Lo más patriótico es pagar impuestos

…según cree mucho español de nuestro tiempo -ciudadano medio, por lo general contribuyente honrado y tímido propietario-, así que el inefable diputado Rufián va a decretar no tanto una subida generalizada de la “solidaridad fiscal” de Madrid -donde “solidaridad”, como no se cansa de advertir Rodríguez Braun, equivale estrictamente a “imposición”- como una denuncia de los madrileños como escasamente patrióticos o directamente “apátridas”.

Tiene gracia, claro, viniendo de quién viene: un solidario separatista antiespañol que más que nada busca un abrigo a la sombra cada vez menos frondosa del negociado catalanista, invitado al mismo como “charnego agradecido” y desvergonzado hortera sin mácula de ningún tipo de idea política propia o afán o ambición ningunos por los asuntos de gobierno: Rufián se da al tuit-tuit y lo mismo grazna desde la tribuna del Congreso -pero, ¿a quién diantre le preocupa hoy día lo que se diga (o rebuzne cualquier burrito de ERC) en la sede de la Soberanía Nacional?

La verdad es que asusta -en realidad, a mí no mucho- que el PNV pudiera ser sustituido al frente del gobierno vasco y las diputaciones por la tríada Bildu-PSE-Podemos (por orden de relevancia electoral); pero, a fin de cuentas, si no es que todo está escrito y se encuentra predeterminado tampoco es cuestión de seguir presentando resistencia a la inexorable fuerza de la corriente o magma (o ideología totalizante del momento) que lleva décadas intentando expandirse y anegarlo todo en nuestra querida Euskeria, o Euzkadi, o Euskal-Herria o cómo demonios pretendan denominar al negociado abertzale, única (y excluyente) comunidad política sobre la parcela administrativa conocida como CAV.

Pasan las décadas y no lo parece, atrapados como seguimos en un eterno Día de la Marmota con la Ley Electoral a cuestas y todos los demás mecanismos antidemocráticos (por anti igualitarios, por corruptos y saqueadores) que perpetúan el exasperante sistema de castas regionales con sus partidos y periódicos, antes con las cajas, su influencia caciquil “en Madrid”, su facilidad para copar cargos y prebendas en instituciones, sociedades, clubes de fútbol o lo que se tercie. Y en muchos ámbitos el control es peor incluso (por mafioso) que en tiempos del Franquismo.

Patriótico sería organizarse con la única idea de acabar con las facciones separatistas y extremistas, violentas y no violentas (meramente anticonstitucionales), y liquidar de una vez por todas la corrupción institucionalizada para el Saqueo a través de la elección directa del Ejecutivo (presidente del Gobierno, alcaldes) y de la exigencia mínima de un porcentaje en varias circunscripciones españolas para evitar el sobrepremio de la concentración regionalista de los votos.

Pero, antes de nada, patriotismo es querer ser lo que somos, porque lo somos, sin buscar excusas ni coartadas en lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros predecesores por esta tierra, nuestro país, la Nación: España. Patriota (es) el que afirma, el que se niega a sí y a los suyos y a lo suyo sólo puede ser considerado desagradecido y desgraciado, traidor, puede que cobarde y desde luego indigno de ser considerado patriota, ¡indigno aún más de ser considerado apátrida!

Porque el apátrida ha sido expulsado contra su voluntad de su país, pero estos pendejos del Separatismo institucionalizado básicamente quieren echarnos a los demás del nuestro.

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En realidad, a nadie le importa mucho España

…más allá de los triunfos de la Selección -“La Roja” en Madrid como en Cataluña- porque cuesta defenderla de sus enemigos, sobre todo aburre defender lo más obvio contra los recurrentes veteroprogres antiespañoles y los racistas separatistas herederos de lo más rancio del casticismo español.

Al cabo, uno acaba en España por ser hereje haga lo que haga y piense lo que piense, debido básicamente al número de aspirantes a inquisidor o a cualquier otro cargo público (o en la empresa cooptada) con eximente de responsabilidad propia: la culpa siempre es de los demás, los agujeros contables se tapan con sobornos o amenazas y lo que importa es estar dispuesto a aceptar el siguiente cargo.

