Cien días después

…de decretado el estado de alarma inconstitucional y de efectos probablemente insustanciales contra la pandemia -las medidas de reclusión hubieran debido adoptarse al menos dos semanas antes, a finales de febrero- el nefasto Gobierno de Sánchez-Iglesias se dispone a celebrarse con la justificación de honrar a los muertos por Covid19, ¡estos expertos profanatumbas!

Ya amenazaban públicamente con la ruina, a través del incremento de “derechos sociales” y todo tipo de percepciones a cuenta ajena, con la persecución a los empresarios -esos “ricos” que no lo son vía Presupuestos- como bandera, mientras se reparte el botín entre los afines de los medios y “la Cultura” y las “empresas sociales” y los próceres que capitanean las reguladas del Íbex-35.

Así que ahora toca llamar a consenso, o sea la negación del pluralismo político que es inherente a una democracia y que se supone que en España atañe a la representación partidista -lo que ciertamente es tanto como esperar que nuestros políticos se batan el cobre en defensa de las ideas de sus electores, cuando se esmeran en medrar a la sombra de los que mandan por defender sólo sus intereses y sin menoscabo de su condición de electos-.

Se trata de hacer como si nada, como tantas otras veces en que el PSOE ha traspasado todos los «límites constitucionales» (vulgo democráticos), algo que normalmente sucede siempre que los socialistas pierden el Poder y no esperan además recuperarlo en el plazo medio. Pero ha de hacerse notar el hecho de que su paciencia es cada día menor, que a duras penas se soporta ya una legislatura fuera de los órganos de gobierno -¡sin acceso pleno a la elaboración de los Presupuestos!-, por lo que las consecuencias en los ámbitos nacional y autonómico (véase Cataluña) son más deletéreas en la actualidad.

EL PP, ACCESORIO DEL RÉGIMEN

En este sentido, la otra pata «estatal» (aparte de CiU y PNV) del Consenso durante las últimas cuatro décadas -la Derecha vergonzante de UCD y luego AP y PP- procura hacer como que no se entera, como si de hecho fuesen los españoles quienes no se hubieran percatado de las múltiples fechorías e innúmeras negligencias cometidas por los socialistas desde que comenzó la andadura del régimen del 78, régimen execrable por tantos motivos distintos y ninguno de ellos sopesado por el líder de la Podemia Pablo Iglesias en su crítica al estado de cosas del que forma (y siempre quiso formar) parte.

Jamás se había llegado al paroxismo de la desigualdad entre españoles según su lugar de residencia como en estos tres meses de despotismo arbitrario, si bien se han cronificado los privilegios fiscales de la CAV y Navarra, el trato diferencial a Cataluña, especificidades propias del soborno institucional en Andalucía y Extremadura (PER) y Asturias (ayudas a la Minería), o el “hecho diferencial” del que Feijóo, del PNG, saca réditos y financiación para Galicia, como otros para Baleares o Valencia.

Pero entre las fases regionales y el hecho de haber tomado por mero afán de control todas las atribuciones sanitarias en el momento álgido de la crisis, el Gobierno ha demostrado lo fácil que resulta suspender el sistema autonómico -así colapsen todas las UCIs del país- y lo cómodo de descargar después toda responsabilidad en sus gobernantes, según toquen elecciones aquí o allá o se deba hacer campaña contra los partidos de la oposición en sus propios feudos.

Desde que comenzó a gobernar después de la fraudulenta moción de censura contra Rajoy no ha sido otra la estrategia del indocto Pedro Sánchez, bueno sólo para hacer de su exclusiva voluntad un mandato autoritario y de su capa un sayo a la hora de asumir responsabilidades por sus decisiones. Un defecto de personalidad ahora convertido en vicio no sólo por el presidente, sino por el vicepresidente Iglesias y por quienes conforman el séquito de ambos.

Ante este panorama de un Gobierno de saqueadores netos, déspotas por vocación y por talante, el PP busca como siempre que la cosa se pone fea una coartada -como digo, ante su propio público votante y simpatizante- para poder volver a encontrarse “como sea” (incluso vía Zapatero) con los otros en el Consenso que garantiza la participación en el reparto, aunque la emergencia de Vox se lo haya puesto mucho más difícil que Cs en los tiempos de Rivera -qué decir ahora, con Cs consensuando-.

