La connivencia mediática con el “proceso de paz”

…queda más patente si cabe en el “décimo aniversario” de la pantomima proetarra de Ayete, como quedan al descubierto las demás connivencias, no por sangrantes menos verdaderas, del PP de Mariano Rajoy en sus años de oposición (2004-2011) tanto como después, ya en el Gobierno de España con Jorge Fernández Díaz en Interior (2011-2016) haciendo de contacto de José Luis Rodríguez Zapatero para continuar con la “hoja de ruta” pactada por el PSOE directamente con los terroristas.

En el caso de los medios, este miércoles se atreve El Diario Vasco (del grupo Vocento, dueño también del ABC) a titular en su portada “El día que Euskadi renació” para saludar el 20 de octubre de 2011, y si se refiere a que el proyecto de ETA no murió aquel día, sino que renació, entonces sí, por supuesto: es la tesis de Mayor Oreja en un artículo también publicado este miércoles en El Mundo.

Porque parece mentira que la escenificación del “desarme” y de la presunta disolución de ETA con “mediadores internacionales” -todos ellos desprestigiados comisionistas de “la Paz”, empezando por el nefasto Kofi Annan- pueda ser celebrada por quienes no pueden haber olvidado de la noche a la mañana las campañas terroristas contra los medios de comunicación no abertzales, con asesinatos incluidos.

¿Se trataba de miedo, o sólo de negocios? En el caso de El Diario Vasco, ambas cosas o la sublimación de ambas: se trataba y se trata de quedar bien ante los lectores, a los que se supone de entrada amnésicos o conformistas, una vez madurados durante dos décadas en las bondades de “la Paz” con una mafia etasuna en vías de liquidación por el Estado español. Un auténtico lavado de cerebro buenista que nadie como El Diario Vasco acometió con tanta decisión -con, por ejemplo, un Alberto Surio recompensado más tarde con la dirección de la EiTB (2009-2013)-.

Pero no se puede hablar con toda probabilidad de decisión independiente, dado que desde la llegada al Gobierno de Zapatero en 2004 el grupo Vocento se puso a disposición de sus grandes mantras, tanto en lo relativo a la negociación con terroristas como con respecto a la aprobación del inconstitucional Estatut(o) de Cataluña, en lo pertinente a silenciar las verdaderas investigaciones sobre el 11-M tachándolas de conspiranoicas, etc.

Puedo hablar largo y tendido sobre el particular porque fui testigo directo de ello, ya que mientras el hoy cariacontecido José Antonio Zarzalejos se alineaba con la estrategia zapaterista en estos tres asuntos cuando dirigía el ABC por segunda vez (2005-2008), el nuevo proyecto del grupo editorial para coordinar la información de las ediciones digitales de sus distintas cabeceras regionales -proyecto conocido como “Redacción Central” (RC)- fue encargado a… gente procedente de Prisa.

Habida cuenta de que El País y la Ser -Polanco, Cebrián, Felipe González- se encargaron de defenestrar a Redondo Terreros (2001) para aupar a Patxi López -es decir: pilotaron la entrega del PSE al PNV de Ibarretxe y a sus propios apaños con la ETA desde el Pacto de Estella (1998)-, no es de extrañar que con un nuevo presidente del Gobierno decidido a seguir la línea de Jesús Eguiguren de salida negociada para los etarras el mejor modelo (des)informativo para llevarse bien con los que mandan fuera aquél.

Y, efectivamente, conocido el anuncio del primer “alto el fuego” (2006) mis compañeros de RC avanzaron un especial titulado “ETA da el primer paso hacia la paz”, donde ya quedó fijada la línea discursiva para el entreguismo de Vocento a la causa “pacifista”. Desde aquel momento, las víctimas del terrorismo pasaron a resultar sospechosas a la inmensa mayoría de la Prensa patria, porque al parecer ellas eran “parte del problema” o “parte” a secas, “parte interesada” -por cierto, no había pasado un año cuando, pese a los fervientes deseos de paz de los gerifaltes vocentinos y prisaicos, ETA hizo explosionar la terminal 4 de Barajas asesinando a dos personas-.

