…se encontraron un 10 de febrero del presente en la Plaza de Colón de Madrid convocados por Ciudadanos -ya ha llovido…-; como los traidores de la Izquierda, significadamente un tal Iceta y un tal Borrell, se aprestaron a sumarse a la segunda gran manifestación antiseparatista en Barcelona después de la demostración de fuerza golpista del 1-O de 2017 con el objeto exclusivo de liquidar toda simiente de espontánea oposición cívica contra las fuerzas de la rebelión antiespañola.
En lo que atañe a PP, Cs (con UPyD y ¡con el mismo Valls!) y Vox, mostraron su unidad frente a lo que entendieron bien que era el llamado “Pacto de Pedralbes” del PSOE con Podemos y ERC, huéspedes obedientes de Can Roures: una alianza cómplice con los golpistas separatistas por parte del presidente en curso Pedro Sánchez, quien no gozaba para entonces de mayor legitimidad que la del uso fraudulento de una moción de censura para auparse al Gobierno.
Y, desde entonces, ¿a qué se han dedicado, con irregulares resultados, Casado y Rivera (ahora ajeno a la política, por baja de paternidad) y Abascal? A dejar precisamente en segundo plano la debida unidad contra lo que ellos mismos denunciaban como el problema más grave de España en esta hora: “Cataluña” -o “la deriva del proceso separatista en Cataluña”, mejor dicho-.
¿A qué están, en realidad, cada uno de ellos? Casado prometió regenerar el PP y dar la dichosa “batalla de las ideas” para denunciar las intenciones frentepopulistas de Sánchez y demás, pero al día siguiente de las elecciones del 28-A se mostraba solícito ante el presidente en funciones de usurpador de las funciones del Rey como autoinvestido “jefe de la Oposición”, y le ofreció incluso una serie de “pactos de Estado” al que no se ve más acá de Jefe de Estado, precisamente.
Rivera, bizqueando sin parar, pretendió disputarle la dudosa primogenitura a Casado, con los desastrosos resultados conocidos para quien no supo tampoco mantener la apuesta: su oferta de última hora para investir a Sánchez era una broma de mal gusto para propios y ajenos. Y mientras tanto, Abascal gusta de mostrar esa faz críptica de jeque beduino que confía ante todo en que los hados le sean favorables, con los resultados que se pueden esperar de tal disposición.
LO QUE NOS UNE ES MÁS QUE LO QUE NOS SEPARA QUE LO QUE NOS UNE
¿Cómo pueden estar tan ciegos? La sorprendente falta de química entre unos y otros ha deparado la confusión de todos, líderes y bases sociales de los tres partidos aludidos, porque si de algo han dado muestra es de su nula voluntad de sacrificar nada por “patriotismo”: ni una sola pieza del tablero, punto programático o tendencia divisoria; más bien, buscan exacerbar sus diferencias, en lo más nimio, como si de ello no resultara la división (por culpa de las afrentas) también frente a lo más importante.
Así Casado, sin que nadie se lo hubiera pedido, declaró en esRadio que estaba decidido a dejar entrar a Vox en su Gobierno el último día de campaña del 28-A, para denostar al partido de Abascal como “extrema derecha” el mismo lunes postelectoral. Rivera, encantado de conocerse, reaccionó a la iniciativa “España Suma” de coalición con el PP en algunas circunscripciones con ese “España suma, pero la corrupción no”. Así que ahora es Cs el que ya no suma con nadie.
Una iniciativa la de “España Suma” que no ha sido exactamente el elemento de destrucción de Cs, pero casi: Cayetana Álvarez de Toledo ha sido el instrumento, aunque no parezca ser consciente, de la imposible salida de Cs ante una oferta que (como Rosa Díez en su día al frente de UPyD) no podía rechazar, ni tampoco aceptar.
La situación ahora es surrealista en cuanto que, demediado el partido de Rivera, Cayetana se trae de gira por el País Vasco a Díez, Savater y Espada, sin duda gente de valía cuya hostilidad permanente hacia todo lo que consideren “reaccionario” en la Derecha (o “de derechas”, sin más) haría imposible en cualquier tiempo y lugar que obtuvieran para el PP o “España Suma” un solo voto del electorado tradicional de la formación.
Luego igual es que se trata de la apuesta definitiva (¿de Casado, de Cayetana… de Rajoy?) para que el PP ocupe -vía absorción de Cs y restos de UPyD y otros- el espacio de Centro-Centro Izquierda “que es donde se ganan las elecciones” según algunos listos, dejándole a Vox absolutamente todo lo que queda a la derecha de Díez, Savater y Espada. Un chollo desde luego para Abascal y los suyos, que hasta podrían dedicarse a cosas sensatas y a discursos coherentes, rigurosos, conservadores…
¿NI SIQUIERA NOS QUEDARÁ COLÓN?
Pero mientras se realinean las conciencias y las posturas, los ciudadanos que ahora mismo sólo queremos que se expulse a Sánchez del Poder y con deshonor -que le retiren el Doctorado, vaya: porque resulta de un plagio y encima a cargo de otros-, seguimos esperando con ansiedad una oposición incisiva, sostenida en el tiempo y en común entre los que aún se encuentran incluidos por sus adversarios en ese “Trifachito” que nació en Colón.
Una alianza entre PP, Cs y Vox contra el proceso rupturista (que ahora abandera el propio Sánchez apoyado por su PSOE servil) que nunca fue tal, porque no dejó más allá de una foto y ciertas buenas perspectivas de entendimiento que hasta ahora se han plasmado sólo en las frágiles alianzas para gobernar algunas comunidades y ayuntamientos, y ello con mucha dificultad y puede que con muy corto recorrido.
Por todo ello, como al principio, me pregunto: ¿es que cuando se reunieron en Colón el 10-F del presente no pensaban realmente que el presidente Sánchez fuera cómplice de los golpistas separatistas? ¿Qué ha cambiado desde entonces para que los líderes de los partidos de la Derecha imposten que no vivimos en un permanente golpe de Estado, sino en la plena normalidad democrática? Y si no lo creen, ¿a qué esperan para denunciar la gravedad de la situación?