Cuando la realpolitik no garantiza ni los propios intereses

…ni mucho menos los derechos humanos, y ni siquiera parece poder garantizar la mínima seguridad de sus ciudadanos -y esto es tan válido ahora para varias naciones europeas ante la amenaza rusa, que de momento se ceba en Ucrania, como para España a corto plazo si no aprende a cuidarse mejor de la explosiva situación en que se encuentra el Magreb, de Marruecos a Egipto, con las injerencias varias de rusos, turcos, useños, británicos y franceses-, entonces es que conviene cambiar de juego.

En realidad, ¿a qué ha estado jugando la UE desde la Caída del Muro? Lo que surgió como un conglomerado germano-francés para constituir la Comunidad Económica del Carbón y el Acero ha devenido en un balneario-geriátrico para millonarios cansados de ser occidentales, tal vez ansiosos de experiencias más fuertes que las vividas, que en detrimento de acción al menos obtienen el placebo del “Bienestar” verde y reciclable y (presuntamente) autogestionario. Las nuevas generaciones, a su vez, se evaden en mundos virtuales mientras esperan la paga y el finde.

Pero en la vida real, donde un poderoso Ejército que está dejando miles de bajas propias -mientras no pierde la oportunidad de masacrar a la población civil y causar el mayor número de destrucción material y saqueo generalizado- para asentar su posición en el tablero del siglo XXI podría lanzar ataques con armas de destrucción masiva sobre ciudades escandinavas, de Alemania o de Polonia, no parece que la UE pueda seguir estirando el chicle de la hostilidad contra Putin sin llegar, literalmente, a las manos. Que es la justificación que, por supuesto, éste espera.

¿Se trata entonces de no jugar a lo que quiere el tirano ruso? Se trata lisa y llanamente, como nos enseñan tantas lecciones históricas, de entender por lo menos que, de manera no precisamente velada, la guerra ya les ha sido declarada a todas esas naciones sobre las que Putin desea ejercer una hegemonía recuperada, con la misma o parecida coartada que la empleada para invadir Ucrania, y se trata de cerca de una docena de ellas, de Rumanía a Finlandia. Puede que uno no elija a sus enemigos, pero al menos debiera ser consciente de quiénes son y de cuándo vienen a por uno.

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En este escenario inusitado

…para nosotros “los occidentales”, cuando nos vemos directamente expuestos a la amenaza de una escalada bélica susceptible de devenir en guerra total, con el uso en último extremo (en el último de los supuestos) de las mismas armas nucleares, cuando la cosa pinta tan mal, en una primera impresión, resulta que los cambios suscitados pueden ser drásticos y producirse a mayor velocidad de lo que cualquiera -cualquier crítico de la actualidad degradada de nuestros sistemas democráticos- podría haber previsto, y muy previsiblemente para bien.

La entrada de Putin en Ucrania como elefante en cacharrería, bien que sumada a la ya de por sí nefasta política exterior de la UE y la errática provisión energética de que han hecho gala hippie las naciones europeas desde hace medio siglo o más, ha supuesto a la postre una clarificación total de las políticas respectivas del conglomerado de países miembro, no sólo proyectando una diáfana unidad en lo moral más allá del corpus de las directivas rojiverdes, sino ampliando el espectro del proyecto europeo hacia una verdadera realidad político-militar.

No obstante los ucranianos combaten solos, ciertamente harían bien en no esperar nada más de nadie que la solidaridad generalizada en el discurso y la ayuda humanitaria, o a título particular de los ciudadanos de países vecinos, pero no es improbable que a la postre y pese a la postura manifiesta de la OTAN de no injerencia en el teatro de operaciones bélicas se acabe desplegando, porque es necesario más allá del envío de armas y asistencia técnica al esfuerzo militar ucraniano, un genuino contingente por la liberación de Ucrania peleando bajo su bandera.

