…pasa por un nuevo enfoque de las restricciones, que no debieran ser apenas generalizadas sino aplicarse quirúrgicamente y no ya tanto por barrios o por “espacios” -aulas, bares, comercios y centros de esparcimiento cultural- más que circunscritas a los grupos de población más vulnerables: los mayores de 70 años.
Se trata por tanto de facilitar las actividades ociosas de los jubilados, en zonas horarias concretas del día, mientras el resto de la población puede dedicarse a sus menesteres -trabajo o estudio-, aun si persisten obligadamente ciertas restricciones de aforo, de prevención (como las mascarillas) o de seguridad (tests en origen en los aeropuertos, etc.); así ha de ser para todos en lo venidero, como aconteció en muchos casos después de los atentados del 11-S.
Pero el enfoque nuevo radica en la salvaguarda de nuestros mayores, tal como debió ser entendido desde el principio, cuando las cifras primeras de mortandad arrojaban una letalidad por la Covid19 del 10% para mayores de 80 años y del 5% para mayores de 70, deparando de media tasas de entre el 0,6% y el 1,2%, en ningún caso superiores a las de las gripes más virulentas y desde luego inferiores a las de la “gripe aviar” o el MERS.
En vez de repensar las medidas más extremas para mejor tratar de preservar a esa amplia capa de población en los países occidentales conocida como “Tercera edad” -factor esencial del consumo interno y, después de la crisis de 2008, genuino “factor de sostenibilidad” de las familias y de la misma “bolsa” de desempleados- las intermitentes prohibiciones de tal o cual actividad, espectáculo o festejo nada solucionan de veras… a la espera de la inmunización total.
Y, mientras tanto, se disparan las líneas de colores en las distintas gráficas de contagios, internados (camas ocupadas) y decesos, que se suman a las de quiebras, despidos, deudas y morosos, en un maremágnum de incomprensiones vinculadas que puede remover las entrañas de las sociedades hasta desfigurarlas por completo durante muchos años de no dejar de hacer las cosas a tientas y ya, ahora mismo.
La vacunación está en marcha y debe priorizar sin duda a los mayores de 70 años, se encuentren donde se encuentren (¿acaso hay que extenderse en explicaciones “políticas” al respecto?), y a sus cuidadores -asistentes, médicos, personal de enfermería y celadores, vigilantes de hospital y de otros centros neurálgicos, policías, guardias civiles, militares-, antes de proseguir con la oferta de prevención al resto de la sociedad.
Hasta entonces, los mayores de 70 debieran medir cada paso y ser informados al respecto, en vez de andar especulando, como nuestra presuntas “autoridades” día tras día durante toda esta crisis, sobre el número exacto de comensales en un cumpleaños o la propagación posible del coronavirus a través de los fumadores en las gélidas terrazas de invierno, cuando luego resulta que el contagio viene de la persona más querida y de mayor confianza.