…depende ¿efectivamente? del poder legítimo en Venezuela. Valga la perogrullada para insistir en que lo que aquí se dirime es la legitimidad y consecuente legalidad de uno de los dos contendientes sobre el ring: el Madurato y la Oposición representada por la Asamblea Nacional; la narcodictadura de Maduro y Cabello patrocinada por Cuba o Guaidó como representante electo.
Pero, efectivamente, el uso de la fuerza ha sido potestad del Madurato hasta este mismo momento (como vimos el sábado 23 de febrero), si bien su mandato no es legítimo y las maneras violentas del régimen son tan ilegales en Venezuela como en cualquier otro país: desde las torturas a detenidos en secreto y sin cargos imputables (luego secuestrados), hasta los asesinatos extrajudiciales.
Un autoritarismo sin legitimidad, que transgrede su propia legalidad como demuestra la misma Asamblea Nacional al exhibir artículos de la Constitución bolivariana para legitimar sus decisiones, como la propia elección de Guaidó como primer representante democrático de la Nación o la posibilidad de reclamar en auxilio de Venezuela la intervención militar exterior.
Así, el uso arbitrario del poder que caracteriza a los regímenes totalitarios sólo tiene la violencia como recurso legitimador (“la Ley del más fuerte”), cuando todas las máscaras (propaganda) cayeron y no queda apoyatura jurídico-política ante la comunidad internacional que legitime, por ejemplo, apelar a la Soberanía Nacional para impedir el acceso a la ayuda que necesita la población.
Por supuesto, y así lo vienen proclamando explícitamente desde hace semanas desde miembros del grupo de Lima hasta los representantes de la administración Trump, como Pence, Pompeo o Bolton, la intervención militar en Venezuela al llamado de Guaidó pasa por derrotar a la misión militar cubana en el país, respaldada por los narcoguerrilleros de Venezuela, las FARC y el ELN.
Parece claro que se va a producir, ya no tiene vuelta atrás: más de 3 millones de exiliados, con una población en crisis sanitaria y prácticamente sometida a la hambruna inducida por el régimen de Maduro, con la tremenda desestabilización en las fronteras de Colombia y Brasil, y con una nueva generación de líderes dispuestos a erradicar el totalitarismo en América… la guerra es inminente.
Y, desde luego -los ejemplos son incontables-, hay guerras legítimas y otras ilegítimas, susceptibles todas de obtener juicios dispares al respecto, pero cabe sostener que desde una postura nítidamente democrática la intervención militar en Venezuela es legítima y legal si la Asamblea Nacional la solicita, porque la legitimidad y legalidad democrática es suya, y porque Venezuela está invadida.