Sólo Vox parece entender la situación actual de España

…con un Ejecutivo de práctica demolición de la tradición constitucional y unitaria de la Nación desde 1812; con un Pablo Casado echado a perder después de su desabrido discurso antiAbascal durante las jornadas de la moción de censura contra Sánchez; con una Inés Arrimadas entregada al «diálogo» con el PSOE (¿y con el PSC también?) por mor de eludir «la crispación»…

En dos semanas se celebrarán elecciones (como si todavía se pudiera elegir allí, con libertad) en la desgraciada tierra de Cataluña, donde las facciones en busca de los restos del botín del Pujolato -autoridad del jefe de clan o capo, prestigio del terror imbuido jerárquicamente a todos lo que ansían formar «un sol poble»- formarán gobierno «como sea», una vez que resuelvan los pormenores técnicos de la repartición del Poder.

En frente, como recién aparecidos, sólo tendrán entonces a los diputados de Vox y a algunos supervivientes de la criba en PP y Cs -siempre y cuando no venga Teodoro García Egea a empeorar la situación espoleado por un Feijóo, pongamos por caso-, lo cual deparará a Alejandro Fernández una soledad pública similar a la de Cayetana Álvarez de Toledo, aunque al menos (como a ella) siempre le quedará el apoyo moral de… los de Vox, claro.

Porque Casado no da muestras de querer hace siquiera oposición en lugares como Cataluña o País Vasco, puede que para mantener «abiertas las vías» de cara a futuras ententes o contubernios con PNV ¡y hasta con ERC, como en tiempos de Soraya y Rajoy! en vistas a desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa cuando la devastadora crisis económica, sumada a los drásticos números de decesos a lo largo de la pandemia, se lo lleve por delante.

Pero lo cierto es que, hasta la fecha, los errores y las mentiras, los casos de negligencia y corrupción y las mismas muertes por Covid19 las ha distribuido Sánchez efectivamente entre todos -responsables autonómicos, municipales, servidores públicos y ciudadanos- con un éxito notable, o de lo contrario ya habría sido procesado junto a la mitad de su gabinete empezando por Salvador Illa, ese ex ministro de Sanidad y candidato a la inanidad que también podría llamarse Benigno sin causar mayor injusticia a su nombre.

Por lo demás, como ya no hay vida parlamentaria -algo que de todos modos no nota el común de los españoles, sepultados éstos bajo las tablas de incidencia acumulada e ingresos en la UCI-, da la impresión de que ya no va a haber política ni casi cambios hasta las próximas Generales, porque ese tipo de clon específico del PP (tanto como de Cs en los últimos tiempos) sólo está acostumbrado a hablar si le ponen una alcachofa delante, si los periodistas aguardan disciplinadamente en fila a las declaraciones oficiales de turno.

De ahí que los medios nos entretengan con las peleas gallináceas entre los socios PSOE y Podemos en el seno del Gobierno, a cuenta de dogmas y prejuicios sobre asuntos que no importan a la generalidad de los españoles -pero que desde luego nos lo ponen más difícil en el día a día, al par que coartan nuestra libertad de expresión y merman nuestro derecho a la igualdad de trato y de oportunidades-.

De fondo, Sánchez sigue quemando etapas, naves, ministros y lo que se tercie en su única idea fija de hacerse con todo el Poder y consolidarse en él para los restos, él y los suyos -entre quienes no faltarán miembros de otros partidos, ojo; así como «intelectuales» y «compañeros de viaje» de toda laya-; en frente, todavía, apenas nadie: sólo Vox parece entender la situación actual de España, pero sus actuaciones no parecen responder a una genuina estrategia a largo y de ello se resiente todo su discurso y por supuesto su acción política.

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Iceta, el que faltaba en la fiesta

…desmadrada de la “confederalización” de España perpetrada desde hace años por el Separatismo (singularmente el catalanista) en comandita con la Izquierda desnortada de este país, PSOE y restos socialdemócratas varios, que siguen creyendo en las majaderías de Ortega y Azaña sobre la “conllevancia” o la necesidad de bombardear Cataluña cada ¿cuarenta años?

Depende del humor del momento, parece claro: pero fue durante el mando de Espartero y durante la II República -con Lerroux al frente del Gobierno- cuando se bombardeó Barcelona, antes de que faltaran calles en la ciudad condal para recibir a los voluntarios del Tercio de Montserrat -o a los divisionarios devueltos por la URSS a principios de los 50-, si bien fue asimismo multitudinario el funeral de Buenaventura Durruti, que desde luego no era catalán (ni mucho menos catalanista).

Tampoco Iceta, señorito de origen vasco con un CV de cuatro décadas en el PSC, pero qué más dará el abolengo racial -cuando Junqueras presume de ADN más similar al “francés” que al “español”- cuando tampoco el bienamado José Luis Núñez era oriundo de Cataluña -ni un Carod Rovira, pongamos por caso-, ni tampoco hunden sus raíces en la tierra los Guardiola, Jorge Javier o Rufián. Lo suyo, como en el caso vasco, es la voluntad de ser, eso tan manido y tan anticuado.

Por lo que ahora tenemos una sustitución modélica en el Gobierno del depravado Pedro Sánchez, quien no contento con fomentar el marasmo interinstitucional a cuenta de la pandemia -con todas las CCAA operando por su cuenta y riesgo, en lo que les dejan, y compitiendo entre ellas sólo para lo peor, para establecer las comparaciones ventajistas y vergonzantes, y reasignar los agravios en referencia a las nuevas dádivas del Gobierno (presupuestarias, competenciales, sanitarias como la distribución de las vacunas)- se lleva a Madrid al marasmo en sí que es Iceta, bueno sólo para la traición a la Nación y sus leyes.