ESCRIBIR SIEMPRE LO MISMO

Siento reiterarme, como cuando insisto en que ETA es una organización criminal que cuando participa en las instituciones adopta nombres como Bildu; o cuando repito que JxCat o ERC debieran ser disueltas como facciones anticonstitucionales, separatistas y violentas, cuyos dirigentes perpetraron hace un par de años un complot contra la legalidad vigente que podía haber deparado un baño de sangre en Cataluña; o cuando acuso a Podemos de ser otra facción patrocinada desde La Habana-Caracas para desestabilizar España y la misma UE.

En realidad, volver a señalar que este Gobierno es responsable de (a sabiendas) no haber tomado las medidas preventivas en tiempo y forma y, más aún, de no haber alertado a la población de los riesgos de la pandemia hasta una semana después del 8-M, su gran acto de propaganda ideológica -¿o qué hacían si no figurando en la pancarta del PSOE la mujer del presidente Sánchez, su vicepresidenta Carmen Calvo y varias ministras, más el ministro del Interior Grande-Marlaska?-, resulta a estas horas tedioso, pero dentro de unos meses se volverá peligroso.

Así que habrá que aprovechar ahora, cien días después de la liquidación expeditiva de nuestra maltrecha normalidad democrática, para testimoniar lo que para cualquier español debiera ser evidente: vendrá la muerte (la segunda ola vírica) y tendrá los ojos pétreos de Sánchez; o bien no habrá tal, decaerá la amenaza sanitaria, y tendrá tiempo el aparato de propaganda de la factoría Redondo-Iglesias para calificar a la oposición de “alarmistas que han arruinado la imagen exterior de España”.

O sea: lo que diga la Tele.

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Una estrategia para la Derecha (II). Cs y Vox

…son los dos nuevos partidos que se disputan con el PP la hegemonía del Centro-Derecha, si bien el origen de cada uno parece contrapuesto al del otro: Ciudadanos nació para relevar a un PSC entregado al separatismo catalán y sus políticas de discriminación antiespañola, mientras que Vox nació para sostener aquellas batallas políticas que el PP diera ya por perdidas o estimara contraproducentes para alcanzar y mantener el Gobierno en los tiempos del rajoyismo.

A día de hoy, Cs se define como un partido de “centro progresista liberal” dentro de un proceso de refundación con Inés Arrimadas a la cabeza -después de la espantá de su líder Albert Rivera- que parece pretender escorar algo a la Izquierda a los naranjas, toda una vez que (frustrado el intento de sustituir al PP en el Centro-Derecha) su espacio natural se ha achicado hasta volverlos irrelevantes, puesto que entre el Centro-Derecha y la postura actual del PSOE dista un abismo insondable: no puede haber ya trasvase de esa Izquierda Extrema a un Centro-Izquierda al que se considera “fascista”.

Por su parte, Vox carece todavía de una entidad política marcada pese a que sus múltiples performances -por lo general, reacciones airadas a los distintos planteamientos ideológicos del llamado “marxismo cultural”- hayan diferenciado a los de Santiago Abascal de las otras formaciones en su espacio, Cs y PP, que en cuestiones de índole moral han buscado y buscan desde hace años mimetizarse con el paisaje político de fondo, esto es: con el marco mental del buenismo zapaterista.

No obstante, Cs y Vox son indistinguibles del PP en la práctica totalidad de las materias relevantes en Interior, Defensa y Exteriores, Educación, Economía y Hacienda… teniendo unos y otros que escenificar con grandes aspavientos que es más lo que los separa que lo que los une, en una fatídica estrategia de consunción de sus posibilidades de alternativa al programa de desvaríos impulsado por la Izquierda (PSOE y Podemos).

¿QUÉ ENTENDERÁ CS POR NACIONALISMO?

Una fricción detectable entre las tres fuerzas citadas se encuentra en sus planteamientos respecto a la integración de España en la UE, dado que Cs parece anhelar la disolución de la Soberanía Nacional española en un ente supranacional que sería “Europa”, postura compartida en alto grado por el PP y rechazada por Vox, favorable más bien a una reconsideración del papel español en la UE y a la misma salida de la Nación del sistema de unión monetaria del Euro.