PARTE DEL PROBLEMA Y NO DE LA SOLUCIÓN

Evidentemente, las víctimas no podían tener mayor interés que apelar a la Justicia para la resolución de los crímenes sin esclarecer y las causas pendientes, el cumplimiento íntegro de las condenas, etc. Pero se las decidió demonizar sibilinamente porque querían tener voz en el “proceso”, un proceso de liquidación gradual de los hechos para sustituirlos por buenas intenciones al que estaban invitados los asesinos, sus portavoces y los habituales recogenueces del PNV y, en esta ocasión, y desde entonces a hoy, también los del PSOE… de Zapatero. O sea: las misas negras de Loyola (2006).

El mismo Alfredo Pérez Rubalcaba, siniestro muñidor de complots y encubridor a tiempo completo de crímenes varios, por entonces ministro del Interior (2006-2011), señalaba como condición indispensable para que fructificase el “proceso” la discreción de los medios de comunicación, a lo que en este país la mayoría de los periodistas se prestó sin dilación, algunos con fruición -como si pensaran de sí mismos que así contribuían a “escribir la Historia”, y encima con “altura de miras”-.

La consecuencia directa de ello fueron brutales campañas de acoso para silenciar a las voces contrarias al negociado político con los terroristas, significativamente las víctimas de ETA, como al por entonces (2004-2008) presidente de la AVT Francisco José Alcaraz, siempre combativo por la Verdad, Justicia, Memoria y Dignidad para sus representados -ahora que es senador por Vox, tercer partido en importancia de España, harían bien los plumillas y flautistas del “proceso” en reconocer que no pudo estar tan mal que la ETA se dedicara a asesinar a “militantes de la extrema derecha”, por ejemplo, que es lo que muchos piensan en su ínterin, después de todo-.

Total, “si quieren la independencia, que se la den”, como sostenía uno de mis citados compañeros “progresistas”, que gracias a su relativismo epistemológico -“todo es relativo”- logró al salir de Vocento la subdirección (2012-2018) y postrer dirección (2018-2021) de uno de esos diarios web -la edición española del Huffington Post- que lee la gente que se considera muy inteligente y progresista, antes de resultar recientemente recompensado por los servicios prestados con un alto cargo en la SER, ¡el de director de Informativos! Efectivamente, se trata de Guillermo Rodríguez Díaz.

De la jefa del equipo de RC, Guiomar del Ser, qué decir: actualmente tiene un alto cargo en El País como responsable de “estrategias y desarrollos” o cosa por el estilo -un comisariado ideológico, supongo, por los antecedentes-. Un diario donde sigue escribiendo el “mensajero de la paz” Luis Rodríguez Aizpeolea, un asiduo de la sede socialista de San Sebastián donde por lo visto escribía libros y otras cosas a cuatro manos con “Txusito”, el dealer del “proceso de paz”, y que este miércoles abre portada con el titular “10 años sin ETA: distensión en Euskadi, bronca en el Congreso”. El relato era esto.

Así que con la práctica totalidad de los medios de entonces embridados -salvo El Mundo, la Cope (hasta 2009), Libertad Digital…-, con las televisiones por descontado en su función única (las 24 horas del día, salvo la publicidad) de reproductoras de la “imagen” o imágenes producidas y servidas por el Poder (a través de la agencia EFE, por ejemplo, ¡o las series de TV!), el “proceso” ha continuado hasta nuestros días porque los que otrora colaboraron, o callaron o se inhibieron, ahora difícilmente van a poder restañar todo el daño causado a la credibilidad de la Prensa, a las víctimas del terrorismo y a las mismas libertades públicas.

