los partidos en las próximas elecciones parlamentarias, sino a optar por una de sus múltiples listas al Congreso (cerradas) o al Senado (semi abiertas), incluso aquellos partidos que celebran primarias, si es que todavía queda alguno en España.

En consecuencia, lo que elegiremos los españoles en las próximas Generales será la renovación de las cámaras, pero además un nuevo Gobierno no directamente “salido de las urnas”, sino de la mayoría suficiente de escaños que reúna el candidato que, a propuesta del Rey, presente su investidura a los miembros o diputados del Congreso.

Conviene recordarlo porque, más allá de mostrarse a las claras que no hay separación ninguna entre Ejecutivo y Legislativo, como probó Rajoy con la moción de censura, nos vemos abocados a la situación de interinidad de cualquier próximo Gobierno aun con mayoría absoluta de escaños, dado que estos pertenecerán como mínimo a dos (y puede que sea más realista decir que a tres) partidos.

Al margen, si cupiera dejarlo al margen, del actual trasfondo político nacional con la grave crisis institucional abierta por el separatismo catalán con su golpe de Estado, los ciudadanos nos encontramos con que un modelo político pensado para fomentar la pluralidad, pero sostenido por dos grandes partidos de ámbito nacional, se expone a ser pasto de las banderías y facciones.

Rotos por el PSOE desde Zapatero los consensos básicos para la gobernabilidad de la Nación, ni PP ni PSOE, ni siquiera en alianza constitucional con Ciudadanos, podrán revertir la situación de deterioro institucional y descomposición territorial de España con este sistema de poderes y su correspondiente sistema electoral. Si el Parlamento gobierna, la Nación resulta ahora ingobernable.

Por eso, hace ya algunos años, un partido llamado UPyD lanzaba abiertamente la propuesta de un proceso constituyente para tratar, a partir de lo salvable del régimen del 78 y su Constitución, de abordar todos estos aspectos para fomentar la igualdad política de los españoles, la independencia judicial, un sistema electoral más representativo, más transparencia en las decisiones políticas, etc.

Ni PP ni PSOE quisieron, nada se hizo, UPyD fue marginado y se mantuvo la división entre los dos grandes partidos, aumentada por la emergencia de Podemos y Ciudadanos, que pronto se olvidaron también de las exigencias de la “nueva política”, por lo que el decrecimiento de aquellos no ha cambiado un panorama electoral y unas prácticas parlamentarias que tienen a la Nación en vilo.

Ahora vendrán las elecciones del 28 de abril a reasignar los escaños, pero reitero que no parece claro que una mayoría absoluta en el Congreso sirva para las grandes reformas que ya no pueden demorarse más, como las relativas a educación, pensiones y mercado laboral. Sólo un fuerte liderazgo del Ejecutivo podría rentabilizar la nueva legislatura, pero, para ello, ¿será tripartito?

Patriotismo, Nacionalismo, Fascismo, Populismo

…son términos aparentemente relacionados, mezclados a diario en los medios de comunicación hasta ser utilizados como sinónimos en una misma información periodística, declaración política u opinión particular. Por el contrario, responden a ideas, sentimientos y contextos históricos distintos, cuando no enfrentados.

Ni siquiera el patriotismo ha tenido exactamente las mismas connotaciones a lo largo del tiempo, aunque tal vez sea el concepto menos político (y por tanto el más fácil de politizar) de los cuatro: el patriotismo es algo tan básico como sentirse orgulloso de lo que uno es por ser de donde uno es y por pertenecer a una comunidad dada de iguales.

Así, sentirse orgulloso de ser español implica sentirse orgulloso de ser tal como se es en esa condición de español debida a la pertenencia a esa comunidad tan incluyente como exclusiva (independientemente de los criterios de inclusión/exclusión); avergonzarse de serlo implica vergüenza de uno mismo y de la comunidad, de los que son como uno.

Pero antes de llegar a la conclusión de que “la Patria es el último refugio de los canallas” (de donde se deduce que los tiranos y los traidores tienden a envolverse en la bandera como subterfugio o última ratio de sus acciones, no que todos los patriotas sean canallas), conviene remontarse hasta los tiempos en que ningún hombre tenía patria.

EN BUSCA DE UN LUGAR QUE LLAMAR HOGAR

Nacidos como especie en algún paraje del África interior, la dispersión de los humanos en distintas direcciones por el mundo entero fue connatural a un híbrido de mono y lobo, capaz de organizarse para cazar a plena luz del día y en terreno descubierto durante decenas de miles de años antes de aprender a cultivar cereales y legumbres.