En este aspecto, Vox es un partido “nacionalista” frente al “europeísmo” o “no nacionalismo” de PP y Cs, si bien los tres coinciden en su “antinacionalismo” cuando rechazan las pretensiones separatistas de abertzales y catalanistas. En rigor, PP y Cs buscan exhibir una especie de coherencia con el recurso al manido eslogan “el Nacionalismo es la Guerra” que funcionaría tanto contra los separatistas como contra Vox, cuando la realidad es exactamente la contraria y su postura, por tanto, radicalmente incoherente.

Básicamente, porque “nacionalistas” fueron tanto las revoluciones de EEUU y Francia que dejaron atrás el Absolutismo, como lo fueron anteriormente las que procuraron la independencia de las antiguas posesiones españolas en América, como nacionalista fue el levantamiento del 2 de Mayo en Madrid o la proclamación de la primera constitución liberal española en 1812. Es decir, que el nacionalismo tiene más que ver con la defensa de la Soberanía Nacional y de los derechos de ciudadanía que con el racismo inherente al tribalismo perseguido por los separatistas o al del imperialismo.

Pero en este como en otros ámbitos, Cs y PP se han dejado conducir de la mano por aquellos autodefinidos como “progresistas” que ven en el Estado-Nación el peligro en vez de la salvaguarda de los derechos individuales, lo que les anima por un lado a querer dotar a la UE de mayores potestades en contra de la autonomía nacional y del poder decisorio de los ciudadanos, y por el otro a asumir gran parte del florido discurso a favor del respeto a esos “hechos diferenciales” (rasgos tribales, antiigualitarios por antinacionales) que esgrimen los separatistas como coartada principal de sus políticas discriminatorias.

¿QUÉ ENTENDERÁ VOX POR LIBERALISMO?

Para las elecciones del 28-A los programas económicos presentados por PP, Cs y Vox apenas diferían entre sí, podían ser intercambiables o complementarios -como se ha demostrado en los pactos de gobierno alcanzados en varias comunidades autónomas por los tres partidos-, lo que implicaría la extensión de la etiqueta “liberal” a los tres… si el Liberalismo pudiera ser reductible a una doctrina económica para conciliar la libertad de comercio con la redistribución social de los beneficios.

Lo que tenemos, por el contrario, es que el líder del PP Pablo Casado funge de “liberal en lo económico y conservador en lo moral”, lo que haría levantar el entrecejo a Adam Smith tanto como a Hayek; mientras que Cs da la impresión de querer ser algo más “socialdemócrata” en lo económico pero “liberal” en lo moral, y Vox se presenta sin ambages como “conservador” e incluso reaccionario en lo moral, pero “liberal” en lo económico, a imitación del PP.

En rigor, el término “Liberalismo” surge en España para significar la oposición a la restauración del Absolutismo en la figura del rey Fernando VII después de la Guerra de la Independencia, y tiene más que ver con la consecución de derechos políticos y sociales de las nuevas clases enfrentadas al orden estamental que con la asunción de un determinado programa económico, aunque no sea irrelevante la cuestión de la supresión de los privilegios de origen feudal para favorecer la libertad de comercio y la defensa de la propiedad privada.

Pero tanto Smith como John Locke, como antes de ambos los pensadores de la Escuela de Salamanca, no deslindaron su doctrina económica de la inspiración netamente moral y religiosa, puesto que fue ésta la que les condujo a sostener las bondades del libre comercio o de la persecución del propio interés, la defensa de la propiedad privada o sus teorías sobre el “justiprecio”, los debidos límites al poder del Soberano o al “derecho de conquista”, etc.

¿QUÉ ENTENDERÁ El PP POR CONSERVADURISMO?

Será Hayek el que establezca la distinción radical entre “liberales” y “conservadores”, tanto con su apelación “a los socialistas de todos los partidos” (incluidos los de la Derecha) como al detectar en los conservadores un miedo al cambio y al futuro que los volvería al cabo rígidos en lo político y en lo moral a la hora de afrontar los retos y desafíos del presente. Una perspectiva cuando menos polémica, que todavía suscita encendidas controversias académicas aunque en la praxis política de las democracias occidentales apenas incida de manera concluyente.

Pero si el economista austríaco tenía bien claro que es la persona la que debe ser protegida legalmente -por el Estado, pero a la vez protegida frente al mismo Estado-, otros pronunciamientos pretendidamente “liberales”, so capa de querer expandir los “derechos sociales”, ponen al individuo “diferente” por sus rasgos característicos (de índole religiosa, sexual, económica) en el centro de su acción política, precisamente en contra del postulado básico del Liberalismo de tratar igualmente a los desiguales.