El rastro de servilismo se puede seguir, por tanto, oteando por encima los apellidos de quienes heredan nombre, cargo y nómina en la Política como en la Banca, en la Prensa como en la Cultura, en la Universidad como en la Alta Empresa; con distintos méritos, trayectorias y recursos, por supuesto: pero a fin de cuentas para ir a dar a lo mismo.

No se sabe muy bien a estas alturas si es que el grado de delirio ideológico de nuestras (presuntas) élites conspira para volvernos a todos dementes, fanáticos o aprensivos asustadizos que buscarán ante todo el repliegue sobre sí mismos, pero lo cierto es que son muchos años aumentando la apuesta por la quiebra institucional y socioeconómica de España para que la jugada no tenga tremendas consecuencias.

Cuando en cualquier tramo de calle uno sorprende conversaciones -entre jubilados, o entre barrenderos, o entre encorbatados- que reiteran “Esto es una dictadura” probablemente pueda excusarse en que “la gente” exagera, o con el socorrido “nos estamos (¡nos están!) volviendo locos”; pero el río suena porque la realidad supera las impresiones de los diarios y los falsos destellos televisivos.

La quiebra de España es moral, desde hace décadas: la Nación no reposa sobre nada, ni los españoles de la hora -ignorantes para empezar de sus propias Historia, costumbres y geografía- reconocen apenas los símbolos nacionales como tales. Ahora se presenta la quiebra institucional casi a la par, definitivamente, que la económica. Pero ninguna de ellas se pudiera haber dado con unos sólidos cimientos constitucionales.

Algo que valdría definir como “espejismo del 78”, al menos para que de una vez por todas nos atrevamos a encarar los graves problemas presentes de la Nación sin la camisa de fuerza de la ilusión de ese pasado añorado. Está en juego el futuro, que desde luego realizamos con nuestras apuestas de presente y nadie puede determinar para nosotros.

Es hora de empezar a crear esa España que nos importe a todos.

Los directores del Estado

…o aspirantes a Conducator, Duce, Caudillo, Führer o Lehendakari del Pueblo (de la ETA, ERC, Podemos…) van a Madrid lo mismo para “tumbar el régimen” que para hacerse con un chalet de lujo en Galapagar -esto último debe de ser una innovación venezolana respecto a la cruda clandestinidad que patrocinaba la Cuba castrista hace décadas-.

Y es que no en vano los tiempos han cambiado: ya desde 2004 con Zapatero fundando el régimen actual del 11-M con ERC y la ETA, “cordón sanitario” contra el PP mediante, en el “nuevo tiempo” inaugurado por el “proceso de paz” y las soluciones dialogadas y dialogantes para Cataluña -el mayor granero de votos del PSOE con Andalucía hasta la quiebra de 2010-.

Por eso si Mas sale rana se le puede sustituir por Otegui -siente a uno de estos vascos a su mesa y devorará hasta los cubiertos por mero prurito de raza-, que según la “memoria histórica” podría pertenecer a “la ETA buena” que dijo aquél o a la ANV republicana que, a diferencia del PNV de entonces (1931-1940), no se relacionaba con carlistas, fascistas y nazis.

Da igual que la ETA sea básicamente el instrumento coercitivo -amenaza y represión- del movimiento abertzale controlado por el PNV, sin el cual ni siquiera podrían estos hablar de “Pueblo vasco” porque todos nos mearíamos de risa por las esquinas -empezando por los que somos de aquí-, como da igual que sea la Raza su programa ideológico todo: ETA es “la Izquierda”… anhelada.

Y si ETA es “la Izquierda” anhelada es porque nuestros izquierdistas añoran básicamente aquellos hechos violentos de su pasado ideológico que consideran las más altas cumbres de su actividad política, porque ETA se atrevió a hacer todo aquello que todo izquierdista sueña hacer siguiendo el Sagrado Mandato de la Justicia Social: dar matarile a los “enemigos de clase”.

Así, mientras que el PNV debiera tener cuidado en no insistir sobre la filiaciones franquistas de otros partidos para que no les sacaran a los burukides los colores -azul mahón, por supuesto- de sus propios padres y abuelos, los etarras pueden presumir (dados los tiempos que corren) de ser modelo y ejemplo para el Frente Popular, aunque sean en verdad una especie de Falange Abertzale o Aberriana.

