…es como nos hemos revelado los seres humanos en todo el mundo durante este 2020 de la pandemia, puesto que lo que las tecnologías de la comunicación han podido hacer llevadero a muchos no resulta soportable todavía para la mayoría de la población mundial: sólo los previamente hechos a rata de biblioteca -o mouse de PC- han encontrado estímulos para la creatividad durante la reclusión forzosa, y ello incluye a músicos, diseñadores, escritores…
Pero a los demás, básicamente, el cese de las restricciones les ha conducido a patear las calles, terracear más que nunca, volver a tratar con asiduidad a familiares y antiguas relaciones; a querer hacer, en definitiva, aquello que se echaba en falta sin saberlo hasta que la propia imposibilidad de llevarlo a cabo -cierta sensación de angustiosa falta de libertad- ha puesto de manifiesto la necesidad de no postergar más el hacer lo que se quería hacer y nunca había tiempo para hacer.
En letal contradicción con lo aconsejable para una larga temporada, no sólo en nuestro país sino en tantos otros de Europa se ha tolerado una “vuelta a la normalidad” (con mascarilla, eso sí) que no hacía al caso de la Covid-19 hasta haber dispuesto de tratamientos revulsivos o bien de la propia vacuna que ahora -en un tiempo récord, conviene insistir en ello- ya comienza a dispensarse en todo el mundo occidental.
Las urgencias han sido más políticas que sociales, en atención primera de la situación económica, pero tal vez el cortoplacismo ha jugado a la postre una mala pasada a los que optaron por un nivel bajo de restricciones; en el caso de España, con un Gobierno que hizo durante dos meses que la amenaza del SARS-CoV2 no iba con él, las decisiones se adoptaron tarde y mal, y no mejoraron después con la prolongación del extremado confinamiento general, y empeoraron sustancialmente con la jactanciosa declaración presidencial de haber “derrotado al coronavirus”.
Hasta el punto de que, a estas alturas del fatídico año y con la vacunación masiva (que llevará años) en ciernes, lo que en otros países occidentales se puede estudiar para continuar mejorando en las políticas para afrontar innovadoramente este y otro tipo de virus de alcance mundial, entre nosotros los españoles no ha servido para suscitar el debido debate público acerca de qué cosa haya podido ser la epidemia de Covid-19 en nuestro país -con el mayor exceso de mortalidad en 2020-.
Valga meramente como recordatorio o balance de la ejecutoria del Gobierno maldito Sánchez-Iglesias -apoyado básicamente en ERC y Bildu-, al que saludé un día de enero del presente como “Gobierno transformista” del “partido más corrupto de Europa y sus socios bolivarianos”, formado por “los profesionales del odio, del escrache y de la pintada amenazante”; los “redentores” por quienes desde hacía ya algunos años venía al parecer clamando “la gente”.
Pues ahí los tenemos, y así nos va y peor que nos va a ir hasta que definitivamente quiebren el Estado y hayamos (o no) de ser rescatados por la UE. Pero seamos “sociales” ante todo, aunque cierta “sociabilidad” a la izquierdista linde ya prácticamente con cualquiera de las más corrientes sociopatías.