Así, al buscar tratar con desigualdad (“discriminación positiva”) a los que en un Estado democrático son considerados legalmente iguales, estas doctrinas presuntamente liberales se dedican en cambio a fragmentar el cuerpo político en distintos grupos con intereses distintos e incluso opuestos, en vez de sostener políticas generales (democráticas) para una sociedad de individuos indiferenciados, con los mismos derechos y deberes; doctrinas de las que la Izquierda, contra toda su tradición marxista y no marxista, hace en la actualidad bandera acompañada de manera gregaria por cierta Derecha.

En nuestro país, desde Zapatero, es lo que ha originado la crisis decisiva del PP, pero también la del PSOE: han sido precisamente los partidos de la “nueva política” Podemos y Cs los que han buscado ganancias en el río revuelto de la multiplicación de (presuntos) derechos que se dicen “sociales”, cuando por el contrario son asociados a identidades particulares y de hecho excluyentes.

¿UNO EN TRES O TRES EN UNO?

Como es obvio para cualquiera en España, desde la aprobación de la Constitución de 1978 a nadie se le exige ser católico o su contrario, ser ateo o haber apostatado, para engrosar las filas de unos u otros partidos. El Estado español es liberal, no confesional como el del anterior régimen, ni ateo como en los regímenes comunistas, pues la Constitución protege expresamente la libertad de conciencia y expresión de todos y cada uno de los españoles.

Vox no acaba de ser un partido católico, como PP y Cs no resultan más “liberales” que aquél por abrazar los nuevos consensos identitarios del “marxismo cultural”. La única razón por la que Cs se encuentra aún más cerca del PP y Vox que del PSOE es que éste -como indiqué en el artículo anterior- se ha entregado a la política de “amigos” y “enemigos” (“la Guerra”) siguiendo a Podemos, a quien tanto ha rentado esta estrategia de división alumbrada en España -nunca se insistirá bastante en ello- por Zapatero.

Por tanto, las diferencias entre “los tres partidos del Centro-Derecha” son nimias de atenernos a sus planteamientos presentes, y reconocerlo conduciría a una entente y puede que al final reagrupamiento de la Derecha, a no ser que PP y Cs insistan en alcanzar consensos con el PSOE y Podemos en vez de con Vox, en cuyo caso podría suceder que sólo pudiera quedar éste en la Derecha mientras PSOE, PP y Cs se disputan el espacio del Centro-Izquierda.

Si liberales son los tres, debieran entender que el actual Estado liberal (ya muy deteriorado por las barrabasadas del PSOE) corre el riesgo de convertirse en una cleptocracia socialista más, como tantas que abundan a las puertas de Occidente. Y si presumen de ser fuerzas “nacionales” no debieran despreciar el “nacionalismo” entendido como defensa de la Soberanía Nacional y de la misma unidad nacional de España.

SEGUNDA CONCLUSIÓN

Como se vio, no es exacto que Cs sea una escisión del PP sino del PSOE, si bien acabó recogiendo el descontento de muchos ex votantes del PP por culpa de las políticas travestidas de Mariano Rajoy. Pero al pretender sustituir al PP de Casado en el liderazgo del Centro-Derecha dejó huérfano a su electorado tradicional sin ofrecer tampoco mayor distinción con su propuesta a los radicalmente desencantados, que apoyaron a Vox.

Ahora tiene la oportunidad, aunque tal vez resulte ya muy tarde, para volver a cosechar en terrenos del Centro-Izquierda, lo que podría aliviar la presión sobre el PP tanto como sobre Vox, que podrían converger en una sola plataforma (aun siquiera electoralmente) o repartirse el amplio espacio político del Centro-Derecha sin recurrir a la confrontación, sino a la diversificación.

Para esto último, y aunque se empecinen en hacer de ciertas cuestiones morales la línea divisoria entre PP y Vox, los programas económicos deberían ser distintos y su visión de la organización del Estado prácticamente inconciliable, lo que no es el caso cuando ambos coinciden -como con Cs y antes con UPyD- en que la Administración central reasuma las competencias básicas de Interior, Justicia, Sanidad y Educación.