NO HAY PEORES CIEGOS

El problema en sí es que la violencia política goza de gran predicamento o buena prensa entre nuestros periodistas españoles y, por lo general, occidentales. Será por aquello de Johnny Rotten de que “el sexo y la violencia son las dos cosas que más venden en este mundo” (de ahí Sex Pistols), lo que vale para el rock y para el cine, para el TV y la Prensa, la Literatura o el Arte.

 Ahora bien, nunca acabé de conocer si se trataba y se trata, en los casos que me ocupan, más de ignorancia algo fanatizada, de interiorizado rechazo básico a la discrepancia -por ser conflictiva o por miedo a la propia automarginación del grupo-, o de connivencia total con los radicalismos, extremismos, terrorismos -sobre todo si son fenómenos recurrentes en sistemas democráticos-, o de mero aventurerismo intelectual al que son muy dados, precisamente, los calientasillas de 40 horas a la semana que al parecer admiran las gestas criminales de los Che Guevara del mundo.

En todo caso, ahora ya es muy tarde para recomponer la realidad -más que fragmentada, hecha añicos- a través de informaciones cualesquiera. Arnaldo Otegi podría llegar a lehendakari en un par de años porque la Justicia doblegada por el PSOE de Zapatero, con el consentimiento del PP de Rajoy, decidió a pesar de las pruebas que no era uno de los “jefes” de ETA, aunque ETA le encargara a él reconstituir su “brazo político” -o sea: el “caso Bateragune”- el año 2008.

Y a la gente le parece bien, claro; a la gente le parece todo bien, o no, pero qué más da, si total… El PNV vende en inglés la marca “Nación Gastronómica Vasca” (Basque Culinary Nation, ¿es en serio?) y en español la “Nación foral” de Urkullu -esto es: la constitucionalización del estamento vasco, privilegiado respecto a la ciudadanía común- y en esto están ya todos más o menos de acuerdo por aquí, por “Euskadi”, de la ETA al PP.

Todos menos Vox, ojo -y el que tenga ojos para ver, que vea: a la mayoría se los sacaron los medios con las mentiras inherentes al “proceso de paz”.  

Anuncio publicitario

Pacificar sin desnazificar

…la sociedad vasca es lo que pretendieron (hace diez años ahora) los “mediadores internacionales” que tantas veces se cubrieron de gloria a las puertas del Palacio de Ayete -reconvertido por el entonces alcalde Odón Elorza en “Casa de la Paz”-, siendo por supuesto todos ellos de parte: de la del movimiento abertzale con el PNV a la cabeza acompañado por los tontos útiles del socialismo patrio.

Cabe recordar que la ETA estaba al borde de su extinción operativa antes de la masacre terrorista del 11 de marzo de 2004, en gran medida por la falta de financiación aparejada a la ilegalización de la mayoría de sus organizaciones y empresas pantalla, incluidas (sobre todo) sus formaciones políticas, que ingresaban millones de euros de su presencia en ayuntamientos y parlamentos (forales y autonómicos) de la CAV y la CAN, así como en el propio Congreso.

Por eso resulta tan absurdo como hiriente que uno de los negociadores -de la negopolitik o política de mediación para obtener pingües beneficios, ¡las negociaciones de paz como negocio!- o más bien realizadores de la fraudulenta película “ETA por la Paz”, el británico Jonathan Powell, arguya entrevistado en El Diario Vasco que hay que dialogar con terroristas, pero no con todos, sino con los que “tienen un importante apoyo político detrás”.

En rigor, Powell justifica así todos y cada uno de los terrorismos -también el yihadismo, por supuesto-, en vez de deslegitimar el uso de la violencia para hacer política, porque obviamente el terrorismo no es un fin en sí mismo sino el medio y el modo en que grupos en principio minoritarios pretenden hacerse oír y participar en el espacio público, ya se trate de democracias (donde queda al descubierto su auténtico respaldo político) o de dictaduras.

