Entender el coronavirus

…supone admitir que ésta como cualquier otra gama de virus no entiende de relaciones sociales, fechas consagradas y celebraciones variadas de índole religiosa, deportiva o espectacular, puesto que su carácter o sino prescinde de las categorías humanas al uso para entregarse por entero a la colonización de aquellos entes vivientes que le aseguran vida a su vez.

Así las cosas, la reducción o ampliación del número de comensales por Navidad y las fiestas de Año Nuevo torna el cálculo en absurdo desiderátum, en cuanto que no se trata tanto de cantidad como de cualidades como la prudencia, no pudiendo obviarse medidas como la distancia, el tiempo de exposición y la ventilación permanente de los espacios ocupados por los celebrantes.

Pero, además, de tener en cuenta que la restricción numérica no obsta para que uno se reúna con ocho en Nochebuena, seis distintos en Navidad, otros seis u ocho (a quienes ya se vio antes y otros que no) en Nochevieja y algunos otros en Año Nuevo, la mera asignación del dígito adecuado parece más cosa de brujos que de gestores políticos de la Sanidad.

A lo que se suma el buenismo disfrazado de magnanimidad -o a la inversa- cuando es el propio ministro Illa el que habla de que “estas fiestas (de Navidad) tienen un componente muy especial” para los españoles, ¿es que acaso la Fe en el Salvador -no en Illa, sino en el otro- o la esencia filantrópica de las Navidades nos van a preservar del contagio por el inconsciente SARS-CoV2?

Para más inri, la excepción de “familiares y allegados” para saltarse el confinamiento perimetral abre la puerta, precisamente, a todo tipo de invitados e inevitables, no en vano puede entenderse -a la manera del propio Illa, que lo ventila con un “todo el mundo entendemos lo que queremos decir”-, en la larga tradición nepotista del PSOE, que por invitables o visitables pasan primos y sobrinos, amigos del colegio o del curro, amantes y/o ex amantes…

Por lo que de todo ello se infiere que, a estas alturas, ni el Gobierno da una a derechas -¡sacrilegio!- ni la sociedad española parece dispuesta a adoptar otra actitud que la convenida conveniente: exigir a los políticos la imposición de mayores restricciones mientras pergeña sus variadas excusas y coartadas para hacer en cada momento lo que el ánimo personal disponga.

La culpa, una vez más, será de “la gente que no ha aprendido nada” -o, lo que es igual, de “la gente que no entiende cómo funciona el virus”; caso de nuestros acobardados responsables políticos y con ellos de buena parte de nuestra adocenada sociedad-.

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Una sociedad inerme

…ante el desgobierno, zombificada (antes, durante y después del colapso), que parece seguir por inercia lo mismo las recomendaciones generales de las distintas administraciones -varias y plurales- frente al coronavirus que las consignas más obscenas del Gobierno Sánchez-Iglesias respecto a la Corona, la Guerra Civil o la unidad de España.

Ahora resulta que vamos a tener a Pedro Sánchez ocho años más (¡lo mínimo!) porque lo han debido de planificar mientras jugaban al póker unos “agentes” de los diversos estamentos del país, que a riesgo de ser asemejados a una especie de seres mitológicos resulta que agasajan al Señor Presidente en la Casa de América, y beben los vientos por él (por su magnanimidad…).

Pero no puede ser magnánimo quien ni siquiera ha vencido, quien no considera la realidad de los gobernados (por total falta de empatía) y se limita a la guerra de posiciones contra el (presunto) principal partido de la Oposición… Sánchez únicamente busca investirse de una autoridad por encima de lo político, para verlas venir y dejarlas ir… sin que nada le afecte.

Así que no es frívolo añadir que ahora mismo no hay Gobierno de la Nación, o ha devenido ilegítimo por su mero ejercicio -con todas sus mentiras, su negligencia criminal en la gestión de la pandemia por su nula capacidad de prevención y supervisión, las corruptelas asociadas a las compras de material sanitario…- en apenas tres trimestres de ejecutoria.

Y ¿cuál es la solución, la alternativa; de qué disponemos los españoles en la hora actual para afrontar tanto la gestión sanitaria de la pandemia como la grave crisis económica que ya padecemos hondamente; cómo canalizamos o encauzamos nuestro malestar (¿los medios de comunicación, los sindicatos, los partidos políticos?)…

Si algo vivimos en pleno primer cuarto del siglo XXI es la escisión entre los ciudadanos (“la gente”, “la sociedad”, “la Nación”) y nuestros presuntos representantes políticos, “sociales” y “culturales”. Con un perfil psicopático tan marcado como el de Pedro Sánchez y sus dos pelotas testiculares, Iván Redondo y Pablo Iglesias, las tornas parecen haber cambiado.

Ahora es de nuevo el Poder, incluso en “democracia”, el que está decidido a ajustarle las cuentas a la realidad de una sociedad que no les gusta a estos dementes “hijos del régimen del 78” -casi todos los dirigentes de la hora nacieron en aquella década-, y me parece ya tiempo de que se sea consciente de ello, plenamente. O las consecuencias serán devastadoras para todos.

Este Gobierno es un puro simulacro

…de gobierno -de “gobernanza”, como se dice ahora para seguir diciendo nada-, lo que explica que se base única y exclusivamente en la mentira, que no existiera ninguna “comisión de expertos” sobre la epidemia del coronavirus que justificase las decisiones del (simulacro de) Gobierno Sánchez-Iglesias, sólo dispuesto y preparado para organizar y difundir la Gran Mentira del Gobierno: que este Gobierno gobierna.

Pero aunque la Nación se encuentre inerme, todo el tinglado podría desmoronarse según arrecia la nueva ola de Covid19, si no fuera por la actitud sumisa, más que sospechosa, de los presuntos partidos de Oposición PP y (sobre todo) Cs a los designios del (simulacro de) presidente del Gobierno, un hombre desabrido e incapaz de comunicar nada que no sea su (simulacro de) voluntad de gestionar la grave crisis española de la mejor manera posible.

¿Pero cuál es su plan, cuál su estrategia -la de Redondo u otros- para sacar al país del atolladero, para recomenzar el curso escolar y universitario con garantías básicas, salvar a cientos de miles de autónomos de la quiebra y afrontar cifras de paro nunca antes vistas? No hay Plan -ni puede que simulacro de plan, estrategia, proyecto- que no pase en la mentalidad del (simulacro de) Doctor Sánchez por hacerse fuerte en La Moncloa -incluso a la manera allendista, en los delirios compartidos de esta Izquierda de esnobs del radicalismo-.

