Hace tiempo que ya no es un secreto

…que el PSOE de Felipe González fue una creación de la CIA junto con los sindicatos alemanes y la “extrema derecha” del mismo país para acabar con la hegemonía del PCE de Santiago Carrillo, como tampoco es secreto que fue el Gobierno de aquél el que organizó los GAL, o que éste fue el peor criminal de guerra, junto a Lluis Companys, de la Guerra Civil del 36.

Como tampoco es un secreto que el rey Juan Carlos I fue el principal inductor del golpe de estado del 23-F, que en un nuevo cambiazo de las tornas sirvió para relegitimar al sucesor directo de Franco en la Jefatura del Estado, propiciando de paso el reparto amigable del Poder entre PSOE, CiU y PNV, con los negocios para la Derecha pastueña o pastoreable.

Pero llegó Zapatero al Poder, mediante la mentira manifiesta sobre sus intenciones, vía masacre terrorista del 11-M, e hizo saltar todos los consensos del Reparto o Saqueo Institucionalizado -recuérdese que Aznar decidió “pasar página” de los crímenes del Felipato (de la corrupción al asesinato)- para relegitimar a la ETA y al Frente Popular frente a la Derecha.

No es un secreto que a través del “proceso de paz” se estipularon las condiciones para salvar a la organización criminal de su extinción real (sociopolítica, cultural, económica), en aras de tantear incluso la posibilidad de una alternativa al PNV similar a la del tripartito en Cataluña como pretendida alternativa al Pujolismo; total para cambiar la corrupción por una similar o mayor corrupción acompañada de un delirio ideológico, si cabe, superior al de PNV y CiU.

Tampoco debiera parecernos exactamente un secreto que la Constitución, tergiversada a gusto de los nuevos capitostes del PSOE y de su otrora sección del PSC -ahora es el PSOE una sección del PSC-, no pueda considerarse un texto constitucional al uso, sino más bien una carta otorgada; o que no pueda entenderse por democracia aquel sistema donde no existe la separación de poderes más elemental, que es la que se establece entre Ejecutivo y Legislativo.

Por eso padecemos una dictadura de los partidos o Partitocracia, devenidas sus más conspicuas élites en casta parasitaria de todas las instituciones públicas y de gran parte de las privadas, mientras el servilismo de la mayoría de los jueces -el lucro y el falso prestigio “social” es su divisa- rivaliza con el de los periodistas que expiden los carnets de demócrata cuando desconocen sus más elementales pilares.

LO DE LA ETA TAMPOCO ES UN SECRETO

No puede entonces sorprender a nadie que la ETA esté en el ajo con Pedro Sánchez y sus memorias particulares y secretos inconfesables, pues por ejemplo tal vez no conviene ahora que se sepa que son los responsables del atentado contra el Hotel Corona de Aragón, o los más que probables asesinos de “Pertur”, por no hablar de lo que podría derivarse de conocer las informaciones del CNI respecto al 11-M.

La ETA nació en un seminario, cosa bastante conocida aunque nunca se hayan dado los nombres exactos de los instructores ideológicos de los pistoleros; pero lo peor es que, habiendo podido ser liquidada antes de Franco, cumplida su misión de acabar con Carrero Blanco, parte de los servicios secretos del régimen decidieron que su continuidad terrorista podía corresponder a su propia continuidad en los aparatos del Estado.

Lo cuenta un tal “Teo” Uriarte en sus memorias, como que años después alguien como el máximo dirigente del PNV Javier Arzalluz trataba de convencer a los “polimilis” (ETA-pm) de que no lo dejaran, ¡tantos réditos sacaba el recién estrenado régimen abertzale del Terror impuesto a los discrepantes y críticos de su hegemonía! El exterminio público de la Derecha españolista vasca fue el precio a pagar por la aquiescencia jeltzale al nuevo régimen.

Algo que, entre otras cosas, explica bien a las claras el silencio cómplice del PNV ante los desmanes antiterroristas del GAL, como explica su reacción ante el verdadero levantamiento popular contra la ETA y sus cómplices institucionales a consecuencia del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco: el PNV vio en peligro su hegemonía y diseñó el Frente Abertzale de Estella con la ETA para conservar el Poder.

De aquí derivó a su vez la subsiguiente estrategia del Gobierno de Aznar con Mayor Oreja en Interior, que por vez primera en tres décadas trató a la organización criminal únicamente como tal, y no como a ese “agente político” con pretendida licencia para asesinar. Una política traicionada por el PSOE de Zapatero y Rubalcaba desde el primer minuto, y posteriormente abortada –atentados del 11-M mediante, cabe reiterar- y sustituida por el “proceso de paz”.

MEJOR HACER COMO SI NO

No es ningún secreto que el Pueblo español es en su mayoría gente ignorante de estos hechos y de la consecuente degradación del sistema, básicamente porque carece de la más elemental educación política, pero también por la inmensa pereza que le produce la mera noción de “asuntos públicos” o “cuestiones de Estado”. Pero una democracia sin demócratas es un imposible, a lo sumo un mausoleo de leyes y reglamentos que no se han de cumplir jamás.

Y qué duda cabe, porque tampoco es que sea un secreto, que una democracia en la que no existe -no se da, no se permite apenas- la libertad política no es una democracia, sino una dictadura más o menos encubierta. Claro que además podría ser peor con un caudillo del Socialismo rampante y saqueador al frente del Gobierno, o sea: justo lo que tenemos ahora. (Mejor quedarse muy quietos, entonces, y con la mascarilla puesta por si sirviera de algo.)

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El argumento de que Rusia es víctima

…resulta chocante, cuando se habla del expansionismo de la OTAN -Pío Moa, entre nosotros-, porque basta echar un vistazo al mapa, sobre todo si es esférico, para comprobar que difícilmente puede ser rodeado por la OTAN el país más inmenso del mundo, con multitud de bases navales con salida a los principales océanos del planeta, aun si se diera el caso de bloqueo turco hacia el Mediterráneo y quedara asimismo cerrado el Báltico -¿pero no es acaso Rusia desde siempre, antes de la URSS, la que ha amenazado a las naciones bálticas y a Finlandia?-.

Pues Rusia por el Este tiene acceso al Pacífico por el Ártico y por el Mar del Japón, que no resulta una amenaza para nadie desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Al sureste limita con China -¿acaso es su enemigo declarado?- y al sur con unas repúblicas centroasiáticas en las que se mantiene la esfera de influencia de tiempos soviéticos, como Kazajstán; su acceso al Mediterráneo podría obtenerlo gracias a su alianza de facto con Siria, ¿pero acaso la Turquía de Erdogan le ha supuesto algún tipo de amenaza a Putin hasta la fecha?

Pretender que Ucrania es el agresor por una política gubernamental “antirrusa” es plagiar los argumentos del tirano Putin, que no es que sea presentado así por la “propaganda USA”, es que se ha comportado así desde que llegó al Kremlin, y no en vano los asesinatos perpetrados desde entonces contra periodistas, opositores y activistas de los derechos humanos se han convertido en moneda corriente con la que paga el exKGB a los “traidores” y “vendidos”.

¿Pero vendidos a quién, si puede saberse? Navalni fue envenenado a instancias de Putin, como Skripal o Litvinenko, sólo que aquél no era un espía disidente al que otro camarada le ajustaba las cuentas, sino el líder de un partido político democrático que también promete lo mejor para Rusia, pero no a través de alimentar los peores sentimientos y rencores xenófobos, victimismos de los que se retroalimenta Putin revestido de sus particulares galas zaristo-estalinistas.

HISTORIA A LA CARTA

Porque ha sido Putin el que no ha perdido la oportunidad de conmemorar a la soviética el papel triunfal de una URSS dirigida con puño de hierro por Stalin, porque derrotó finalmente a los nazis, mientras enlaza con naturalidad la epopeya medieval del Rus de Kiev -fundado por vikingos Varegos, ¡luego suecos!- con las grandes gestas antinapoleónicas y la Guerra de Liberación para la que Stalin no dudó en apelar a los nobles sentimientos por la “Madre Rusia”.

Ahora resulta que hay que deslindar ciertos horrores de la Historia reciente, como el Holodomor perpetrado por ese mismo Stalin que glorifica Putin, según la ideología -¡fueron los comunistas, no los rusos!- y no la nacionalidad, pero entonces cabe admitir que los ucranianos “antirrusos” hagan lo mismo pero a la inversa -¡fueron los rusos, no los comunistas!-, aunque les valga también la síntesis: “fueron comunistas, rusos y ucranianos”. Sobre todo frente a Putin.

Porque a fin de cuentas las afinidades sentimentales son claras, cuando los ucranianos tachados de “nazis” quieren entrar en la Unión Europea, y los nazis “internacionalistas” (¡antiglobalización!) de medio mundo quieren liquidarla -y se encuentran a gusto con Putin-, y los “prorrusos” en Ucrania, ya sea por “antinazismo” -“no son antirrusos, son pronazis“- o por nostalgia de los tiempos comunistas, quieren volver al seno de la Gran Madre Soviética.

Que obviamente siempre fue Rusia, la sucesora del anterior Estado zarista, extendido por doquier con el recurso esencial a la Policía política asimismo heredada del antiguo régimen. Sin Rusia, el más terrible Imperialismo que haya conocido la Historia no hubiera sido posible, porque no hubiera existido siquiera la URSS. Desde Rusia se extendió su pestífera esencia por todo el mundo, como un virus, gracias a los adelantos introducidos por Lenin, Trotsky y otros.

RUSIA SE EXPANDE DESDE HACE MIL AÑOS

Pero mientras que a Alemania se le ha cargado el Holocausto de manera inmisericorde -y con muy justas razones- desde hace ocho décadas, a la implosión de la URSS no siguió ningún Núremberg, por lo que no es de extrañar que Rusia, o la sociedad rusa que otorgó el Poder a Putin y ha decidido mantenerlo en él hasta la fecha, decidiera que lo mejor para mirar al futuro era convertir a Rusia en la principal víctima de la URSS, limpia de polvo y paja.

En todo caso, por mucho que haya quienes entiendan/entendamos cierto sentimiento de humillación de una importante parte de los rusos por lo que juzgan una incomprensión algo injusta de la Rusia postsoviética por parte de Occidente, la única política de Putin desde que llegó a la Presidencia en 1999 ha sido la de expandir las zonas de influencia de Rusia, más allá incluso de los límites anteriores a la Gran Guerra.

Primero se ocupó Putin de Chechenia, cuya capital Grozni fue objeto de bombardeos contra la población civil como ahora Kiev y las demás ciudades ucranianas, aparte de la política criminal de guerra que incluía la tortura y la violación de civiles. Luego siguieron Ingushetia y Daguestán, repúblicas caucásicas, antes de la intervención militar rusa en Georgia, todo ello para 2009. ¿De verdad en todo este tiempo la OTAN ha representado una amenaza para Putin?

Y de nuevo, si echamos una mirada al globo, comprobaremos que la política de alianzas de la Rusia de Putin desde 1999 a hoy no ha sido precisamente prooccidental, sino de refuerzo de sus antaño aliados de la hora soviética: de Irán a Siria, de Cuba a Venezuela, con ejercicios militares conjuntos cada tanto con China, que tiene su propio plan de expansión imperialista aunque tal vez, y por culpa de la agresión de Putin, ahora sea a largo, cuando convenga, con paciencia confuciana.

CONCLUSIÓN: PUTIN ES CULPABLE

El régimen de Putin es culpable como agresor de una potencia sin mediar amenaza bélica alguna por parte de ésta, y así ha de ser considerado por la ONU y por el conjunto de las naciones soberanas del mundo. Pero, ¿hasta qué punto es Rusia culpable ahora mismo de los dislates despóticos de su “presidente electo”? Para los que entienden/entendemos que Putin es un tirano, la heroicidad requerida en Rusia para plantarle cara raya en la conducta suicida.