Es la agricultura la que fija las poblaciones al terreno, mucho más que el pastoreo, la caza o la recolección de frutos que durante largo tiempo (y en todo caso, debido siempre a los cambios climáticos en el medio propios de las estaciones) obligaron a los seres humanos a nomadear en busca de mejores pastos, mejores piezas de caza y agua.

Las ciudades nacen junto a los ríos o en la costa, desde las civilizaciones de Mesopotamia (“Tierra entre dos ríos”, el Tigris y el Éufrates) y Egipto (el Nilo, el Mediterráneo) hasta nuestras modernas París, Londres o Nueva York. Va de suyo que, una vez que el hombre encuentra una tierra fértil, se arraigue al terreno y lo celebre.

Y va de suyo también que lo defienda, claro: el terreno, en propiedad comunal o no, incluidos sus pastos y bosques, ríos y montañas, casas y templos sagrados. Nace el patriotismo o la identificación de la tierra y el hombre, el paisaje y sus dioses, las primeras leyendas sobre el origen de los habitantes de esa patria ahora reconocida.

Porque lo fundamental en contra de cualquier adhesión a (o identificación excesiva con) la tierra en la que uno ha nacido es recordar que, prácticamente desde el primer hombre que tuvo la idea de abandonar el nomadismo para tratar de establecerse en un sitio concreto por tiempo indeterminado, todos hemos llegado desde cualquier otro lugar.

NADIE NACIÓ NUNCA DE LA TIERRA

Los griegos de la Antigüedad son con toda probabilidad los primeros en presumir de patriotismo, como presumidos eran en tantas otras cuestiones hasta el punto de denominar a muchos de los pueblos de su tiempo como “bárbaros”. Pero su patriotismo no se tradujo jamás en una “Nación griega”, pese a distintas federaciones de las polis.

El mito de la autoctonía funcionaba, como el resto de los grandes mitos griegos, como delimitador de una zona de influencia helenística, más que como frontera de nación o imperio. Los griegos fundaron colonias más allá de Grecia, aparte de lo que quedó del fabuloso imperio proyectado por el macedonio Alejandro, como la polis de Alejandría.

Pero los griegos se debían a sus polis, algunas de las cuales (Atenas, Esparta, Tebas) ejercieron en ocasiones como cabecera de coaliciones de polis menores… contra otras coaliciones de polis. Una división permanente que favoreció su invasión o dependencia cada tanto por parte de Persia, primero, y de Roma después y ya de manera definitiva.

¿Eran poco patriotas los griegos? Más bien fueron poco nacionalistas, en el sentido aparentemente paradójico de “poco integradores”, más preocupados de preservar costumbres y modelos políticos propios que de pactar con sus opuestos por el bien mayor de una Grecia unida e independiente. Que tristemente desapareció de la Historia.

EL PATRIOTISMO REPUBLICANO

Con Roma el concepto mutará paulatinamente, desde sus orígenes republicanos hasta el fin del Imperio, pero se puede hablar de patriotismo como virtud cívica, un patriotismo del ideal vinculado a un ente que es más que una polis y a la propia condición de ciudadanía, hecha extensiva a todos los habitantes del Imperio en sus postrimerías.

Así, de los feroces montañeses que sometieron a las tribus vecinas antes de ocupar toda Italia y casi todo el mundo conocido puede decirse que tenían un elevado sentido de servicio a la Ciudad, ámbito de la “res pública”, que lejos de manifestarse en términos xenófobos fue trasladado a las provincias y colonias que se iban incorporando a Roma.

Por eso el patriotismo romano, republicano, era indistinto entre los ciudadanos fuera su origen itálico, hispánico u oriental, porque no tenía como referencia una tierra concreta o la misma localización geográfica de Roma, sino Roma como ideal civilizador de pueblos a través de la fuerza, de los pactos y del posterior amparo del Derecho.

Un patriotismo compartido, al menos como modelo, por la mayoría de los germanos federados con el Imperio hasta su extinción, desde la cual no se dejará de añorar la idea de una Roma entendida como unidad espiritual, económica, política y militar, hasta el intento refundador de Carlomagno con el Sacro Imperio Romano Germánico.

LA IGLESIA, LEGATARIA DE ROMA

Pero Roma no desapareció del todo, ya que además de sobrevivir como ideal se mantuvo el imperio de Bizancio en la Europa oriental y en buena parte de los territorios del norte de África y del Oriente Próximo, hasta la llegada de los invasores islámicos de Arabia y las posteriores incursiones de los turcos.

