…es de lo que se debería estar hablando en todos los despachos, cenáculos, contubernios y -por extensión- todos los hogares de este pueblo llamado España, donde tan dada es la gente al rumor innecesario y al cotilleo insidioso. Pues que la mayoría de los hombres-fuertes que le rodean son carne de banquillo a nada que la (administración de) Justicia se rebote.
Y parece ahora muy rebotada, con sentencias increíbles (por lo tardonas) contra miembros de Podemos por actos de violencia contra la Policía, cuando en rigor el partido del leninista Pablo Iglesias no podría haber concurrido a ninguna elección con la Ley de Partidos en la mano y lo que ya sabía el CNI de su financiación “irregular” a mano de los regímenes de Venezuela e Irán.
Y resuelve ahora la inhabilitación de un tal Torra -que más que inhabilitado, se encuentra para los restos-, cuando cualquier día de estos el aciago Puigdemont cometerá un error e irá a parar a la Audiencia Nacional, allí donde cualquier cosa es posible y ojalá mis ojos vieran el procesamiento del divo primero de la casa, Baltasar Garzón, por todo tipo de delitos.
Por de pronto, cabe desconfiar de toda oposición partidista que no sea frontal contra el Gobierno criminal de Sánchez, que persiste en su inhibición ante la pandemia después de haber impuesto su arbitraria ley marcial con la excusa sanitaria -recuérdese que nunca hubo “comité de expertos”-, el confinamiento más largo e inútil en todo el planeta (exagerando no mucho).
Pero a medio plazo, más allá de lo que sirva para denigrar al presidente del Gobierno la moción de censura que defenderá el negro Garriga -un negro contra el establishment suena demasiado bien, sobre todo cuando la habitual Izquierda descerebrada del país lo moteja de “racista” con la estelada al cuello-, todo lo que quede a la Derecha de Sánchez debe plantearse una estrategia de derribo.
Además, ayudarán las catastróficas circunstancias. Que no se equivoquen y pierdan tiempo replicando los dirigentes de PP, Vox y Cs a los muñecos de ERC (Rufián), a los de la ETA (Aizpuru, el propio Otegi) o al superviviente Pablo Iglesias. El que manda es Uno solo, pese a toda su debilidad parlamentaria, porque así está dispuesto y poco cabe hacer.
Salvo echarlo vía moción de censura, procesarlo o inhabilitarlo para el cargo. A elegir.