…en España ha sido zarandeada desde el mismo origen del actual régimen del 78, si bien con sobresaltos parecía haberse consolidado con la llegada al Poder de Aznar después de los turbulentos años del Felipismo -una década felicísima en todo el orbe occidental, por otra parte, por lo alegre y próspera que parecía ser ya en su momento-.
Fue con Zapatero y su extraña sucesión de un Aznar de salida, 11-M y bulos mediante, que el “presidente por accidente” decidió ejecutar un arriesgado proyecto de exclusión del PP entregándose a todas las fuerzas antiespañolas de CiU y ERC (Pacto del Tinell) al PNV y ETA (“proceso de paz”), para lo que promovió además un revisionismo panfletario de la Guerra Civil del 36 que justificara sus nuevas relaciones políticas.
Algo que sin apenas pestañear ha decidido asumir nuestro actual caudillo socialista Pedro Sánchez, lleno de ínfulas presidencialistas y de ambiciones de chulo de discoteca, cuando además ha incorporado a su ejecutoria a los que podrían pasar por comisarios y chekistas del PCE estalinista o bien por cenetistas desaforados, si no fuera porque los dirigentes podemitas son criaturas de clase media alta que no han trabajado en su vida más que como profesores (y sólo algunos, y poco).
Pero no se olvide que cuando Pablo Iglesias secunda las insidias de Putin y sus voceros sobre la “anormalidad democrática” de España se refiere al Gobierno de Rajoy y las medidas adoptadas en 2017 contra el golpe separatista, aquél felizmente expulsado del Poder según piensa este Lenin sobrevenido y éstas, aunque en “vías de solución”, todavía características de un “Estado represor” mantenido a día de hoy por culpa del “candado de la Constitución”.
No cabe sorprenderse ni escandalizarse al respecto, puesto que el propio Iglesias prometió liquidar el régimen del 78 en su fulgurante trayectoria electoral al “asalto del Cielo”, allá por 2014 con el acceso al Europarlamento, que tuvo como contrapartida a corto plazo el declive de UPyD -y a la postre, el de Cs- y la radicalización del PSOE, aunque el PP de Rajoy en el Gobierno se obstinara en fomentarlo como la panacea contra toda forma de oposición a sus decisiones.
Los resultados están a la vista, ahora que tantos socialistas de la nueva ola zapaterina y sanchista se hacen los ofendidos por las descalificaciones rusas; pero insisto en que Iglesias sólo pretende desacreditar ciertos usos del pasado vinculándolos sobre todo al PP para conducirnos hacia la “nueva normalidad” superadora del régimen del 78.
Que no será democrática, desde luego; ni tampoco normal: lo vemos todos los días asistiendo desde ya a los desmanes múltiples de la colección de ineptos, serviles y sectarios que tenemos de ministros (y de ahí para abajo en el organigrama) con pocas excepciones, y no precisamente las de los miembros de Podemos y compañía en la Vicepresidencia Segunda, el Ministerio de Igualdad, el de Trabajo, el de Universidades o el de Consumo..
A fin de cuentas, si en España tuviéramos una democracia “normal” el plagiario presidente Sánchez (también muñidor de fraude electoral en las primarias de su partido y de la fraudulenta moción de censura contra Rajoy) habría sido expulsado del PSOE, que tampoco existiría con esas siglas -como tampoco PNV o ERC-, EH Bildu y todas las marcas separatistas estarían fuera de la Ley y las instituciones catalanas suspendidas hasta nueva orden.
En vez de ello, el travestido hijo del frapero se dedica a ver series de TV y a descalificar puerilmente la Monarquía, mientras el falso Doctor sólo está para lanzar de cuando en cuando melifluos discursos vacíos sobre “el Progreso” con las morcillas habituales de “transición ecológica”, “gobernanza”, “empoderamiento” y demás. En rigor, la consecuencia de una clase dirigente anormal (y con tantísimo poder en sus manos) es la “anormalidad democrática”, que diría Perogrullo. Pero así es y así nos tienen: “en vías de normalización”, ¡como si toda España fuera “Euskadi”!