Menos mal que la jugada, tan chusca como para parecer un mero intercambio de cargos y papeles en el seno del PSOE (más que una debida crisis de Gobierno con el relevo de un ministro fallido por otro del que se espera una mejor adecuación a la tarea), no saldrá como se espera ni en Cataluña -donde Illa fracasará más por la inanidad de su alternativa que por su negligente gestión de la pandemia- ni en Madrid, donde el aparatchik que nunca ha dejado de ser Iceta se encontrará con ese esperpento de gabinete PSOE-Podemos peor que una jaula de grillos.

No es improbable que, viendo semejante panorama, decida centrarse desde Administraciones Públicas en el proyecto de autodeterminación forzosa para Cataluña -con la coartada mayúscula de la “cogobernanza” que exalta y de la que presume Sánchez, cuando sólo es su respuesta a cualquier tipo de imputación de responsabilidades por la catastrófica gestión de la pandemia en España-, puesto que poco podrá aportar al ya de por sí delirante discurso oficial sobre la organización territorial del Estado.

Calculaba este prohombre que los catalanistas sólo necesitaban una década para hacerse con todo el control de la situación -de las mentes incluidas- en Cataluña en aras de la secesión, así que el resto de la legislatura se le debiera presentar como los últimos años antes de la independencia de esa patria suya en la que aspira a pintar algo el día de mañana, “cuando suceda”.

Y es que, a despecho de habernos librado de otro nefasto tonto más con el único pedigrí de ser un catalán catalanista, caso de Salvador Illa, nos brindan un ministro vocacionalmente racista para consolidar y ahondar la debacle constitucional española. Este Sánchez es todo un villano.

Lo propio de la Casta es cuidar de sí misma

…antes que cualquier otra consideración, como el bien de los gobernados. Precisamente del grado de iniquidad que alcance esta automunificencia deriva la clasificación de los regímenes políticos en democráticos, oligárquicos o abiertamente despóticos. En España hace tiempo que nos han (hemos) acostumbrado a la endogamia enfermiza de los círculos del poder, no tan distintos los actuales a los de hace un siglo -o por lo menos no cambian mucho los apellidos-.

De aquí que no extrañe la habitual manera de proceder en esta crisis pandémica como en cualesquiera de las otras, económicas o de corrupción al por mayor: primero han de salvar su cabeza los miembros destacados de la Casta (Juan Carlos I y Suárez, Pujol y González, los jelkides del PNV de Arzallus a nuestros días, los socialistas andaluces y sus camaradas de la UGT, los superespías tipo Villarejo y los superdirectivos del Íbex), y de ahí para abajo.

Algo que resulta incluso más patente en las filas de los salvapatrias desfachatados de Podemos, cuyos dirigentes todos han cometido entre unos y otros la práctica totalidad de los delitos y faltas atribuibles al ejercicio corrupto de un cargo público, y lo meritorio es que ya lo hacían antes de llegar a ocupar cualquier puesto político (Monedero, Echenique, Mayoral, Rodríguez, Espinar, Serra, Errejón, Maestre y el propio Iglesias).

Tenemos una casta política que al menos en lo que llevamos de siglo ha funcionado siempre por cooptación de lo peor: lo más ignorante, resentido, servil y sectario; los más brutos, rencorosos, sumisos y al par fanáticos de La Causa de la Política que pasa, a sus ojos, por establecer un nuevo Poder que ordene, a través de la discriminación y el encuadramiento, lo complejo de una sociedad (o magma social) que se resiste a ser inmovilizada en su lecho de Procusto.

Pero el último ejemplo de la prioridad en la vacunación contra el coronavirus que se han dado unos cuantos cargos electos y sus cohortes respectivas no debiera, pese a su gravedad y el patetismo de la situación en la que han acabado atrapados, hacernos olvidar que las costumbres del privilegio y del nepotismo vienen de antiguo, que las formas democráticas escasean -tal vez por falta de tradición- en la vida pública española, y que la ejemplaridad no está a la orden del día entre nuestras presuntas “élites” locales y nacionales.

Tal vez por una cosa y por la otra y por la de más allá, luego resulta que éstos y aquéllos ya “pasan olímpicamente” de recomendaciones, avisos y restricciones; lo hacen siguiendo el perverso ejemplo de esos otros que hacen de su condición “excepción” en vez de servicio al público: al ver cómo los miembros de la Casta se sitúan por encima y desde allí deciden (decretan) lo que les estará bien merecido a los del pueblo-chusma-gente.

Se trata de los mismos que durante años y décadas se han agenciado los recursos para hacer buenos negocios con información privilegiada obtenida en razón de su cargo; los que gozan de todo tipo de facilidades para sus créditos y del negociado de las dietas y de sus pensiones vitalicias; quienes deciden quién y en qué se puede invertir, cómo y a qué precio se puede contratar, qué negocios quedan al abrigo del poder político y cuáles pueden ser expropiados a voluntad.

Hace mucho tiempo ya que el régimen del 78 no es más que la pantalla hecha jirones de este estado de cosas oligopólico, donde la rebatiña entre las facciones implicadas se vuelve feroz cada vez que la situación financiera (y) de las cuentas públicas amenaza quiebra, y lo único que de 2008 ahora ha cambiado es que el Gobierno Sánchez-Iglesias pretende tener un proyecto ideológico para España y los españoles que haría superar lo funesto del tiempo presente.