Así que el Otoño se cierne con toda la brutal incertidumbre que depara una pandemia para la que no ofrece soluciones claras la comunidad científica mundial, mientras la Prensa nos aburre a estas alturas con homenajes a etarras decrépitos, el desagradable 11-S de los tribalistas que pastorea un tal Torra, (simulacro de) presidente de Cataluña -inhabilitado ¿de manera simulada? para el cargo-, o con todas esas insulsas triquiñuelas de los partidos o partidas en que se han convertido PP y (sobre todo) Cs, siguiendo con años de retraso a todos los demás.

Todo para no perder posiciones, cargos, relaciones sociales de (simulacro de) poder… reducido todo a este Consenso de las Facciones que deshace el Estado aunque presente una especie de “diálogo multilateral” como mejor forma de “cohesionar España”, cuando el PSOE aspira a una hegemonía indiscutida en el marasmo institucional producto directo de sus alianzas con el conglomerado de formaciones antisistema -y Vox que decidió dormirla hasta septiembre, cuando para entonces igual ya los han confinado a todos en un CETI por “extremistas”-.

Ineptos para hacer política -idear, decidir y ejecutar-, la mayoría de nuestros representantes políticos y cargos públicos asumen su irresponsabilidad factual -lo superfluo de su función, de su misma presencia en el (simulacro de) puesto de trabajo- por la vía de la adhesión a lo que determine la cadena de mando -con sus manidos argumentarios pastosos, que cortapegarán perezosamente los “periodistas” para rellenar los huecos que dejó la publicidad privada en los diarios-.

Y, siendo todo genuinamente mentira en la vida pública (¡politica!) de nuestros días -simulacro de España, de democracia, de libertades e igualdad-, ¿acaso no habrá entre tantos cientos de miles de cargos políticos (¡públicos!) quienes defiendan una mera y sostenida estrategia por la Verdad? Cabría empezar por pedir -y van…- el procesamiento de Sánchez, Iglesias, Illa y Simón, más el de Torra y sus esbirros también, por descontado; la convocatoria de nuevas elecciones; la ilegalización de Podemos, ERC, Bildu y CUP (al menos); la solicitud de un rescate a fondo perdido…

Pero en vez de ello, con el silencio de los borregos, (simulacro de) servidores públicos tanto como (simulacro de) Pueblo nos aprestamos a asistir en los siguientes meses y años al Nuevo Apaño para que este (simulacro de) Estado aguante, ¡España es la gallina de los huevos de oro, se entiende! Y lo más curioso es habernos percatado con el tiempo de la paciente (y aún bovina) observancia de nuestra situación por parte de las principales autoridades de la UE y de los “países de nuestro entorno”.

Que parece que nos miran como al alumno revoltoso, un poco corto de miras y entendederas, que no es mal chico después de todo -aunque se puede entrever que nunca llegará a nada…-. Y es que a todos en (el simulacro de) la UE les viene mejor a su vez el simulacro nacional practicado por las castas dirigentes (políticas, económicas y culturales) de cada país, ya que oculta o difiere el conocimiento de su propia realidad disimulada -la pandemia de Covid19 ha sido definitivamente esclarecedora al respecto de la “unidad” y la “política común” europea, por cierto-.

Una nueva transferencia de responsabilidad

…a manos del PSOE opera sobre la actualidad acerca de la gestión de la crisis sanitaria causada por el coronavirus, que el Gobierno Sánchez-Iglesias ha delegado en las comunidades autónomas como si se tratase de otra competencia más, mientras se formula mal disimulada la acusación a los ciudadanos de ser ellos quienes podrían provocar la extensión de la epidemia.

Ciertamente, depende de cada uno hasta cierto punto frenar los contagios, pero no es esto lo que han dado a entender las autoridades sanitarias con su estrategia de reclusión forzosa de la población en general, habiendo minimizado con anterioridad al 8-M el grave riesgo inminente que amenazaba a los españoles desde hacía al menos un mes.

Los caudillos totalitarios actúan así, convirtiendo cada uno de sus disparates, desastres y crímenes en objeto de proceso contra “el Enemigo”, ese “Otro” que, no siendo elemento del Movimiento (o incluso perteneciendo al mismo) resulta tan desechable en cuanto persona como útil y acaso rentable como chivo expiatorio. Y lo peor es que les funciona (antes en la URSS como ahora en China).

Entre nosotros, los socialistas españoles acabarán por hacernos creer que fueron los botellones en las residencias los que han (de)generado las peores cifras mundiales de defunciones por la Covid-19, de sanitarios infectados y de períodos de reclusión (con sus fatídicos datos económicos y sociales aparejados), por no hablar del perjuicio causado a los derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos.

Ya hicieron creer durante el mandato de Rajoy que el PP era el partido más corrupto de España, cuando las cifras reflejadas en los sumarios juzgados y sentenciados con imputados y condenados del PSOE (o el PSOE como organización, o la UGT) escandalizan incluso fuera del mundo occidental. También le atribuyeron, contra toda evidencia, los “recortes” sociales que nos legó el incalificable gestor conocido como ZP.

Entonces Rubalcaba –“yo lo sé todo de todos”, decía en sus ratos villarejos- se parapetaba detrás de la presunta espontaneidad del 15-M, aunque con alevosa diurnidad venía de votar aquello impuesto por la UE al propio Zapatero para que la devolución de la deuda antecediera al pago de las pensiones, reforma de la Constitución mediante, que efectivamente Rajoy también apoyó una vez seguro de heredarle el cargo.

Sucedió con el asesinato de Isaías Carrasco antes de las Generales de 2008 -con un Patxi López espetándole a Rajoy aquello de: “¿Y ahora qué dices de que traicionamos a nuestros muertos?”- y simultáneamente los socialistas transfirieron el protagonismo social de la culpa de la ETA asesina a un “Machismo español” que ocasionaba “víctimas de violencia de género”, que desde entonces sustituyeron en el espacio público a las del terrorismo.

Por supuesto sucedió con la masacre del 11-M, cuyo horror y cuya responsabilidad (práctica culpabilidad: “Gobierno asesino”, etc.) fueron transferidos en todas sus dimensiones al presidente saliente José María Aznar y, por extensión, a todo el PP -contra “la Guerra” llegó “la Paz” de ZP, que ya había encomendado a Eguiguren años antes la aproximación a los terroristas para informarles de sus buenas intenciones para con ellos-.