En este sentido, siempre es alentador comprobar que más de 20.000 combatientes extranjeros se han unido ya a la guerra contra los invasores rusos de Putin, que trata de superar con tropas mercenarias los profundos agujeros en la moral y la capacidad de su falsamente victorioso Ejército “de Liberación”. Y en el mismo sentido cabe dejar por escrito que la mayoría de ellos son británicos, probablemente profesionales, que aún consideran que las únicas guerras a las que merece la pena acudir son aquéllas que se libran por principios.

La UE -dícese de Alemania en su coyunda no del todo afectuosa con Francia- parece querer comenzar a buscar de verdad su propio lugar en el mundo, después de haberse engañado décadas (e incluso siglos) al respecto, pero no deja de resultar paradójico que la luz de las antorchas que han de guiarla pertenezca en la hora presente a naciones como Ucrania o Gran Bretaña, tan fuera de la UE como dentro de Europa; tan dentro de Europa como fuera de ella se ha situado Rusia, ahora la de Putin, por voluntad propia desde hace ya más de un siglo.

En realidad, la Segunda Guerra Mundial aún no ha terminado

…y de hecho es cosa sabida en la comunidad de historiadores, porque de lo contrario no se entienden conflictos como los de Ucrania, pero tampoco los de China con Taiwán, el de Israel en Palestina, la partición de Corea y tantos otros asuntos de las relaciones internacionales que han sido soslayados, a conciencia o por despiste, en las últimas tres décadas de vida inteligente en Occidente.

Al respecto, un dato clásico de la historiografía es que la SGM comenzó el 1 de septiembre de 1939 cuando las tropas alemanas invadieron Polonia por el Oeste del país a las órdenes del dictador nazi Adolf Hitler, pero suele soslayarse -cuando no se oculta deliberadamente- que las tropas de la URSS (fundamentalmente rusas) del dictador comunista Josif Stalin penetraron por el Este el 17 de septiembre, siendo aplastada toda resistencia polaca para el 6 de octubre.

En respuesta a la invasión, Inglaterra y Francia le declararon la guerra a Alemania el 3 de septiembre… pero jamás a la URSS, posterior aliado en la contienda, que a su vez se dedicó a tratar de invadir Finlandia apenas dos meses y medio después, con estrepitoso fracaso por su parte. Pero una guerra que supuestamente empezó por la invasión de Polonia terminó no menos supuestamente con su práctica entrega a uno de sus invasores, la URSS de Stalin.

En la partida de las conferencias que se jugaron, entre trago y mucho trago, los dos gigantes de la hora, Churchill y Stalin, (cierta) Europa quedó ciertamente repartida entre los vencedores según las denominadas “áreas de influencia” que, una vez unificada la parte de useños, británicos y franceses, validó el “telón de acero” detrás del cual quedaron Polonia y Hungría, Bulgaria y Rumanía, y hasta Checoslovaquia, cuya capital Praga se encuentra al oeste de Viena.

En Grecia aún hubo de librarse una cruenta guerra civil para liquidar a la guerrilla comunista, mientras la Yugoslavia de Tito iba a avanzar por esa especie de tercera vía “autogestionaria”. Media Alemania quedó asimismo al otro lado del Muro, que no sólo era físicamente una pared con alambradas y torretas de vigilancia, como se ha demostrado durante estas tres últimas décadas que han seguido a su destrucción material.

ELLA SIEMPRE DICE NO

La partida que ahora juega “Europa” se complica al asumir la perspectiva del “líder” de la UE, una Alemania cargada de complejos, remordimientos y también cierto rencor hacia Occidente, y no hablo meramente de su clase política, más bien acomodaticia, “tolerante” siempre a favor de los vientos -“veletismo” lo llamamos por aquí- y consecuentemente corrompida por los vicios y placeres del “Bienestar Social” tanto como por el nihilismo relativista y suicida.