Pero, ¿qué hay de los que piensan que este nuevo Napoleón eslavo viene a la Cruzada por los Eternos Valores Morales de la Familia, la Patria y la Religión? ¿De veras entienden ellos que el pueblo ruso o la sociedad rusa está con la política del caudillo imperialista Putin? ¿De qué entonces la necesidad de reprimir por miles a los propios ciudadanos rusos que se manifiestan por las calles?

¿Qué entienden algunos, exactamente, con lo de que “Rusia es la víctima” o “Rusia está amenazada”, exactamente? ¿Qué Rusia: sus gentes o la imagen de estampita que tienen algunos de las patrias? Y en cuanto a Putin, que no está loco: ¿qué tiene para ofrecer a los rusos si pierde la guerra? Nada. ¿Y si gana? Nada, o muy poco. Luego como la rata, de verse él -no Rusia, sino su tirano- acorralado, es cuando más peligroso se tornará.

El momento es tremendamente delicado, y se trata de algo de lo que se podría hablar durante años -si tuviéramos tanto tiempo-, porque a fin de cuentas es el fin definitivo del Orden nacido de la Alianza de USA y URSS contra Alemania y Japón durante la SGM a lo que nos enfrentamos, y que sólo la Guerra parece capaz de simplificar decisivamente. Ahora bien, si no cabe encontrarle salida a Putin, deberá quedar claro que sí la hay para Rusia. Pese a todo.

En realidad, la Segunda Guerra Mundial aún no ha terminado

…y de hecho es cosa sabida en la comunidad de historiadores, porque de lo contrario no se entienden conflictos como los de Ucrania, pero tampoco los de China con Taiwán, el de Israel en Palestina, la partición de Corea y tantos otros asuntos de las relaciones internacionales que han sido soslayados, a conciencia o por despiste, en las últimas tres décadas de vida inteligente en Occidente.

Al respecto, un dato clásico de la historiografía es que la SGM comenzó el 1 de septiembre de 1939 cuando las tropas alemanas invadieron Polonia por el Oeste del país a las órdenes del dictador nazi Adolf Hitler, pero suele soslayarse -cuando no se oculta deliberadamente- que las tropas de la URSS (fundamentalmente rusas) del dictador comunista Josif Stalin penetraron por el Este el 17 de septiembre, siendo aplastada toda resistencia polaca para el 6 de octubre.

En respuesta a la invasión, Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre… pero jamás a la URSS, posterior aliado en la contienda, que a su vez se dedicó a tratar de invadir Finlandia apenas dos meses y medio después, con estrepitoso fracaso por su parte. Pero una guerra que supuestamente empezó por la invasión de Polonia terminó no menos supuestamente con su práctica entrega a uno de sus invasores, la URSS de Stalin.

En la partida de las conferencias que se jugaron, entre trago y mucho trago, los dos gigantes de la hora, Churchill y Stalin, (cierta) Europa quedó ciertamente repartida entre los vencedores según las denominadas “áreas de influencia” que, una vez unificada la parte de useños, británicos y franceses, validó el “telón de acero” detrás del cual quedaron Polonia y Hungría, Bulgaria y Rumanía, y hasta Checoslovaquia, cuya capital Praga se encuentra al oeste de Viena.

En Grecia aún hubo de librarse una cruenta guerra civil para liquidar a la guerrilla comunista, mientras la Yugoslavia de Tito iba a avanzar por esa especie de tercera vía “autogestionaria”. Media Alemania quedó asimismo al otro lado del Muro, que no sólo era físicamente una pared con alambradas y torretas de vigilancia, como se ha demostrado durante estas tres últimas décadas que han seguido a su destrucción material.

ELLA SIEMPRE DICE NO

La partida que ahora juega “Europa” se complica al asumir la perspectiva del “líder” de la UE, una Alemania cargada de complejos, remordimientos y también cierto rencor hacia Occidente, y no hablo meramente de su clase política, más bien acomodaticia, “tolerante” siempre a favor de los vientos -“veletismo” lo llamamos por aquí- y consecuentemente corrompida por los vicios y placeres del “Bienestar Social” tanto como por el nihilismo relativista y suicida.

Una sociedad que no parece haber comprendido que la raíz del mal hitleriano, una especie de racismo espiritual tanto como fisiológico, intelectual y hasta cuasi religioso, no brota del militarismo prusiano sino de la filosofía idealista -de Hegel a Heidegger, ¡la conjura de los idealistas alemanes!- que no deja de deslumbrar a tanto tonto con ínfulas de sabihondo, de oscuro arúspice de los designios de la Historia, desvelador de secretas claves teleológicas…

Así que es de agradecer la noticia de que el actual canciller de Alemania haya decidido apostar por la Defensa, siendo como es Scholz el primero de su partido (PSD) en gobernar después de Schroeder, vendido al Estado ruso vía Gazprom antes incluso de haber abandonado la presidencia del Gobierno, si bien se trata de quien fue reelegido pese a su inepcia por la hazaña de acercarse con impermeable y botas a saludar a la gente durante unas graves riadas.

Queda por recordar, pese al empalagoso unánime elogio en su reciente despedida del cargo, a quien tantas responsabilidad tiene en la situación presente, la ex canciller Angela Merkel, no menos enfeudada a Rusia, no menos responsable de las anteriores cesiones a Putin en Georgia y Ucrania, y en la misma Siria, o en Libia, donde Obama y ella jugaron a redentores de la Humanidad en nombre de ¡la democracia! antes de tener que dejarlo todo en manos rusas y turcas.

PUTIN ES EL ÚNICO AGRESOR

Pero ha bastado la invasión de Ucrania, que ahora da la impresión de ser un paso en falso de Putin, para que toda la “realpolitik” anterior apuntada, más que apuntalada, por una Alemania desmilitarizada, desnuclearizada y hasta despolitizada -la disparatada legislación “de género” y “trans” rige para Polonia y Hungría, ¿pero no para Rusia o China, campeones en la violación sistemática de los derechos humanos, como Irán o Cuba o Venezuela?- se haya venido abajo.

Hay que celebrarlo, precisamente en un momento de franca (presunta) retirada de la República Imperial de los USA de media Europa y medio Asia, aunque a la postre no les quedará otra a los useños que volver a intervenir: ¿o es que pretenden que, como la Gran Bretaña de antaño, pueden vivir un “espléndido aislamiento” los que se encuentran entre el Pacífico y el Atlántico, con la Rusia de Putin al Norte y la América Roja al Sur?

No sólo es que no puedan permitírselo, es que ya van tarde parando a chinos y rusos en el hemisferio que debiera ser de su casi exclusiva incumbencia -“America para los americanos”, según Monroe-, ya que España (y con ella la UE) ha desertado de cualquier responsabilidad desde la masacre terrorista del 11-M en Madrid, con la llegada de Rodríguez Zapatero al Poder, a nuestros días, patética “Alianza de Civilizaciones” mediante (y patético Rajoy también).

Así que cuando el dictador Putin se atreve incluso a amenazar a países como Suecia o Finlandia, cuando las tres repúblicas bálticas (Letonia, Estonia y Lituania) entienden que serán el siguiente plato con no mucha mayor preocupación que Polonia y Hungría, Bulgaria y Rumanía, y hasta la misma Turquía (miembro relevante de la OTAN) decide cerrar el acceso al Mediterráneo a los buques rusos… se puede declarar que Rusia es, efectivamente, el enemigo.

UCRANIA NO DEBE CAER, CUBA SÍ

Y si quisiéramos, si nos atreviéramos a mirar con una “visión global” la situación política del mundo todo, con especial atención al respeto de los derechos humanos más básicos de nuestros congéneres, entenderíamos enseguida que resistir hasta la victoria en Ucrania, hasta la retirada rusa y el colapso del régimen de Putin, es la única opción a día de hoy no ya para la fofa “Europa”, sino para todos los pueblos oprimidos por el comunismo en América, Asia y África.

Más allá de la torva propaganda de los De Prada que justifican a Putin, o los Pablo Iglesias que aducen “cabalgar contradicciones” para hacer lo propio con Putin, Xi Jinping y los ayatolás de Irán, de todos aquellos que alegan enfrentarse al “Nuevo Orden Mundial” por “uniformizador” cada vez que han de armar sus tramoyas y escenarios, discursos de propaganda antiUSA y demás, tenemos a las juventudes de Cuba y Ucrania, de Nicaragua y de Hong-Kong, de medio mundo no-occidental dispuestas a conquistar la libertad por sus propias manos.

Así que, como rezaba esa canción: “Si no piensas ayudar, échate a un lado”.

La connivencia mediática con el “proceso de paz”

…queda más patente si cabe en el “décimo aniversario” de la pantomima proetarra de Ayete, como quedan al descubierto las demás connivencias, no por sangrantes menos verdaderas, del PP de Mariano Rajoy en sus años de oposición (2004-2011) tanto como después, ya en el Gobierno de España con Jorge Fernández Díaz en Interior (2011-2016) haciendo de contacto de José Luis Rodríguez Zapatero para continuar con la “hoja de ruta” pactada por el PSOE directamente con los terroristas.

En el caso de los medios, este miércoles se atreve El Diario Vasco (del grupo Vocento, dueño también del ABC) a titular en su portada “El día que Euskadi renació” para saludar el 20 de octubre de 2011, y si se refiere a que el proyecto de ETA no murió aquel día, sino que renació, entonces sí, por supuesto: es la tesis de Mayor Oreja en un artículo también publicado este miércoles en El Mundo.

Porque parece mentira que la escenificación del “desarme” y de la presunta disolución de ETA con “mediadores internacionales” -todos ellos desprestigiados comisionistas de “la Paz”, empezando por el nefasto Kofi Annan- pueda ser celebrada por quienes no pueden haber olvidado de la noche a la mañana las campañas terroristas contra los medios de comunicación no abertzales, con asesinatos incluidos.

¿Se trataba de miedo, o sólo de negocios? En el caso de El Diario Vasco, ambas cosas o la sublimación de ambas: se trataba y se trata de quedar bien ante los lectores, a los que se supone de entrada amnésicos o conformistas, una vez madurados durante dos décadas en las bondades de “la Paz” con una mafia etasuna en vías de liquidación por el Estado español. Un auténtico lavado de cerebro buenista que nadie como El Diario Vasco acometió con tanta decisión -con, por ejemplo, un Alberto Surio recompensado más tarde con la dirección de la EiTB (2009-2013)-.

Pero no se puede hablar con toda probabilidad de decisión independiente, dado que desde la llegada al Gobierno de Zapatero en 2004 el grupo Vocento se puso a disposición de sus grandes mantras, tanto en lo relativo a la negociación con terroristas como con respecto a la aprobación del inconstitucional Estatut(o) de Cataluña, en lo pertinente a silenciar las verdaderas investigaciones sobre el 11-M tachándolas de conspiranoicas, etc.

Puedo hablar largo y tendido sobre el particular porque fui testigo directo de ello, ya que mientras el hoy cariacontecido José Antonio Zarzalejos se alineaba con la estrategia zapaterista en estos tres asuntos cuando dirigía el ABC por segunda vez (2005-2008), el nuevo proyecto del grupo editorial para coordinar la información de las ediciones digitales de sus distintas cabeceras regionales -proyecto conocido como “Redacción Central” (RC)- fue encargado a… gente procedente de Prisa.

Habida cuenta de que El País y la Ser -Polanco, Cebrián, Felipe González- se encargaron de defenestrar a Redondo Terreros (2001) para aupar a Patxi López -es decir: pilotaron la entrega del PSE al PNV de Ibarretxe y a sus propios apaños con la ETA desde el Pacto de Estella (1998)-, no es de extrañar que con un nuevo presidente del Gobierno decidido a seguir la línea de Jesús Eguiguren de salida negociada para los etarras el mejor modelo (des)informativo para llevarse bien con los que mandan fuera aquél.

