…supone uno de los más lúcidos y rigurosos ensayos políticos en lo que va del siglo XXI español, aunque sus tesis fundamentales son de alcance universal puesto que Félix Ovejero, doctor en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona, pretende denunciar “la aparición de un nuevo oscurantismo revestido de progresismo, que sustituye los argumentos por la intimidación”.
El autor se remonta a mayo del 68, con sus derivadas relativistas y deconstructivas que, a la postre, han acabado por constituir esa férrea e inquisidora doctrina conocida como “corrección política” (political correctness, PC) o “pensamiento políticamente correcto” (entre nosotros), para fechar en el París de aquella época el inicio del travestismo moral e ideológico de la Izquierda contemporánea.
Según enumera Ovejero, cinco serían los rasgos específicos de esta nueva ideología que se compadecerían mal con la genuina tradición de la Izquierda: 1. Voluntarismo/moralismo: “la voluntad como principio y solución”; 2. Miopía: “el difuminado de problemas y dilemas”; 3. Perfeccionismo paralizador: “el contrafáctico impoluto”; 4. Sentimentalismo: “las emociones suplen a los argumentos”; 5. Anticientificismo: “la naturaleza no existe”.
El voluntarismo implica creer que todos los problemas tienen solución, que basta la voluntad política para alcanzar «el Bien», por lo que todo tipo de oposición puede ser considerada “culpable” (fruto de la mala fe) por quienes de este modo se sitúan en un plano de superioridad moral aunque fracasen una y otra vez en la consecución de sus benévolos objetivos.
La miopía impide ver los auténticos problemas, sobre todo cuando no se ajustan a los eslóganes preestablecidos por la citada moral voluntarista, cuyos representantes desfiguran con palabras las cuestiones de la realidad por no querer abordarlas racionalmente, o bien por un prurito maximalista de perfección, hijo de la misma moral de la voluntad, que conduce directamente al nihilismo que nada encuentra adecuado a su pretensión de soluciones políticas totalmente perfectas, cerradas y definitivas.
El sentimentalismo, como medio de soslayar la debilidad de los argumentos de la causa defendida y de refugiarse de las críticas racionales apelando a la calidad -de nuevo, la autoproclamada superioridad moral- de los sentimientos propios y de la causa que se apoya, nos resulta con seguridad el rasgo más señalado en estos tiempos que corren, en que esta falsa Izquierda recurre sistemáticamente a emociones y empatías varias como si se tratara de una compañía de móviles.
Por último, en relación de nuevo con los criterios racionales de juicio de que disponemos los humanos para constituir comunidades políticas, participar en política y hacer o aprobar políticas, Ovejero destaca la repulsión creciente que sienten quienes se autodenominan “progresistas” hacia las (llamémoslas) “verdades científicas”, hacia las cuestiones científicas en sí, puesto que su ideología la sitúan por encima de los datos de la experiencia, que no siempre les dan la razón.
LA RUPTURA CON LA TRADICIÓN DE LA IZQUIERDA
Estructurado en tres partes, con una introducción larga a modo de síntesis, este ensayo de Ovejero recupera actualizados trabajos anteriores, generalmente artículos, de las últimas tres décadas. El autor indica en el prefacio que fue en 1991, durante su estancia de un año en la Universidad de Chicago, cuando se dio cuenta de la brecha existente entre lo “políticamente correcto” -sostenido por una Izquierda tan delirante como chic-, y la verdad de los problemas reales de los más desfavorecidos, precisamente el supuesto público objetivo de los movimientos y partidos progresistas.
A partir de aquí, en la primera parte traza un recorrido histórico por las razones, las ideas y las acciones de la Izquierda, como la lucha por la igualdad y la democracia, la defensa de las libertades individuales y del universalismo de la razón, la crítica de las tradiciones dogmáticas… hasta encontrarse con esa Izquierda “posmoderna” que ha hecho de la ideología identitaria (el multiculturalismo y la exacerbación del victimismo impostado de colectivos minoritarios) su principal bandera.
Al respecto, Ovejero revisa algunas de las principales tesis de Marx, no tanto para apuntalarlas o para desmentirlas como para indicar qué parte de su producción intelectual puede ser considerada de izquierdas, cuál era su visión real sobre el capitalismo y las clases sociales, y qué de su legado puede ser reivindicado a día de hoy por la Izquierda -por una Izquierda progresista y racional, claro-.
Conceptos como “Ética”, “Revolución” o “Justicia” se atraen y se repelen, se entrelazan o se desarrollan por su cuenta en una evolución histórica del Socialismo que, en paralelo a la evolución del Liberalismo, desemboca en su cauce más fecundo en nuestros actuales regímenes democráticos, apoyados tanto en la protección de los derechos individuales como en la “seguridad social” que procura el moderno Estado del Bienestar.
PROPUESTAS PARA UNA IZQUIERDA DESORIENTADA
En la segunda parte Ovejero examina una serie de reivindicaciones izquierdistas a la luz de su racionalidad y su justicia, como la posibilidad de una “renta basica universal” o la extensión de los servicios públicos y de las prestaciones del Estado del Bienestar, sobre los que el autor no presenta nunca una visión dogmática a la hora de esclarecer los efectos y defectos de cada medida. Al contrario, lo que persigue es suscitar el debate racional adecuado para avanzar en la mejora democrática del disfrute social por parte de todos de los derechos reconocidos.
Las conclusiones sorprenderán tanto a Izquierda como a Derecha, puesto que si aquélla se ha vuelto dogmática y reaccionaria -asumiendo postulados ideológicos de siempre caracterizados como propios de la Reacción o del Conservadurismo-, muchas veces ésta no parece entender hasta qué punto sus programas económicos y sociales convergen en gran medida (cuando no los superan) con los de los autoproclamados defensores de la Igualdad y de los más desfavorecidos.
En el marco contemporáneo de la sociedad global, planetaria, Ovejero incide en las múltiples contradicciones que se siguen de perseguir ideológicamente -con una serie de consignas totalizantes para la solución de cualquier problema o conflicto- la máxima igualdad o la máxima justicia, cuando además en primera instancia la actual Izquierda desorientada se apresta a sostener y defender histéricamente causas identitarias, minoritarias o directamente marginales, incluso contrarias al bien común, porque ha renunciado a encarar los problemas racionalmente para abandonarse a las letanías del multiculturalismo, incluso a sus expresiones más controvertidas.
En la última parte, el autor identifica el entreguismo a las tesis nacionalistas por parte de la Izquierda como su máximo “desvarío”, al par que analiza el debate Habermas-Ratzinger señalando, muy atinadamente, que allí donde el hombre religioso rehuía legitimar el espacio público democrático como único garante autorizado del bien común, el filósofo prefería pasar de largo en la confianza de la bondad de la religión para conformar e incluso guiar la vida de las comunidades políticas, no resolviendo así favorablemente a la Democracia en la tensión entre Fe y Razón.
Cuestiones densas incluso antes que polémicas, que demandarían para su debate y posible resolución positiva, constructiva, un marco común aceptado de libre discusión entre iguales; algo que, en el actual panorama de dictadura biempensante que se ha expandido lenta pero inexorablemente desde hace décadas por la política, los medios de comunicación, las universidades y el mundillo cultural, parece sencillamente imposible.