En rigor sucedió ya con el 23-F, puesto que el “Gobierno de concentración” que presidiría Armada tenía como vicepresidente a Felipe González y no faltaban tampoco Narcís Serra o el recientemente difunto Enrique Múgica (junto con varios socialistas más), lo que no fue óbice para que la mayoría del electorado decidiera rechazar a una UCD ya muy castigada -y encima “por el Cambio”…

EL PSOE NO CAMBIA

Eran otros tiempos, desde luego; aunque el PSOE siga pretendiendo que votar sus listas infectas de procesados por corrupción y familiares en todos los grados representa votar “cambio”. Cambio de qué: ¿de nombres, de costumbres, de tácticas y estrategias, de ideas? Nada de eso: es otra seña identitaria más, como un tatuaje antiguo que ya no significa nada.

Hace un siglo acusaron de corrupción a los partidos de la Restauración y se aprestaron a colaborar con la dictadura de Primo de Rivera (con la UGT en pleno) y su “diálogo social”. Luego fracasó el Directorio y se posicionaron los primeros para tomar al asalto el Gobierno de la II República, que tanto contribuyeron a socavar Largo Caballero e Indalecio Prieto antes de lanzar la insurrección (para la guerra civil) en Octubre del 34, con anarquistas y la colaboración de PNV y ERC.

Luego en comandita con la CNT y el PCE robaron las elecciones como Frente Popular, se apoderaron del Estado y comenzaron con su plan de genocidio (la prueba es Paracuellos), antes de que Negrín le vendiera el Gobierno a la URSS junto con las reservas de oro del Banco de España y parte de lo que aún quedaba del Estado «republicano», pues con ello perseguían alargar la guerra para enlazarla con la que iba a ser denominada Segunda Guerra Mundial.

Y no escarmientan, no descansan en su estupidez, les guía una extraña Idea que no concuerda casi nunca con la sociedad que tienen delante, pero les da igual: la culpa es siempre de los otros, de la Derecha, de los que están en frente o simplemente pasaban por ahí. Así lo creen porque lo han interiorizado y eso explica, tal vez, por qué se la pasan 80 años después de acabada la guerra removiendo tumbas de propios y ajenos.

Al cabo, la culpa de todo la tuvieron (la tienen) “los fachas”, “las Derechas” o Franco (¡los tres!). Como ahora con el coronavirus -“la maldición de Francokamón”, que le llama Federico- igual resulta que la tiene el Rey.

La gran manipulación

…es el título con el que Jano García (Valencia, 1989) ajusta cuentas con el sistema mediático español de la hora por su entreguismo a las tesis manifiestas del Poder no menos que por su endogamia, su vulgaridad y su fanatismo. Un sistema que tiene a las cadenas de TV como baluarte en la creación de la “nueva normalidad” desde años antes de la expansión coronavírica.

Al respecto, se remonta el autor a la década de los 20’ del siglo pasado con el ascenso al Poder de comunistas bolcheviques y fascistas, como habla de Goebbels durante el nazismo y del Libro Rojo de Mao y su “Revolución cultural”, en un intento de recordar que las técnicas de manipulación las crearon hace tiempo los caudillos de los movimientos totalitarios.

Pero la parte más meritoria de la obra en sin duda la dedicada a la cronología de los hechos de la pandemia que tiene a España con los peores índices mundiales de respuesta en todos los ámbitos (sanitario, económico y también político en relación con las medidas agresivas adoptadas por el Gobierno Sánchez-Iglesias, lesivas para las libertades y derechos individuales).

Hechos que son datos: desde alarmas de la OMS con sus fechas, pasando por los avisos que llegaban de China, luego desde Italia y la UE, etc. Avisos y alertas que el Gobierno desestimó a conciencia, por lo que no es de extrañar que el subtítulo del libro rece «Cómo la desinformación convirtió a España en el paraíso del coronavirus».

Unos hechos y datos que son puestos en su contexto por García, que va intercalando declaraciones de políticos, periodistas, tertulianos que contribuyeron a la gran manipulación que da título al trabajo, impidiendo así que se tomaran las medidas decisivas en el momento adecuado y, peor aún, justificando la actuación gubernamental con una serie de mentiras encadenadas durante los últimos meses.

SARTORI CABALGA DE NUEVO

Siguiendo a grandes rasgos las tesis del brillante politólogo italiano Giovanni Sartori en su esclarecedor Homo videns -reseñado hace meses en este mismo sitio-, García apunta:

“Ningún medio ha tenido un impacto tan significativo como la televisión en la historia de la humanidad. La diferencia entre la televisión y la radio es considerable. La ventaja de la imagen visual sobre la transmisión radiofónica es que lo audible se convierte en una imagen visual con la ayuda de la imaginación del individuo que la recibe, pero no es posible mantener bajo control lo que puede llegar a imaginar el oyente. Con la televisión, la imaginación deja de existir. Lo que ves es la realidad, o al menos así lo capta tu cerebro. La televisión fue ganando fuerza y entrando en todos los hogares de los países desarrollados con el transcurso de los años.”

De hecho, ciñéndose a informes de la consultora Barlovento Comunicación a partir de los datos de medición de Kantar y Comscore, García señala que “el 70,7% de la población española ve cada día la televisión con un consumo medio de 3 horas y 56 minutos por persona al día”, y añade que pese a lo que se piense actualmente, las redes sociales distan de ejercer una influencia similar en cantidad y calidad sobre el público como la de las cadenas de TV.

“Teniendo en cuenta las cifras tan elevadas de audiencia, es evidente que la televisión es la herramienta óptima para la manipulación de masas. El debate social lo marcan los medios de comunicación. En todos los países sin excepción, los temas de interés, las discusiones políticas, económicas, sociales, culturales, etc., son aquellos que deciden los mass media.”

Concretamente, en el caso de España, el autor se pregunta:

“¿Qué papel tuvo la televisión para que España se convirtiera en el país más afectado por la pandemia del Covid-19 (sic)? La negligencia política es también responsable desde luego, pero imaginen que las televisiones hubiesen comenzado a abordar día tras día en febrero la verdad del nuevo coronavirus. Es innegable que la presión mediática y el efecto generado en la población hubiera obligado al Gobierno a actuar de forma distinta. Nadie es capaz de resistir la presión mediática en un régimen democrático o, mejor dicho, en un régimen en el cual la masa social es la que quita y pone gobiernos.”