Y, efectivamente, conocido el anuncio del primer “alto el fuego” (2006) mis compañeros de RC avanzaron un especial titulado “ETA da el primer paso hacia la paz”, donde ya quedó fijada la línea discursiva para el entreguismo de Vocento a la causa “pacifista”. Desde aquel momento, las víctimas del terrorismo pasaron a resultar sospechosas a la inmensa mayoría de la Prensa patria, porque al parecer ellas eran “parte del problema” o “parte” a secas, “parte interesada” -por cierto, no había pasado un año cuando, pese a los fervientes deseos de paz de los gerifaltes vocentinos y prisaicos, ETA hizo explosionar la terminal 4 de Barajas asesinando a dos personas-.

PARTE DEL PROBLEMA Y NO DE LA SOLUCIÓN

Evidentemente, las víctimas no podían tener mayor interés que apelar a la Justicia para la resolución de los crímenes sin esclarecer y las causas pendientes, el cumplimiento íntegro de las condenas, etc. Pero se las decidió demonizar sibilinamente porque querían tener voz en el “proceso”, un proceso de liquidación gradual de los hechos para sustituirlos por buenas intenciones al que estaban invitados los asesinos, sus portavoces y los habituales recogenueces del PNV y, en esta ocasión, y desde entonces a hoy, también los del PSOE… de Zapatero. O sea: las misas negras de Loyola (2006).

El mismo Alfredo Pérez Rubalcaba, siniestro muñidor de complots y encubridor a tiempo completo de crímenes varios, por entonces ministro del Interior (2006-2011), señalaba como condición indispensable para que fructificase el “proceso” la discreción de los medios de comunicación, a lo que en este país la mayoría de los periodistas se prestó sin dilación, algunos con fruición -como si pensaran de sí mismos que así contribuían a “escribir la Historia”, y encima con “altura de miras”-.

La consecuencia directa de ello fueron brutales campañas de acoso para silenciar a las voces contrarias al negociado político con los terroristas, significativamente las víctimas de ETA, como al por entonces (2004-2008) presidente de la AVT Francisco José Alcaraz, siempre combativo por la Verdad, Justicia, Memoria y Dignidad para sus representados -ahora que es senador por Vox, tercer partido en importancia de España, harían bien los plumillas y flautistas del “proceso” en reconocer que no pudo estar tan mal que la ETA se dedicara a asesinar a “militantes de la extrema derecha”, por ejemplo, que es lo que muchos piensan en su ínterin, después de todo-.

Total, “si quieren la independencia, que se la den”, como sostenía uno de mis citados compañeros “progresistas”, que gracias a su relativismo epistemológico -“todo es relativo”- logró al salir de Vocento la subdirección (2012-2018) y postrer dirección (2018-2021) de uno de esos diarios web -la edición española del Huffington Post- que lee la gente que se considera muy inteligente y progresista, antes de resultar recientemente recompensado por los servicios prestados con un alto cargo en la SER, ¡el de director de Informativos! Efectivamente, se trata de Guillermo Rodríguez Díaz.

De la jefa del equipo de RC, Guiomar del Ser, qué decir: actualmente tiene un alto cargo en El País como responsable de “estrategias y desarrollos” o cosa por el estilo -un comisariado ideológico, supongo, por los antecedentes-. Un diario donde sigue escribiendo el “mensajero de la paz” Luis Rodríguez Aizpeolea, un asiduo de la sede socialista de San Sebastián donde por lo visto escribía libros y otras cosas a cuatro manos con “Txusito”, el dealer del “proceso de paz”, y que este miércoles abre portada con el titular “10 años sin ETA: distensión en Euskadi, bronca en el Congreso”. El relato era esto.

Así que con la práctica totalidad de los medios de entonces embridados -salvo El Mundo, la Cope (hasta 2009), Libertad Digital…-, con las televisiones por descontado en su función única (las 24 horas del día, salvo la publicidad) de reproductoras de la “imagen” o imágenes producidas y servidas por el Poder (a través de la agencia EFE, por ejemplo, ¡o las series de TV!), el “proceso” ha continuado hasta nuestros días porque los que otrora colaboraron, o callaron o se inhibieron, ahora difícilmente van a poder restañar todo el daño causado a la credibilidad de la Prensa, a las víctimas del terrorismo y a las mismas libertades públicas.

NO HAY PEORES CIEGOS

El problema en sí es que la violencia política goza de gran predicamento o buena prensa entre nuestros periodistas españoles y, por lo general, occidentales. Será por aquello de Johnny Rotten de que “el sexo y la violencia son las dos cosas que más venden en este mundo” (de ahí Sex Pistols), lo que vale para el rock y para el cine, para el TV y la Prensa, la Literatura o el Arte.

 Ahora bien, nunca acabé de conocer si se trataba y se trata, en los casos que me ocupan, más de ignorancia algo fanatizada, de interiorizado rechazo básico a la discrepancia -por ser conflictiva o por miedo a la propia automarginación del grupo-, o de connivencia total con los radicalismos, extremismos, terrorismos -sobre todo si son fenómenos recurrentes en sistemas democráticos-, o de mero aventurerismo intelectual al que son muy dados, precisamente, los calientasillas de 40 horas a la semana que al parecer admiran las gestas criminales de los Che Guevara del mundo.

En todo caso, ahora ya es muy tarde para recomponer la realidad -más que fragmentada, hecha añicos- a través de informaciones cualesquiera. Arnaldo Otegi podría llegar a lehendakari en un par de años porque la Justicia doblegada por el PSOE de Zapatero, con el consentimiento del PP de Rajoy, decidió a pesar de las pruebas que no era uno de los “jefes” de ETA, aunque ETA le encargara a él reconstituir su “brazo político” -o sea: el “caso Bateragune”- el año 2008.

Y a la gente le parece bien, claro; a la gente le parece todo bien, o no, pero qué más da, si total… El PNV vende en inglés la marca “Nación Gastronómica Vasca” (Basque Culinary Nation, ¿es en serio?) y en español la “Nación foral” de Urkullu -esto es: la constitucionalización del estamento vasco, privilegiado respecto a la ciudadanía común- y en esto están ya todos más o menos de acuerdo por aquí, por “Euskadi”, de la ETA al PP.

Todos menos Vox, ojo -y el que tenga ojos para ver, que vea: a la mayoría se los sacaron los medios con las mentiras inherentes al “proceso de paz”.  

We will never forget

…fue el lema con que pareció reaccionar la opinión pública de los Estados Unidos de América a la masacre terrorista del 11 de septiembre de 2001 -cuando empieza este siglo- en Nueva York, y la cuestión a estas alturas de la película (y del siglo) es quiénes y hasta qué punto nos vimos comprendidos en ese “We” que prometía vengar la ofensa y a sus (¿nuestros?) muertos.

Pues más allá de las imágenes terribles de niños árabes -no sólo en las calles de ciudades palestinas- celebrando el horror de los atentados, gran parte de la población mundial quedó (lógicamente) al margen del hecho en sí, pese a las imágenes de televisión, mientras los europeos mostraban más estupor ante los hechos que cualquier otra cosa.

Una parálisis que se tradujo casi de inmediato en reticencia a tomar ninguna decisión que fuera interpretada como sometimiento a la estrategia reactiva de los USA, que nominaron como “Justicia infinita” la operación de invasión del Afganistán de los talibanes que refugiaban a Osama Ben Laden, antes de renombrarla como “Libertad duradera”.

Pero finalmente se fue, con la OTAN de entrada y bajo el mismo paraguas de la ONU que finalmente también cubrió la invasión de Irak, aunque a posteriori -dato que en todo caso decidió pasar por alto ese eximio estadista llamado José Luis Rodríguez Zapatero, que antes de Joe Biden ya perpetraba retiradas ignominiosas dejando tirados a sus aliados-.

Ahora se abandona el campo en Afganistán precisamente a terroristas de todo pelaje, talibanes* o “alcadaínos” o “daeshianos”, que tanto monta, porque lo cierto es que cada facción buscará enseñorearse de un terreno donde dedicarse a lo que efectivamente se dedican como parte constitutiva de su manera de vivir: entrenarse para matar infieles.

Así las cosas, uno esperaría que el pueblo americano (USA) honrara su memoria y su propio juramento a los muertos, a los vivos y a los por nacer -“We will never forget”- para no rebajar un ápice la importancia de lo sucedido, para no ceder al relativismo facilón justificado por una mala conciencia que en ningún caso puede olvidar el crimen, ni siquiera perdonar a los asesinos.

Porque pese a las aspiraciones ilustradas (universalistas) de los europeos -reducidas en nuestros días a esa especie de buenismo informe ecosostenible que no es capaz de resistir una fatua islámica escupida a la cara-, el Islam se difunde por el mundo y no siempre de buenas maneras: desde Arabia se expande hacia África y Asia mediante proselitismo, terrorismo y petrodólares.

Conviene tenerlo presente cuando USA y sus tibios aliados se retiran del frente afgano, puesto que si en veinte años la situación no ha devenido “insostenible” en nuestras propias ciudades europeas se debe básicamente al sacrificio de vidas, tiempo y dinero realizado por esos “yanquis” que tanto son despreciados por estos lares -puede que por sentir, humillados, que nos rebajan como hombres (¡como mujeres también!)-.

A ellos va dedicado este artículo en el aniversario de fecha tan negra, crucial e imprescriptible.

*Nota: “talibanes” es el plural formado en castellano de manera natural y espontánea por todos los que asumimos “talibán” (“los estudiantes”) como singular, en vez de talib, que en todo caso formaría en castellano el plural “talibes” y no “talibán”, que no es desde luego ningún plural en castellano (aunque siempre se den excepciones).

En la muerte de Mikel Azurmendi

…queda rogar por su alma a los creyentes, pues si un hábito vistió durante media vida fue el de penitente, rasgo que se trasladó a casi toda su obra literaria en la forma de una inmensa piedad y ternura por estas desvalidas criaturas de Dios que son los hombres. Con ese mismo tono humilde y brusco, tierno y verdadero trazó a decenas de personajes reales e inventados en novelas tan dispares como Las Maléficas, Melodías vascas o El requeté de Olite, y trató asimismo a quienes le interpelaron o por quienes se vio interpelado, víctimas de hace siglos o del ayer más reciente y dolorido: desde las persecuciones de Zugarramurdi a las de la ETA. Sirva el siguiente texto para recordarle en lo más sincero de sí, comentando su propia obra, y que la tierra le sea leve.

ENTREVISTA CON MIKEL AZURMENDI

[Publicada en el extinto diario Nuestra Hora de San Sebastián el martes 13 de mayo de 2014 ]

«Mi búsqueda de la verdad de la caza de brujas en el Baztán tiene mucho que ver con mi absoluto desprecio a los verdugos de todos los tiempos y mi respeto por las víctimas”

El antropólogo y escritor Mikel Azurmendi (San Sebastián, 1942) viene dedicándose en los últimos tiempos a la creación de ficción literaria, con obras que tratan del fenómeno terrorista vasco como Tango de muerte, Melodías vascas o El hijo del pelotari ha salido de la cárcel, pero si en esta ocasión lo entrevistamos es a consecuencia de la publicación casi simultánea de dos libros muy diferentes sobre el mismo tema, llamados a esclarecer en gran medida los terribles hechos sucedidos hace cuatro siglos en la región del Baztán que de modo tan distorsionado han llegado a nuestros días.

