…ha quedado nuevamente despejado, después de la sorpresiva victoria de Podemos en 2016, con la victoria clara de un PNV refugio de la mayoría del voto de Centro y de Derecha (sube 5 puntos y medio en porcentaje), seguido por Bildu (+4 puntos), PSE (+4 puntos y medio) y Podemos (-11 puntos y medio). El PP no sólo no recupera el escaño sino que pierde más de cuatro puntos y medio.
En las otras dos provincias vascas, las subidas son similares para PNV, que se convierte en primera fuerza en Álava, y Bildu, si bien la presencia de estos últimos sigue destacando en Guipúzcoa (23,42%) diez puntos por encima de Álava (13,96%) y Vizcaya (13,38%). El PSE sube especialmente en Álava (+6 puntos y medio), más que en Vizcaya (+6 puntos) o Guipúzcoa.
Al respecto, las subidas de PNV y PSE en Álava parecen guardar relación con la fuerte caída del PP en la provincia (-6 puntos y medio), antaño primer partido en las elecciones municipales, forales, autonómicas y generales; mientras que en Vizcaya pierde su otro escaño con menos 5 puntos y medio. Así, el jefe de campaña Javier Maroto se convierte en el más triste perdedor de la noche.
Podemos, en caída libre, conserva todavía el escaño en Guipúzcoa y dos de los tres escaños de 2016 en Vizcaya, con menos 11 puntos y medio en ambas provincias, y el de Álava, pese a caer casi 13 puntos y medio. Una caída de la que Bildu y PSE aprovecharon prácticamente la totalidad, sin descartar que el mismo PNV haya recogido parte del voto perdido gracias a la Ley D’Hont.
Ciudadanos consigue apenas unas decenas más de votos en Guipúzcoa y casi un millar más en Vizcaya, aunque con una imperceptible pérdida porcentual; en Álava, no obstante, pierde más de un punto y más de un millar de votantes. Vox aparece con 1,63% en Guipúzcoa a más de un punto de Cs (2,86%), mientras en Vizcaya (2,31%) y en Álava (3,16%) la diferencia no supera el punto.
El PNV consigue en Guipúzcoa su mejor resultado desde 2004 (29,09% de los votos, con 119.106 ), aunque por debajo del 31,42% de entonces; Bildu logra batir sus recientes marcas de 2015 y 2016 (20,87% y 19,25%) aunque lejos del resultado bajo las siglas Amaiur de 2011, cuando obtuvo casi 130.055 votos (35,18%), casi 35.000 votos más que en las presentes elecciones generales.
El PSE, por su parte, obtiene el segundo mejor resultado desde 2008, cuando Rodríguez Zapatero logró revalidar su mayoría suficiente; si en 2008 alcanzó el 39,31% de los sufragios emitidos contando 127.840 votos, en 2011 sumó 78.462 votos frente a los 77.128 del 28-A, aunque con un porcentaje de casi dos puntos y medio más (2011: 21,22%; 2019: 18,84%).
El PP, finalmente, ha perdido desde 2004 dos de cada tres votantes y no se adivina su suelo porcentual, porque la trayectoria parece descendente hacia la desaparición total de la formación. Así, el último año con un porcentaje superior a los dos dígitos fue en 2011, cuando obtuvo 51.362 votos con el 13,89%. En 2015 y 2016 (8,70% y 9,73%) ya habían perdido prácticamente la mitad.
EL EFECTO Y EL DEFECTO DE CASADO EN EL PAÍS VASCO
En ninguna de las tres provincias vascas lo tenía fácil Pablo Casado en su estreno como líder del PP, pero apenas vale en la CAV la apelación al “voto útil” o a “la unidad del voto del Centro-Derecha” cuando la suma de populares, Cs y Vox se queda lejos de lo que al menos hasta 2011 cosechaba el PP vasco en solitario. Lo que se perdió en “voto útil” fue a parar al PNV gracias a Mariano Rajoy.
Así, desde la defenestración de María San Gil y la sustitución de su política de oposición radical al PNV de Ibarretxe y al PSE del “proceso de paz” con ETA por la del acercamiento a los primeros para facilitar “la gobernabilidad” (en la práctica, asimismo de la mano de los socialistas vascos) del País Vasco, los Basagoiti, Quiroga, Alonso, Oyarzábal, Maroto, Sémper no logran levantar cabeza.
El propio Casado, con su puerta abierta a pactos con el PNV, su defensa a ultranza del Concierto Económico (privilegio vasco) y su confianza en Maroto (uno de los responsables del hostigamiento interno a San Gil) como jefe de campaña, ha sembrado de dudas su proyecto nacional, ¿pues no había señalado que en su partido la antigua líder del PP vasco sería lo que ella quisiera?
Alejada de la política, San Gil rehusó cualquier oferta; pero ello no obligaba a Casado a entregarse, siquiera parcialmente, a los que precisamente la alejaron de la política de malas maneras. Si su apuesta era por la defensa de las víctimas de ETA y de las libertades en la CAV, jamás debiera haber confiado en los que recaban el voto para entregárselo dócilmente al PNV de los estatutos racistas.
Por contra, relegar a Sémper o Iturgaiz en favor de Arcauz en Guipúzcoa y Fanjul en Vizcaya, con una especie de chasquido de dedos con propiedades mágicas, no ha surtido efecto alguno (a no ser el de ahondar las diferencias en el seno del PP vasco), mientras la creciente presencia de Cs y Vox en las provincias vascas seguirá restando apoyos a una formación que se ha quedado obsoleta.
En todo caso, la lección que ya debieran tener bien aprendida las tres formaciones del Centro-Derecha sobre la política vasca, a menos de cara a las elecciones generales, es que no resulta tan significativo el voto a sus siglas en las tres provincias como en el resto de España. Esto es: que antes el PP vasco hacía ganar votos al PP en toda la Nación, y desde hace tiempo se los hace perder.
[Este artículo se lo quiero dedicar a Carlos Sancho, único miembro de la lista al Congreso del PP por Guipúzcoa agredido por elementos etasunos durante la campaña electoral… cuando iba a recoger a un amigo a la salida del mitin de Vox en San Sebastián.]