Que su apoyo social sea grande o pequeño no hace a la cuestión de si es legítimo entablar negociaciones de igual a igual entre el Estado y los terroristas, sobre todo si dichas negociaciones incluyen aspectos políticos y no meramente penales, y eso es tan cierto para el caso de ETA como de las facciones criminales del Ulster o las FARC, por citar los ejemplos que menciona Powell en la entrevista.

De hecho, él mismo asegura que por ejemplo no negociaría con los “escisionistas del IRA” (¿y si fueran el grupo mayoritario a la postre?) o la Baader-Meinhof, por lo que es de suponer que al GRAPO tampoco le daría ni agua. En resumidas cuentas, el pragmatismo mal entendido de Powell alimenta por el contrario el recurso a la violencia que pretende desactivar, porque si el terrorismo es rentable políticamente (¡electoralmente!) qué mejor razón para no dejarlo.

Pero ni siquiera era ésa la situación de la ETA en el siglo XXI, sino la contraria e inversa: la ilegalización de sus pantallas políticas redujo gran parte de su poder y su hegemonía social, así como la unión (rota por el PSOE de Zapatero) de los dos grandes partidos nacionales puso contra las cuerdas no sólo a los terroristas, sino a un PNV en el gobierno vasco que había pactado con los criminales asesinos la creación de un Frente Abertzale por la secesión apenas un lustro antes.

A su vez, el actual portavoz de la ETA institucional, Arnaldo Otegi, antiguo secuestrador reconvertido gracias a Zapatero y su cohorte de mediadores en el “Mandela vasco” -pese a que el proyecto ideológico que defiende sea el de la Supremacía del Euskaldún (antes, de la Raza Vasca, según el padre de todos ellos, que sigue siendo Sabino Arana)-, declara que “hace diez años yo estaba en la cárcel porque los enemigos de la paz buscaban evitar que pasara lo que aquí pasó”.

Efectivamente, los “enemigos de la paz” queríamos al criminal entre rejas, a la ETA disuelta y no en las instituciones como segunda fuerza vasca, y sobre todo el fin de la hegemonía abertzale apoyada en la represión terrorista. En vez de ello, PNV y PSE se aprestaron a hacer todo lo posible por evitar, precisamente, la foto de “la derrota de ETA”, porque a ninguno les convenía ese “relato” -y por lo que se vio después con el Gobierno Rajoy y los dirigentes de los restos del PP vasco, tampoco a éstos-.

Les gusta más, como no dejamos de ver con el PSOE desde 2004 y con el PNV desde hace un siglo y medio, lo de que España es el problema, las víctimas del terrorismo poco menos que una coartada para “el Estado represor” (¡salvo Maixabel!) y la Derecha la enemiga de “la Paz”, pese a haber puesto la inmensa mayoría de los muertos en su lucha democrática y legal contra el terrorismo, su entorno y las legitimaciones varias recibidas desde el Poder político e incluso eclesial.

Hasta el sempiterno vocero del PNV Joseba Egibar, en un alarde de sinceridad (si bien muy a posteriori), sostiene que “la izquierda abertzale tuvo un protagonismo absoluto en Ayete y eso pudo dificultar una lectura crítica sobre ETA”. Vaya, diez años después del “fin de ETA” esa “izquierda abertzale” respalda -si no es que los organiza directamente- los actos de exaltación terrorista en los municipios vascos a que regresan los criminales.

Lugares de los que, por supuesto, la gente decente sigue marchándose desde hace medio siglo debido al etarrismo ambiente, hegemónico gracias al asesinato político, a la connivencia social, clerical y de las mismas instituciones gobernadas por el PNV con el fenómeno de exclusión, y a la incomprensible debilidad o falta de persistencia del Estado que debía proteger a las víctimas del odio abertzale.

Diez años después o medio siglo después, reitero, queda pendiente la desnazificación de “Euskadi”, aunque resulte impensable que la mayoría de la sociedad vasca se acabe dando cuenta en el siglo XXI, o que las máximas autoridades nacionales vayan a hacerse cargo alguna vez del auténtico problema vasco.