JORGE MENDIOLA

Su última obra es el ensayo Las brujas de Zugarramurdi, ensayo editado ulteriormente al tratamiento novelístico que hizo de la misma materia en Las maléficas. Ambos libros tratan de la persecución desatada en el País de los Vascos (Labort) y en la cuenca navarra del Bidasoa contra miles de personas falsamente acusadas de connivencia con el Diablo. ¿Fue la investigación histórica lo que le brindó a usted la ocasión para escribir una novela sobre este asunto o, por el contrario, su interés literario por las víctimas de aquellos sucesos le llevó con posterioridad a indagar más sobre los aspectos históricos de los mismos?

Lo primero que escribí fue el ensayo. En el cuarto centenario del Auto de fe de Logroño (1610/2010), auspicié la celebración de una semana cultural en Logroño para que se abordase la memoria de sus 31 víctimas desde un punto de vista histórico pero también judicial, antropológico, teológico y estético. Tanto la comunidad autónoma de La Rioja como el ayuntamiento de Logroño dieron el visto bueno a mi planteamiento y patrocinaron las seis conferencias a cargo de especialistas en estas materias, caso del historiador danés Gustav Henningsen, el antropólogo Lisón Tolosana, el erudito biólogo y traductor de la Biblia de Jerusalem Jesús Moya, el profesor de Estética Mikel Iriondo o el director del Archivo Nacional. El grueso de mi libro Las brujas de Zugarramurdi lo escribí para aquella ocasión, aunque mi intervención en Logroño fuese concisa y resumida. Solamente escribí con posterioridad el último capítulo, sobre el sacerdote Axular y su intervención pastoral en el desastre social producido por aquella persecución inquisitorial, que forma parte de una charla que di en euskara en Zugarramurdi, invitado por su casa de cultura. Por tanto, este ensayo que se ha editado ahora ya estaba escrito desde hace tres años. 

Durante dos siglos la experiencia cultural de Occidente ha venido probando que mucho más que los argumentos racionales y sesudos de las ciencias ha sido la literatura de ficción -cuando es musculosa y atrayente- la clave para que se hayan logrado grandes cotas de progreso moral. La literatura (con sus “derivados” como el cine, el teatro, los documentales o el reportaje) ha ido moldeando nuestros sentimientos y purificando muchas de nuestras emociones hasta plantearnos algo tan nuevo como que el ser humano es algo eminentemente frágil y susceptible de ser humillado, dañado y vulnerado, y que todos los humanos somos en esencia una y la misma capacidad de sentir daño. Esto ha agrandado nuestra capacidad de ponernos en la piel del otro, de empatizar con el oprimido, de apiadarnos y tener compasión: en una palabra, de progresar moralmente. Pues bien, yo, que convencido del poder de la literatura, desde hace diez años únicamente escribo literatura de ficción, pensé que en lugar de editar aquel ensayo sobre las brujas de Zugarramurdi acaso me valdría más tratar de vulgarizar su contenido (en el sentido de ponerlo en manos de un más amplio espectro de lectores y no en el sentido de hacerlo vulgar). Por eso pospuse la edición del ensayo y me dediqué un par de años a envolver el asunto en novela, novela histórica si se quiere, pero con un ser de ficción como personaje central. 

Y, ahora por fin, tras la edición de la novela Las maléficas, he dado con un editor intrépido para mi ensayo Las brujas de Zugarramurdi, y le estoy muy agradecido.

En ambas obras destruye esa imagen tan popular -cuyo origen sin embargo es producto de algunas mentes “ilustradas” de aquel tiempo- sobre ciertas mujeres “liberadas” celebrando el culto al Demonio en presuntos “aquelarres” (que, a su vez, son una invención lingüística de un par de inquisidores con ínfulas de cazadores de seres diábolicos). ¿Cómo nace su interés por este caso, que Vd. centra en la caza de brujas desatada en el s.XVII mediante errores judiciales y falsos testimonios, y que, siguiendo al investigador Gustav Henningsen, describe como un genuino proyecto de “solución final” para los baztaneses?

Para hablar de mi interés por la caza de brujas de la comarca del Bidasoa, diré que arranca de mi tesis doctoral, allá a comienzos de los años 80. En ella yo me dediqué a investigar cómo se veían a sí mismos nuestros abuelos y tatarabuelos vascos, qué pensaban los hombres de sus esposas, los padres de sus niños y los dueños de sus subordinados. Aunque no supiesen leer ni escribir, el material que ellos nos habían legado era ingente en forma de proverbios, aforismos, dichos, expresiones, canciones, acertijos, relatos, etc. y en todo ello seguí al animal: ésa suelen decir que es la pista para conocer la identidad de las gentes ágrafas o analfabetas -en casi toda África se suele asegurar que, si quieres conocer a determinado tipo, debes seguir a su vaca, a su camella o al animal que fuere-. Cuando tras estudiar muchos animales domésticos, llegué a la cabra como signo-imagen o prototipo para reflejar ellos sus propios intereses, vi que nuestros ancestros jamás habían concebido la posibilidad de que el macho o cabrón fuese un sosias del diablo: “aquer-larre” no colaba con su patrón cognitivo. Y así lo escribí y lo discutí con el presidente del tribunal de mi tesis doctoral, Julio Caro Baroja, y proseguí luego discutiendo con él y él me animaba a investigarlo. Así es como se me encendió la mecha para hurgar en el por qué y el cuándo apareciese el término “aquelarre” en los documentos históricos. Tras muchas charlas con él, enfermó y murió: en mi novela Las maléficas he hecho de Caro Baroja un personaje más, como homenaje a cuanto le debo. Conforme los años pasaban y yo conocía con más detalle la realidad de la caza de brujas y leía documentos de inquisidores y de jueces y de nuevos teólogos, di con Gustav Henningsen, un señor danés que acababa de hallar los documentos de uno de los inquisidores de Logroño, Alonso de Salazar, y que había escrito un libro fenomenal sobre lo sucedido en la comarca del Bidasoa a comienzos del XVII. Traje a Henningsen a San Sebastián, a unos cursos de verano, y mi colaboración con él en pos de la verdad de aquellos hechos nos ha llevado a nuevos descubrimientos y a una gran amistad. Supongo que la radicalidad de mi búsqueda de la verdad de aquellos hechos tiene también mucho que ver con mi absoluto desprecio a los verdugos de todos los tiempos y mi respeto por las víctimas, por todas, sean de donde fueren. Yo no he soportado que a una víctima de Zugarramurdi (Graciana de Barrenechea), muerta de tifus a los 70 años en las mazmorras de Logroño en 1609, se la haga protagonista de una escena falsa y rijosa en un film reciente de mucho eco; por eso acepté la sugerencia de mi editor de titular el ensayo “Las brujas de Zugarramurdi”, cuando mi propuesta de título era simplemente “Zugarramurdi: inquisición y aquelarre”.

Para responder, por fin, al grueso de su pregunta y decir algo sobre “la solución final” que propuso el tribunal inquisitorial de Logroño a la instancia suprema de Madrid, resumiré la carta escrita el 9 de marzo de 1611 desde Logroño a Madrid. El tribunal pedía que se cerrase la zona del Bidasoa/Baztán con un cinturón de seguridad y el rey detuviese a cuantos intentasen escapar de la zona; que se les prohibiese a los sacerdotes negacionistas de las prácticas denunciadas predicar desde el púlpito contra la imposibilidad de la existencia de brujas; que mediante edicto se diese un plazo de 4 meses para que se entregasen los brujos y delatasen a sus cómplices; que dos inquisidores partiesen hacia la zona y actuasen con dureza contra quienes no se hubiesen autoacusado; y que asimismo convendría plantearse la necesidad de implantar un tribunal en aquella comarca del vascuence a fin de juzgar in situ a la gran cantidad de acusados. Eso decía aquella carta que, además, enviaba a la Suprema un listado, pueblo por pueblo, de 639 brujos entre confesos y denunciados. La carta la halló Henningsen, quien se ha atrevido a comparar aquella propuesta inquisitorial con la “Endlösung” o solución final hitleriana respecto de los judíos, lo cual no me parece descabellado dado que atañía a casi el tercio de la población de cada aldea y villa de la comarca del Bidasoa/Baztán.

Cuando Vd. estudia la “brujería” practicada por los habitantes de la  población del Labort, Navarra, Guipúzcoa o Álava, llega a la conclusión de que se trata de suposiciones o presunciones populares de sentido común cuya función consistiría en significar la producción de determinados infortunios naturales como la pérdida de la cosecha, los naufragios o las muertes prematuras de niños, infortunios que los aldeanos imputaban al “aojo” o mal de ojo que ciertas personas malvadas (los “brujos”) habrían echado a tal o cual persona, presumible causa de aquellos desastres. No obstante, hasta la llegada de la nueva teología demonolátrica era la propia Iglesia a través de sus párrocos la institución que velaba para que todos estos conflictos locales de brujería se resolvieran en comunidad mediante un sencillo acto de expiación de las faltas, puesto que en ningún caso daba pábulo la Iglesia a la existencia de una brujería diabólica. ¿Cómo es posible y quiénes hacen posible que lo que había sido la tradición católica de perdonarse mutuamente las acusaciones de brujería fuese subvertida, prácticamente de la noche a la mañana, por un pensamiento teológico -convertido en claramente ideológico en determinadas circunstancias- y que se valía del Demonio para ver satisfechos determinados intereses?

La sensatez de mediar entre vecinos y remediarse dentro de las parroquias las enemistades y acusaciones entre vecinos se convirtió de súbito en la insensatez de judicializar aquel ritual sacramental llevando a los vecinos ante los tribunales inquisitoriales, encarcelándolos y condenándolos incluso a la hoguera. Tal insensatez fue posible porque la teología dio un giro copernicano desde el papa Inocencio VIII en adelante (desde finales del s.XV) y a la brujería, que desde siempre se había creído imposible de existir, se la imaginó como real merced a un pacto entre el Diablo y la gente. Esta nueva imaginación teológica fue, pues, lo que auspició la judicialización del sentido común aldeano en toda Europa y el colapso cultural de muchas poblaciones. Arropadas en esta nueva imaginación teológica, las monarquías que se esforzaban en convertirse absolutistas encontraron una buena excusa tanto para centralizar sus aparatos judiciales (saltándose las defensas tradicionales de los parlamentos regionales) como para atemorizar al pueblo analfabeto y meterlo en vereda a base de nuevas vías de violencia. Y de paso que señalaban al nuevo enemigo analfabeto aldeano, marcaban una nueva línea azul susceptible de ampliar nuevas alianzas entre el poder, las élites intelectuales y el pueblo culto (fruto de esta alianza es el auge en toda Europa de la literatura e iconografía brujeril y el nacimiento de la imagen falsaria de la bruja que ha llegado hasta nuestros días). El rey francés Henri IV intuyó con clarividencia este uso político de la demonolatría pero fue el juez DeLancre quien lo teorizó tras haber ahorcado en tres meses a unos 80 , entre los que figuraban varios sacerdotes. Este es el inicio de la ideología en el mundo, es decir, de una justificación no religiosa del poder y su legitimidad. En España, la acción y los planteamientos de los inquisidores Becerra y Valle Alvarado del tribunal de Logroño, influenciados sin duda por una entrevista con unos delegados de DeLancre, estuvieron bastante próximos a este supuesto de que el brujo cometía un crimen de lesa traición divina: algo en realidad simétrico en culpa y pena al de lesa traición al Rey. Así fue como la nueva teología dispuso que se pudiese hacer un uso político del Diablo. 

