El problema del Gobierno parlamentario

…se evidencia ahora más que nunca en España, más aún después del 26-M que desde el 28-A, porque la ausencia de una mayoría clara (absoluta) de una sola fuerza política impide consolidar un ejecutivo fuerte (independiente) que sea capaz de asumir el Gobierno de la Nación en un momento crítico en que ésta es amenazada por enemigos interiores y por una grave coyuntura económica.

Hasta ahora el bipartidismo PSOE-PP había disimulado mal que bien esta circunstancia (la no separación de poderes vigente), cuánto más en lo relativo a ayuntamientos y comunidades, pero hace más de un lustro que la proliferación de partidos ha intensificado esta política de bazar para repartirse las instituciones y sus dineros (presupuestos) entre las facciones que sumen lo suficiente.

Pero si hasta la investidura del presidente -que depende de los votos de los diputados, recuérdese- ha quedado a la espera de las elecciones municipales y autonómicas para conocer con qué cartas juega cada uno de los contendientes y qué posibilidades de pacto (con los propios y con los ajenos) hay sobre el tapete, queda más clara que nunca la supeditación del Ejecutivo a los partidos políticos.

Algo que pone en jaque la misma representatividad del sistema, en cuanto que obligados a votar por listas cerradas de partido, con las limitaciones de las circunscripciones electorales (que sin responder a un sistema mayoritario, sino proporcional, desecha un alto porcentaje de los votos), no sólo elegimos a representantes, sino también a los electores reales del Gobierno o Poder Ejecutivo.

En un régimen de partidos, sólo el consenso o compromiso entre las principales fuerzas políticas puede mantener el Estado; un compromiso que si no acata y deviene del “gobierno de las leyes” acaba por suponer un mero equilibrio de las fuerzas en pugna, que saltará por los aires precisamente cuando cambie la correlación de fuerzas claramente a favor de uno de los actores políticos.

Así la investidura del nuevo presidente Pedro Sánchez se presentará como el reflejo del “cambio” y “la nueva mayoría”, y a buen seguro pretenderá el líder del PSOE seguir gobernando a golpe de decreto y ocurrencias de imagen, pero todavía no goza de la mayoría que sería necesaria para llevar a cabo su proyecto integral de cambio de régimen -aunque las apariencias busquen engañar a todos-.

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