Días en los que la ciudad vivía;
su belleza hería nuestros ojos
-el cielo azul, sus crepúsculos rojos-
¿verdad que entonces la ciudad ardía?
Días en que no se acababa el día
ni la noche; no eran los despojos
del tiempo, ni de relojes birojos
su curso inexorable dependía.
Ciudad hiriente, de horas perdidas
mirando lejos para no ver nada
-en la ciudad callada, ¿quién podría?
Muros de arena, olas desistidas;
de noche paseos, plazas, arcadas.
Ciudad silente. Su belleza hería…
14 de agosto de 2019