En el estímulo hacia una cacería de brujas se encuentran factores políticos más que religiosos tales como la paulatina pérdida de poder de los señores de la tierra vascofranceses Urtubi-Alzate y Sant Per; también la del monasterio de Urdax, con su abad León Araníbar intentando vengarse de sus antaño siervos ahora independientes, los aldeanos de Zugarramurdi. A ello se suma la intervención regia de Henri IV, precisamente a petición de aquellos señores que perdían poder municipal y regional, pidiendo que se reprimiera el presunto foco de brujería en la zona limítrofe con España. Y así entra en escena el juez  DeLancre -él mismo de ascendencia navarra-, quien al par que desata la cacería se halla en misión de espionaje de límites territoriales (entre Fuenterrabía y Hendaya), cuestión bien distinta a la de acabar con las maléficas brujas. Además, se aprecia una voluntad cierta de ese juez de erradicar o diezmar a la población de habla vasca en el Labort, al entender que toda ella es diabólica. Por lo que muestra usted en su obra, el caso de Zugarramurdi no está exento de complejidad, aparentemente enigmática y no menor que los recurrentes estudios sobre la liquidación de templarios, cátaros y albigenses, puesto que convergen factores del todo dispares en un proceso que culminaría sorprendentemente con el auto de fe organizado en Logroño en 1610.

¿Llega en algún momento la Inquisición a ser consciente de toda la carga ideológica y de los mismos intereses político-estratégicos que esconden las exigencias de persecución enviadas por los cazabrujas franceses? ¿Cuándo son descubiertas en España las razones últimas de Enrique IV y DeLancre, de Urtubi y Araníbar?

¡Bingo, si yo lo supiese! De la Inquisición solamente sabemos que quiso hacer silencio de todo aquel desbarajuste procedimental llevado a cabo en Logroño. O sea, no quiso aprovecharse de la nueva teología demonolátrica y decidió nunca más aterrorizar a la población en base a ella. Decretó silencio en 1614, exigiendo que no se hablara nunca y en ningún púlpito de brujería, pero lo hizo tras aplicar la amnistía para todos los presos del Auto de fe de 1610, anunciando que la inquisición se había equivocado. Sin embargo no se atrevió a castigar a curas corruptos como los párrocos de Vera de Bidasoa y Lesaca o el abad Aranibar pero permitió que las autoridades civiles juzgasen a los cargos municipales corruptos que habían torturado y acusado en falso.

Todo ello se debió al inquisidor Salazar y a que bregó años y años hasta convencer a la instancia Suprema de que todo había sido un inmenso error. Ahora bien, es imposible deducir de ello que Salazar supiese algo acerca de oscuros “intereses estratégicos” de Henri IV ni cosa parecida. Eso lo sabemos nosotros ahora, precisamente gracias a comparar los escritos de Salazar y de DeLancre, los de sacerdotes testigos y del propio obispo de Pamplona con mil noticias más de la Inquisición. Somos nosotros y solamente ahora, desde el descubrimiento de Henningsen hacia acá, quienes podemos dar un paso más en el conocimiento de aquellos hechos. Y nuestro deber es conocer la verdad y no hablar por hablar dando pábulo a nuestros deseos y apetencias. El cineasta Álex de la Iglesia desconoce todo esto, o pasa de la verdad de los hechos que estaba en sus manos haber conocido, y las feministas de hoy que hablan y creen en féminas especiales con poderes especiales también prefieren ignorar los hechos. Los que celebran noches de Walpurgis y aquelarres anuales se imaginan que existió algo que jamás ha existido nunca. Barandiaran se equivocó de plano al hablar de unos vascos especiales perseguidos por su especial religión y Himmler se equivocó de plano al instituir en las SS un “Hexenkomando” al objeto de detectar las familias de los sucesores de entre los que fueron perseguidos por brujería, creyendo que con ello daría con el rescoldo de los auténticos arios alemanes.

De su investigación resulta que en aquella persecución son las envidias y desconfianzas así como cierto odio antañón soterrado entre vecinos lo que aflora con fuerza inusitada como dispositivo principal de las denuncias.Según Vd., frente a las antiguas prácticas sacerdotales de comprensión del fenómeno y expiación comunitaria, es ahora, tras la quema de once vecinos de Zugarramurdi en noviembre de 1610, cuando el terror a la Inquisición metido en la población así como un lavado de cerebro realizado por unos predicadores franciscanos se constituyen en lo que decisivamente propiciará una brutal escisión social entre los vecinos. Todo ello causa un clima de terror mediante acusaciones y delaciones sin otro fundamento en la mayoría de las ocasiones que el testimonio de unos niños, a su vez también aterrorizados por los religiosos y sus propios padres, cuando no directamente sobornados por otros aldeanos para declarar en contra de sus vecinos. ¿Piensa usted que éste era el efecto buscado por las autoridades vascofrancesas con sus bulos y acusaciones sobre juntas diabólicas, previamente a que interviniese en España la Inquisición y más tarde los franciscanos en el proyecto de erradicación de la brujería en las tierras citadas? O, planteado de otro modo: ¿Nos encontraríamos verdaderamente ante un precedente de las estrategias y técnicas empleadas en nuestros tiempos por los regímenes totalitarios con sus purgas y otros medios para imponer la “reeducación” de la población (en este caso de los labortanos y habitantes del Bidasoa/Baztán)?

Lo que buscaban los señoritos vascofranceses Urtubi/Alzate y Sant Per al recurrir ante su rey en contra del parlamento de Burdeos queda claro en la misiva personal que le enviaron: a saber, que había mucho peligro de que el Rey se quedase sin población porque las brujas estaban creando un clima invivible y la gente se marchaba del país; y que era urgente “limpiar el Labourd de brujas”. El Rey entendió perfectamente la petición de ayuda y, pese a la oposición del parlamento de Burdeos, envió para que limpiasen el territorio dos delegados plenipotenciarios con derecho a usar de todos los medios a su alcance a fin de detectar el mal brujeril, incluidas la tortura y la pena de muerte. Los efectos de aquel proyecto de limpia del territorio eran incalculables de antemano, nadie podía saber hasta dónde llegaría la cosa, pero las intenciones eran muy claras y los medios dispuestos muy evidentes. Sabemos además que uno de estos dos delegados del Rey, el juez DeLancre concretamente, envió a la línea de frontera -al mismísimo convento de Urdax- varios delegados para que convenciesen al inquisidor Valle Alvarado (albergado a la sazón en aquel convento) de que no se anduviese con remilgos y paños calientes y de que el único método de atajar aquel mal social era mostrar mano dura. Para cuando Valle Alvarado, sirviéndose de mil tretas, hizo confesar a once paisanos de Zugarramurdi que eran brujos, DeLancre ya se había cepillado a unos ochenta paisanos vascos y se había marchado del Labort.

Existe un misterio todavía no aclarado y reside en saber por qué una moza de Zugarramurdi (de nacionalidad francesa debido al origen de sus padres) tras haber residido un tiempo con sus padres en el territorio francés del señorito Urtubi volvió sola a Zugarramurdi a acusar de brujería a varias compañeras suyas de la aldea. Este fue el hecho que sustanció toda la persecución en España porque el abad de Urdax, no satisfecho del perdón sacramental comunitario en la iglesia de Zugarramurdi, pidió ayuda a los inquisidores de Logroño propiciando que llegase a Urdax el inquisidor Valle Alvarado. Para mí existe una altísima probabilidad de que fuese el propio Urtubi quien hubiese enviado a esa moza monte arriba hasta su aldea con el fin de incendiarla también.

Sobre esa otra cuestión de comparar estos hechos del s.XVII con la estrategia de purgas de población por parte de los regímenes totalitarios se requeriría aquí mucha información y debate que yo no puedo ofrecer. Sin embargo sí diré que por mor de la religión los antiguos Estados europeos aniquilaron a miles y miles de personas y hasta a poblaciones enteras, pero que por mor de la ideología esa aniquilación cobró un cariz mucho más dramático todavía. La propia revolución francesa es uno de los puntos culminantes del primer estallido general de la ideología como motivadora de persecución y de “reeducación” forzada.

Aparte de los poderosos confabulados en la caza de brujas para hacer prevalecer sus intereses, de resultas de su investigación salen especialmente malparados los franciscanos: los de entonces y también prácticamente los de nuestros días: desde Castañega al padre Berasaluce. ¿Se puede hablar efectivamente de influencia demonolátrica de Aránzazu en el imaginario vasco, o en su vida pública y costumbres sociales?

Los franciscanos salen muy malparados de la evaluación que hoy hagamos de su acción de entonces y, en cambio, los jesuitas, en especial el vizcaino Solarte, salen muy enteros. Lo cual significa que ser veraz, bueno y justo fue posible pero que los tres predicadores franciscanos no lo fueron. Gracias a estos se expandió la manía de ver al vecino conchabado por doquier con el diablo y, en cambio, gracias a los jesuitas se buscó la calma y el sosiego intervecinal. Los franciscanos incendiaron pueblos y aldeas incrementando denuncias falsas, coacciones y torturas entre vecinos; en cambio los jesuitas amansaron el vecindario con sus predicaciones, pero no se chuparon el dedo puesto que hallaron la verdad oculta de las denuncias de brujería y sus móviles. Consciente o inconscientemente aquéllos buscaban la promoción de su Amabirjiña de Aránzazu como baluarte contra el diablo: cuanto más verosímiles hacían las andanzas del diablo entre los baztaneses, más beneficio atraían hacia su Virgen. En cambio los jesuitas no vendían nada, no apuntaban a ningún convento hacia el que llevar a los fieles: predicaban la concordia y demostraron la impostura y falsedad de todo aquel tinglado. Eso es lo que sucedió en aquella comarca y así lo consignó el propio obispo de Pamplona, Benegas de Figueroa, amigo íntimo de Góngora y que desempeñó un papel crucial para que no se diese una “solución final”: él mismo había sido inquisidor general y se carteaba con su sucesor en la Inquisición. Aquí, en España, no solamente no sucedió la catástrofe que se dio del lado vasco (francés), sino que desde aquí se originó el que la Inquisición determinase en 1614 no condenar jamás a muerte a nadie por delito de brujería. En realidad esas instancias supremas no creían que la brujería fuese delito alguno, pero su debilidad consistió en no decirlo así de rotundamente. Los franciscanos, en cambio, continuaron siglo tras siglo afirmando la maldad diabólica de los brujos vascos y el sacrosanto bastión contra todos ellos, su Amabirjiña. Es verdad que, con el paso del tiempo, han ido mostrando una Amabirjiña en menor sintonía con la lucha contra la brujería, hasta nuestros días en que ya nadie se acuerda de todo aquello. 

Aparte de estos actores, frente a tanta mezquindad de inquisidores, franciscanos y estúpidos curas locales, se alzan además unos cuantos sacerdotes en rebeldía contra las instrucciones de la Inquisición (como el cura Labayen, párroco de Echalar, y a instancias de este y de otros compañeros sacerdotes el propio obispo de Pamplona, Benegas) y ello porque, paradójicamente, se mantienen en la ortodoxia católica y tienen en consecuencia la doctrina y elderecho de su parte, como finalmente se les reconoce aunque no de manera explícita. No obstante, y aunque Vd. se muestra crítico con la falta de reconocimiento público por parte de la Inquisición de sus faltas y errores en el proceso seguido en Logroño así como en en las acciones de persecución llevadas a cabo en la comarca navarra, no cabe dudardespués de leer su obra que la Iglesia Católica en España aprendió la lección de Zugarramurdi y evitó que en el futuro fuera ajusticiada persona alguna por condenas relacionadas con la práctica de la brujería. Sin embargo, en la actualidad perdura entre españoles y extranjeros la visión de los “aquelarres” como un rasgo cultural de aquella sociedad, de igual modo que se mantiene la “leyenda negra” del Santo Oficio como institución quemabrujas por antonomasia. ¿A qué se debe esta hegemonía de las visiones falaces sobre una cuestión tan escabrosa? ¿Por qué hasta nuestros días no se había estudiado a fondo lo que sucedió en Zugarramurdi y ha tenido que ser un investigador danés, el citado Henningsen (aparte de Caro Baroja, por supuesto), el encargado de arrojar algo de luz sobre la caza de brujas y el papel real de la Inquisición en todo ello? ¿Por qué no logra la Inquisición imponer definitivamente su antigua tesis, benigna respecto de la brujería, con el caveat de que no había que dar pábulo a la demonolatría, una tesis cursada como instrucción más de medio siglo antes de estos hechos?