Cosa que, sobre falsa, no sería incompatible con el nihilismo cierto de estos últimos saqueadores de la Casta que piensan, ante todo y sobre todo, en enriquecerse “como sea” antes de que todo haga definitivamente implosión -la salida siempre podrá ser un paraíso fiscal caribeño (o un régimen cleptocrático afín, en el Caribe o cerca) para los que porten consigo las suficientes maletas del despojo-.

Y cuando todo ello suceda, y todos seamos testigos de estos hechos, todavía se llamarán a sí mismo “exiliados” y apelarán al “derecho internacional” para no verse de pronto extraditados. Al tiempo.

Una estrategia drástica contra el coronavirus

…pasa por un nuevo enfoque de las restricciones, que no debieran ser apenas generalizadas sino aplicarse quirúrgicamente y no ya tanto por barrios o por “espacios” -aulas, bares, comercios y centros de esparcimiento cultural- más que circunscritas a los grupos de población más vulnerables: los mayores de 70 años.

Se trata por tanto de facilitar las actividades ociosas de los jubilados, en zonas horarias concretas del día, mientras el resto de la población puede dedicarse a sus menesteres -trabajo o estudio-, aun si persisten obligadamente ciertas restricciones de aforo, de prevención (como las mascarillas) o de seguridad (tests en origen en los aeropuertos, etc.); así ha de ser para todos en lo venidero, como aconteció en muchos casos después de los atentados del 11-S.

Pero el enfoque nuevo radica en la salvaguarda de nuestros mayores, tal como debió ser entendido desde el principio, cuando las cifras primeras de mortandad arrojaban una letalidad por la Covid19 del 10% para mayores de 80 años y del 5% para mayores de 70, deparando de media tasas de entre el 0,6% y el 1,2%, en ningún caso superiores a las de las gripes más virulentas y desde luego inferiores a las de la “gripe aviar” o el MERS.

En vez de repensar las medidas más extremas para mejor tratar de preservar a esa amplia capa de población en los países occidentales conocida como “Tercera edad” -factor esencial del consumo interno y, después de la crisis de 2008, genuino “factor de sostenibilidad” de las familias y de la misma “bolsa” de desempleados- las intermitentes prohibiciones de tal o cual actividad, espectáculo o festejo nada solucionan de veras… a la espera de la inmunización total.

Y, mientras tanto, se disparan las líneas de colores en las distintas gráficas de contagios, internados (camas ocupadas) y decesos, que se suman a las de quiebras, despidos, deudas y morosos, en un maremágnum de incomprensiones vinculadas que puede remover las entrañas de las sociedades hasta desfigurarlas por completo durante muchos años de no dejar de hacer las cosas a tientas y ya, ahora mismo.

La vacunación está en marcha y debe priorizar sin duda a los mayores de 70 años, se encuentren donde se encuentren (¿acaso hay que extenderse en explicaciones “políticas” al respecto?), y a sus cuidadores -asistentes, médicos, personal de enfermería y celadores, vigilantes de hospital y de otros centros neurálgicos, policías, guardias civiles, militares-, antes de proseguir con la oferta de prevención al resto de la sociedad.

Hasta entonces, los mayores de 70 debieran medir cada paso y ser informados al respecto, en vez de andar especulando, como nuestra presuntas “autoridades” día tras día durante toda esta crisis, sobre el número exacto de comensales en un cumpleaños o la propagación posible del coronavirus a través de los fumadores en las gélidas terrazas de invierno, cuando luego resulta que el contagio viene de la persona más querida y de mayor confianza.

Desorientados y confusos

…como en la canción de Led Zeppelin comenzamos el año, incluso aquellos que no hemos padecido los rigores extremos de la borrasca Filomena, puesto que nos encontramos a la expectativa como el resto de los españoles y de los europeos de las nuevas decisiones (restricciones) políticas para paliar la tercera ola de la pandemia de Covid19.

A estas alturas, después de la frustración del verano ante el hecho de que este coronavirus no es estacionario como el de la gripe, los primeros meses del año deparan un riesgo mayor si cabe de contagios masivos, algo que debería haberse previsto en vez de tanta preocupación por “salvar la Navidad”, aquí como en Alemania.

Pero, simultáneamente, con la campaña de vacunación en marcha, las autoridades europeas harían bien en prever la siguiente fase del proceso, cuando la reducción de los casos (y de la virulencia misma de las nuevas cepas) invite de nuevo a levantar las restricciones con la llegada de Semana Santa y la reanudación de los viajes de placer y ocio: la reactivación del Turismo, vaya; y en general, de los viajes comerciales, de intercambio universitario, “culturales”, etc.

Y ello porque muy pocos países de la UE se pueden permitir actualmente otra temporada perdida por el sector terciario, con su impacto en el consumo interno causa y consecuencia al par de la pérdida de empleos en los demás sectores. El ejemplo de España es claro, pero la dramática situación económica de muchos españoles ha de repercutir forzosamente en los mismos sectores de los otros países.

En consecuencia, más allá del maná de fondos prometido a los estados miembro (con sus ávidas élites político-financieras a la cabeza) conviene a la UE, a sus máximos dirigentes -o sea, al grupo de gobernantes de los países principales de la comunidad- establecer definitivamente los criterios con los que se deberá afrontar la Covid19, válidos y obligados en todos los territorios.