Una sociedad que no parece haber comprendido que la raíz del mal hitleriano, una especie de racismo espiritual tanto como fisiológico, intelectual y hasta cuasi religioso, no brota del militarismo prusiano sino de la filosofía idealista -de Hegel a Heidegger, ¡la conjura de los idealistas alemanes!- que no deja de deslumbrar a tanto tonto con ínfulas de sabihondo, de oscuro arúspice de los designios de la Historia, desvelador de secretas claves teleológicas…

Así que es de agradecer la noticia de que el actual canciller de Alemania haya decidido apostar por la Defensa, siendo como es Scholz el primero de su partido (PSD) en gobernar después de Schroeder, vendido al Estado ruso vía Gazprom antes incluso de haber abandonado la presidencia del Gobierno, si bien se trata de quien fue reelegido pese a su inepcia por la hazaña de acercarse con impermeable y botas a saludar a la gente durante unas graves riadas.

Queda por recordar, pese al empalagoso unánime elogio en su reciente despedida del cargo, a quien tantas responsabilidad tiene en la situación presente, la ex canciller Angela Merkel, no menos enfeudada a Rusia, no menos responsable de las anteriores cesiones a Putin en Georgia y Ucrania, y en la misma Siria, o en Libia, donde Obama y ella jugaron a redentores de la Humanidad en nombre de ¡la democracia! antes de tener que dejarlo todo en manos rusas y turcas.

PUTIN ES EL ÚNICO AGRESOR

Pero ha bastado la invasión de Ucrania, que ahora da la impresión de ser un paso en falso de Putin, para que toda la “realpolitik” anterior apuntada, más que apuntalada, por una Alemania desmilitarizada, desnuclearizada y hasta despolitizada -la disparatada legislación “de género” y “trans” rige para Polonia y Hungría, ¿pero no para Rusia o China, campeones en la violación sistemática de los derechos humanos, como Irán o Cuba o Venezuela?- se haya venido abajo.

Hay que celebrarlo, precisamente en un momento de franca (presunta) retirada de la República Imperial de los USA de media Europa y medio Asia, aunque a la postre no les quedará otra a los useños que volver a intervenir: ¿o es que pretenden que, como la Gran Bretaña de antaño, pueden vivir un “espléndido aislamiento” los que se encuentran entre el Pacífico y el Atlántico, con la Rusia de Putin al Norte y la América Roja al Sur?

No sólo es que no puedan permitírselo, es que ya van tarde parando a chinos y rusos en el hemisferio que debiera ser de su casi exclusiva incumbencia -“America para los americanos”, según Monroe-, ya que España (y con ella la UE) ha desertado de cualquier responsabilidad desde la masacre terrorista del 11-M en Madrid, con la llegada de Rodríguez Zapatero al Poder, a nuestros días, patética “Alianza de Civilizaciones” mediante (y patético Rajoy también).

Así que cuando el dictador Putin se atreve incluso a amenazar a países como Suecia o Finlandia, cuando las tres repúblicas bálticas (Letonia, Estonia y Lituania) entienden que serán el siguiente plato con no mucha mayor preocupación que Polonia y Hungría, Bulgaria y Rumanía, y hasta la misma Turquía (miembro relevante de la OTAN) decide cerrar el acceso al Mediterráneo a los buques rusos… se puede declarar que Rusia es, efectivamente, el enemigo.

UCRANIA NO DEBE CAER, CUBA SÍ

Y si quisiéramos, si nos atreviéramos a mirar con una “visión global” la situación política del mundo todo, con especial atención al respeto de los derechos humanos más básicos de nuestros congéneres, entenderíamos enseguida que resistir hasta la victoria en Ucrania, hasta la retirada rusa y el colapso del régimen de Putin, es la única opción a día de hoy no ya para la fofa “Europa”, sino para todos los pueblos oprimidos por el comunismo en América, Asia y África.