Bueno, yo, como mero aficionado a pensar y también a reflexionar sobre el pasado, diré que no soy un experto en la Inquisición y que solamente puedo ofrecer algunas sospechas, que seguramente no son nada nuevas. La leyenda negra sobre la España inquisitorial tiene su origen en los intereses de las monarquías francobritánicas, eso está claro. Pero existe una parte del pensamiento antirreligioso español que ha estado también muy interesado en propalar esa leyenda negra. Ahí tenemos a una progresía española interesada aún hoy en mantener una visión nativista y supuestamente rebelde-antisistema de la brujería, en lo cual se asemeja mucho a lo más desquiciado de la conjetura nazi: no a la de Hitler precisamente sino a la de Himmler y sus SS, más apegados a la raíz populachera alemana que a la grecolatina indoeuropea (como pretendía Hitler). Pío Baroja también participó intensamente de esa percepción anticatólica en lo concerniente a la brujería, y su visión nativista sobre una supuesta resistencia de los vascos a dejarse “convertir” y a rebelarse mediante actos brujescos salta en todas las páginas en que habla de los antiguos vascos (por ejemplo en las novelas Jaun de Alzate, La dama de Urtubi o en Las mascaradas sangrientas ). Seguramente esa enfermedad del tío le inoculó en el sobrino, Caro Baroja, la afición a indagar en la realidad de la brujería. Los escritos del sobrino sobre esta materia, siendo todos interesantes, son muy desiguales a la luz de lo que él mismo llegó a elucidar al final, en 1968, una vez que tuvo en sus manos los documentos de Salazar, que recién acababa de hallarlos Henningsen y de cuyo descubrimiento el danés le había dado parte. Sin duda alguna, lo más fundado que escribió Caro Baroja sobre brujería fue tras la lectura de esos documentos y que tituló “De nuevo sobre la historia de la brujería (1609-1619)”. Yo he tratado de rendirle homenaje a mi maestro citando largos párrafos de este escrito al comienzo de mi ensayo. ¿Por qué no se le ha hecho más caso a Caro Baroja y, nada digamos, a Henningsen, ampliando sus hallazgos? Esa pregunta va dirigida a los universitarios, pero no nos la van a responder jamás: ellos a lo suyo, como los cineastas a lo suyo o las cultivadoras de las investigaciones de género a lo suyo. Esta actividad es lo que parece que hoy hace el agosto, de la misma manera que lo que hacía el agosto durante épocas pasadas era propalar la leyenda negra de la Inquisición.

En lo que concierne a la última cuestión de por qué la propia Inquisición no impuso en 1614 su antigua tesis general de 1538 -consistente en no mostrarse en contra de la nueva teología demonolátrica pero manifestar sin tapujos que acaso no era verdadera- yo no sabría qué responder. Vacilaciones doctrinales, excesiva prudencia institucional, apego al poder de sentar cátedra y no controlar a su gente son cuatro de sus actitudes de 1614, cuando decide nunca más ejecutar a nadie por motivo de brujería. Pero hay que reconocerle que supiese explorar su error en el auto de fe de Logroño y manifestarlo en un documento interno, y también que tuviese el coraje de amnistiar a los condenados. El silencio que aplicó a todo ello no contribuyó en nada a cortar por lo sano la leyenda negra. Y esto sí estaba en sus manos.

Como acaba de exponer, usted abre su ensayo con una cita de Caro Baroja y precisamente sobre las “majaderías” que se dicen sobre la brujería vasca y los “aquelarres” y sobre el “público internacional de majaderos” que compra la mercancía averiada de los “folcloristas”, en vez de acercarse a la trágica realidad de aquellos sucesos, cuando -en las propias palabras de Caro- “ni Cervantes ni Goya hubieran podido reír o sonreír” de haber conocido la verdad. Al final del libro, aprovecha Vd. esa referencia para arremeter contra varias obras recientes de ficción o ensayo, algunas de ellas de intencionalidad claramente anticatólica y otras propias de ese folclorismo abertzale para el que todo vale, pero también contra la última película de Álex de la Iglesia (de título homónimo al de su libro), porque según recalca Vd. vivimos en “una época en la que cualquier lector informado ya tiene acceso a la verdad histórica sobre las persecuciones de brujería de tiempos pasados” y porque “en nuestros días, el no buscar la verdad de aquellos crueles hechos sino el falsearla con imágenes e ideas susceptibles de servir intereses políticos y de partido constituye, además de un hecho de injusticia respecto de aquellas víctimas de entonces, un acto de insensatez rayana a la de los más estúpidos cazadores de brujos”. Perdone que reincida sobre lo que acaba de decir, pero ¿no es un juicio demasiado severo cuando se trata de obras de ficción? ¿O debemos exacerbar nuestra crítica precisamente hacia aquellas obras que, con la coartada de la ficción, tratan los hechos históricos a conveniencia (o más bien “por exigencias del guión”)?

La obra literaria de ficción resulta de ínfima calidad, hasta necia, cuando es inverosímil. La buena literatura de ficción puede enseñar más que la realidad misma porque, sin poder permitirse tantas combinaciones como se permite la vida, asume lo complejo de la acción humana llegando de inmediato al alma. Esto es lo que le debemos a la novela, al cine y al reportaje en general. Recuerdo aquel acontecimiento entre un lector y su amigo: “¿Por qué lloras si todo ese libro es de mentiras? No sé -le respondió el lector al amigo-, no sé por qué lloro pero lo que yo siento es de verdad”. Ese es el poder de la musculosa literatura “de mentiras”, ya que el escritor debe destilar los hechos reales y las experiencias humanas en calidad de tipificaciones, o sea, debe proyectar los límites entre lo posible y lo real. Sólo así la buena novela de ficción se convierte en verdadera. Seguramente por eso no podemos criticar de la misma manera a Pío Baroja que a Álex de la Iglesia, por la sencilla razón de que el escritor donostiarra no tuvo acceso a la verdad de los hechos de Logroño-Zugarramurdi y sí la ha tenido, en cambio, el cineasta bilbaíno, pero la ha rechazado. Para más inri, el escritor donostiarra sí se informó cuanto pudo y conoció partes de la Historia de la Inquisición del americano Ch. Henri Lea, el cual a su vez conocía en 1900 algunos legajos de los papeles de Salazar merced a que unos archiveros de Simancas, a cambio de dólares, le iban enviando copias hechas a mano de aquellos documentos luego extraviados. Al cineasta bilbaíno se la ha traído floja conocer lo que realmente sucedió en Zugarramurdi. La ficción se vuelve tanto más real cuanto más haga entender la complejidad del acontecimiento humano. 

No contento con publicar su ensayo, aparte de otros trabajos anteriores sobre las persecuciones de brujas, en Las Maléficas decide novelar con todo detalle desde los orígenes del proceso en San Juan de Luz hasta el postrer esclarecimiento de los hechos en la Suprema de la Inquisición, con una rica ambientación en los lugares donde sucedieron y la aparición de personajes de ficción, como el protagonista Martín Larralde, que convierte la ardua tarea de los Salazar, Solarte, Benegas, Labayen en toda una aventura por los valles y montañas del Baztán. Es inevitable que yo le pregunte a usted por sus modelos e influencias literarias en esta novela porque, a primera vista, hay curiosos paralelismos (pero en forma de antítesis, como el papel de los franciscanos o el de la Inquisición) con la novela de Umberto Eco El nombre de la rosa, y sin embargo Cervantes, Montaigne y Baroja parecen más decisivos en el desarrollo intelectual y literario de Las Maléficas.

Imposible saberlo, amigo mío. Escribir un libro es un misterio. Sin duda, un escritor es un cúmulo de influencias de lo que ha leído y hasta de lo que ido escribiendo. A veces a uno le transporta Umberto Eco en tal pasaje o en tal caracterización de un acto moral o psicológico, a veces es Pío Baroja, otras veces Álvaro Mutis. Montaigne le refrena a uno ciertas alegrías literarias y Cervantes se las espolea. A menudo un escritor va siendo llevado hasta por sus propios personajes sin saber bien dónde acabará todo aquello. Claro que en la novela histórica se debe saber bien de dónde viene y a dónde va todo pero esa función narrativa no proviene tanto de su dimensión episódica sino de su dimensión configurativa: además de parecer verosímil, debe serlo. En fin, que es muy difícil hablar de lo que le ocurre a uno al escribir, uno que es un haz de influencias.

¿Cree que Las maléficas es su mejor novela? Personalmente pienso que puede trascender a la larga más que el ensayo, ya que éste ha de convertirse en un indispensable referente bibliográfico para los que deseen saber más de la cuestión, pero difícilmente se popularizará más allá del ámbito académico. Antes ya ha hecho alguna referencia a ello, pero insisto: ¿Surgió la idea de escribirla como contraposición a las falaces obras de ficción existentes sobre el caso?

El lector decidirá qué vale cada novela mía. Tango de muerte me proporcionó mucha satisfacción cuando desde Cataluña un crítico supercualificado catalán la valoró mucho y hasta se prestó a presentármela en una librería de Zaragoza. A mí personalmente me dejó muy calmado la escritura de Melodías vascas así como su hijuela, El hijo del pelotari ha salido de la cárcel. Fue el ir escribiendo la novela Las maléficas, al ir aproximándome a la descripción psicológica y moral del inquisidor Salazar en sus actuaciones, lo que me convenció de que hubo alguien como mi personaje Larralde que supiese y pudiese influir en ese inquisidor para hacerle cambiar radicalmente de opinión. Esta novela también me deparó grandes alegrías viajeras y su escritura me obligó a leer muchas novelas de aventuras de jinetes y de viajes a caballo. Pero es un hecho que, al escribirla, yo no reaccionaba contra nadie ni en contraposición a otros relatos existentes, simplemente dejaba llevar mi imaginación a través de los hechos que ocurrieron y que pudieron haber ocurrido.

La mala memoria del PNV

…le impide tal vez renunciar a sus siglas EAJ -Eusko Alderdi JELtzaileak, o Partido Vasco de los Partidarios de JEL (Hell!), “Jaungoikoa ‘ta Lege Zarrak”, esto es: “Partidarios de Dios y las Leyes Viejas”- aunque estén manchadas de sangre por su participación en el genuino golpe de Estado de 1934 contra el legítimo gobierno de la II República, o bien después en sus chekas particulares durante la Guerra Civil, o por hacer la vista gorda, un tal Telesforo Monzón, durante los asesinatos masivos en las sacas de las cárceles y los buques-prisión custodiados por el partido de Aguirre, ahora de Urkullu, Ortúzar y demás verracos meapilas descendientes directos de los vencedores del bando nacional de Franco allá por 1939, si bien la paz llegó antes para los vascos (incluidos los abertzales) habida cuenta de que las autoridades de “Euzkadi” rindieron Bilbao a los sublevados para no tener que perder hasta la camisa.

Uno comprende que estos hombres y mujeres del PNV no rindan exaltado culto al Caudillo después de todo lo que le deben -es como la célebre sentencia: “No sé por qué me odian tanto, les habré hecho algún favor”-, pero de ahí a aprobar una Ley de Memoria que les excluye, por ejemplo, de purgar como partido su pasado conspiratorio junto con sus primo-hermanos carlistas con entrenamientos paramilitares de “mendigoixales” en la Italia fascista de Mussolini durante el bienio azañista…

De traición en traición, a los gobiernos de la Restauración y a los de la República y a los del mismo Frente Popular que hasta les había aprobado el Estatuto, el PNV se presenta cada nuevo día como sin mácula alguna de ningún tipo; y, a pesar de que suelo insistir en que la Historia como tal les es completamente ajena a los abertzales por voluntaria y voluntariosa ignorancia -esto es: por desmemoria a voluntad-, cabría pedirles al menos un poco de respeto por sus propios muertos, ya que no son capaces de mostrar ninguno por los ajenos.

