…en la España del último lustro hace prácticamente imposible, porque no dan los números, la constitución de un Gobierno legítimo que pueda abordar con solvencia los próximos cuatro años de legislatura, una vez abortada la incierta posibilidad de que PP o Cs contribuyesen con su abstención a la investidura en minoría del candidato del PSOE Pedro Sánchez.
Un Pedro Sánchez que ha decidido hacernos retornar adonde estábamos antes del largo proceso electoral culminado el pasado 26-M, esto es: a la confrontación entre el supuesto bloque constitucionalista (PP, Cs y Vox) y el que pretende abanderar de nuevo el caudillo del PSOE con Podemos de muleta y los separatistas de fusta contra las instituciones democráticas de la Nación.
Un caballo, el de Sánchez, ciego por las anteojeras de la ideología y desbocado por la pura urgencia de algunos de sus socios, cuyo largo futuro entre rejas condiciona de manera drástica cualquier opción redonda del actual inquilino de La Moncloa para mantenerse en el poder sin transgredir violentamente la Constitución. No todas las opciones políticas son legítimas, aun siendo legales.
Así, de ERC y JxCat como de EH Bildu sólo cabe pedir su ilegalización en tanto que sus fines como los medios para lograrlos (golpismo institucional y terrorismo, respectivamente) son criminales, mientras que de la legitimidad de origen y ejercicio democráticos del PNV basta con apuntar que el Partido de la Raza Vasca es tan anticonstitucional en sus fines como legalista en sus medios.
Podemos tampoco resulta homologable democráticamente a ninguna fuerza izquierdista de la UE, salvo en lo referido a su programa económico, que emparenta más bien con el del Frente Nacional francés. Con estos socios del PSOE, lógicamente el Estado sólo puede quebrar a corto plazo, en lo económico como en lo legal, dada además la actual situación macro de las cuentas públicas.
ARTICULACIÓN DE UNA ALTERNATIVA DE GOBIERNO
En esta tesitura, con los socialistas entregados al reparto de ayuntamientos y comunidades autónomas con todos los enemigos de España y su Constitución (de las libertades y derechos de todos los españoles) con el objetivo único de mantener a Sánchez en el poder para permitirse gozar de los últimos días del Saqueo Institucionalizado, PP, Cs y Vox deben responder unitariamente.
Una cuestión que pareció quedar solventada en la reunión de los tres en la Plaza de Colón, que como reacción primera condujo a Sánchez a convocar elecciones para zafarse de la que se esperaba creciente presión (con probable moción de censura incluida) de PP y Cs. Mas desde ese mismo día en que escenificaron su unidad contra el presidente, los tres partidos decidieron enzarzarse entre sí.
Primero fue a cuenta del “liderazgo del Centro-Derecha”, cuestión que no venía a cuento tratándose de oponer un bloque alternativo al de Sánchez con Podemos y los separatistas. Albert Rivera se equivocó de plano después del 28-A autoerigiéndose en “líder de la oposición”, pero el que lanzó la liebre fue Pablo Casado al reclamar para el PP el “voto útil” en detrimento de Cs y de Vox.
Casado también erró al presentarse a la cita postelectoral con Sánchez (en funciones de usurpador de las funciones del jefe del Estado) para ser “investido” algo así como “jefe de la Oposición”, y hasta se permitió ofrecerle una serie de “pactos de Estado” a quien hace tiempo que decidió hacer “tabula rasa” de lo que el Estado español, la Constitución o el PSOE hayan sido hasta que llegó él.
¿HACIA NUEVAS ELECCIONES?
Logre conformarse o no el nuevo Gobierno de Sánchez, tanto PP como Cs deberán obviar sus desencuentros y reproches para articular una alternativa de Gobierno, de cara a una posible repetición electoral inmediata o en el momento en que los socios de Sánchez lo vuelvan a abandonar con motivo, por ejemplo, de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado.
Para ello, una vez que Rivera no ha querido moverse del “No” a Sánchez -esto es: que pretende mantenerse en el denominado “trifachito” (“los tres partidos del Centro-Derecha”)- no le queda otra que renegociar todos sus pactos con los socialistas en ayuntamientos y comunidades autónomas, o de mantener el discurso antisanchista sus votantes encontrarán más consecuencia en PP o Vox.
Casado, salvado por el 26-M como Rivera por la entrega de Navarra a los abertzales por parte de Sánchez, tiene ante sí el difícil cometido de liderar la reagrupación de las distintas candidaturas bien por asimilación de siglas y reparto de puestos (lista única al Senado, Navarra Suma), bien por discriminación y descarte (en provincias donde sólo puede lograr escaño el más votado de los tres).
Obviamente, sólo un pacto previo entre Casado, Rivera y Abascal puede garantizar el éxito de esta “joint venture”, pero si esperan de los votantes que crean que la pretensión de cualquiera de ellos es, antes de nada, patriótica y en pos de preservar los derechos y libertades de los españoles, harían bien en sentarse cuanto antes a firmarlo so pena de volver a reincidir en el error y fracasar con dolo.