Es desolador, con todo, seguir asistiendo a este lisérgico baile de mascaras ideológicas que no puede ocultar por más tiempo el Integrismo antisistema de los socios todos del PSOE de Pedro Sánchez en el Gobierno, sólo dispuesto y preparado para la Mentira, el Saqueo y la satisfacción de las bajas pasiones ideológicas de los actores políticos más mezquinos de nuestra historia reciente: Sánchez, Iglesias, los etarras, los racistas antiespañoles de PNV, ERC…

Y en frente, al cabo -desengañémonos-, nada ni nadie: el Estado es suyo (el PSOE siempre fue el Partido del Servicio Oficial del Estado), la población es rehén del Presupuesto ni más ni menos que la Prensa lo es del BOE, el Rey calla; la Nación agoniza entre la corrupción de sus (presuntas) élites, el rencor restablecido entre españoles y la ignorancia masiva de su situación.

Era a este punto al que nos querían dirigir los fautores del 11-M, y ya estamos aquí.

Perseguir la crítica al Gobierno

…es el principio de la Dictadura, considerando la democracia básicamente como un régimen de opinión pública (plural, se comprende) que más allá de la disputa por el Poder de las facciones garantiza la alternativa -la misma alternancia en el Gobierno- de otras opciones distintas a las que los votantes pudieran haber instalado en un momento dado al frente de las instituciones.

Precisamente para esto nace la publicidad profesionalizada -los periódicos, al margen de partidos- de las virtudes de unos no menos que de los vicios de los otros, en un debate que es lucha política que se dirime no en el frente de guerra, sino en la colisión sobre el papel de las diferentes versiones (opiniones) y de los mismos datos (hechos) de la realidad.

La transparencia del Poder no tiene sentido si no es a través de los “medios de comunicación”, pues que no se otorga graciosamente por parte de los que mandan, sino que se obtiene para los ciudadanos por aquellos que han hecho de la cláusula de informar al público un servicio en sí mismo, más acá de beneficios pecuniarios o prestigios de cualquier índole.

Obviamente, tratándose de medios no hay ni puede haber otra realidad que la de su instrumentación por agentes públicos o privados, que buscan sus fines y presentarlos a la sociedad (ese régimen de opinión pública antes citado) como benéficos para el “interés general”, susceptibles incluso de elogio y respaldo, cuando no de mera necesidad “social”.

Pretender por tanto el control de las noticias y de la opinión -como si bastara establecer un canon sumarísimo sobre la Verdad para que todas las determinaciones del Poder pasen como racionales, y así sean aceptadas mansamente por los ciudadanos- no revela otra cosa que la inseguridad de las propias causas, la desconfianza en el juicio del común y el desprecio por las ideas ajenas.

Pero es que es esta obcecación, producto de intelectos pueriles y voluntarismos psicopáticos, la que distingue en nuestros días al fundamentalismo progresista -motejado por otros como “Izquierda reaccionaria”-, siempre inasequible al desaliento que le procuran la realidad de los hechos, los actos humanos y las manifestaciones frecuentemente inesperadas y hostiles de la Naturaleza.

No hay más que repasar los hechos y declaraciones de los principales representantes del Gobierno en la gestión de la pandemia -del presidente Sánchez al bufón Simón, de los vicepresidentes Calvo e Iglesias a los ministros Ábalos, Illa, Campo, Grande-Marlasca y Garzón- para reconocer toda una estrategia (¿de Iván Redondo?) basada en la mentira, el miedo y la difamación.

Simultaneando el soborno institucional de televisiones (grupos y presentadores particulares) y otros medios privados, con la usurpación de los medios públicos (televisiones y radios, pero más aún las agencias de noticias que sirven a todos ellos) y la financiación de todo un ejército de propagandistas, trolls y crackers en las redes sociales e Internet, el Gobierno PSOE-Podemos ha declarado la guerra a cualquier información que no responda a su Verdad.

Mas no son tiempos para el autoengaño; que más fácil lo tienen para que nada cambie manteniendo los programas “de evasión” y sus publicaciones derivadas -de las revistas a las novelitas absurdas de nuestros de días- que con la promulgación de leyes que hacen saltar todavía a las ranas con algo de conciencia de la enorme cazuela hirviendo en que han convertido el panorama político español en apenas un año de legislatura.

