Iceta, el que faltaba en la fiesta

…desmadrada de la “confederalización” de España perpetrada desde hace años por el Separatismo (singularmente el catalanista) en comandita con la Izquierda desnortada de este país, PSOE y restos socialdemócratas varios, que siguen creyendo en las majaderías de Ortega y Azaña sobre la “conllevancia” o la necesidad de bombardear Cataluña cada ¿cuarenta años?

Depende del humor del momento, parece claro: pero fue durante el mando de Espartero y durante la II República -con Lerroux al frente del Gobierno- cuando se bombardeó Barcelona, antes de que faltaran calles en la ciudad condal para recibir a los voluntarios del Tercio de Montserrat -o a los divisionarios devueltos por la URSS a principios de los 50-, si bien fue asimismo multitudinario el funeral de Buenaventura Durruti, que desde luego no era catalán (ni mucho menos catalanista).

Tampoco Iceta, señorito de origen vasco con un CV de cuatro décadas en el PSC, pero qué más dará el abolengo racial -cuando Junqueras presume de ADN más similar al “francés” que al “español”- cuando tampoco el bienamado José Luis Núñez era oriundo de Cataluña -ni un Carod Rovira, pongamos por caso-, ni tampoco hunden sus raíces en la tierra los Guardiola, Jorge Javier o Rufián. Lo suyo, como en el caso vasco, es la voluntad de ser, eso tan manido y tan anticuado.

Por lo que ahora tenemos una sustitución modélica en el Gobierno del depravado Pedro Sánchez, quien no contento con fomentar el marasmo interinstitucional a cuenta de la pandemia -con todas las CCAA operando por su cuenta y riesgo, en lo que les dejan, y compitiendo entre ellas sólo para lo peor, para establecer las comparaciones ventajistas y vergonzantes, y reasignar los agravios en referencia a las nuevas dádivas del Gobierno (presupuestarias, competenciales, sanitarias como la distribución de las vacunas)- se lleva a Madrid al marasmo en sí que es Iceta, bueno sólo para la traición a la Nación y sus leyes.

Menos mal que la jugada, tan chusca como para parecer un mero intercambio de cargos y papeles en el seno del PSOE (más que una debida crisis de Gobierno con el relevo de un ministro fallido por otro del que se espera una mejor adecuación a la tarea), no saldrá como se espera ni en Cataluña -donde Illa fracasará más por la inanidad de su alternativa que por su negligente gestión de la pandemia- ni en Madrid, donde el aparatchik que nunca ha dejado de ser Iceta se encontrará con ese esperpento de gabinete PSOE-Podemos peor que una jaula de grillos.

No es improbable que, viendo semejante panorama, decida centrarse desde Administraciones Públicas en el proyecto de autodeterminación forzosa para Cataluña -con la coartada mayúscula de la “cogobernanza” que exalta y de la que presume Sánchez, cuando sólo es su respuesta a cualquier tipo de imputación de responsabilidades por la catastrófica gestión de la pandemia en España-, puesto que poco podrá aportar al ya de por sí delirante discurso oficial sobre la organización territorial del Estado.

Calculaba este prohombre que los catalanistas sólo necesitaban una década para hacerse con todo el control de la situación -de las mentes incluidas- en Cataluña en aras de la secesión, así que el resto de la legislatura se le debiera presentar como los últimos años antes de la independencia de esa patria suya en la que aspira a pintar algo el día de mañana, “cuando suceda”.

Y es que, a despecho de habernos librado de otro nefasto tonto más con el único pedigrí de ser un catalán catalanista, caso de Salvador Illa, nos brindan un ministro vocacionalmente racista para consolidar y ahondar la debacle constitucional española. Este Sánchez es todo un villano.

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