…tiene estas cosas: que como en cualquier otro periodo de su historia, al coger un momento aislado, da la impresión de que todo está sumido en el caos y la desintegración… cuando en rigor no deja de llamarse España esto que tenemos entre manos los españoles de la hora presente -la única genuinamente vigente-, como desde hace tres milenios.
Precisamente podríamos conmemorar este 2021 los cinco siglos (o medio milenio) de la definitiva reunificación política del Reino (vulgo Estado) de España, aún presente hoy y más aún vigente contra el marasmo dizque “republicano” que conforman -o deforman, más bien- los enemigos todos de España y su constitución tradicional, renovada como legado desde el Cádiz de 1812 para todos los españoles de la actualidad.
En vez de ello, parece reiterativo mentar que el Gobierno que padecemos es puro simulacro, que Sánchez es un presidente enfeudado a socios tan viles como los narcobolivarianos que patrocinan Podemos, las excrecencias fanatizadas del corrupto Pujolismo (de ERC a las CUP) y el partido de la ETA, Bildu-Sortu, con el PNV haciendo de pasante de toda esa siniestra mafia.
Frente a semejante “bloque de investidura”, el PP demediado de Pablo Casado no se ha de recuperar de su falta de liderazgo hasta que no liquide los restos de desafección (y desánimo) hacia España y la Nación Española de su propia formación en regiones como Baleares, Galicia, Valencia, País Vasco y Cataluña, donde hace mucho que se conjura el identitarismo regionalista como una suerte de compensación por el complejo “españolista” de sus miembros.
Sentimientos contradictorios -considerados como tales por sus propios tenedores- que no se dan en los votantes de Vox, convencidos de que España es la que es -la que siempre ha sido- aunque los españoles podamos ser (todavía y de aquí en adelante) de muchas maneras distintas; eso que no ven ni los separatistas ni los empáticos apátridas “terceristas” o “centristas” de la hora, como tampoco los extremistas de la Izquierda que se muestran tan incapaces de defender la España liberal como una España del futuro cohesionada y solidaria.
A la mayoría de nuestros dirigentes políticos y pensadores de mayor fuste del último siglo y medio da la impresión, al menos al tomar casos aislados de nuestra historia -en ocasiones puntuales-, que la realidad de España y la de los españoles, que le es consustancial, le ha pillado a deshoras, con el pie cambiado, “fuera de onda”; cuando a juzgar por el trecho recorrido debiera parecer claro que al final todo tornará a lo mismo de siempre: un acontecer pesado, tal vez cojitranco, con repentinos vuelos de ingenio, que es lo propio nuestro.
Pese a todos los hechos turbulentos, y todas las disensiones internas. Un suceder estático.