La Iglesia Católica será durante el largo período conocido como Edad Media (del siglo V al XV) la heredera espiritual de Roma, su continuadora en la transmisión de los saberes clásicos y del Derecho, y la principal defensora de esa idea universal de civilización que San Agustín plasmará en “La ciudad de Dios”.

El patriotismo republicano será, en consecuencia, reemplazado por una serie de vínculos personales entre los distintos estamentos de la época, siendo el de vasallaje a los reyes o señores feudales el principal de ellos, en el contexto citado de una unidad espiritual católica en la Europa medieval fomentada sobre todo por benedictinos y dominicos.

La crisis moral que conocemos como Renacimiento hará surgir nuevas realidades políticas, más próximas a nuestros actuales Estados-Nación, si bien todavía en un contexto donde priman más los intereses políticos de los reyes y señores que la adhesión patriótica de la mayoría de los habitantes europeos a sus respectivas patrias.

NACIONES SIN NACIONALISTAS

La figura de Nicolás de Maquiavelo es pionera al respecto, ya que se trata de un patriota florentino que anhela la reunificación italiana como proyecto político y único medio posible para defender las distintas repúblicas de las pretensiones del Papado, España y Francia. Su fracaso “nacionalista” no resta un ápice al carácter visionario de su apuesta.

Porque no ha llegado aún el tiempo de las naciones, tal como las entendemos hoy día, y una unión tan relevante en la Historia como la de las coronas de Castilla y de Aragón va a constituir el primer Estado moderno, si bien Castilla se lanza a las expediciones ultramarinas al Occidente mientras Aragón se expande por el Mediterráneo.

Como dato significativo del carácter escasamente identitario de estas incipientes naciones, cabe añadir que los españoles en América pretenden expandir el Imperio por esa “Nueva España” con cuyos habitantes indígenas no tardarán en mezclarse, lo que generará múltiples razas nuevas como nunca antes o después en la Historia.

Así, castellanos (de las provincias vascas, la Castilla Vieja, Extremadura y Andalucía) marchan al Nuevo Mundo con moriscos y judeoconversos en sus tripulaciones, más los esclavos negros que trasladarán con el tiempo, así como irán desplazándose a la América española habitantes de otras partes del Imperio, como alemanes e italianos.

EL FIN DE LA UNIDAD EUROPEA

Coincidiendo en el siglo con el descubrimiento de América, la caída de Bizancio va a suponer una drástica división entre el Occidente y el Oriente europeos, precisamente décadas antes de culminar la Reconquista de España al Islam, expulsado a África hasta nuestros días. El Turco pretenderá enseñorearse del Mediterráneo, con cierto éxito.

Pero será el cisma religioso promovido por Lutero lo que liquide los restos de la arquitectura jurídico-política del Medievo, sembrando el germen de futuros nacionalismos que se vincularán a las distintas religiones “nacionales” siguiendo el principio de “a cada reino, su religión”: Roma cae en el descrédito como ideal político.

Desde entonces, las guerras civiles devastarán Europa hasta la consolidación de los imperios de Austria, Rusia, Prusia, Inglaterra y Francia, en cuyo seno las tensiones religiosas quedarán mitigadas por integración o represión, pero aún latentes (como en Alemania, Irlanda, Polonia), o por la emigración masiva a América del Norte.

Será precisamente decisivo el nacimiento de los Estados Unidos como patria de hombres libres “nacidos iguales”, independientemente de su credo religioso, para establecer como doctrina esencial de los derechos humanos el reconocimiento de la libertad de conciencia y su correlativa libertad de expresión.

NACIONALISMO REPUBLICANO

Los manuales suelen distinguir entre dos escuelas de pensamiento político nacionalista, la francesa y la alemana, buscando la primera la identificación patriótica del ciudadano con el Estado-Nación (al modo del patriotismo cívico en Roma), y la segunda ponderando la identidad racial y cultural y su apego por la tierra de los ancestros.

La proclamación de la Independencia de los Estados Unidos de América, después de avocar la soberanía de la Corona británica, con la posterior toma del poder en Francia por los revolucionarios defensores de la Soberanía Nacional frente a la del monarca absoluto, son los primeros hitos del nacionalismo entendido como soberanía popular.

La emancipación de las repúblicas hispanoamericanas supondrá un nuevo paso en la consolidación de regímenes de soberanía nacional, a los que no fue ajena la declaración de la Constitución española de 1812 desde su primer título, cuyo primer capítulo reproduzco íntegro a continuación:

Capitulo I. De la Nación española. Artículo 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. 2. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona. 3. La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a esta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales. 4. La Nación está obligada a conservar y proteger por leyes sabias y justas la libertad civil, la propiedad y los demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen.