Pero apunta también que lo más grave y dramático del caso español es “la fusión entre el poder político y el poder mediático”, cuando “las televisiones decidieron obedecer el mensaje institucional”, y comienzan a desfilar por las páginas de La gran manipulación los habituales del compadreo y del sectarismo de nuestros días, significadamente Xabier Fortes (luego destituido) y Lorenzo Milá desde TVE, Susana Griso desde Antena 3, Jorge Javier Vázquez desde Telecinco, e Iñaki López y Antonio García Ferreras desde La Sexta y algunos de sus más conspicuos acólitos -comenzando por su mujer Ana Pastor al frente de esa presunta agencia de verificación de bulos llamada Newtral, que básicamente se dedica a esparcirlos-, o los “contactados” como Iñaki Gabilondo, Cristina Almeida y otros.

EL GOBIERNO SE HIZO EL SORDO

No sólo se había empezado a temer lo peor en enero respecto al nuevo coronavirus de origen chino, sino que para los responsables políticos de los países limítrofes con la potencia asiática aquello se tornó en la principal cuestión a atender, habida cuenta de los antecedentes de la “gripe aviar”. Por el contrario, en España el ministro de Sanidad Salvador Illa y el infame director del Centro de Coordinación de Alertas y Alarmas Sanitarias Fernando Simón comenzaron su particular tour de force por rebajar lo máximo posible la gravedad del problema.

Dos ejemplos de entre los muchos que recoge la cronología aportada por Jano García lo muestran de manera descarnada. Así, el mismo 30 de enero, cuando la propia OMS decide declarar la emergencia sanitaria internacional después de la detección de los primeros casos en Italia, y una vez que China ya había procedido a recluir a decenas de millones de habitantes de varias ciudades del país, Salvador Illa declara lo siguiente:

“No minizamos nada, no hay ningún caso en estos momentos en España. Está preparado nuestro sistema para hacer frente a estas situaciones y las seguimos a diario con transparencia informativa.”

A su vez, el Dr.Simón sentencia al día siguiente (en una de sus más recordadas intervenciones a la postre):

“Nosotros creemos que España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado. Esperemos que no haya transmisión local. Si la hay, será transmisión muy limitada y muy controlada. Hay indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible. Sigue habiendo una sola zona, una sola provincia de China con transmisión comunitaria real, en otras zonas hay una transmisión limitada y controlada, y por lo tanto parece, además con el número de casos nuevos que van notificándose día a día, que la epidemia tiene posibilidades de empezar a remitir.”

Obviamente, no fue el caso ni en España ni en ninguno de los países de su entorno, caso de Italia o Francia, luego Gran Bretaña y más allá Estados Unidos como ejemplos de los que se vieron gravemente afectados por la pandemia. Pero lejos de rectificar y enmendarse a medida que se expandía el virus, el Gobierno Sánchez-Iglesias se aprestó a lanzar una campaña de acoso y descrédito de todos aquellos expertos, médicos o meros periodistas que alertaban de la gravedad tanto como de la inminencia de la crisis sanitaria en España.

LA RESPONSABILIDAD DE LA OMS

García no se olvida tampoco del nefasto papel representado por la Organización Mundial de la Salud en todo el trance, en cuanto que presidida por un hombre de paja de China se ha comportado durante la crisis más como un embajador de la buena voluntad del Partido Comunista de Xi Jinping que como una auténtica agencia sanitaria.

“Tedros Adhanom pertenece al Frente de Liberación Popular de Tigray, un partido etíope de ideología marxista. El Gobierno etíope, a la sazón dirigido por Hailemariam Desalegn, presidente señalado continuamente por Human Rights (sic) por hostigar a la población e implantar un régimen autoritario y sobre el que pesan delitos contra la humanidad, nombró a Tedros Adhanom como ministro de Sanidad en el año 2005, cargo que ocupó hasta el 2012. Posteriormente fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores hasta el año 2016. Mientras él estaba en el gobierno etíope, tres brotes de cólera asolaron el país llevándose por delante la vida de miles de personas. Sin embargo, cuando era ministro de salud, decidió ocultarlo y llamarlo “AWD” (diarrea acuosa aguda).”

Pero no sólo fue China la que aupó a semejante sujeto a la presidencia de la OMS, ya que “Barack Obama también apoyó su nombramiento porque suponía que Tedros sería el primer africano de la historia en dirigir la organización internacional. Propaganda al poder”, en otra de esas decisiones del malhadado ex presidente de los EEUU que reúne todos sus principales defectos: la soberbia ignorante, el racismo disfrazado de antirracismo, el progresismo “liberal” que le hacía preterir los principios y la responsabilidad del papel exterior de los USA en pos del “Multilaterismo”, que ha dejado sumidas en el caos zonas enteras del planeta ya desde antes de la llegada del coronavirus.

En España, la encargada de ejercer de embajadora de las buenas intenciones chinas fue María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS y, por momentos, colaboradora tertuliana asidua al programa Al rojo vivo de García Ferreras, foco principal de las distintas infecciones informativas que padece la opinión pública española desde el 11 de marzo de 2004, cuando el ínclito periodista trabajaba (manipulando) para la SER.

Aunque sería en una entrevista en La Sexta el 16 de febrero con su mujer, Ana Pastor, cuando Neira declaró a cuenta de la cancelación del World Mobile Congress que se iba a celebrar en Barcelona:

“La OMS desde el principio ha dicho que no haya restricciones ni de viajes ni de comercio ni de intercambios. (…) Nosotros no podemos juzgar a nadie que tome esas decisiones, lo que sí es cierto es que nosotros no hemos dado ese tipo de criterios para que se haga gestión de riesgo y se llegue a esa conclusión. Nosotros hemos dicho que no es necesario ni cancelar, ni evitar la movilidad ni el comercio.”

CASO DE NEGLIGENCIA CRIMINAL

Pese a la alarmante situación en Italia a finales de febrero, todavía tuvo Salvador Illa arrestos para continuar con el mensaje falsamente tranquilizador -los españoles se lanzaron a proveerse de mascarillas, cuya demanda aumentó un 10.000% según los datos de García-, concretamente el 25 de febrero, cuando ya parecía claro que decenas de aficionados del Valencia que viajaron a Italia a ver el partido contra el Atalanta habían regresado infectados a España:

“No hay transmisión comunitaria acreditada hasta el momento en nuestro país y por tanto seguimos pensando que estamos en un escenario de contención del coronavirus en España. No hay una prohibición decretada por parte de las autoridades internacionales ni por parte de las autoridades españolas de viajar a ninguna parte. Hago un llamamiento a la ciudadanía para que no caigamos en el alarmismo. (…) En todas las comunidades autónomas hay capacidad de hacer test y con una solvencia total. El sistema sanitario está preparado para hacer frente a la situación.”