Más allá de la torva propaganda de los De Prada que justifican a Putin, o los Pablo Iglesias que aducen “cabalgar contradicciones” para hacer lo propio con Putin, Xi Jinping y los ayatolás de Irán, de todos aquellos que alegan enfrentarse al “Nuevo Orden Mundial” por “uniformizador” cada vez que han de armar sus tramoyas y escenarios, discursos de propaganda antiUSA y demás, tenemos a las juventudes de Cuba y Ucrania, de Nicaragua y de Hong-Kong, de medio mundo no-occidental dispuestas a conquistar la libertad por sus propias manos.

Así que, como rezaba esa canción: “Si no piensas ayudar, échate a un lado”.

Contra los panegiristas del guerrero cristiano

[Publicado como carta del editor en el extinto diario Nuestra Hora el domingo 4 de mayo de 2014.]

El último reaccionario del siglo XIX, el Sabino Arana castellano, el Nocedal blandi blub Juan Manuel de Prada lleva unas semanas escribiendo loas a Vladimir Putin en el ABC que fuera de los Luca de Tena -ahora vocentino, luego de estilo semi cope-semi berlusconiano-, como si el tirano ruso fuera la reencarnación del guerrero cristiano que, con su flamígera espada al viento de la estepa, tuviese como fundamento misional de toda su acción liberar a la civilización occidental de sus vicios y enemigos.

Loas a alguien como Putin que ha sido capaz, no una sino varias veces, de ordenar bombardeos masivos con armas químicas sobre la población civil, mientras se dedica en cuerpo y alma a saquear las riquezas naturales de su país en comandita con otra serie de antiguos camaradas de régimen, ensalzados como “oligarcas” cuando no caen en desgracia ante los ojos del “nuevo zar” y son desterrados a Siberia como en los buenos viejos y soviéticos tiempos de antaño.

Un Putin que ha liquidado toda oposición política y periodística por la vía expedita del encarcelamiento (Jodorovsky) o el asesinato (Politkovskaya) y fustiga toda disidencia o desvío con la misma saña (asesinato de Litvinenko y encarcelamiento de las Pussy Riots), aparte de fomentar la expansión en toda Rusia del discurso del Odio a los homosexuales, los judíos y los occidentales, aderezado de un nacionalismo sacrosanto que se vale lo mismo de la cruz que de la hoz y el martillo para sus espurios fines de dominación.

El conflicto de Ucrania es complejo -menuda obviedad-, pero sobre todo para aquellos que no son capaces de quitarse las anteojeras de la ideología, que no tan paradójicamente es capaz de hermanar a católicos ultramontanos con nostálgicos del imperialismo soviético porque ambos son enemigos de las conquistas de la igualdad de derechos y las libertades individuales. Por suerte tiene el ABC el antídoto en la persona y obra de Hermann Tertsch, no en vano víctima de nuevo del acoso de la izquierda sectaria nacional, que también está con Putin.

Pero cabe preocuparse cuando tantos en Europa entienden que se ha dado un mal paso en Ucrania, que en verdad debería seguir siendo una especie de coto privado de la neoRusia putiniana (como Georgia, Chechenia, Bielorrusia… y demás). La cobardía travestida de prudencia diplomática, una vez más; mientras la situación interna en Rusia no ha dejado de degradarse desde que todo lo decide Putin: se desploma la esperanza de vida, la economía es de subsistencia, se disparan las desigualdades sociales y crece el fanatismo nacionalista.

Para De Prada, toda la política (exterior o no) se reduce a Literatura, y no de la mejor. Pero los dirigentes europeos debieran tomarse algo más en serio el desafío de Putin, porque alguien que es capaz de tener comiendo de su mano al que fuera máximo dirigente de Alemania, caso de Schroeder (ya fichado para Gazprom antes de abandonar la presidencia del Gobierno), no es precisamente un enemigo menor.