Porque en España, ya lo estamos viendo, la “descentralización” de la gestión después del desastre del “mando único” protagonizado por Sánchez, Iglesias, Illa (con su bufón Simón) y Ábalos solamente ha probado que los poderes autonómicos, al verse investidos de una nueva competencia, han hecho como habría hecho cualquier Gobierno nacional: convertir “la lucha contra el coronavirus” en asunto de Estado.

De ahí que, de un día a otro, sin necesidad además de consultar a sus respectivos parlamentos (“autónomos” como nunca antes de la sociedad, del mismo cuerpo electoral que los justifica), los dirigentes regionales, que teníamos que soportar básicamente como administradores de políticas lingüísticas y culturales -esto es: de enchufe del amigo o compañero de partido-, se crezcan dictando disposiciones de todo tipo para mejor frenar la expansión de los contagios.

Acabarán pidiendo desde todas las CCAA cuerpos policiales propios, facultades constitucionales análogas a las del Gobierno para poder decretar excepcionalidades con cualquier motivo, y la misma capacidad para apropiarse de lo privado -“nacionalizar” le dicen, tiene gracia- por mor de la defensa del “interés general” y el bienestar “de la gente”.

Y todavía hay quien, en declaraciones a los medios, confiesa su preocupación (¡incluso su desagrado!) por las medidas represivas de toda índole a que nos vienen sometiendo burócratas de un sinfín de Administraciones con la justificación última de la “lucha contra la pandemia”. Se tratará de alguien de la “sociedad civil” ésa, supongo.

El legado de Trump

…consiste en haber recuperado para la Pax Americana cierto orgulloso brillo después de los desastres consecutivos de Obama y, en menor medida, Bush Jr. Su visión de las relaciones estratégicas internacionales le ha conducido al “juego del gallina” con Corea del Norte e Irán, consiguiendo revertir en parte las ventajas que dichos regímenes totalitarios habían adquirido en los últimos años a expensas de la credulidad culpable de los gobernantes de los USA y la UE.

Así mismo, en su confrontación básicamente comercial con China (aranceles, derechos de patente, dominio tecnológico), el presidente Trump forzó a nuevas negociaciones con mejores resultados para los suyos -ese abigarrado y heterogéneo cuerpo de directivos de sectores de la industria local, obreros y empleados medios, agricultores, pequeños autónomos y propietarios-, como lo hizo con México en relación con el NAFTA -algo elogiado hasta por AMLO-.

La irrupción de Trump estimuló además a sus aliados de ambos hemisferios a garantizarse sin reservas y sin complejos una soberanía adecuada, comenzando por lo militar, algo que Japón no ha tardado en asumir pero por el contrario Alemania, que lidera a fin de cuentas la UE -aunque con una tímida voz exterior-, no se ha tomado aún en serio ni siquiera con la consumación del Brexit. El Reino Unido, la India, Corea del Sur o Taiwán sí le quedan agradecidos.

Pero, por encima de todo, pues tal ha sido la magnitud de la refriega entablada contra adversarios internos y externos, y enemigos de la peor especie -que, en el caso “doméstico”, pueden ser calificados sin ambages de traidores de lesa patria-, la gesta de Trump al encaramarse al Poder desafiando el establishment conformado en las tres décadas anteriores sobrevivirá a su caída, porque poco de lo que en tan poco tiempo ha logrado deshacer será rehecho, y poco de lo que hizo se convertirá en desecho -con excepción de su zafio estilo, claro-.

Ahora que la censura de los oligarcas que rigen la web -muy a pesar del bueno de Tim Berners-Lee- se ceba con los últimos tuits de Trump, conviene recordar a los muy resabiados periodistas “antifascistas” (¡antipopulistas!) que simultáneamente fungen de tribunos de la plebe (plebe “bien informada”, eso sí) cómo siguen meramente las grandes directrices del “nuevo tiempo” establecido por los Zuckerberg, Jobs, Bezos y otros próceres del mundo actual… de marcados rasgos psicopáticos, ellos sí.

DE PUBLIC ENEMY A PUBLIC VICTIM

Aunque, como siempre desde hace más de medio siglo, la que marca la diferencia sigue siendo la TV, sobre todo cuando las distintas cadenas emiten precisamente como una sola y exclusiva TV. De este modo puede normalizarse con el tiempo la cláusula informativa “el asesinato de George Floyd” en cualquier noticia de cualquier diario del mundo, cuando el luctuoso hecho no puede ser calificado sino como “homicidio imprudente” o “brutalidad policial”.

Unos segundos de vídeo -que nada demuestran- y un lema para la posteridad (“I can’t breathe”) se convierten en la prueba de que con Trump en la Presidencia de los EEUU el Racismo Institucional ha vuelto a la Policía, que ejecuta negros por ser negros en plena calle, una vergüenza: “Black lives matter!”. Pero nada de ello es real hasta que el equipo de montaje ideológico le dota de trama, “mensaje”, background y dolby surround si es menester.

Así que el desafío de Trump sigue vigente, después de la gestión económica más exitosa en lo que va de siglo XXI y sin necesidad de haber emprendido ninguna guerra nueva -habiendo recibido el legado desastroso de Obama en el Norte de África (Libia) y Oriente Medio (Siria), respecto a Irán, Turquía o Rusia (Ucrania)-, con la nueva consideración de Israel después de su reconocimiento total con el establecimiento de la embajada en Jerusalén y el muy reciente de los países árabes, etc.