Ese mismo día el impresentable portavoz de Podemos, Pablo Echenique, se lanzó con su degradado sentido del humor a apoyar las tesis gubernamentales:

“En las portadas y en las tertulias, el coronavirus corre desbocado y es una peligrosísima pandemia que causa pavor. En el mundo real, el coronavirus está absolutamente controlado en España.”

Y como remate, el inevitable Dr.Simón, que todavía comparece públicamente en vez de haber sido procesado por tratarse de uno de los principales culpables de la expansión y grave afectación del coronavirus en la población española, característicamente entre los miembros del personal sanitario y de residencias y farmacias:

“Lo cierto es que en las zonas donde no se han identificado casos, no hay ningún riesgo. Por lo tanto, yo creo que la población tiene que entender los riesgos a los que se expone, los riesgos reales, no los ficticios a los que se exponen y ahí yo creo que sí que hay detalles que nos pueden ayudar para ir normalizando la situación, allí donde hay que normalizarla y donde se tienen que hacer medidas extras, no se preocupen que Salud Pública de cada comunidad autónoma las hará. El uso de las mascarillas sí que puede ser interesante en los pacientes con sintomatología. Pero no tiene sentido que la población ahora mismo esté preocupada por si tiene o no tiene mascarillas en casa. ¡Ninguno! Por tanto, es importante que la población no asuma mecanismos de protección que pueden no tener sentido. España, yo creo que ya se lo hemos dicho en múltiples ocasiones, no recomienda medidas de cribado en los aeropuertos.”

Esto es: como ahora mismo en que el Gobierno Sánchez-Iglesias ha decidido que lo mejor es no tomar ya nuevas (o viejas) medidas porque ahora les corresponde a los gobiernos de las CCAA asumir la responsabilidad y, tal vez, compartir la culpabilidad de sus negligentes decisiones con el Ejecutivo “de Progreso”. Pero la seguridad en los aeropuertos, los principales accesos del coronavirus a nuestro país (especialmente los de Barajas y El Prat), ¿a quién compete?

CONCLUSIÓN

Jano García dirige en la actualidad el programa En libertad que se retransmite a través de iVoox y You Tube y cuenta con cientos de miles de seguidores, a los que pudo alertar ya en febrero de la magnitud de la pandemia de coronavirus pese a la hostilidad manifiesta de las fuentes oficiales y sus sicarios en TV e Internet (redes sociales, sobre todo) hacia la verdad de la amenaza y sus consecuencias sanitarias y económicas sobre la población española.

Escrito como pieza de urgencia para su publicación, adolece por momentos de un estilo descuidado así como de partes que dan la impresión de servir de relleno a la cronología exhaustiva de los hechos, con una mezcolanza entre la exposición bruta de los mismos y el aderezo de sus opiniones sobre la gestión de la crisis que no redunda en la utilidad y valentía de la obra. De hecho, García trata superficialmente algunas cuestiones como la manipulación específica del medio televisivo, o las mismas ideologías totalitarias, que merecen siempre (por su relevancia intrínseca) más precisión conceptual y mayor despliegue de fuentes corroboradoras que las que aporta el autor.

Tal vez se podría haber ahorrado dichas partes, porque para el mes de mayo, cuando el autor remata el libro, ya disponía de material suficiente para continuar apuntalando sus tesis más allá del 14 de marzo, fecha (última de las citadas) en que el Gobierno Sánchez-Iglesias declara el estado de alarma.

En vez de ello, expone sus conclusiones en el último capítulo del libro de modo general:

“España está viviendo un cambio de régimen encubierto por los medios de comunicación, esos embusteros que obedecen al que paga y que son activistas, no periodistas. La crisis económica que vamos a sufrir no tiene parangón. El Gobierno de Sánchez ha decidido que, para conseguir imponer este nuevo modelo en el país, debe eliminar por completo a la clase media y asfixiarla económicamente. Son cientos de miles las empresas que van a desaparecer en España tras esta pandemia. (…) Más allá del terrible resultado en la gestión sanitaria, los números demuestran que el confinamiento generalizado y la paralización masiva de la producción durante tanto tiempo son un error. Pero adviértase que era nuestra única posibilidad para detener la propagación del virus debido a la inacción del Gobierno a la hora de tomar medidas preventivas.”

Y, taxativo, asevera (en una opinión que comparto):

“El estado de alarma no debe volver a ser aplicado por esta pandemia. Los ciudadanos deben ser los que decidan libremente su destino. El miedo a morir no puede acabar con la ilusión de vivir. El estado de alarma se ha utilizado para fines políticos que refuercen la manipulación de masas a través de la eliminación de los contrarios en redes sociales. El aumento del control del contenido en las redes ante el espectacular auge vivido de su uso, como era lógico en una situación de confinamiento para la inmensa mayoría de los ciudadanos, debería ponernos en alerta.”

Aunque su muy negativa opinión de la “masa social” le haga ser pesimista -no seré yo quien le lleve la contraria-, al menos ha publicado un testimonio de indudable valor documental, probablemente el primero en España sobre la específica e incesante manipulación masiva que hemos padecido los ciudadanos a manos de este genuino Gobierno de la Mentira. Sólo por eso, representa un esfuerzo notable y espero que tenga el debido éxito en su difusión.

La nueva superstición de la mascarilla

…ha alcanzado finalmente al Gobierno dizque de España, cuando hubiera sido efectivo su uso hace dos o tres meses, y no ahora que apenas se producen contagios y por tanto resulta casi del todo prescindible. ¿Alguien sabe de hecho por qué lleva mascarilla? Se dice que para autoprotegerse o proteger a terceros, pero es una medida que llega tarde y que no debe, precisamente, enmascarar la solución real a la crisis sanitaria actual: el testeo masivo a la población.

El pobre Dr. Simón, ese que no es experto sino esbirro del Gobierno Sánchez-Iglesias, se ha quedado afónico de reiterar que “la mascarilla da una falsa sensación de seguridad” a las personas, en plagio de lo que dijera el ministro de Sanidad de Singapur a mediados de febrero cuando en este país asiático ya tenían controlados los focos epidémicos a base, estrictamente, del testeo masivo y el aislamiento de los focos víricos mediante la geolocalización vía móvil.