DEL NACIONALISMO AL FASCISMO

Parece obvio que el nacionalismo republicano supuso un avance histórico de primera magnitud para el común de los que antes no eran sino súbditos, vasallos o meros siervos, ahora enaltecidos a la condición de ciudadanos del Estado-Nación, de cuya mera realidad se derivará prontamente la extensión del sufragio a todos los nacionales.

Pero lo que resulta claro para las nuevas naciones americanas quedará empañado en Europa por dos realidades disímiles y contrarias: el auge de los imperialismos y el despertar del sentimiento nacionalista en aquellos pueblos sojuzgados (o con conciencia de serlo, al menos) por los imperios de Austria, Prusia, Rusia y Turquía.

Fueron las tensiones imperialistas las que condujeron a la “Gran Guerra” (I GM), donde el papel del nacionalismo quedó reducido al acompañamiento melódico de las soflamas militaristas, porque lo que estaba en juego era el dominio del mar y las rutas comerciales hacia los mercados de África y Asia, en pleno régimen de explotación.

Acabada la I GM, la doctrina Wilson de reconocimiento del derecho al Estado-Nación de las diversas nacionalidades chocó con la realidad heterogénea de decenas de grupos étnicos dispersos en distintas proporciones por el centro y este de Europa, lo que derivaría en un incremento inusitado de las fricciones y la reacción letal del III Reich.

LA NACIÓN COMO ORGANISMO VIVO

Será un maestro de escuela socialista como Benito Mussolini el que imponga al nacionalismo republicano, que había forjado la unidad de Italia, una nueva adhesión a la patria entendida ahora como un todo orgánico llamado a “la lucha por la supervivencia” contra otros “cuerpos” o naciones, siguiendo a Lenin en su tergiversación de Darwin.

Pero la idea de Mussolini radica patrióticamente en superar “la lucha de clases”, propia del Socialismo, para integrar en el Estado a las masas sin desdoro del proyecto nacional. Nace así el Fascismo, a modo de “socialismo nacional” con la coartada de la solidaridad entre compatriotas, pero también como proyecto imperialista sobre “las razas menores”.

Hitler primero, con sus proclamas de “espacio vital” para la Gran Alemania y el conjunto de los alemanes, diseminados por varios estados, y Stalin después, con su modelo de “socialismo en un solo país”, recibirán la inspiración del modelo mussoliniano que el propio Duce calificó de “totalitario”.

Aun así, Mussolini jamás llegó a los extremos de Lenin, Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot o Castro, implicado como ellos en guerras exteriores y en la represión interior, pero no en el genocidio por razón de raza, clase socioeconómica, creencias religiosas, profesión e incluso orientación sexual. Fue más un nacionalista exaltado que un líder totalitario.

EL POPULISMO NO SUELE SER PATRIÓTICO

El término “populismo” se utiliza actualmente como cajón de sastre para todo tipo de corrientes ideológicas y actitudes políticas personales, cuando antaño este concepto describía las mentiras y exageraciones de los demagogos (Grecia) y tribunos de la plebe (Roma) que pretendían hablar en nombre de las clases bajas o populares.

En nuestros días, se utiliza como sinónimo de comunismo, fascismo o nacionalismo, teniendo más que ver con una instrumentación de las masas para desestabilizar un régimen dado que con una ideología concreta, más una técnica que un ideario político. No obstante, se puede aseverar que es distinto y hasta contrario al patriotismo.

El tribuno populista Julio César, por ejemplo, no cejó en su afán de enfrentar al pueblo de Roma contra sus senadores, prevaliéndose del Ejército para dejar su camino al poder expedito. Después de una serie de guerras civiles, César se erige en caudillo contra las leyes de la República y por ello es asesinado por, precisamente, patriotas republicanos.

Por su parte, un pretendido icono populista del siglo XX es Perón, pero su demagogia no oculta que su proyecto político es el de un nacionalista revenido fascista por su contacto con Mussolini. De nuevo en ambos casos prima el social nacionalismo como superador de la lucha de clases y como integrador patriótico de las masas en el Estado.

NACIONES E IMPERIOS, PUEBLOS Y TRIBUS

A modo de conclusión, merece la pena repensar el proceso histórico por el cual el ser humano pasa de conformar tribus a través de lazos de consanguineidad, como sucede también en los clanes, a crear pueblos y “naciones” en un sentido antiguo, antes de integrarse en organizaciones políticas más amplias como el Imperio o el Estado-Nación.