Claro que aquí no nos enteraremos hasta dentro de veintitantos años, como es costumbre en España y en el resto de Europa, sobre todo después del bombardeo de artículos diarios durante toda la legislatura -unos 1.500 en cuatro años- en (casi) todos los diarios impresos y digitales cuya unanimidad exasperada y exasperantemente antiTrump ha parecido más propia del Miniver imaginado (y a la postre experimentado) por Orwell que de una Prensa plural, libre y crítica.

Estos son los tiempos que corren, con millones de sobrevenidos antifascistas en todo Occidente que desde su sofá han pretendido plantarle cara al Gran Satán bufonesco de Donald Trump, el pérfido “magnate”, sin sospechar hasta qué punto le estaban haciendo el juego a la casta de las dinastías oligopólicas del presente más patente ante nuestros ojos: de Hollywood a las Big-Tech pasando por las grandes cadenas de TV y la Prensa y las élites de los dos grandes partidos.

UN DILETANTE EN EL GOP

De hecho, uno de los elementos del triunfo de Trump que sigue pasando desapercibido, aunque perdurará también como parte de su legado, es que su impronta haya venido finalmente de la mano del Partido Republicano (el “Grand Old Party” tan decisivo para la conformación de la tradición USA), en vez de producirse de manera “natural” desde las filas del Partido Demócrata, a quien el neoyorquino era más proclive como miembro de la característica aristocracia progre de la Gran Manzana.

Tal vez fue que, a su edad, ya no soportaba tanto esnobismo estéril y sus fábulas eco-cienciólogas, multiculturales y cibergeneristas ante el creciente expansionismo ruso, la colisión en ambos hemisferios con la todopoderosa China, y el atrevimiento cada vez mayor (11-S, maratón de Boston) de unos yihadistas financiados desde La Meca a Kabul pero con sede regular en Teherán, que tienen empantanado en todo caso a buena parte del Ejército USA en cerca de media docena de países.

Y ahora, qué duda cabe, con la Covid-19 que se ha llevado por delante a Trump -mediando aun así un más que probable fraude electoral de los partidarios de Joe Biden-, los temas del debate ya son otros, afortunadamente; y las tendencias nuevas o que se digan por la reforma, a Izquierda y Derecha, tendrán que atenderlos sin demora: la expansión e intrusión de los grandes monopolios de la Web; la protección del trabajo local; la fiscalidad de las grandes fortunas; una política exterior coherente con los intereses soberanos propios, etc.

El listón lo ha dejado muy alto para un dirigente del mundo libre, se piense lo que se piense sobre un tal “Yellowstone Wolf” (al parecer, la nueva mascota de la Izquierda concienciada).

En primera persona

…representa un manifiesto airado y a la vez la confesión del periplo intelectual de Alain Finkielkraut (París, 1949) contra los que se permiten motejarlo de “reaccionario” -cuando no de “reaccionario judío sionista”-, porque el autor da muestras de lo muy ofensivo que considera dicho estigma que no puede aceptar con cinismo e incluso con orgullo -como hacemos otros, por lo menos de vez en cuando- precisamente en atención a lo que es la verdad de su pensamiento y obra.

El título responde por tanto a la necesidad de plantar cara desde la misma condición del agredido, del tergiversado, del negado, aunque no se trate por ello de “defender una verdad puramente subjetiva”:

“La verdad que yo sigo buscando todavía y siempre es la verdad de lo real; la elucidación del ser y de los acontecimientos sigue siendo, a mis ojos, prioritaria. A pesar de la fatiga y del desánimo que a veces me asaltan, prosigo con obstinación esta búsqueda. Me intereso menos por mí de lo que me afecta el mundo. Con todo, como escribió Kierkegaard, “pensar es una cosa, existir en lo que se piensa es otra”. Esta otra cosa es lo que he querido aclarar al escribir, pase por una vez, en primera persona.”

Finkielkraut se remonta así a los años de su sesentayochismo militante “a la izquierda del izquierdismo”, que fue progresivamente abandonando al reparar en que “lo poco que yo sabía de la vida en virtud de mi experiencia y mis lecturas desmentía silenciosamente sus fórmulas definitivas”, por ejemplo en lo tocante a la “liberación sexual” preconizada por los nuevos revolucionarios cuyo análisis crítico deparó la obra El nuevo desorden amoroso, coescrita con Pascal Bruckner.

Alumno de Roland Barthes en los tiempos de apogeo de las teorías del estructuralismo en Literatura y otras ramas de las llamadas Ciencias Sociales, el autor se liberó de los últimos resabios del 68’ de la mano de Emmanuel Lévinas, si bien de Sartre a Foucault sus referentes intelectuales y morales no radicaban precisamente en el pensamiento conservador o tradicionalista, como tampoco su admirado Milan Kundera, para quien no obstante lo moderno supone “avanzar, mediante nuevos descubrimientos, por el camino heredado”.

