El Estado de facciones

…que padecemos desde el fin del régimen de Franco estaba larvado en el mismo, pero sus efectos deletéreos han aumentado con el diseño “autonómico” de la Administración, precisamente porque nunca se trató de una descentralización administrativa sino de dotar de nacioncillas (“nacionalidades”) a las oligarquías de País Vasco, Cataluña y Galicia, herederas del Franquismo.

A imitación de lo que se pretendía para aquellas, surgieron otras tantas con la dotación pertinente de cargos públicos y “rasgos diferenciales”, con el fin primero de colocar a las clientelas locales de los partidos políticos… y con el fin último (único, al fin) de perpetuarse en el poder indefinidamente. Por eso aparecieron Andalucía como “realidad nacional” y la “cláusula Camps” en Valencia.

Así se explica además que el golpe de Estado protagonizado por la que ha sido la facción hegemónica en Cataluña durante cuatro décadas tenga más que ver con la crisis vital de los dirigentes de la facción que con las verdaderas urgencias del movimiento separatista catalanista, todavía en grado de maduración moral por lo que se va viendo del juicio en el Tribunal Supremo.

Y es que el llamado “procés” de Cataluña tiene como origen reciente el procesamiento por corrupción de los miembros del clan Pujol, según cayó la impunidad “del Rey abajo” para ciertas figuras señeras del “Régimen del 78” después de la abdicación forzosa y forzada del rey Juan Carlos I. Una abdicación que dejó ver al fin la ruina de la arquitectura del sistema de partidos.

Unos partidos devenidos facciones prácticamente desde su constitución como tales, cuando fue el Estado “en transición” hacia la democracia el que hubo de articular (financiar a espuertas) formaciones como el PSOE o el PNV, que no mostraron entonces, durante los debates para la Constitución, ni la debida lealtad a las otras fuerzas parlamentarias ni a la misma Nación soberana.

Pero es a partir de la pérdida del Gobierno en 1996 cuando el PSOE comienza de nuevo a manifestar su espíritu de facción, y si bien condena el Pacto de Estella entre el PNV y ETA (que gozaba del apoyo de CiU y BNG con la “Declaración de Barcelona”), no tardará muchos años en sumarse al Tinell contra un PP al que no esperaba superar democráticamente en las urnas.

Dado el ejemplo de Zapatero y su “cordón sanitario” contra el PP (entonces único partido del Centro a la Derecha, recuérdese), el resto de facciones presenta desde entonces y con reiteración una serie de objetivos maximalistas insoportables para cualquier Constitución, y el PSOE del siglo XXI, ante la emergencia de Podemos y en vez de hacerles frente, se ha unido a ellos.

CASADO TENDRÁ SU OPORTUNIDAD

Por eso el único discurso posible de Pablo Casado es el de la alternativa radical a este estado de cosas, habida cuenta de que los consensos básicos que soportaban el régimen nacido de la Transición han sido desdeñados si no soslayados por el PSOE, el otro partido que podría garantizarlos en alianza con el PP, y no parece posible la rectificación en el líder del “No es no”.

Podrá hincarle los dientes al candidato Sánchez en un debate a cuatro por televisión, cosa que no le debiera ser difícil en cuanto que el presidente plagiario y Dr.Fraude “de Economía” apenas se ha prodigado ni en debates ni en declaraciones públicas ni en las más elementales ruedas de prensa durante sus múltiples viajes al exterior, así como tampoco ha gustado de comparecer en las Cortes.

El artefacto político diseñado por Iván Redondo (artífice asimismo de ese PP “Pop” hundido hasta el cuello en el cenagal político vasco) no requiere más que de una serie de automatismos inculcados -no precisamente reflejos, como en el caso de la criatura del Dr.Frankenstein o del Golem de los judíos- para echar a andar llevándoselo todo por delante en pos de su objetivo último: el poder.

Siguiendo esta pauta, el presidente falaz de la moción de censura contra el “Gobierno de la corrupción” del PP se apresta a sustituirlo en afectos (ora con guiños a lo que fuera CiU y también a PNV, ora a Ciudadanos) como en odios: nada tiene cabida a la Derecha del PP de Aznar y Rajoy, dos presidentes que precisamente desecharon su oportunidad de cambiar las reglas del juego.

Tampoco dudará en proclamar (como hacen desde hace décadas los socialistas) el “encuentro entre diferentes” con Bildu y ERC, si es a manera de “Frente Antifascista”, porque de hecho es lo que en el imaginario perturbado de Zapatero daba realidad a la recuperación de esa improbable idílica II República en la que el PSOE mandaba sin oposición… una vez comenzada la guerra civil.

De fondo y como horizonte político, Casado deberá despejar más que cualquier incógnita sobre su propio liderazgo la única duda de si el PP está de hecho con el PSOE en “blindar” (verbo que parece prevenir contra el bombardeo de su objeto directo) el Estado de las Autonomías… asimétrico. De lo contrario, Feijóo o su ya esbozado afán de acuerdo con el PNV le restarán más votos que Vox.

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