Los estúpidos debates de nuestro tiempo

…nos tienen al cabo inquiriéndonos sobre si un tenista serbio puede entrar fumándose un Marlboro en un establecimiento público, tal que una taberna o un restaurante o un pub, al haber recibido una exención dudosa por su gran mérito sobre las canchas, ¿o se trata de su ejemplaridad como fumador libremente responsable pero ajeno a las normas del local?

Simultáneamente, tenemos al pequeño dictador del país vecino renuente a obligar a la población que gobierna a vacunarse, pero dispuesto no menos a joderla viva si no lo hace, y luego están los pesadísimos tribunales de tantos y tantos países diciéndoles de manera exasperada a nuestros gobernantes que no saben hacer las leyes que convienen, técnicamente.

Otros lanzan cruzadas por libertades inverosímiles, y pretenden que como odian a Lenin se les debe recoger en el regazo de la Sagrada Causa de la Libertad, como si ésta estuviera perfectamente desvinculada de los hombres y las sociedades reales, que en medio de una peste, ahora como hace mil años, deben procurar en primer término la salvaguarda de vidas.

Un fallo en la comunicación global, como si fuera un fallo global en la comunicación, es la consecuencia (no sé bien por qué) inesperada de esta crisis coronavírica, cuando en rigor hubiera valido el comunicado del brote antes de 2020 por parte de las autoridades chinas, y las subsiguientes medidas de cierre de fronteras y reclusión forzosa, para atajar en buena medida el mal.

No sólo no se produjo, sino que la distorsión fue la tónica en la política de comunicación del buró del Partido Comunista Chino, genuina peste de nuestro tiempo de la que sólo pueden venir males mayores en todos los ámbitos para el mundo entero, no sólo para nosotros, por mucho que Occidente lleve haciéndose el sueco al respecto lo menos medio siglo.

Pero si China es el Mal, los sujetos como Djokovic son su quinta columna en el amedrentado Occidente, no menos que los Bill Gates o las Kamala Harris, los apóstoles de la medievalización de Europa y EEUU como Greta Thunberg o nuestro pobre tonto pero millonario comunista Alberto Garzón, el demediado Pablo Iglesias o la exageradamente cursi Yolanda Díaz.

Con Rusia llamando a las puertas otra vez, como acostumbra también desde hace mil años, Alemania se ve ahora impelida a amenazar con la suspensión del tratado sobre el gas que la mantiene funcionando desde hace dos décadas, por culpa del entreguismo progre de sus élites no menos que por su aversión verde a las nucleares y por su política exterior vegana.

En esta tesitura, cuando la guerra abierta por los recursos energéticos del Planeta ha estallado hace tiempo, una administración USA en franca retirada deja al aire la estrategia toda de una UE sin Ejército, sin Energía, sin Política Común Exterior -¿cuál es el grado de ignominia que ha alcanzado respecto a Venezuela y Cuba, Siria o Libia, y tantos otros países?- y sin proyecto alguno.

Que pretendan a la vez imponernos la absurda agenda 2030/2050 de los milmillonarios progres, nihilistas, como los citados antes, que sólo piensan en sobrevivir a la muerte como sea porque no pueden imaginarse un mundo sin ellos mismos -a diferencia de lo que les pasa a 9 de cada 10 de los 7.600 millones de seres humanos-, ofrece una cruda imagen del presente real.

No son líderes de nada, sino casta amorfa, de seres cuasi virtuales, fascinados por la propia desproporción de sus dineros y poderes, pero a la postre mortales y errados como cualquiera de nosotros, sólo que más peligrosos por sus codiciosas pretensiones de reforma moral del mundo, de redención universal. De ahí la generación de estos estúpidos debates actuales.

Los que saben ver, y además tienen un poder real sobre las cosas, conocen de sobra lo que vendrá a continuación, y como todo lo que hasta entonces ha sido reconocible y reconocido puede desintegrarse en apenas unos años: es la Guerra, que todo lo trastoca; y que se permite llamar a la puerta de Occidente precisamente cuando no parece haber nadie detrás para defenderla.