UNA VEZ MÁS LA CUESTIÓN JUDÍA

Las páginas más personales del libro atañen por supuesto a la evolución del pensamiento de Finkielkraut -o más bien de la adaptación de su propia mentalidad- acerca de “lo judío”, que comenzó tratando en El judío imaginario al albur de las reflexiones sartrianas que oponían un tipo de judío “auténtico” y orgulloso de su identidad a otro “inauténtico” que “desea, cueste lo que cueste, fundirse en la masa, hacerse indetectable, ser como todo el mundo”. Para el autor, convencido en su apuesta por no esconderse, el tiempo depararía otras conclusiones:

“Creyendo asumir tu ser lo conviertes en un espectáculo, hablas mucho y haces poco, te apropias para poner pimienta en tu vida diaria de una tragedia que ya no es la tuya. Pretendes llegar a la verdad y vives en la mentira. Te envuelves en la persecución y no hay nada que altere la tranquilidad de tu existencia. Aunque reivindiques tu parte de sufrimiento, te das la gran vida. Tienes que rendirte de una vez por todas a la evidencia: tu destino es el confort”.

Philip Roth le quitó del victimismo con su habitual sarcasmo en boca de uno de sus personajes de novela: “Si se quiere ver a judíos de Newark padecer violencias físicas, es preciso ir al consultorio de cirugía estética donde las chicas se operan la nariz. Allí es donde corre la sangre judía en el condado de Essex…” Pero que Finkielkraut renunciara a jugar el rol de víctima no es óbice para que las últimas décadas hayan vuelto a poner de relieve en Europa “la cuestión judía”, con una creciente presencia del discurso antisemita en medios culturales, periodísticos y universitarios (y sus derivadas en agresiones físicas y simbólicas, incluyendo la profanación de cementerios).

Precisamente Prensa, Universidad y Cultura se han ido convirtiendo del 68’ acá en los principales instrumentos de la represión moral e intelectual de la sociedad no menos que de sus élites, aquí y en Francia y en toda Europa como en los Estados Unidos de América. Por ello constata el autor que, lejos de haber terminado personalmente con la cuestión judía, “ella no había terminado conmigo. Me esperaba a la vuelta de la esquina y de una forma que hacía fracasar todas mis fantasías de aventura”.

Porque ya entonces, apenas un cuarto de siglo después del genocidio nazi, comenzaban a aflorar los mensajes antijudíos encubiertos en nuevas fórmulas, como presentar el antifascismo y la denuncia de las atrocidades nazis como mera salvaguarda del capitalismo; como rezaba una octavilla de aquel tiempo:

“El universo de los campos de concentración proporciona un infierno de lo más conveniente. La ideología antifascista se propone salvar la democracia por todos los medios frente al fascismo y a las dictaduras que se le asimilan más o menos. Ahora bien, a decir verdad, esta ideología es, en primer lugar, el medio de ahogar las perspectivas propias del proletariado y de integrar esta clase en la defensa del mundo capitalista”.

En nombre de la solidaridad (socialista) obrera, o en el de los palestinos a partir también de los años 70 -digamos que cuando parte de los revolucionarios europeos del 68’, reconvertidos pronto en terroristas patrocinados por la URSS y sus filiales, vieron en la “lucha palestina” otro apoyo para la suya-, el antisemitismo tradicional y la judeofobia propiamente racista convergen en señalar al Estado de Israel y al Sionismo como el nuevo Gran Satán, émulo del propio Reich hitleriano.

La lista de escritores y artistas, periodistas y todo tipo de hampones de la TV y del espectáculo que han llegado a proferir “los judíos se comportan como nazis con los palestinos” se haría interminable… por lo que Finkielkraut les opone lisa y llanamente su análisis, que refiere al obispo cristiano Marción en el siglo II d.C, pues éste fundó su propia Iglesia en la oposición entre el Dios del Antiguo Testamento y Cristo.

“Marción está de vuelta. Sus descendientes ocupan la escena y cierran, reactivando su cólera contra la Antigua Alianza, el breve paréntesis racista de la larga historia del antijudaísmo. Como son resueltamente universalistas, fustigan la decisión judía de fundar el Estado sobre la etnia cuando para todas las democracias ha sonado la hora de convertirse a la religión de la Humanidad. No tienen otro credo que la igual dignidad de las personas y denuncian, en su nombre, la preferencia por sí mismo exhibida sin vergüenza por el pueblo de Israel”.

LA RAZÓN DE LAS NACIONES

En el caso de Israel, del Sionismo, es clave entender que los supervivientes de los campos de exterminio proclamaran “Nunca más eso. (…) Nunca más moriremos así. Vamos a alguna parte de la tierra a recuperar nuestras prerrogativas de pueblo”, designio compartido incluso por los que jamás pisaron el refundado hogar judío. Pero también aboga Finkielkraut por restaurar (o restañar más bien) algunas de las características más señeras del viejo Estado-Nación, así como el respeto debido al sentimiento nacional que simplemente no admite ser deglutido por el mantra globalista como una especie de moda más en el Decurso hegeliano de la Historia.

De nuevo gracias a Kundera, y a colación del ejemplo de la revolución húngara de 1954 contra la opresión soviética, “aprendía que Europa y la nación podían ser una y misma causa”, puesto que los húngaros estaban dispuestos “a morir para que Hungría siguiera siendo Hungría y siguiera siendo Europa”. Aún más, sus tesis durante las guerra balcánicas de los años 90 le ganaron el apelativo de “Finkielcroate” por “denunciar la amalgama, que paralizaba las grandes conciencias, entre la Croacia actual y el estado ustacha instalado por Hitler”, frente a la pretendida legitimidad de una Yugoslavia socialista y “no alineada” que, en manos de Milosevic, ya se había transmutado en un Partido-Estado étnico con vocación panserbia.