Todavía no sabemos si el hijo de Simón acudió a alguna de las masivas manifestaciones “feministas” el 8M, pero sí que hemos tenido tiempo de comprobar que las decenas de miles de muertos por la Covid19 que se han producido en las residencias en que no se han tomado las debidas precauciones -uso de mascarillas, prohibición de guantes, aislamiento de contagiados- o en los mismos hospitales con médicos, enfermeros y celadores infectados, se podían haber evitado con una acción resolutiva de unas autoridades que se han dedicado únicamente a la propaganda contra la Oposición al Gobierno.

Y ahora nos quieren a todos enmascarados, cuando en territorios como Guipúzcoa ya no hay contagiados y, por tanto, no podemos contagiarnos coronavirus los unos a los otros. ¿O se cree alguien que esta infección vírica -por vía fundamentalmente aérea- puede darse por voluntad exclusiva del SARS-CoV-2, que es un bichito muy débil que apenas se transmite a menos de dos metros?

Pero tipos muy mediocres como Urkullu o el nazi Torra pretenden ahora que sus problemas electorales pueden ser solventados contagiando algo más de miedo -oscurantismo, superstición- a los ciudadanos, cuando sus partidos debieran ser disueltos y con ellos las instituciones que no hemos echado para nada de menos durante todo este período de reclusión forzada. ¿Mascarillas obligatorias? ¿Para qué si ya no podemos contagiarnos?

Sólo las debidas medidas higiénicas, a que debiéramos estar acostumbrados, más el debido distanciamiento social, al que uno se adapta fácil según pasan los años -hay que huir de las aglomeraciones humanas por el asco esencial que debiéramos sentir por esa promiscuidad de cuerpos, salivas y sudores que se dan con demasiada frecuencia en nuestras calles atestadas de txikiteros, charlatanas y sobones-, bastan para evitar contagios de todo tipo: de la gripe a la neumonía.

Y bien que el uso masivo de mascarillas hubiera podido impedir en gran medida el contagio masivo en nuestra sociedad en febrero, evitando de paso estos dos meses largos de reclusión forzosa, pero se prefirió hacer como si nada para favorecer manifestaciones ideológicas y las habituales concentraciones de los futboleros, por lo que la mayoría de los miembros del Gobierno debiera penar cárcel por su responsabilidad activista en estos hechos.

Luego tenemos al estamento médico, a esos presuntos “héroes” que asumieron volver al trabajo infectados después de apenas una semana de cuarentena, sin test de por medio, y que prueba como ningún otro hecho que la obediencia debida causa mal al conjunto de la sociedad cuando los servidores públicos se pliegan a las directrices arbitrarias del Poder.

Miles de muertos son imputables a estos “profesionales” públicos -al margen de la desprotección a que han sido sometidos dolosamente por el Gobierno-, equiparables al soldado enviado a Afganistán para proteger un hospital equipado únicamente con un tirachinas (o con órdenes de no disparar) si no fuera porque en este caso el perjudicado primero y último sería él, y no sus protegidos (o pacientes).

Se atreve aún a sostener nuestro presidente Pedro Sánchez -ese psicópata sólo digno de frenopático o centro psiquiátrico- que gracias a sus decisiones se han evitado 300.000 muertes, cuando al menos cabe imputarle (y a él en exclusiva, ya que tanto presume) no menos de 35.000 decesos por homicidio imprudente.

A él, que ya demostró que no sabe ni cómo usar una de esas mascarillas que ahora quiere imponer a toda la población, cuando en rigor ya no importa un carajo (hasta el próximo brote).

En tiempos de contagio

…es la obrita (75 páginas en la edición en español, con capítulos de un par de páginas en su mayoría) que se ha sentido llamado a escribir el italiano Paolo Giordano, autor de la exitosa novela La soledad de los números primos -que no he leído-. Una reflexión que en rigor poco aporta a estas alturas de mayo, aunque cabe reconocerle la reunión de prácticamente todos los lugares comunes recogidos en la Prensa europea durante estos meses.

El libro no tiene de hecho otra tesis que la afirmación de que es necesario un cambio en la conducta del hombre de nuestros días, si bien no concreta excesivamente los puntos en que debiera producirse dicha metamorfosis. Vagas nociones acerca de que el hombre no es una isla y en consecuencia la responsabilidad individual puede suponer un bien común para el género humano no pasan de obviedades, pese a su pretendida apoyatura matemática.

Comienza el libro precisamente refiriéndose a la importancia de las matemáticas a la hora de tratar este tipo de crisis, lo cual no deja de resultar evidente para cualquiera con dos dedos de frente:

“Antes de ser emergencias médicas, las epidemias son emergencias matemáticas. Porque las matemáticas no sólo son la ciencia de los números, sino ante todo la ciencia de las relaciones: describen los vínculos e intercambios entre entes diversos sin importar su naturaleza, abstrayéndolos en forma de letras, funciones, vectores, puntos y superficies. El contagio es una infección de nuestra red de relaciones.”

Explica además que el SARS-Cov-2 es un virus ARN, “la forma de vida más elemental que conocemos”, y aduce que para el mismo

“toda la humanidad se divide en tres grupos: los Susceptibles, es decir, todos aquellos a quienes todavía podría contagiar; los Infectados, a quienes ya ha contagiado; y los Removidos, es decir, aquellos que ya no pueden contagiarse de nuevo porque han fallecido o se han curado”.

Pero lejos de establecer modelos para no perderse en los vericuetos y vías por que se ha expandido el virus, o fijar su rapidez de propagación, Giordano se limita a ofrecer un ejemplo que le sirve luego para conminarnos a la reclusión, cuanto más solitaria mejor:

“Pongamos que somos siete mil quinientos millones de canicas susceptibles y estáticas hasta que, de pronto, una canica infectada nos alcanza a toda velocidad. Esa canica infectada es el paciente cero de la enfermedad. Antes de detenerse logra chocar contra dos canicas que por su parte salen disparadas y chocan contra otras dos cada una. Y así una vez, y otra, y otra.

El contagio empieza así, como una reacción en cadena. En una primera fase crece de una forma que los matemáticos denominan exponencial: cada vez más personas resultan infectadas en menos tiempo. Saber exactamente cuánto tiempo depende de un número que es el corazón oculto de toda epidemia. Se indica con el número Rsub0 y cada enfermedad tiene el suyo.”

Al parecer, el SARS-Cov-2 tenía inicialmente una media de 2,5 contagiados por cada infectado, y lo deseable sería reducir el número a menos de 1.

