[Publicado como carta del editor en el extinto diario Nuestra Hora el domingo 4 de mayo de 2014.]
El último reaccionario del siglo XIX, el Sabino Arana castellano, el Nocedal blandi blub Juan Manuel de Prada lleva unas semanas escribiendo loas a Vladimir Putin en el ABC que fuera de los Luca de Tena -ahora vocentino, luego de estilo semi cope-semi berlusconiano-, como si el tirano ruso fuera la reencarnación del guerrero cristiano que, con su flamígera espada al viento de la estepa, tuviese como fundamento misional de toda su acción liberar a la civilización occidental de sus vicios y enemigos.
Loas a alguien como Putin que ha sido capaz, no una sino varias veces, de ordenar bombardeos masivos con armas químicas sobre la población civil, mientras se dedica en cuerpo y alma a saquear las riquezas naturales de su país en comandita con otra serie de antiguos camaradas de régimen, ensalzados como “oligarcas” cuando no caen en desgracia ante los ojos del “nuevo zar” y son desterrados a Siberia como en los buenos viejos y soviéticos tiempos de antaño.
Un Putin que ha liquidado toda oposición política y periodística por la vía expedita del encarcelamiento (Jodorovsky) o el asesinato (Politkovskaya) y fustiga toda disidencia o desvío con la misma saña (asesinato de Litvinenko y encarcelamiento de las Pussy Riots), aparte de fomentar la expansión en toda Rusia del discurso del Odio a los homosexuales, los judíos y los occidentales, aderezado de un nacionalismo sacrosanto que se vale lo mismo de la cruz que de la hoz y el martillo para sus espurios fines de dominación.
El conflicto de Ucrania es complejo -menuda obviedad-, pero sobre todo para aquellos que no son capaces de quitarse las anteojeras de la ideología, que no tan paradójicamente es capaz de hermanar a católicos ultramontanos con nostálgicos del imperialismo soviético porque ambos son enemigos de las conquistas de la igualdad de derechos y las libertades individuales. Por suerte tiene el ABC el antídoto en la persona y obra de Hermann Tertsch, no en vano víctima de nuevo del acoso de la izquierda sectaria nacional, que también está con Putin.
Pero cabe preocuparse cuando tantos en Europa entienden que se ha dado un mal paso en Ucrania, que en verdad debería seguir siendo una especie de coto privado de la neoRusia putiniana (como Georgia, Chechenia, Bielorrusia… y demás). La cobardía travestida de prudencia diplomática, una vez más; mientras la situación interna en Rusia no ha dejado de degradarse desde que todo lo decide Putin: se desploma la esperanza de vida, la economía es de subsistencia, se disparan las desigualdades sociales y crece el fanatismo nacionalista.
Para De Prada, toda la política (exterior o no) se reduce a Literatura, y no de la mejor. Pero los dirigentes europeos debieran tomarse algo más en serio el desafío de Putin, porque alguien que es capaz de tener comiendo de su mano al que fuera máximo dirigente de Alemania, caso de Schroeder (ya fichado para Gazprom antes de abandonar la presidencia del Gobierno), no es precisamente un enemigo menor.