Una mirada al África actual servirá de ilustración de la dificultosa existencia del Estado-Nación en el continente negro, en tanto que persisten las diferencias tribales, étnicas y culturales, agravadas por la división religiosa entre musulmanes, cristianos y animistas, que el modelo colonizador de imperios como el británico y el francés jamás erradicó.

Por contraste, los países asiáticos dominados por ingleses, franceses, holandeses y portugueses asumieron como sociedades lo que Benedict Anderson definió como “comunidades imaginadas”, reflejo de las naciones imperiales que las iban a dotar involuntariamente de su conciencia nacional a través del mapa, el censo y el museo.

Vietnam es paradigmático, pues el “país del Sur” (el “Centro del Mundo” es China) formaba parte de la Indochina francesa al término de la II GM, desgajándose mediante una larga guerra de “liberación nacional” contra Francia primero, contra EEUU después, y más tarde contra la propia China. Pero pocos son los “pueblos” con Nación.

Las manifestaciones de domingo

…sirven, obviamente, para manifestar una posición contraria a una política concreta o bien un descontento con la actuación general de un Gobierno. No menos evidente es que toda manifestación es una manifestación de fuerza, por lo que un partido político suele convocar únicamente cuando da por seguro el éxito masivo del acto de protesta.

No parecerá así en el caso de la promovida por PP, Ciudadanos y Vox, prácticamente a la carrera y con no menores reticencias en fondo y forma entre los partidos citados que en anteriores ocasiones (Pacto de Andalucía), cuando en todo caso la lectura de la situación fue la única posible para quienes se pretendían alternativa al corrupto PSOE.

Ahora la foto de la unidad se ha dado y los números en el Congreso (no diremos ya en el Senado, con mayoría absoluta del PP) cantan: con Ciudadanos todavía creciendo a expensas de PP y PSOE, con un PP que le saca 50 escaños al PSOE y que los que pierda sabe que irán a Vox o a Ciudadanos, la próxima mayoría electoral será la de esta foto.

Pero hasta entonces, PP y Ciudadanos deben pasar de las palabras a los hechos, puesto que ya resulta imposible elevar más el listón de la crítica cuando se ha acusado al fatuo Pedro Sánchez de complicidad con el golpismo y alta traición. Mociones de censura, querellas, más movilizaciones… para que Casado aproveche y se haga fuerte en el PP.

Y, entre tanto, basta significar que si la concentración la hubieran convocado los partidos para escenificar (que es lo que han hecho) su unidad “por España” de cara a los próximos comicios electorales (municipales, autonómicas, europeas y  puede que generales), ya sería un éxito de convocatoria por las estimaciones antedichas.

La clave ahora reside en mantener la unidad contra viento y marea y a lo largo del tiempo, y asumir que la recuperación de la convivencia y la regeneración democrática pasan inexorablemente por un drástico cambio en los consensos establecidos en el 78 y rotos abiertamente por el separatismo y el PSOE a partir de 2004 con Zapatero.

La insurrección que viene

…es el título de un panfleto francés (L’insurrection qui vient, en el original) publicado hace ya una década por un autodenominado “Comité invisible” y atribuido a “algunos jóvenes campesinos comunistas” que fueron arrestados presuntamente por haber participado en su redacción y a los que se les aplicó la ley antiterrorista.

El “manifiesto”, de indudable sello anarcocomunista, se presenta a modo de análisis de la situación sociopolítica y de lo que podría entenderse como “malestar de la cultura” en lo que llevamos de siglo XXI, pero no para en barras al proponer la subversión en consonancia con su ideal de “mantener en la misma existencia actos y pensamientos”.

Ahora cobra de nuevo significado con las revueltas en la vecina Francia protagonizadas por los “chalecos amarillos”, ya que lo que comenzó como una protesta convencional contra la proyectada subida de los impuestos al diésel ha degenerado en un estado de sublevación dispersa, si bien el escenario más deseado para la misma sigue siendo París.

Detrás de los actos de pillaje y de violencia contra la Policía, que han causado ya 14 muertos, se adivina el protagonismo de grupos vandálicos con la coartada ideológica de la extrema izquierda antisistema, así como no parece improbable la participación de facciones afines al Frente Nacional cuyo objetivo desestabilizador está claro.

Así, a la pesadilla recurrente de los ocupantes del Elíseo desde que comenzó el siglo, esas jornadas de furia que se desatan en las banlieus “espontáneamente”, sin causa clara que las explique, se une la realidad (imposible de esconder o disimular) de que el principal partido de Francia es una formación tan estatista como antisistema.