Si las tres dirigencias partidistas persisten en el confusionismo actual y en la vaga (aunque magnificada) distinción entre sí, no conformarán alternativa en años al Gobierno de Pedro Sánchez y sus heterogéneos socios. A partir de ciertos consensos básicos ya apuntados, deben diferenciarse (sobre todo Cs de PP y Vox), o sumarse (Cs y PP o PP y Vox) y pactar con el “diferente” (Vox o Cs, respectivamente) que es “amigo”.

[CONTINUARÉ]

Una estrategia para la Derecha

…pasa por realizar el preciso diagnóstico de la situación, que fue alterada radicalmente desde el mismo instante en que José Luis Rodríguez Zapatero llegó al Gobierno con el PSOE utilizando los muertos de la masacre terrorista del 11-M contra el PP -el otro partido pilar del sistema nacido con la aprobación de la Constitución de 1978-, una vez producida ya la ruptura de PNV (Pacto de Estella, Plan Ibarretxe) y CiU (Declaración de Barcelona, Pacto del Tinell) con el marco legal vigente consensuado en los albores de la democracia.

EL RÉGIMEN DEL 11-M (O DEL 15-M)

Rotos todos los consensos por Zapatero en política interior como en la exterior, y desde el momento además en que el PSOE relegitimó a todos los perdedores de la Guerra Civil como “demócratas” en contra del “franquismo/fascismo” del PP con el fin apenas declarado de refundar el régimen a partir de una legitimidad de nuevo cuño -la que brinda (y pretende blindar legalmente) la “memoria histórica”-, la Derecha debiera haber reaccionado de un modo muy distinto al que por entonces hizo siguiendo el presunto liderazgo de Mariano Rajoy.

Para empezar con la cuestión del separatismo catalán, jamás debió permanecer el PP en las bancadas del Congreso -sede depositaria de la Soberanía Nacional, recuérdese- una vez aprobado por la vía torticera de la “reforma” un nuevo estatuto de autonomía manifiestamente anticonstitucional desde su mismo preámbulo, donde se expresaba que “Cataluña es una Nación” sin mayor ambage, constituyéndose de facto en sujeto político soberano ajeno y contrario al Pueblo Español -esto es: amputando la Soberanía Nacional con el visto bueno de una mayoría simple de diputados (incluidos los del “medio centenar” de Alfonso Guerra)-.

Respecto al consenso en materia antiterrorista, desde antes de alcanzar el Poder lo había traicionado ya Zapatero con la “vía Eguiguren”, tratando de sumar a ETA al nuevo consenso que esperaba fundar con la exclusión del PP del nuevo régimen. Para eso el PP debía ser “heredero del Franquismo” y los etarras emparentar con una antigua marca legitimada únicamente por su existencia en tiempos de la II República, caso de ANV, a la que se permitió concurrir electoralmente en flagrante violación de la Ley de Partidos, como después sucedió (y sucede) con Bildu y Sortu.

La denominación “proceso de paz” para el negociado político con los terroristas no era, desde luego, inocente: había que sellar “la Paz” con los propios antes de continuar la guerra contra los “enemigos” de la Derecha. Y Rajoy, que acusó inicialmente a Zapatero de “traicionar a los vivos y a los muertos” y reclamó las actas de los pactos contraídos por PNV y PSOE con ETA en Loyola, realizó otro de sus repentinos giros de veleta para acabar ofreciéndole su apoyo después del asesinato en 2008 de Isaías Carrasco -muerto que un tal Patxi López le arrojó en la misma capilla ardiente, cuando se trataba de otro de la docena de asesinatos imputables al PSOE por su “proceso” de colaboración estrecha con los etarras durante más de un lustro, en otra jugarreta pensada para rentabilizar electoralmente los cadáveres del terrorismo-.

EL PSOE, ALIADO DE TIRANOS

Con la sentada de Zapatero ante el paso de la bandera de EEUU durante el Día de las Fuerzas Armadas, después de la ignominiosa retirada de las tropas españolas de Irak, el PSOE se entregó a “la Paz” no sólo con ETA sino con sus ocasionales patrocinadores, la Cuba castrista y la Venezuela de Hugo Chávez, luego de Maduro, así como con la Bolivia de Evo Morales, todos ellos regímenes dedicados al narcotráfico al por mayor para financiar, junto a los petrosobornos de Odebrecht, “el Socialismo del Siglo XXI” del que acabaría naciendo Podemos (Poder Democrático Social).