Muertos ajenos al PNV pero a quienes se lo deben todo, desde la conservación de la misma vida y las propiedades, pasando por su presunta “legitimidad histórica” entre nosotros los vascos, a todo su poder y hegemonía actual; y en este caso sí voy a meter en el mismo saco a todas sus víctimas propiciatorias, a todos sus chivos expiatorios: carlistas y falangistas, anarquistas y republicanos, miembros de partidos como la UCD, el PSOE, el PP, UPN; servidores públicos de las FSE y de la Administración de Justicia, y los mismos etarras que fueron convertidos por la clerigalla abertzale -antes integrista católica cuando Franco, recuérdese porque el ejemplo preclaro es el maldito obisparra Setién- a la religión del Odio creada por Arana Goiri’tar Sabin, ese pobre enfermo mental.

A todos los que han sido sacrificados en el altar de la Sacrosanta Patria de la Pasta y los Intereses de estos señoritos bizkaitarras que no escarmientan jamás en cabeza ajena cabe finalmente olvidar, si no se les puede en la mayoría de los casos perdonar: han sido desalmados, precisamente; los curitas vascos crearon demonios buscando recrear al mítico “buen vasco religioso y noble y hombre de palabra”.

Y es muy dudoso que en lo futuro vayan a aprender a cómo no ser traidores, divisores, perennemente guerracivilistas en su política de facción de jauntxos reunidos en la anteiglesia de su idealizada Aldea euskadiana. Hasta que no se den la vuelta las tornas, una vez más, y nos los encontremos de nuevo con otra chaqueta: como cuando Franco veraneaba en San Sebastián y se aparecían por el Puerto con sus boinas azules a hacerle toda clase de homenajes y reverencias. En rigor, siguen siendo los mismos desde los años setenta, si no antes: son los que viniendo del anterior régimen vieron que debían jurar la ikurriña y la farsa de los fueros o serían asesinados como tantos de sus compañeros.

La lista es larga, y no se salva prácticamente ninguno: básicamente porque, de no haber apoyado a Franco -¿no fue el naviero Ramón de la Sota quien le compraba a los ingleses la gasolina y demás para el Generalísimo del Ejército Nacional?-, no hubieran medrado después de la manera en que lo hicieron, comenzando por el felizmente extinto Javier Arzalluz -alguien de quien los propios jefes etarras en los tiempos más duros del terrorismo llegaron a pensar que prefería que siguieran asesinando-. ¿Pero acaso no eran casi todos los primeros jefes de la ETA hijos de la alta y no tan alta burguesía vasca educados en colegios de la Iglesia Católica?

A ver cuándo la ETaB retransmite algo al respecto… Para ir haciendo memoria, vaya.

Sin nacionalismo no hay democracia

…como acaban de demostrar una vez más los británicos en plena posesión de su soberanía recuperada; como no han olvidado hasta el momento en los Estados Unidos de América, ni jamás -de 1789 a nuestros días- en Francia, aunque tal vez esto último no sea más que un deseo bienintencionado cuando la República ha de combatir el “separatismo” en todo el territorio nacional.

Lo cierto es que el análisis político medio en España no rebasa la evidencia de la nocividad de los “nacionalismos” vasco y catalán, que no pueden aspirar a más nación que no sea la que imponga un estado particular siguiendo criterios etnicistas, algo por completo ajeno si no contrario al ideal nacional esbozado por un Renan. Pero es que hablamos de facciones con pretensiones clánicas y tribalistas, no de la verdadera expresión de sus pueblos o “naciones”.

Por ello no cabe objetar el nacionalismo español equiparándolo de manera facilona a los separatismos abertzale y catalanista, pues que éstos son producto del travestismo de las pseudo élites más integristas de España -ya incluso antes de que el régimen franquista agonizara- y aquél surge espontáneamente del pueblo en armas contra el invasor francés durante la Guerra de la Independencia, inextricablemente unido al Liberalismo patrio.

Una doctrina liberal que, no siendo precisamente ortodoxa, reivindica claramente la Soberanía Nacional (de todos los españoles de ambos hemisferios) para dar a luz al nuevo estado constitucional que, mal que bien, fue tomando forma a lo largo del siglo XIX y cristalizará ya en las cuatro décadas de la Restauración canovista, pudiendo ser homologable a los más importantes de su entorno ya en los inicios del siglo XX -pese a la “leyenda negra” de los “noventayochistas”-.

De qué si no consignar en la España del primer tercio de siglo semejante elenco de nombres en tantos ámbitos distintos, de la Literatura a la Medicina y del Arte a la Filosofía: Ramón y Cajal u Ortega, Dalí, Juan Ramón Jiménez, Marañón, Pío Baroja, Lorca o Buñuel. ¿Acaso hablamos de fascistas o de locos patrioteros? ¿Acaso no creaban y pensaban todos en España y por España, generalmente en “España como problema” pero también en el venero inagotable de su tradición?

A la contra más que a favor de la Historia de España, un número inmenso de intelectuales (escritores, profesores, políticos) transformaron el folclorismo españolista de los espadones de Isabel II en una revisión crítica -ciertamente superficial y nihilista en muchos casos- en un afán de “regeneración” con la vista puesta en la modernización del país, esto es: positivamente, con carácter constructivo.

Y de ahí no sólo el Instituto Libre de Enseñanza sino los mismos maestros de escuela -antes, durante y después de la efímera II República-, cuya labor decisiva en tantos pueblos de España logró sacar de la ignorancia y la miseria a varias generaciones de españoles después de siglos de incuria. Por vocación y por patriotismo, como tantos siguen esmerándose a día de hoy por alimentar espiritualmente a las nuevas generaciones de españoles.

LAS VIEJAS BRUJAS DE SIEMPRE

¿Qué tenemos que enfrentar, a todo esto? Sólo el odio racista antiespañol, infundado -fruto de complejos retrógrados más que de agravios reales-, que busca segregar a gran parte de la población sobre la que pretende asentar un nuevo estado-nación, todo con motivo de hacerse con el Poder con la coartada de legendarias singularidades (nuevamente, se trata de singularidades étnicas) y falsarias historias de terror inducido.

Valga como ejemplo la sempiterna falacia de la persecución inquisitorial contra las brujas en el País Vasco, que sirve para reseñar la brutalidad y crueldad del eterno “régimen opresor” español tanto como para ilustrar a incautos sobre la presunta religión ancestral de los vascos (¡y las vascas!), en relación con las prácticas del “aquelarre” -palabro inventado a posteriori- y otras místicas de índole pagana.

Porque todo esto es falso, como dejó sentado para los restos el mismo investigador del Santo Oficio Alonso de Salazar, bien aconsejado por algunos jesuitas, cuando dictaminó que todo eso de las prácticas brujeriles era pura mentira y se prohibió en adelante ajusticiar a nadie bajo tal acusación -casi tres siglos antes que en otros “países avanzados de nuestro entorno”-. Negarse a aceptar los hechos históricos es puro abertzalismo; ¿mostrarlos es prueba de nacionalismo español?

PSOE: ESPAÑOL A FUER DE ESTATALISTA

Es en el fondo patético ver los (supuestamente) bienintencionados esfuerzos de los “centristas” por reconducir al hato de bestias españolistas al redil del marco “constitucionalista”, cuando no parecen capaces de asumir que la base de la Constitución es la Nación, que por eso tratan de destruirla en cada gesto, libro de texto o declaración institucional que se les brinde los separatistas de toda índole con sus habituales aliados de la Extrema.

Y el PSOE no es que esté en el ajo por convicción, sino porque es indistinguible del Estado maleado por extremistas de todo pelaje prácticamente de 1982 a nuestros días. Sólo la traición de Zapatero a la hipócrita conveniencia (¡conllevanza!) del Felipismo con los límites naturales de la Nación y la Ley ha cambiado el panorama, poniendo de paso en un brete, involuntariamente, a sus aliados tradicionales de régimen: CiU y PNV.

Ahora mismo el Estado es pasto de todas las facciones que pretenden alimentarse de él para constituir y blindar su Poder aparte, sobre los gobernados en las pretendidas “naciones” que más que constituir pretenden sojuzgar. Y el PSOE considera factible dominar la situación “desde arriba”, que no implica en su caso sólo el Gobierno de la Nación, sino el Estado mismo. Pero se trata de un Estado en quiebra, insostenible si no es por la pertenencia a la UE.

CONCLUSIÓN

A consecuencia de esta identidad PSOE-Estado, en ningún caso podría un Dr.Sánchez cualquiera separarse de la UE, lo que le distancia decisivamente de su propio socio en el Ejecutivo (Podemos), como de los separatistas a los que no puede autorizar la secesión de sus “naciones” a riesgo de desintegrar precisamente uno de los “países miembro” de la UE que además se halla sujeto a la disciplina implícita y explícita del pacto por la moneda única (euro).

Lo que no es óbice para que el PSOE acabe definitivamente por arruinar y liquidar el mismo Estado -un suicidio partidista aun antes que nacional-, por lo que de buenas a primeras cabe demandar a los patriotas o demócratas o “constitucionalistas” que se dejen de zarandajas conceptuales y comiencen a defender de veras la Nación, “la España de los balcones” y la de los talleres y restaurantes, la de “la gente”: la de quienes esperan aún ser tratados como ciudadanos.

Una nueva transferencia de responsabilidad

…a manos del PSOE opera sobre la actualidad acerca de la gestión de la crisis sanitaria causada por el coronavirus, que el Gobierno Sánchez-Iglesias ha delegado en las comunidades autónomas como si se tratase de otra competencia más, mientras se formula mal disimulada la acusación a los ciudadanos de ser ellos quienes podrían provocar la extensión de la epidemia.

Ciertamente, depende de cada uno hasta cierto punto frenar los contagios, pero no es esto lo que han dado a entender las autoridades sanitarias con su estrategia de reclusión forzosa de la población en general, habiendo minimizado con anterioridad al 8-M el grave riesgo inminente que amenazaba a los españoles desde hacía al menos un mes.

Los caudillos totalitarios actúan así, convirtiendo cada uno de sus disparates, desastres y crímenes en objeto de proceso contra “el Enemigo”, ese “Otro” que, no siendo elemento del Movimiento (o incluso perteneciendo al mismo) resulta tan desechable en cuanto persona como útil y acaso rentable como chivo expiatorio. Y lo peor es que les funciona (antes en la URSS como ahora en China).

Entre nosotros, los socialistas españoles acabarán por hacernos creer que fueron los botellones en las residencias los que han (de)generado las peores cifras mundiales de defunciones por la Covid-19, de sanitarios infectados y de períodos de reclusión (con sus fatídicos datos económicos y sociales aparejados), por no hablar del perjuicio causado a los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

Ya hicieron creer durante el mandato de Rajoy que el PP era el partido más corrupto de España, cuando las cifras reflejadas en los sumarios juzgados y sentenciados con imputados y condenados del PSOE (o el PSOE como organización, o la UGT) escandalizan incluso fuera del mundo occidental. También le atribuyeron, contra toda evidencia, los “recortes” sociales que nos legó el incalificable gestor conocido como ZP.

Entonces Rubalcaba –“yo lo sé todo de todos”, decía en sus ratos villarejos- se parapetaba detrás de la presunta espontaneidad del 15-M, aunque con alevosa diurnidad venía de votar aquello impuesto por la UE al propio Zapatero para que la devolución de la deuda antecediera al pago de las pensiones, reforma de la Constitución mediante, que efectivamente Rajoy también apoyó una vez seguro de heredarle el cargo.