“La buena noticia es que Rsub0 puede cambiar y, en cierto sentido, depende de nosotros: si reducimos las probabilidades de contagio, si cambiamos nuestro modo de actuar para dificultar que el virus se transmita de una persona a otra, Rsub0 disminuye y el contagio se reduce. Ésa es la razón por la que ya no vamos al cine.”

También lanza la perorata habitual sobre las noticias falsas y su rápida expansión -digamos que como este virus, comparación trillada donde las haya máxime en estos tiempos de internet en los que todos hemos comprobado la existencia de millones de “troyanos” y “gusanos” tirando abajo hasta los sistemas informáticos de las grandes administraciones y asimismo de las más sofisticadas empresas de telecomunicaciones-.

“Las noticias falsas se difunden igual que una epidemia. De hecho, el modelo para estudiar su propagación es el mismo: frente a una información errónea somos Susceptibles, Infectados o Removidos. Y cuanto más nos asusta, nos indigna o directamente nos enfurece esa información, más vulnerables somos al contagio.”

Y es por aquí por donde tiene que asomar la patita este otro agorero del apocalipsis climático, que parece reconocer a la Thunberg cierta autoridad moral mientras se refiere a los incendios en la Amazonía o en Australia y a otra serie de desastres (no siempre causados por el hombre) que inciden en la desaparición de las especies y, a su juicio, en la migración de los virus y bacterias de unas a otras, hasta alcanzar al hombre mediante zoonosis (transmisión vírica desde animales a hombres).

“Los virus se cuentan entre los muchos prófugos de la destrucción del medio ambiente, junto con las bacterias, los hongos y los protozoos. Si por un momento fuésemos capaces de dejar a un lado nuestro egocentrismo nos daríamos cuenta de que más que ser los nuevos microbios quienes vienen a nuestro encuentro, somos nosotros quienes los desahuciamos de sus hábitats.”

Ciertamente, no hace falta una superextinción para que ratas, moscas y mosquitos nos contagien todo tipo de enfermedades, como otros animales del ámbito doméstico que no corren dicho peligro -vacas, cerdos, caballos, gallinas, palomas, perros, gatos- pueden transmitirlas también, y lo seguirán haciendo en el futuro. El ejemplo claro es el de la rabia, con la que logró lidiar un tal Pasteur hace ya siglo y miedo.

Como resumen de la actitud del autor, cada vez más extendida entre ciertos círculos intelectuales y elitistas, podría ofrecerse la cita que aparece en la portada de la edición española del libro:

“Como buen hipocondríaco, de tarde en tarde le pido a mi mujer que me tome la temperatura, pero eso es harina de otro costal: no tengo miedo de caer enfermo. ¿Y de qué tengo miedo? De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí.”

Hipocondríaco o no, con miedo a que nada cambie o a que todo cambie para mal, desde luego Giordano ha decidido no perder el tiempo a la hora de sacarse unos cuantos euros -bien pudiera ser que por encargo de su editora-, así que cabe aplicarle también a él (como a la joven Greta, a su hermana y a sus padres) el calificativo de “arboricida”.

¿En verdad hacía falta publicar este libro, que apenas rebasa con sus simplones análisis la primera semana de marzo (cuando en Italia no podían ni sospechar hasta qué punto la estaban pifiando las autoridades, ni por ende la magnitud de la tragedia que aún perdura allí como en España y otros tantos países occidentales)?

¿No hubiera sido más sensato, económico (para la Madre Naturaleza, vaya) y honrado esperar para ahondar algo en causas y consecuencias a conocer mucho mejor la verdadera dimensión de la Covid19, sus orígenes y desarrollos y efectos reales en la salud individual de muertos, recuperados y asintomáticos?

Si de algo se puede estar seguro pese a todos los coronavirus pasados, presentes y futuros es de que el dinero nunca descansa, y en fin: quizás sea éste uno de los únicos motivos de esperanza en el momento actual (aunque Giordano tal vez fingiría sentirse escandalizado).

Covid19: lo que debería cambiar en España

…a partir de ahora son los mismos fundamentos de nuestro malhadado “Estado del Bienestar”, para resumirlos en uno solo: nadie tendrá derecho a vivir “del Estado” -esto es: “del de al lado”-, a no ser que deba ser asistido por razón de minusvalía psíquica o física o dependencia grave por su estado (provisional) de precariedad.

Estos días en que muchos jubilados se llevan las manos a la cabeza por las presiones para volver a la normalidad laboral, debiera explicarse reiteradamente que sin actividad empresarial no hay trabajo y sin trabajo no sólo cerrarán las empresas, sino que no se podrán pagar los subsidios al desempleo, las pensiones, los salarios de empleados públicos (de la Sanidad, de la Educación, de la Justicia, de las Fuerzas de Seguridad o del Cuerpo de Bomberos, del Servicio a Domicilio o de las residencias, ¡de los partidos políticos!), etc.

Como también debiera quedar meridianamente claro que cuando se elige a gobiernos corruptos y manirrotos (vulgo Socialismo) para gestionar las cuentas públicas lo único que queda al final para repartir es la miseria. De hecho, sobran un tercio de los empleados públicos y todas aquellas sociedades artificialmente creadas para colocar a los próximos, entre las que no cabe no incluir a partidos y sindicatos, que a la hora de la verdad demuestran servir para bien poco.

El INEM -esa institución expendedora de presuntos “derechos sociales” al cobro de ayudas por no trabajar- debe ser liquidado y sustituido por ETT (empresas de trabajo temporal), en cuanto que aquél se sufraga con fondos públicos y tiene como objeto permitir cobrar sin trabajar, mientras que éstas son empresas privadas cuyo único beneficio deriva de encontrar trabajo a sus clientes.

Sobran parlamentos en España, agencias públicas y comisionistas de toda laya; sobran cargas fiscales sobre los creadores de riqueza -esto es: los empresarios-, que aparte de ser quienes fomentan la contratación para sostener a las familias de los trabajadores se ven obligados a pagarles horas que no trabajan -como las vacaciones, los dos meses de paga extra, las fiestas de guardar, etc.- así como las cuotas de la Seguridad Social.

Sobran las millonarias subvenciones con que el Estado riega a distintas entidades con fines escasamente productivos, generalmente opacos, entre ellas decenas de miles de empresas de particulares dedicadas presuntamente a la promoción del “mundo de la Cultura”, pero que no crean ni producen nada; por no hablar de hasta qué punto sobran todas esas radios y televisiones públicas debidamente plegadas a la voluntad del cacique local de turno o al mismo Gobierno que concede las licencias.