LA EVOLUCIÓN DEL FN

Factores como el estancamiento económico, la inmigración, la pérdida de peso internacional y la aversión chauvinista a la implantación de medidas dictadas desde más allá de las fronteras francesas -aunque procedan de una UE más afrancesada que otra cosa- explicaron antes, junto a la crisis del modelo de integración, el éxito del FN.

Desvinculada su líder Marine Le Pen de los excesos autoritarios, antisemitas, homófobos y machistas de su padre, su formación presume de transversalidad tanto como de incorporar a sus mandos a jóvenes, homosexuales, mujeres (el delfín de Marine podría haber sido su sobrina Marion) o personas de origen magrebí o africano.

Un lavado de cara que persigue culminar de una vez la transformación de lo que era un grupúsculo pronazi en partido de Gobierno en Francia, algo no muy complicado si atendemos a que sus señas de identidad más fuertes tienen que ver con la defensa de la soberanía nacional, del trabajador francés y de una política exterior autónoma.

Por supuesto, las componendas burocráticas en el seno de la UE dan pábulo a las soflamas antieuropeístas del FN, aunque este partido no prometa precisamente una reforma estructural del burocrático y esclerotizado Estado francés. Del mismo modo, los disturbios retroalimentan el discurso del FN contra el buenismo ilustrado de Macron.

Pero en el fondo, la principal razón del crecimiento electoral del FN es el “cordón sanitario” establecido por el resto de las fuerzas políticas, de la Derecha conservadora a los comunistas, con el fin de impedir la victoria de Marine Le Pen en la segunda vuelta de las últimas convocatorias presidenciales frente a Hollande y Macron.

UN SISTEMA DE PARTIDOS EN DESCOMPOSICIÓN

Esta pertinacia en el error que supone no reconocer el trasvase de votos desde todos los partidos al FN como culpa propia lleva aparejada la quiebra total de la confianza de sus electores, ya que si el “cordón” parece poco democrático, lo es menos no saber qué harán los partidos con los votos de sus votantes.

Se produjo con la llegada de Hollande al poder, sólo por el desprestigio de Sarkozy en aquella hora y para parar al FN, y se ha vuelto a producir con la elección de Macron, de quien cabe recordar que era el ministro de Economía del fracasado Ejecutivo socialista de Hollande. Ahora el PSF ha hecho implosión y Macron sigue sin saber dar soluciones.

En rigor, el perfil buscado por Macron recuerda más al del “pequeño Napoleón” Sarkozy que al de Hollande, pero a diferencia de Sarko el líder de En Marche le debe su victoria y su legitimidad a la estrategia “antifascista” que ya parece más un ardid de los descompuestos partidos franceses que una posición de firmeza de los electores.

Por ello, no es descartable que en próximas elecciones el “cordón” se resienta decisivamente de la falta de programas, convicciones y coraje de una clase política francesa que sigue anclada en la tradición intelectual del sesentayochismo y que lo único que parece saber proponer es más gasto público para atenciones “sociales”.

Se verá antes si Macron con su proceso abierto de debate y referendos logra siquiera volver a ilusionar al francés medio con la política, algo por otra parte tan francés, o si bien patentizará con un nuevo fracaso la falta de respuesta a lo que, más allá de las restricciones económicas o la precariedad laboral, ofrece síntomas de grave crisis moral.

ESTA VEZ NO VA DE BIENESTAR AMENAZADO

Trabajos y relaciones impersonales, sueldos bajos en una opulenta sociedad de consumo, distanciamiento de la política, falta de arraigo y de sentido de “lo social” o lo público… características de una crisis que recorre el siglo con consecuencias más profundas que las apreciadas por las estadísticas y datos macroeconómicos.

“Huelga decir que la vinculación de los franceses al Estado -garante de los valores universales, último bastión frente al desastre- es una patología de la que es complicado deshacerse”, señala con sorna el panfleto de los insurrectos, pero es con esto con lo que tratan de lidiar en la actualidad los dirigentes nacionales de la República.

“Hemos sido arrancados en masa a toda pertenencia, ya no somos de ninguna parte y de ello resulta, al mismo tiempo que una inédita disposición al turismo, un innegable sufrimiento. Nuestra historia es la de las colonizaciones, de las migraciones, de las guerras, de los exilios, de la destrucción de todos los arraigos”, proclaman también.

Y respecto al trabajo “digno”: “En Francia, se hace todo lo posible para trepar en la jerarquía, pero se alardea en privado de no dar palo al agua. (…) Se detesta a los jefes, pero se quiere ser empleado a cualquier precio. Tener un trabajo es un honor y trabajar, un signo de debilidad. En resumen: el perfecto cuadro clínico de la histeria.”

