[Publicado en el extinto blog Notas desde una ciudad con mar el jueves 15 de octubre de 2009.]
Era lo que le faltaba al PSP (1): poner a un filonazi de portavoz sustituto de Ricardo Costa en el Parlamento autonómico valenciano. Pero, como bien apunta Santiago González, lo suyo hubiera sido saber si en la hora actual defiende aún esas ideas que tenía a los 17 años. Básicamente porque a los periodistas progres con ese tipo de cadáveres en el armario de la adolescencia sí que se les disculpaba… Por no hablar de los responsables mismos de esa Prensa -o PRISA- progre, como su consejero delegado Juan Luis Cebrián, que no era becario precisamente de la RTVE de Franco sino el jefe de sus servicios informativos. O el fallecido kapo Jesús de Polanco. Por no hablar de los hijitos del Régimen en el FASCIOE: Fernández de la Vega, Fernández Bermejo, Bono… ¡Por no mentar al padre de Arzalluz! Hasta se pueden hacer chistes a cuenta de la memoria histérica -y selectiva al estaliniano modo- de nuestros más conspicuos representantes públicos, que pese a todo continúan con su abnegada labor de subvencionar a los profanatumbas de Izquierda Unida incluso contra la propia voluntad de los familiares de desaparecidos, caso de los de García Lorca -lo que ya no merece tanta chanza como, pongamos por caso, el auto del PrevariGarzón en que solicitaba conocer si Franco estaba muerto.
Pero al margen de estas rencillas intestinales y del síndrome de Regresión que padecen los que pululan en torno a Z demasiado tiempo, lo cierto es que la mentalidad totalitaria se refleja inequívocamente en el absoluto desprecio por los hechos reales en beneficio del agit-prop, algo que es común a nazis y comunistas porque vertebra sus movimientos mejor que cualquier otra estructura, idea o principio político. Una técnica de control que, en parte debido a las modernas técnicas de comunicación y publicidad de alcance masivo, se ha extendido de un tiempo a esta parte por el interior de nuestras sociedades de manera inadvertida y, precisamente por ello, realmente peligrosa. Porque si «la mentira es la primera fuerza que mueve el mundo» según Revel, nos enfrentamos al horizonte real de nuevos totalitarismos que podrían resultar hegemónicos de aquí a muy poco tiempo.
De ahí que la foto que me sirve para ilustrar la cabecera de este blog -correspondiente al amerizaje forzoso que realizó el nazi belga Léon Degrelle en la bahía de La Concha de San Sebastián al final de la Segunda Guerra Mundial- pretenda simbolizar una sola cosa: la maquinaria de guerra nazi acabó hecha unos zorros, pero las ideas que promovieron flotan en el aire que respiramos y se contagian a mayor velocidad que la gripe A. Porque no sólo se trata de nacionalismo: los alemanes querían someter a todas las razas a la estirpe del Superhombre, del mismo modo que los rusos querían someter a todos los pueblos del mundo al Socialismo. Tampoco se circunscribe al «culto al Estado», como nos enseñó Hannah Arendt en su magna obra Los orígenes del totalitarismo, porque es el culto a la ideología y al caudillo que la encarna lo que prevalece sobre las consideraciones políticas acerca de la potestad del Estado para dominar a las personas. Es la Raza, el Hombre Nuevo el objeto de culto para las masas, y el Estado no es más que otro instrumento para la consecución del fin último: el sometimiento de todos al nuevo Dios sobre la Tierra.
Así, los eslóganes sobre «la Paz» durante la Guerra Fría omiten los millones de personas masacradas por los comunistas en Vietnam, Camboya, China, Afganistán, Cuba, Etiopía… como las mentiras sobre el «cambio climático» contribuyen a financiar organismos de ámbito global no sujetos a control parlamentario y cuyas actividades tienen ramificaciones de todo tipo: desde soportar los intereses «verdes» de cierta Industria a sostener la pobreza de los agricultores en los países subdesarrollados, pasando por la emergencia de clases funcionariales adictas a las nuevas ideologías del (presunto) Progreso que hacen y deshacen en instituciones supranacionales como la ONU, el Banco Mundial o el FMI. Una especie de imperialismo «Verde» que procura ampararse en la Solidaridad para seguir exportando miseria y opresión, sobre todo a África -«es que los negros, por sí solos…»-.
Nosotros apenas somos conscientes, pero a la pérdida de Soberanía nacional -luego democrática- en pos de organismos supranacionales se le une la amenaza demográfica del mundo musulmán, en gran parte promovida como política por los países árabes que expulsan población constantemente por su desprecio a los derechos humanos tanto como por las condiciones de miseria en la que obligan a vivir a la mayoría de sus habitantes, con la connivencia de los gobiernos de nuestras opulentas sociedades que necesitan de su petróleo.
¿Ejemplos del «estado de conciencia» actual en nuestras sociedades? Las manifestaciones «pacifistas» en medio mundo contra la invasión de Irak, que produjo el derrocamiento de un tirano genocida nazi como Sadam Husein, responsable de cerca de un millón de muertos y principal promotor del genocidio kurdo -aldeas enteras bombardeadas con gas químico-. O las adhesiones entusiastas de ciertos alumnos de la Universidad Complutense aplaudiendo de pie las barrabasadas oratorias de un Hugo Chávez -arquetipo de totalitario en el siglo XXI-. O desde luego las posturas propalestinas, tan habituales entre nosotros los españoles, que echan en cara a Israel una acción de guerra con muertos civiles -¿quién no lo es, en una Palestina sin Ejército?- pero no dan crédito a las auténticas barbaridades perpetradas por Arafat o actualmente por Hamás -de los niños bomba a la pretendida reinstauración de la crucifixión como pena de muerte-, pasando por la sistemática violación de los derechos individuales de las mujeres -de cada mujer, por razón de sexo desde su mismo nacimiento-, de los homosexuales, los disidentes políticos, los cristianos…
Y aún cabría referirse por extenso a otros rasgos distintivos de la mentalidad totalitaria, como la invención de «lo colectivo» y la sacralización de la Identidad -cada uno tiene la suya propia, personal e intransferible-, el nihilismo moral y el absoluto relativismo vital que conduce a las masas -al «hombre-masa» de Ortega y Gasset- a hacer de un Maradona, de un Michael Jackson o de un Osama Ben Laden un Redentor de todos los males particulares de la sociedad. La absolutización del Fútbol y su importancia creciente en las vidas de millones de personas, o la fe ciega en curanderos, zodíacos y telepredicadores son otros de los indicios más claros, mientras cada vez más se instala entre nosotros la Suprema Idea de que todo está permitido porque «hemos matado a Dios» -con Nietzsche, pero sin haberlo leído jamás- y en consecuencia la vida humana, la vida individual, la vida de cada uno, en definitiva… no tiene ningún sentido si no está vinculada al mero disfrute del Placer o a la autodisolución en la «acción colectiva» en pos de una Causa más alta como la de instaurar el Paraíso del Hombre en la Tierra.
NOTAS
1. A partir de 2008 comencé a referirme al Partido Popular como «Partido Socialista Popular» (PSP), entre otras denominaciones oprobiosas (PSPE: Partido Socialista Popular Euscalerríaco, etc).