Y sin duda es esta última parte de la obra la que demuestra un pensamiento más audaz, en cuanto que entronca con un debate que, a fuer de realista, no deja de ocupar también el ámbito global, pues es el mismo en Francia entre “identitarios”, “separatistas” y “globalistas” (libertarios o anticapitalistas), que en Estados Unidos con sus conflictos raciales y ahora entre el establishment y los populistas, o en el Reino Unido con el “Brexit”. A su juicio, el 11-S marcó un giro radical en la tendencia triunfalista de la Globalización en el “fin de la Historia” poscomunista:

“Después de esta fecha fatídica, la yihad se autoinvitó a intervenir en el Viejo Continente y pronto apareció a los que tenían ojos para ver la forma paroxística de un fenómeno sin precedentes: el choque de civilizaciones en el interior de las comunidades nacionales. Con la así llamada inmigración poscolonial, el reparto de un mismo patrimonio por los autóctonos y los nuevos llegados dejó de ser algo que caía por su propio peso. En los barrios extrañamente calificados de “sensibles” y que están en aumento constante, la cuestión social se plantea con agudeza, pero en unos términos nuevos. En efecto, lo social no se reduce ya a lo económico. Nuestro materialismo espontáneo se ve cogido en falta y se impone a nosotros esta constatación: los individuos no se mueven solo por sus intereses, sino también por sus pasiones, sus creencias, sus costumbres, y también actúan otras fuerzas colectivas diferentes a la casta de los dominantes y a la masa de los explotados.”

Como contrapartida, como reacción espontánea (y no producto de un desarrollo ideológico articulado consistente y conscientemente), el autor resalta:

“Al ver extenderse los territorios en que los extranjeros son precisamente ellos, sienten nostalgia de su tierra en su misma tierra. Este exilio inmóvil despierta una “voz de la memoria engullida”. (…) Se les había preparado para no otorgar valor más que a los valores, y el peligro en la propia morada les hace comprender que también están apegados a cosas, a objetos familiares, a una forma de vida modelada por el tiempo. (…) El miedo por la existencia determina la conciencia y conduce al compromiso. Las amenazas que se ciernen sobre la identidad nacional y las desgracias que la golpean les convierten, a su pesar, en sus guardianes. Por ejemplo, no pensaban en Notre-Dame de París cada día. Pero al verla en llamas, descubren lo muy apegados que estaban a ella: esta catedral no es solo una joya turística, es que, tanto si son católicos como si no lo son, es una parte de su propia sustancia”.

LA CULTURA DEGRADANTE

Por el contrario, “el Estado cultural” que ya denunciara Fumaroli procura disolver en la omnicomprensiva “cultura” toda diferencia de grado o condición, buscando rebajar lo excelso mientras se absuelve y se integra lo perverso y conformando con ello el magma del nuevo pensamiento relativista.

“No se accede a la cultura por la mediación de libros y de maestros, se flota en ella, se está dentro de ella, se diga lo que se diga o se haga lo que se haga. No hay nada que no merezca esta denominación hasta hace poco todavía muy controlada. La incultura ha desaparecido como por arte de magia sabia: “¡Todo es cultural!”, proclaman las ciencias sociales, y de ahí se deduce que todo rap es música, todo vómito verbal es poesía, toda obscenidad es flor del Mal. Hasta hace poco nadie podía salir de la charca en que vegetaba tirándose él mismo del pelo como el barón de Munchhausen. Hoy la cultura es la charca”.

No es de extrañar, entonces, que sus intervenciones públicas hayan sido hostilizadas cada vez con mayor frecuencia, pues tanto su defensa de Israel como el cuestionamiento de las bondades presuntamente ilimitadas de la Globalización -y su acerada crítica al globish o lengua de madera que le es característica, y que como indica poco tiene que ver con el inglés-, sus denuestos contra las ideologías “de género” o victimistas, o contra los biempensantes favorables a “la acogida” indiscriminada de inmigrantes, son otras tantas violaciones del código moral que tratan de imponer secundados por millones de acólitos -a medio camino entre la Cienciología y la III Internacional- los que pueden permitirse lo mismo abandonar su tierra que fundar un Estado o en su lugar una plataforma de dominio espiritual a escala planetaria.

““Solo un Dios puede salvarnos”, dijo un día Heidegger. Yo espero, por mi parte, un despertar y un sobresalto humanos. Formulo el voto menos oracular, aunque tal vez igual de piadoso, de que la política, es decir, según la definición de Hannah Arendt, el amor mundi, recupere sus derechos. Mientras espero este acontecimiento improbable, no hay nada que ocupe tanto mi corazón y mi mente como la creciente inhabitabilidad del mundo. Entre la nueva fractura social y el imperio devastador del espíritu de la técnica sobre todos los ámbitos de la realidad, no ceso de detectar sus síntomas. Si, a pesar de la dificultad nunca superada, encuentro todavía la fuerza necesaria para escribir, es bajo el aguijón de este tormento”.

Para qué elecciones en Cataluña

…si del proceso sólo puede salir un nuevo ejecutivo golpista, procesionario, puramente un medio o mecanismo dispuesto únicamente para preparar una nueva proclamación separatista disfrazada de consulta popular; para qué le sirve a ningún catalán contar con una Generalidad despótica y corrupta en sí misma después de las cuatro décadas ininterrumpidas -la excepción del tripartito maragalliano fue en la misma línea, y más allá- del Pujolismo.