Conclusiones inquietantes pero acertadas, que demuestran la gravedad de un proceso insurreccional larvado desde hace años que sólo espera una ocasión para manifestarse con toda la violencia en consecuencia con su crudo discurso. Una violencia intermitente, difusa y dispersa pero de una persistencia en el tiempo que la dota de entidad “política”.

LA MELODÍA REVOLUCIONARIA

“Una insurrección no es como la extensión de la peste o un incendio forestal -un proceso lineal que se extiende progresivamente, por proximidad, a partir de una chispa inicial-. Se trata más bien de algo que cobra cuerpo como una música, y cuyos focos, incluso dispersos en el tiempo y el espacio, logran imponer el ritmo de su propia vibración.”

Así las cosas, y pese a tratarse de un país como Francia donde el propio concepto de “Revolución” está tan mitificado como el de “Nación”, “República” o “Derechos Humanos”, da la impresión de que Macron huye hacia delante con el señuelo de la “participación” mientras pretende superar al FN con una mayor integración europeísta.

Algo que precisamente contradice los términos en que se desenvuelve actualmente el debate en casi todos los países de la UE: mayor soberanía nacional como medio de mayor participación política de los ciudadanos frente a mayor integración en una estructura supranacional para lograr mayores cotas de bienestar, seguridad y libertad.

En todo caso, el país vecino sigue ofreciendo muestras de eso que Alain Peyrefitte describió como endémico “mal francés” hace medio siglo, ante los nuevos desafíos planteados por el mundo posterior a la II GM con la definitiva hegemonía de los USA y el modelo capitalista occidental.

Un mal calificable de esquizofrenia en cuanto que los mismos sujetos que pretenden un Estado Total del Bienestar arremeten contra ese mismo Estado en nombre de la “Revolución”, frente a unos ciudadanos con pañuelo rojo que oponen a los sublevados un lema tan sencillo como explícito: “Sí a la Democracia, no a la Revolución”.

Entrevista con Santiago Abascal

…realizada a través de cuestionario el 20 de septiembre de 2012 para ser publicada en el extinto diario NUESTRA HORA de San Sebastián (2011-2014).

Santiago Abascal Conde (Bilbao, 1976), ex parlamentario vasco y fundador en 2006 de DENAES (Fundación para la Defensa de la Nación Española), así como actual director de la Agencia de Protección de Datos de la comunidad de Madrid, se afilió al PP con 18 años y desde entonces ha ejercido diversas responsabilidades como cargo público popular en la localidad alavesa de Amurrio, las juntas generales de Álava y la cámara vasca. Actualmente, encabeza junto al político catalán Alejo Vidal-Quadras la plataforma Reconversión (reconversion.es) para lograr el cambio del actual modelo de Estado para hacer frente a la grave crisis económica y al desafío permanente que plantean los separatistas.

RECONVERSIÓN

-En su iniciativa Reconversión instan al partido en el Gobierno (PP) a un gran pacto con el principal partido de la oposición (PSOE) para proceder a una profunda reforma del Estado en el sentido de reforzar la unidad nacional y reducir el peso de la Administración en la economía española. Pero además ofrecen también la posibilidad de que sea el Ejecutivo quien plantee la reforma directamente a los españoles vía referéndum. ¿Verdaderamente consideran que cabe alguna posibilidad de que el PSOE se sume al Gobierno para una reconversión del Estado semejante?

-No parece que el actual PSOE esté por la labor, pero tampoco lo está el gobierno del PP según las declaraciones de sus portavoces; no nos engañemos. Ahora bien, el tiempo y las circunstancias son inexorables y pronto no habrá otro remedio. Hace 5 años casi todo el mundo defendía el modelo autonómico, ahora casi todo el mundo lo critica e incluso lo denosta. Las cosas están cambiando, lo queramos o no. Y más pronto que tarde la reforma del Estado será un hecho.

-Y estando la pelota en el tejado de Mariano Rajoy, ¿piensan que es capaz de proceder a la convocatoria de un referéndum en el sentido que Vds. persiguen?

-En términos exactos es capaz, porque tiene la capacidad legal para hacerlo. Tiene el poder de convocar un refrendo de carácter consultivo. El tiempo, las penalidades económicas, los desafíos secesionistas y las disfunciones autonómicas harán que lo que hoy se ve con recelo, mañana se  perciba como única vía de solución de nuestros graves problemas colectivos.

-¿Han recibido hasta ahora de parte del Gobierno o del PP como partido alguna respuesta a su iniciativa? ¿Cuál es el plazo que le dan a Rajoy antes de dar nuevos pasos para conseguir sus objetivos?

