El PP es el que más ha blanqueado al PSOE

…después de casi década y media de corrupción ininterrumpida -despilfarro de nuevos ricos y saqueo al por mayor de las cuentas públicas-, cuando el crimen de Estado se instaló en la cúpula del Poder (GAL) y, pese a todo ello, el presidente Aznar que ganó las elecciones con la promesa de la “regeneración democrática” decidió “pasar página” del Felipismo.

Cierto que ya por entonces se podía sospechar que “felipismo” o “felipato” no eran sino otros nombres del Saqueo Institucional coronado por el jefe del Estado, primer comisionista del Reino y máximo responsable del marco generalizado de impunidad en que comenzaron a actuar desde principios de los 80 partidos como PSOE, CiU o PNV.

Hasta tal punto, que lo que se presumía como alternativa a este régimen de corrupción debió parecerles una amenaza tan directa que hubo que desactivarla por las bravas -y si llega a hacer falta, hunden otro Prestige-. Pues a la muerte de Franco, los que estaban en el machito, más los arribistas de la hora, decidieron emplear toda su energía en hacerse inmensamente ricos.

De telón de fondo, o más bien de telón que tapaba todo lo demás, siempre estuvo la ETA con su insidioso terrorismo, cuando en rigor como banda criminal no debía haber sobrevivido al Franquismo y, como movimiento, jamás debió haber gozado de semejante prestigio mediático, repercusión social y relevancia política.

Pero después de cuatro décadas de mentiras sobre éste y otros asuntos, resulta que todo tiene que ver con el reparto de la tarta, que los socialistas y las bandas, facciones y resto de partidas que componen el panorama político actual en la Izquierda creen francamente que es una tarta mágica, pues se divide en cinco o seis partes y hay nueve o diez que reciben un pedazo similar.

Algún día se enterarán los españoles de cómo funciona exactamente El Reparto, y conocerán tal vez entonces las consecuencias de semejante engaño; ello, si no se los ha llevado por delante la esperable quiebra del mal llamado “Estado del Bienestar”. Pues no es necesario ser un sesudo economista para comprobar hasta qué punto el Socialismo nos empobrece día a día.

Los gobiernos de Aznar querían hacerlo bien, seguro; pero se limitaron a parchear los enormes agujeros de la Administración por los que llevan 40 años manando millones de euros en formato coima, mordida, peaje, “pellón” o fondos reservados. Una sangría con su efecto correlativo en desindustrialización, falta de formación, paro y peores servicios públicos.

Mas si ya resulta lamentable que un país como España, que debiera figurar entre las diez primeras potencias del mundo, padezca semejante situación de atraso por culpa de unas élites tan mediocres como mezquinas, lo peor es que ni siquiera cunde en éstas un mínimo espíritu de patriotismo, lo que viene a significar que les da igual vender a plazos la Nación y el territorio.

De lo primero es representativo un Mariano Rajoy que decidió, un tanto a la manera aznarista, hacer “tabula rasa” de los años perversos del Zapaterismo para entregarse, puro en ristre, a la cómoda gestión del Poder, pensando en que las cosas se suceden y solucionan por sí mismas; hasta que fue desalojado fraudulentamente y a traición de La Moncloa.

De lo segundo son máximos responsables los que, viniendo en conjunto del anterior régimen, decidieron representar en el presente una especie de rol neofeudalista, acarlistado, aunque siempre de carácter más hostil hacia la Derecha española que hacia la Izquierda, aliada en el diseño de la nueva división del Poder.

Hoy la Casta de los dirigentes políticos, mediáticos y empresariales más importantes del país es más traidora si cabe que la de la España que fue invadida por Napoleón. Porque nada importa a los miembros de esta chusma de altos vuelos que no sea incrementar su patrimonio, aunque a veces parezca que se ofenden incluso si se les recuerda que no tienen honor, ni verdad, ni futuro.   