Sucedió con el asesinato de Isaías Carrasco antes de las Generales de 2008 -con un Patxi López espetándole a Rajoy aquello de: “¿Y ahora qué dices de que traicionamos a nuestros muertos?”- y simultáneamente los socialistas transfirieron el protagonismo social de la culpa de la ETA asesina a un “Machismo español” que ocasionaba “víctimas de violencia de género”, que desde entonces sustituyeron en el espacio público a las del terrorismo.

Por supuesto sucedió con la masacre del 11-M, cuyo horror y cuya responsabilidad (práctica culpabilidad: “Gobierno asesino”, etc.) fueron transferidos en todas sus dimensiones al presidente saliente José María Aznar y, por extensión, a todo el PP -contra “la Guerra” llegó “la Paz” de ZP, que ya había encomendado a Eguiguren años antes la aproximación a los terroristas para informarles de sus buenas intenciones para con ellos-.

En rigor sucedió ya con el 23-F, puesto que el “Gobierno de concentración” que presidiría Armada tenía como vicepresidente a Felipe González y no faltaban tampoco Narcís Serra o el recientemente difunto Enrique Múgica (junto con varios socialistas más), lo que no fue óbice para que la mayoría del electorado decidiera rechazar a una UCD ya muy castigada -y encima “por el Cambio”…

EL PSOE NO CAMBIA

Eran otros tiempos, desde luego; aunque el PSOE siga pretendiendo que votar sus listas infectas de procesados por corrupción y familiares en todos los grados representa votar “cambio”. Cambio de qué: ¿de nombres, de costumbres, de tácticas y estrategias, de ideas? Nada de eso: es otra seña identitaria más, como un tatuaje antiguo que ya no significa nada.

Hace un siglo acusaron de corrupción a los partidos de la Restauración y se aprestaron a colaborar con la dictadura de Primo de Rivera (con la UGT en pleno) y su “diálogo social”. Luego fracasó el Directorio y se posicionaron los primeros para tomar al asalto el Gobierno de la II República, que tanto contribuyeron a socavar Largo Caballero e Indalecio Prieto antes de lanzar la insurrección (para la guerra civil) en Octubre del 34, con anarquistas y la colaboración de PNV y ERC.

Luego en comandita con la CNT y el PCE robaron las elecciones como Frente Popular, se apoderaron del Estado y comenzaron con su plan de genocidio (la prueba es Paracuellos), antes de que Negrín le vendiera el Gobierno a la URSS junto con las reservas de oro del Banco de España y parte de lo que aún quedaba del Estado «republicano», pues con ello perseguían alargar la guerra para enlazarla con la que iba a ser denominada Segunda Guerra Mundial.

Y no escarmientan, no descansan en su estupidez, les guía una extraña Idea que no concuerda casi nunca con la sociedad que tienen delante, pero les da igual: la culpa es siempre de los otros, de la Derecha, de los que están en frente o simplemente pasaban por ahí. Así lo creen porque lo han interiorizado y eso explica, tal vez, por qué se la pasan 80 años después de acabada la guerra removiendo tumbas de propios y ajenos.

Al cabo, la culpa de todo la tuvieron (la tienen) “los fachas”, “las Derechas” o Franco (¡los tres!). Como ahora con el coronavirus -“la maldición de Francokamón”, que le llama Federico- igual resulta que la tiene el Rey.

Una estrategia para la Derecha

…pasa por realizar el preciso diagnóstico de la situación, que fue alterada radicalmente desde el mismo instante en que José Luis Rodríguez Zapatero llegó al Gobierno con el PSOE utilizando los muertos de la masacre terrorista del 11-M contra el PP -el otro partido pilar del sistema nacido con la aprobación de la Constitución de 1978-, una vez producida ya la ruptura de PNV (Pacto de Estella, Plan Ibarretxe) y CiU (Declaración de Barcelona, Pacto del Tinell) con el marco legal vigente consensuado en los albores de la democracia.

EL RÉGIMEN DEL 11-M (O DEL 15-M)

Rotos todos los consensos por Zapatero en política interior como en la exterior, y desde el momento además en que el PSOE relegitimó a todos los perdedores de la Guerra Civil como “demócratas” en contra del “franquismo/fascismo” del PP con el fin apenas declarado de refundar el régimen a partir de una legitimidad de nuevo cuño -la que brinda (y pretende blindar legalmente) la “memoria histórica”-, la Derecha debiera haber reaccionado de un modo muy distinto al que por entonces hizo siguiendo el presunto liderazgo de Mariano Rajoy.

Para empezar con la cuestión del separatismo catalán, jamás debió permanecer el PP en las bancadas del Congreso -sede depositaria de la Soberanía Nacional, recuérdese- una vez aprobado por la vía torticera de la “reforma” un nuevo estatuto de autonomía manifiestamente anticonstitucional desde su mismo preámbulo, donde se expresaba que “Cataluña es una Nación” sin mayor ambage, constituyéndose de facto en sujeto político soberano ajeno y contrario al Pueblo Español -esto es: amputando la Soberanía Nacional con el visto bueno de una mayoría simple de diputados (incluidos los del “medio centenar” de Alfonso Guerra)-.

Respecto al consenso en materia antiterrorista, desde antes de alcanzar el Poder lo había traicionado ya Zapatero con la “vía Eguiguren”, tratando de sumar a ETA al nuevo consenso que esperaba fundar con la exclusión del PP del nuevo régimen. Para eso el PP debía ser “heredero del Franquismo” y los etarras emparentar con una antigua marca legitimada únicamente por su existencia en tiempos de la II República, caso de ANV, a la que se permitió concurrir electoralmente en flagrante violación de la Ley de Partidos, como después sucedió (y sucede) con Bildu y Sortu.

La denominación “proceso de paz” para el negociado político con los terroristas no era, desde luego, inocente: había que sellar “la Paz” con los propios antes de continuar la guerra contra los “enemigos” de la Derecha. Y Rajoy, que acusó inicialmente a Zapatero de “traicionar a los vivos y a los muertos” y reclamó las actas de los pactos contraídos por PNV y PSOE con ETA en Loyola, realizó otro de sus repentinos giros de veleta para acabar ofreciéndole su apoyo después del asesinato en 2008 de Isaías Carrasco -muerto que un tal Patxi López le arrojó en la misma capilla ardiente, cuando se trataba de otro de la docena de asesinatos imputables al PSOE por su “proceso” de colaboración estrecha con los etarras durante más de un lustro, en otra jugarreta pensada para rentabilizar electoralmente los cadáveres del terrorismo-.

EL PSOE, ALIADO DE TIRANOS

Con la sentada de Zapatero ante el paso de la bandera de EEUU durante el Día de las Fuerzas Armadas, después de la ignominiosa retirada de las tropas españolas de Irak, el PSOE se entregó a “la Paz” no sólo con ETA sino con sus ocasionales patrocinadores, la Cuba castrista y la Venezuela de Hugo Chávez, luego de Maduro, así como con la Bolivia de Evo Morales, todos ellos regímenes dedicados al narcotráfico al por mayor para financiar, junto a los petrosobornos de Odebrecht, “el Socialismo del Siglo XXI” del que acabaría naciendo Podemos (Poder Democrático Social).

También se prestó a relajar la postura de la UE respecto a la “Guerra contra el Terrorismo” desatada por el presidente Bush Jr., como hizo con Cuba, pergeñando esa insólita “Alianza de Civilizaciones” con Turquía para mantenerse equidistante entre EEUU y el yihadismo –“a la francesa” en tiempos de Chirac como de De Gaulle respecto a la influencia soviética-, Irán o las organizaciones terroristas que operaban (y operan) en Gaza, Líbano, Siria, Irak…

Tradicional amigo de tiranos, el PSOE actual de Pedro Sánchez ha superado de la mano de Podemos ese estadio de equidistancia que todavía resultaba presentable en la UE por una alianza sin parangón -vía Zapatero- con los narcorregímenes americanos, aunque no parezca por de pronto interesado en sustituir Arabia Saudí por Irán como socio preferente en Oriente Medio.

Pero la Derecha calla, después de haber protestado enérgicamente durante una temporada contra el Madurato (gobernaba el PP con apoyo de Cs), pues dejó de hablar de ello como de tantos otros temas según la agenda de Podemos -que ha marcado la agenda de la inmensa mayoría de los medios, consciente o inconscientemente, desde su irrupción en 2014 en la Eurocámara (al menos)- iba cambiando de día, semana o mes… con la finalidad básica de erosionar lo suficiente todas las instituciones, incluidos los partidos políticos, ante sus “contradicciones” y en aras de preparar el asalto final al Poder.

DEFENSA DE LA MEMORIA, DEFENSA DE LA HISTORIA, DEFENSA DE LA VERDAD

Como ha callado la Derecha durante cuatro décadas o más en lo relativo a la legitimidad del régimen del 78, que deviene inexorablemente del anterior a través de la reforma y no de la ruptura, por no asumir la realidad de que si la democracia fue posible en España a la muerte de Franco de manera no excesivamente traumática se debió a que la trajeron los vencedores de la Guerra Civil, de común acuerdo con los vencidos (PCE), y no debe nada a los antifranquistas sobrevenidos -muchos de ellos (prácticamente todos), hijos a su vez del régimen del 18 de Julio- que poblaron desde el principio las filas de PSOE, CiU, PNV y demás.

ETA fue la que decidió autoexcluirse del consenso democrático, hasta que Zapatero la llamó de nuevo al protagonismo político invistiendo a terroristas como Arnaldo Otegui como “hombres de paz”. Por eso era importante soslayar el papel político de las víctimas del terrorismo abertzale y ocultarlas en la confusión de “víctimas de cualquier violencia”, fuera “de género” o “parapolicial” o propia del “austericidio” (palabro contradictorio con el significado que se le quiere dar), etc.

En el fondo, lo que el actual vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias daba a entender a los proetarras en una herriko taberna con aquello de que ellos habían leído bien la situación durante la Transición era que todas sus víctimas de entonces eran el “enemigo”, “franquistas” a los que había que liquidar en venganza por “todos esos muertos” de la Guerra Civil al parecer compartidos por ETA, Podemos, PSOE, PNV, CiU, ERC, BNG… de manera exclusiva. Porque los muertos, “esos muertos”, no podían ser del PP, que por eso “patrimonializaba” las víctimas del terrorismo etarra como autodefensa.

Y los del PP a no meterse en problemas, claro. Para que no les llamaran “franquistas” aquellos que nunca han dejado de ensalzar a los varios criminales de guerra que pulularon en las filas del Frente Popular durante la Guerra Civil, comenzando por Santiago Carrillo, o directamente por Stalin. Por no hablar de los chequistas del PSOE, del PNV, de los follamonjas asesinos de la CNT de Durruti o de los innumerables criminales de ERC. De hecho, resulta inconcebible que puedan existir en democracia siglas como aquellas declaradamente guerracivilistas como PSOE o ERC, o la declaradamente racista del PNV.

PRIMERA CONCLUSIÓN

En síntesis: “la Guerra” le ha sido declarada hace tiempo a la Derecha (por parte de esta Izquierda impostada) y sin embargo hace como que no se entera. El diagnóstico es que el régimen constitucional del 78 murió el 11 de marzo (o entre el 11 y el 14-M) de 2004 y se convirtió por voluntad exclusiva y excluyente del PSOE y sus aliados en otra cosa, en la que ahora andamos enfangados, sin que el PP (“la Derecha española” hasta la irrupción de Vox en el Congreso) haya dejado de hacer el Tancredo desde 2008 a nuestros días.

[CONTINUARÉ]