-Francamente no. No hemos recibido respuesta alguna, pero eso estaba en el guión. No somos unos ingenuos. Sabemos que nuestra propuesta molesta, e incluso irrita, aunque no sea esa nuestra pretensión. Por otra parte, nosotros no hemos dado ni plazos ni ultimátum a nadie, tan solo hemos tratado de contribuir a la viabilidad del proyecto común de España de la forma que nos ha parecido mejor. En los próximos meses seguiremos trabajando por articular una mayoría social que convenza al Gobierno no sólo de la necesidad de dichas medidas de reforma del modelo de Estado, también del gigantesco apoyo social que tendrían.

-En caso de no obtener ninguna respuesta, ¿han pensado en la posibilidad de conformar una alternativa política con la creación de un nuevo partido?

-Nuestros esfuerzos están concentrados en la sociedad civil. En Reconversión hay militantes de distintos partidos políticos. No es el germen de un nuevo partido. Es tan solo un punto de encuentro cívico entre españoles de distintas ideologías, que probablemente no podríamos convivir en un mismo partido, pero que compartimos un mismo análisis sobre el fracaso y el agotamiento del sistema autonómico, entre otras cosas.

ELECCIONES VASCAS

-Ante el complicado panorama electoral que tiene el constitucionalismo en el País Vasco, con la posibilidad cierta de que la marca política de ETA se haga con el poder en el gobierno vasco, ¿qué escenario prevé Vd. a corto y medio plazo?

-Al margen de la suave retórica secesionista del PNV y de Bildu durante las últimas semanas, no hemos de perder de vista lo esencial. Ambos son separatistas, y de una manera o de otra, con suavidad o de manera abrupta, trataran de romper la unidad de España. Viene una ofensiva secesionista en los próximos meses. No sabemos qué forma adquirirá, si buscarán vías parlamentarias unilaterales, o si tratarán de pactar un refrendo de secesión; si será algo rápido o si iremos a un largo proceso con la máscara de una reforma estatutaria. Da igual, el objetivo final es la secesión, y tendremos que pararles los pies.

-¿Considera que el desafío es la coalición de nacionalistas PNV-EH Bildu o la coalición EH Bildu-PSE?

-Es una cuestión de grados únicamente, ya que el PSE se ha acercado al nacionalismo y algunos de sus miembros ya han adoptado el discurso soberanista. Que Eguiguren haya pedido una Constitución vasca y que Odón Elorza ande por ahí defendiendo el supuesto derecho de autodeterminación es más que significativo.

-¿Qué línea de oposición y qué acciones considera que son posibles acometer desde el parlamento vasco para limitar los daños de un posible ejecutivo proetarra? ¿Y desde el Congreso? ¿Y desde la calle?

-Derrumbada la Ley de Partidos y entregado el Parlamento Vasco al nacionalismo que obtendrá una amplía mayoría, no hay posible línea de oposición desde esa institución. Más bien será una oposición testimonial y eso no es desdeñable porque la política también consiste en dar testimonio. Pero la verdadera oposición sólo podrá venir de quien tiene el verdadero poder y tiene la fuerza: el Gobierno de España. Y ahí estará la calle, la sociedad civil, para apoyar al Gobierno, o para exigirle una respuesta acorde a nuestra legalidad y que mantenga la unidad nacional, que es un bien mayor.

-¿Qué balance haría de la legislatura del PP que ha apoyado el gobierno vasco de Patxi López?

-Realmente ha sido muy decepcionante. No olvidemos que los socialistas han derribado la Ley de Partidos que impedirá ganar a la mayoría “españolista”- lo digo entre comillas- en estas ocasión. El PSE-PSOE ha hecho todo lo posible para no volver a conseguir el Lehendakari, y casi desde el principio pisoteó las líneas rojas que se había marcado el PP.

-¿Qué estrategia recomendaría Vd. a Antonio Basagoiti para la siguiente legislatura?

-No tengo ninguna recomendación pública que hacerle a Antonio Basagoiti.

-¿Volvería Vd. a la política vasca como parlamentario si el PP se lo pidiese?

-No me lo han pedido ni creo que me lo pidan. Pero yo no quiero un escaño para sentarme, sino para defender las ideas que defendí antes y que defenderé siempre.

-A corto y medio plazo, ¿se ve más en la política vasca o en la política nacional?

-No me hago esas preguntas yo mismo. No tengo mucho tiempo para pensar dónde me veo, si en la política vasca o la nacional, si dentro o fuera de la política. Me veo luchando, en cualquier caso.