También se prestó a relajar la postura de la UE respecto a la “Guerra contra el Terrorismo” desatada por el presidente Bush Jr., como hizo con Cuba, pergeñando esa insólita “Alianza de Civilizaciones” con Turquía para mantenerse equidistante entre EEUU y el yihadismo –“a la francesa” en tiempos de Chirac como de De Gaulle respecto a la influencia soviética-, Irán o las organizaciones terroristas que operaban (y operan) en Gaza, Líbano, Siria, Irak…

Tradicional amigo de tiranos, el PSOE actual de Pedro Sánchez ha superado de la mano de Podemos ese estadio de equidistancia que todavía resultaba presentable en la UE por una alianza sin parangón -vía Zapatero- con los narcorregímenes americanos, aunque no parezca por de pronto interesado en sustituir Arabia Saudí por Irán como socio preferente en Oriente Medio.

Pero la Derecha calla, después de haber protestado enérgicamente durante una temporada contra el Madurato (gobernaba el PP con apoyo de Cs), pues dejó de hablar de ello como de tantos otros temas según la agenda de Podemos -que ha marcado la agenda de la inmensa mayoría de los medios, consciente o inconscientemente, desde su irrupción en 2014 en la Eurocámara (al menos)- iba cambiando de día, semana o mes… con la finalidad básica de erosionar lo suficiente todas las instituciones, incluidos los partidos políticos, ante sus “contradicciones” y en aras de preparar el asalto final al Poder.

DEFENSA DE LA MEMORIA, DEFENSA DE LA HISTORIA, DEFENSA DE LA VERDAD

Como ha callado la Derecha durante cuatro décadas o más en lo relativo a la legitimidad del régimen del 78, que deviene inexorablemente del anterior a través de la reforma y no de la ruptura, por no asumir la realidad de que si la democracia fue posible en España a la muerte de Franco de manera no excesivamente traumática se debió a que la trajeron los vencedores de la Guerra Civil, de común acuerdo con los vencidos (PCE), y no debe nada a los antifranquistas sobrevenidos -muchos de ellos (prácticamente todos), hijos a su vez del régimen del 18 de Julio- que poblaron desde el principio las filas de PSOE, CiU, PNV y demás.

ETA fue la que decidió autoexcluirse del consenso democrático, hasta que Zapatero la llamó de nuevo al protagonismo político invistiendo a terroristas como Arnaldo Otegui como “hombres de paz”. Por eso era importante soslayar el papel político de las víctimas del terrorismo abertzale y ocultarlas en la confusión de “víctimas de cualquier violencia”, fuera “de género” o “parapolicial” o propia del “austericidio” (palabro contradictorio con el significado que se le quiere dar), etc.

En el fondo, lo que el actual vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias daba a entender a los proetarras en una herriko taberna con aquello de que ellos habían leído bien la situación durante la Transición era que todas sus víctimas de entonces eran el “enemigo”, “franquistas” a los que había que liquidar en venganza por “todos esos muertos” de la Guerra Civil al parecer compartidos por ETA, Podemos, PSOE, PNV, CiU, ERC, BNG… de manera exclusiva. Porque los muertos, “esos muertos”, no podían ser del PP, que por eso “patrimonializaba” las víctimas del terrorismo etarra como autodefensa.

Y los del PP a no meterse en problemas, claro. Para que no les llamaran “franquistas” aquellos que nunca han dejado de ensalzar a los varios criminales de guerra que pulularon en las filas del Frente Popular durante la Guerra Civil, comenzando por Santiago Carrillo, o directamente por Stalin. Por no hablar de los chequistas del PSOE, del PNV, de los follamonjas asesinos de la CNT de Durruti o de los innumerables criminales de ERC. De hecho, resulta inconcebible que puedan existir en democracia siglas como aquellas declaradamente guerracivilistas como PSOE o ERC, o la declaradamente racista del PNV.

PRIMERA CONCLUSIÓN

En síntesis: “la Guerra” le ha sido declarada hace tiempo a la Derecha (por parte de esta Izquierda impostada) y sin embargo hace como que no se entera. El diagnóstico es que el régimen constitucional del 78 murió el 11 de marzo (o entre el 11 y el 14-M) de 2004 y se convirtió por voluntad exclusiva y excluyente del PSOE y sus aliados en otra cosa, en la que ahora andamos enfangados, sin que el PP (“la Derecha española” hasta la irrupción de Vox en el Congreso) haya dejado de hacer el Tancredo desde 2008 a nuestros días.

[CONTINUARÉ]