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Atrapados en “un tiempo nuevo” permanente

…por lo menos desde 2004, los españoles no parecemos querer superar el actual marco de relaciones anquilosadas entre partidos, gran empresa, sindicatos, lobis varios de presión… y los propios ciudadanos, quienes como Caín están dispuestos a vender su primogenitura democrática -¿a quién cabe atribuir la Soberanía Nacional?- por un plato de lentejas que no sólo carece de sacramentos (como en un menú escolar cualquiera), sino que apenas tiene lentejas.

A cambio, el Gobierno Sánchez (gafe, nefasto, horribilis) ofrece récords de gasto público en los Presupuestos, precisamente en el momento de mayor endeudamiento público de la historia de España, con todos los indicadores económicos lanzando avisos preocupantes desde hace ya años -paro crónico y juvenil, inflación, encarecimiento de la energía y de la vivienda, insostenibilidad de las pensiones- sin que ello no parezca preocupar más que a una minoría.

Por el contrario, la ruina de la administración catalana asumida por el Gobierno sin ponerles límites a los que la han provocado, más la extensión de la política degradante (característica de la Generalidad y aledaños desde hace décadas) al conjunto de la Nación, sólo puede deparar un futuro a medio plazo, más que incierto, de pura carestía por falta de inversión, de empleo, de oportunidades reales de medro y progreso para la mayoría de los españoles.

Con los medios de comunicación y la Universidad sometidos al Poder político y económico, ante el que se arrastra miserablemente “el mundo de la Cultura” -y servilmente, además, cuando se trata de un Poder “repartidor” que patrimonializa la Izquierda-, los ciudadanos tienen difícil expresar su descontento porque se han quedado sin intermediarios -partidos, sindicatos, asociaciones empresariales, medios, universidades…-, todos en obscena coyunda como receptores netos de fondos públicos.

Con unas élites tan frívolas como nihilistas, que tanto parecen despreciar a “la gente” o Pueblo Español que es verdadero titular de la Soberanía -no Sánchez, ni el Parlamento ni el Rey-, todavía hay quienes motejan de “populismo” el más mínimo y tímido gesto de regeneración democrática, que nunca fue lo de Podemos sino lo de UPyD, Cs y, ahora mismo, lo de Vox, mientras el PP pareció renunciar de entrada a ello ya en tiempos de Aznar, pactando con el principal corruptor patrio Jordi Pujol mientras decidía “pasar página” a los años criminales del PSOE felipista.

Con un sistema educativo orientado a la liquidación del esfuerzo y de la misma transmisión de conocimientos, los partidos y demás acólitos mencionados del establishment se disponen, una vez más, a practicar el Saqueo Institucionalizado que les ha procurado la hegemonía total sobre la sociedad española sin apenas oposición intelectual, básicamente mediante el recurso al Soborno Público y gracias al control cada vez mayor sobre todo tipo de información crítica fiable.

Lo llamarán “tiempo nuevo” o “nueva normalidad” aprovechando que parece remitir la epidemia de coronavirus, pero aparenta más bien tratarse de los últimos días del mundo conocido y no por los ardores apocalípticos de los agendados para 2030 y 2050, sino porque cuesta imaginar que puedan mantenerse en el Poder los gobernantes más inútiles y delirantes que ha conocido España en su larguísima historia.

Hasta que los echemos, sin embargo, van a aprovechar para llevarse hasta los ceniceros -como han hecho siempre en el pasado-, sobre si todo si el PP se dedica hasta 2023 a deshojar la margarita de si gobernará con Vox o no si con éstos les dieran los números… Cuando para nada debiera ser ésta la cuestión, sino qué están dispuestos a cambiar una vez que alcancen (si lo alcanzan) el Gobierno.

Para más de lo mismo, no acabarán de tener ya más el apoyo electoral suficiente, precisamente porque ahora existe Vox para denunciar su inacción -y ésta es, sin duda, la mayor virtud del partido de Abascal-. A ver si son capaces de asumirlo de una vez y actuar en consecuencia.