Con una administración quebrada de facto ya en 2012 -con el testaferro Artur(o) Mas cerrando quirófanos mientras farfullaba el “España nos roba” porque ya no podía siquiera asistir al parlament(o), cercado por las crías asalvajadas del catalanismo hortera y antisistema que se fingía cosmopolita porque el Barça ganaba alguna Champions-, las instituciones brindadas constitucionalmente a la Autonomía catalana no han sido buen negocio para los ciudadanos.

Obviamente, han hecho negocio los de siempre; como por ejemplo todos esos señores que al amparo de Rajoy después del 1-0 pudieron sacar sus empresas -sus sedes fiscales, lo primero- a lugares como Valencia o Madrid, caso de los banqueros que tanto y tanto disimularon las tropelías de la banda de los Pujol porque a ellos algo les tocaba en el reparto del Saqueo -y como siempre sucede que para que unos recojan las nueces otros tienen que sacudir el árbol…

Ahora resulta que el maldito Gobierno PSOE-Podemos, singularmente su cabecilla presidencial Pedro Sánchez -plagiario, mentiroso, despótico, nepotista y traidor-, se apresta a “arreglar” la situación penal de los conjurados para instaurar una dictadura fascistoide en Cataluña contra cerca de dos tercios de su población, y todo al parecer por mero interés electoral trastocado, en el caso psicopático que nos ocupa, en otro recurso más de su estrategia de dominación total.

Para el presidente del Gobierno, Cataluña en manos separatistas es el horizonte a corto y medio plazo, porque así lo pactó con ellos -JxCat, PDeCat, ERC, CUP… son siglas distintas de formaciones que convergen en la construcción de ese espacio excluyente del catalanismo, que goza de pleno consenso en la base para proceder entre ellos al reparto del Saqueo institucional y a particulares emprendido por el demiurgo corruptor Jordi Pujol desde primeros de los 80’-.

A cambio, Sánchez se garantiza el apoyo de legislatura (y más allá) por parte de quienes sólo pueden ganar con un PSOE entreguista a Podemos y un Gobierno de España compartido entre ambos y por ambos con sus numerosos aliados antidemocráticos y antiespañoles, incluidos por tanto el PNV y el partido de la ETA (Sortu-Bildu), BNG y los otros escaños de las formaciones particularistas hasta la extravagancia, caso de Teruel Existe, la Chunta, Compromís, CC, PRC…

Partidos que no debieran tener representación ninguna en el Congreso, sede de la Soberanía Nacional según la Constitución de 1978 y por lo menos hasta el día en que, por sola mayoría simple, se hizo aprobar el Estatut(o) inconstitucional, en aquel momento ninguneado por los propios ciudadanos de Cataluña que no acudieron precisamente en masa a su refrendo, y años después transformado por sus impulsores en origen mítico de la revuelta separatista.

En rigor, lo que desde Mas a Puigdemont pasando por Junqueras se pregona de la presunta insatisfacción del catalán medio con las instituciones del Estado nacional no responde, verdaderamente, sino a la desesperada huida hacia delante de la casta política más corrupta de España y de cualquier otro país de la UE, ese presunto modelo para las presuntas élites presuntamente modernas, diligentes y cosmopolitas de Cataluña.

LA ÚNICA SOLUCIÓN ES (LA ALTERNATIVA) NACIONAL

Los hechos son testarudos, y allí donde la honorabilidad del cargo la ha fijado uno de los mayores ladrones de nuestro tiempo, o bien el coraje y la valentía se escenifican saltando sobre un land rover de la Guardia Civil rodeado de chusma adicta, o bien saliendo al escape hacia la frontera más próxima metido en el maletero de un coche… resulta difícil no diagnosticar lo avanzado de la enfermedad social y política del cuerpo electoral catalán.

Así las cosas, cabe reiterar la pregunta porque cabría hacérsela, sin ir más lejos, a los eximios representantes de la oposición (PP, Vox y Cs): ¿para qué elecciones en Cataluña cuando nada puede cambiar si no es a peor? ¿Para qué seguir participando de la farsa de “elecciones libres y democráticas” cuando de antemano se sabe que no se da la igualdad de condiciones porque no se respeta el pluralismo político (que no existe en los medios locales) desde hace décadas?

No es que sea una impresión subjetiva, sino lo que precisamente han venido denunciando PP y Cs, sobre todo en lo que llevamos de siglo XXI. Ahora que de nuevo apuestan por “tercerismos” y “vías intermedias”, conviene recordar hasta qué punto ambas formaciones acaban siempre por sucumbir a los cantos de sirena de la “moderación”, medalla aparentemente democrática con la que de tarde en tarde les distinguen sus enemigos para confundirlos.  

Pero aunque ahora los leales vislumbren una nueva esperanza en la irrupción de Vox con su magnífico candidato Joan Garriga, lo cierto es que los unos (separatistas) por los otros (moderados) se encargarán -como así pretenden hacerlo en el País Vasco los de PP-Cs- de marginar por todos los medios a la única alternativa nacional que existe a este estado de cosas demenciado y opresivo.  

Algunos en el Gobierno piensan que habrá que esperar al resultado de las urnas para aclarar la situación o más bien la nueva dirección en el movimiento del Movimiento (o Bloque) conformado por Sánchez para soportarlo en el Poder. Otros, algo más modestos, esperaremos básicamente para tratar de esclarecer la posición que adoptan los que dicen estar en contra de los designios de PSOE, Podemos y separatistas. Probablemente, para constatar lo peor.