Así, para qué van a prohibir diarios y libros que nadie lee; o tuits injuriosos contra el Gobierno que acaban sepultados por millones de otros tuits injuriosos contra la Oposición, la carne de cerdo, las mascarillas tuneadas o el rock progresivo; para qué esa denodada contraprogramación de la realidad cuando su práctica impunidad legal les ha sido regalada por el acceso al Poder.

¿No será que aún y todo temen que “algo” pase y, volteada la tortilla, den todos con sus huesos en la cárcel? ¡En España (con su presunta opinión pública) no caerá esa breva!

Bufones, esbirros y lacayos

…de la nueva España que brinda Pedro Sánchez y su sicario asociado, Pablo Iglesias, se nos presentan por doquier; como ese fraudulento “Doctor” Simón que, rijoso perdido, se prodiga cual estrella de rock con disco en promoción por las más variopintas modalidades de “medios de comunicación”, del callejero televisivo a las redes más “sociales” -donde todo lo que no es puro Odio hacia “la Derecha” es buenrrollismo de progres arribistas actualmente en el machito-.

Pero la lista de lacayos en estos mismos medios y redes es larga, sobre todo en estos tiempos críticos, por lo que les veremos repetir encantados las enfermizas consignas de “progreso” y contrarias a la “ultraderecha” que a ciencia cierta no está quemando las calles -si Vox, que sirve para armar el espantajo, tuviera semejante poder de convocatoria para organizar disturbios violentos en Mondragón, Burgos o Barcelona, el Poder ya estaría en sus manos-.

Son los mismos que no se cansan de reiterar que el discurso incendiario de un Trump causa violencia, para justificar básicamente la que de manera generalizada provocan los “antifas” y demás cuerpos de activistas de Extrema Izquierda respaldados allí por lo más granado de los multimillonarios blancos progresistas a quienes les importa una higa que sean saqueados los comercios y las propiedades de sus vecinos más humildes -si hablamos de California, la mayoría de ellos chicanos-.

Como ya se han escrito decenas de miles de folios sobre la apropiación indebida de la violencia por parte de la Izquierda, por lo visto legitimada siempre por alguna causa de orden superior -en consecuencia, irracional- para sus desmanes, al margen y directamente en contra muchas veces del (monopolio exclusivo de la violencia por parte del) Estado, bastará repasar someramente las últimas cuatro décadas de la historia de España para concluir que todos los altercados violentos claramente organizados corresponden a ETA, ERC, CUP, BNG, Podemos, etc.

Son los esbirros del movimiento antisistema que acampan en Barcelona desde los 90’, ahora bien representados por la “activista” Colau y cuates como Pisarello; o las CUP del chófer del terrorista Arnaldo Otegi, siempre juntos en la lucha contra el “Estado español opresor” aunque ahora puntales y valladares del Gobierno de ese mismo Estado; aunque pretendan vivir del mismo para los restos; aunque sean responsables de irreparables daños humanos, morales y económicos al conjunto de la sociedad española.

Luego resulta que el nuevo morroi del PP en el País Vasco, un tal Mikel Lezama -un Corominas o Sémper de la vida, para entendernos- presenta a la formación política de la ETA (considerada así en sentencia firme por el Tribunal Supremo) como “legal”, en oposición precisamente a Vox, al que al parecer cabría ilegalizar o acordonar como se pretende -y lo pretende el PP de Carlos Iturgaiz, que ya mismo podría dimitir e irse a su casa- con la única parlamentaria del partido de Abascal en la cámara vasca.

¿El mundo al revés? Es que el PP hace mucho tiempo (¿ya desde la victoria de Aznar en el 96’, cuando apareció Soraya en Génova con su CV entre los dientes?) que no es más que mera agencia de colocación de los niños bonitos -vulgo “hijos tontos de”- que merodean por los alrededores de la Casta para llevar el tren de vida que consideran que se merecen (lo que les pete hacer en cada momento).

Habría que mandarlos a todos a Telecinco de tronistas, triunfitos o tertulianos; como a los de Cs. Ya que no tienen escrúpulo alguno ni vergüenza, odian a la gente real empezando por sus propios (ex)votantes y se consideran algo así como privilegiados por derecho propio -contradicción en los términos y a la vez no-, se nos ahorraría el bochorno y la indignación ante el papelón de mequetrefes que finalmente les ha tocado representar en el “nuevo tiempo”.

En realidad, a mí no me extraña: ya era para ellos un “enemigo de la Paz” hace 12 años…