Gobernará la alternativa radical a Sánchez

…y su banda de acólitos y familiares, pues que se ha convertido el ínclito en el perfecto indicador de todas las políticas que no ha de seguir una Nación democrática, libre y moderna como quisiera ser España -o como a los españoles les gustaría que fuera (les gustaría ser a ellos como parte de la Nación)-, y esto es lo que debiera asumir desde ya el PP de Pablo Casado.

No se trata de poner parches en la errática “política económica” de los sucesivos gobiernos desde Aznar, ni tampoco de restablecer hipocresías de corto alcance en “política exterior” o menos aún en “política interior”, tres ámbitos del máximo interés para todos los ciudadanos que recaban algo más que “gestión” administrativa desde los aparatos del Estado.

De ahí los entrecomillados, dado que España (la Nación Española) carece ahora mismo de independencia en su política económica no porque forme parte de la UE y del sistema monetario del Euro, o no sólo, sino por su incontrolado endeudamiento, su disparatado sistema administrativo y la hiperabundancia de enchufados y comisionistas de lo público.

Tampoco posee una nítida política exterior desde Franco, pese a las gestas y gestos de González y Aznar, antaño, atisbando cuál podría ser la adecuada ubicación de España en el concierto internacional: todavía Gibraltar ocupado por los británicos, las bases USA sin aparentes contrapartidas, el papel subalterno en la UE, en la OTAN…

Y qué decir de la política interior de un país que tiene a peligrosos separatistas que vienen de dar un golpe de Estado dirigiendo la formación del gobierno de una de sus regiones más pobladas, los unos desde la cárcel y los otros desde su refugio en uno de esos países con los que se supone que España mantiene una estrecha alianza de defensa y cooperación mutuas.

O cuando el Estado transfiere la potestad de excarcelar a terroristas asesinos de compatriotas, a los que debidamente se procurará trabajo y vivienda a cambio de nada, a aquellos que se han valido de ETA para imponer una hegemonía “abertzale” que es en todo contraria a la Constitución -a cualquier constitución democrática-, a la Nación y al mismo buen gusto.

Luego resulta que no se puede defender las fronteras atacadas por Marruecos porque se trata de una “crisis migratoria”, a la que tampoco se piensa poner freno yendo a las raíces de la misma, pero es lo normal cuando el Ejecutivo tiembla a la hora de hacer cumplir las (demoradas) sentencias del Tribunal Constitucional en el seno de la propia Administración.

Que no piense por ello Casado o su más reducido círculo de asesores que podrá sumar para ganar a Sánchez y gobernar si no se aplica desde ya a la tarea de presentar una radical alternativa nacional al “proyecto 2050” del caudillo del PSOE, que vendrá de la mano de Vox o no será, porque las ocasiones las pintan calvas y la hora demanda la enmienda a la totalidad.

Los españoles estamos cansados de las zarandajas “autonómicas”, coartada para el saqueo institucionalizado, la intimidación permanente y la limitación de nuestros derechos y libertades; como del papel innecesariamente subsidiario de España respecto a potencias vecinas que luego no son tales, por sus propios e inveterados errores políticos y morales.

Tal vez sea de nuevo ilusionismo pretender que con una sociedad tan maleable y maleada como la española, heterodirigida desde hace décadas por la propaganda oficial y pastoreada con facilidad por el establishment “progresista”, se pueda hablar en nombre de los españoles pretendiendo que anhelan más libertad y autogobierno en su país, y una digna política exterior.

Pero como otros esbozan sus sueños pesadillescos para los demás (¡asombrosamente kafkianos!), sus descarnadas ansias de Poder y sólo puro Poder, algunos todavía queremos prestar juramento de fidelidad a una serie de ideas y principios liberales y patrióticos -o sea: democráticos- aunque nos encontremos para variar solos en el camino; muy solos.