Pero también debe quedar claro qué otros sectores deberán cambiar de métodos y actitudes si quieren sobrevivir a la terrible crisis económica que se avecina.

BARES SÓLO PARA FUMADORES

Ojalá sea cierto que el tabaco inmuniza -como se especula actualmente en Francia- porque será el único factor que permita la reapertura de los establecimientos como bares y discotecas -aun con mamparas (que ya debieran ser obligatorias para siempre, no sólo para los pinchos expuestos) para proteger al personal del servicio-, ya que de lo contrario no podrán abrir hasta que se encuentre la vacuna contra el SARS-CoV2 o bien tratamientos adecuados para evitar la muerte de los pacientes con la Covid19 y el mero colapso de las UCIs.

En la calle, no podrá aglomerarse la gente sino que deberán establecerse medidas de aislamiento entre grupos -tales como las ya habituales jaulas de cristal para los fumadores en las terrazas exteriores de bares y restaurantes-, lo cual no impedirá el contagio dentro de cada grupo pero lo restringirá. Esto significa que los que acudan a dichos establecimientos no podrán después mantener contacto con personas susceptibles de conformar los grupos de mayor riesgo (diabéticos, obesos, personas con problemas cardiorrespiratorios, etc.).

En el mismo sentido, toda protección será poca para los empleados de las Farmacias, dado que los usuarios de estos establecimientos suelen estar enfermos y de ahí que acudan a por fármacos, si bien no siempre se tratará de clientes infecciosos. En todo caso, mamparas y guantes y mascarillas y protección para los ojos deberán ser obligatorios para proteger a los farmacéuticos

EN EL TRANSPORTE PÚBLICO

La distancia de seguridad mínima obligará a restringir asimismo el número de plazas en todo tipo de vehículos comunitarios, desde los metros a los trenes de largo recorrido, de los taxis a los autobuses, de los cruceros a los aviones. Al tratarse de espacios cerrados, el uso de mascarillas deberá ser obligatorio sólo si no hay controles (tests, certificados de inmunidad) al acceder al vehículo, si bien en trayectos cortos podrá exigirse básicamente guardar silencio (sobre todo no hablar por el móvil a voz en cuello) y cubrirse la boca a la hora de estornudar o toser.

Lo que parece ineluctable es que las distancias de seguridad y la dilación de tiempos debida a la adopción de medidas de protección conllevará una reducción del uso del transporte público, cuyo servicio empeorará y devendrá crónicamente deficitario, por lo que no parece descabellado pensar que se reducirán las frecuencias y tendrá que optarse de nuevo por recurrir a los vehículos privados para desplazarse al trabajo o a través de las ciudades.

EN EL DÍA A DÍA

De continuar con la mentalidad supersticiosa que ha caracterizado al español medio durante todo este periodo de reclusión forzada, y con los mismos informadores mediocres cuando no entregados al servicio exclusivo del Poder en aras de su propio beneficio, será imposible cambiar nada en torno a los asuntos fundamentales que determinarán el porvenir español de los próximos años y décadas.

Pues a día de hoy no han sido capaces desde el Gobierno (Ministerio de Sanidad o cualquier otro) de explicar clara y brevemente en qué consiste el (virus) SARS-CoV2 y la (enfermedad) Covid19, cómo para pedirles que comuniquen claramente cuáles son las medidas adecuadas de autoprotección y protección de terceros. Por supuesto no ha sido el caso de los países con más éxito en la gestión de la pandemia, caso de Singapur y Corea del Sur.

Y de los Medios de Control Social qué decir: buenrrollismo («Todos unidos»), sedación y una caótica serie de «informaciones» y artículos de columnistas paniaguados que han dejado el ya maltrecho prestigio de la profesión por los suelos. De hecho, sólo han salvado la honrilla de la Prensa una docena de entrevistas con científicos y algún que otro sanitario a pie de obra, junto con algunos artículos de fondo de expertos por supuesto en ningún momento consultados por el Gobierno de Sánchez-Iglesias y su banda de decenas de ministros desaparecidos y conspicuos expertos en dislates.

CONCLUSIÓN

La mediocridad generalizada demostrada por la clase política (Gobierno y presunta oposición) y mediática del país debería alarmar a los españoles para que exigieran los cambios pertinentes en estos ámbitos, pero ciertamente la falta de costumbre en el ejercicio de las libertades políticas hace de éste un Pueblo desmayado, de estómagos agradecidos, dedicado en cuerpo y alma a la “calidad de vida” -bebercio, poteo y puteo, horas muertas delante de la TV viendo series, fútbol o programas basura repletos de chulos y zorras-, mientras tenemos en cada presunto ciudadano a un no menos presunto resistente antifranquista -nuestros genuinos «disidentes a posteriori» de la hora- que no tiene sin embargo la dignidad de renunciar a la paga extra del mes de julio implantada por Franco para conmemorar la victoria de los “nacionales” en la Guerra Civil, como tampoco a la de Navidad que obviamente conmemora el nacimiento de Cristo.

Ochenta años de servidumbre voluntaria -con Franco todos franquistas; en esta Pseudodemocracia, todos demoprogretas- han vaciado de coraje y ansias de honrado y verdadero medro a los españoles, que sólo ahora reparan de qué manera se abandona a los viejos en residencias para que no molesten -cuando además se les pretende heredar la casa para ponerla en alquiler y vivir de las rentas- mientras se producen 100.000 abortos anuales y todavía esperarán algunos seguir cobrando pensiones sobreestimadas en unos años, los mismos que no quieren ocuparse de sus mayores ni criar a la progenie porque eso da muchos problemas y le jode a uno el “bienestar”.

Este Pueblo está demográficamente muerto, democráticamente muerto, económicamente muerto. Y luego resulta que todo el mundo está aterrado ante la mera perspectiva de la muerte por Covid. Qué horrible paradoja. Y qué aburrimiento permanente, el de los muertos en vida.

Un cierto pánico escénico

…se diría que se ha adueñado del presidente Sánchez (tan solícito siempre a la hora de tomar un helicóptero para supervisar la zona de la tragedia) cuando se trata de dar la cara ante una crisis mundial a causa de los efectos materiales del virus denominado “corona” -que de momento no se miden tanto en número de contagios y víctimas mortales como en sus graves consecuencias para la economía internacional-.

Evidentemente pretende Sánchez escurrir el bulto durante el tiempo que pueda para no quedar asociado a la gestión de la crisis, que de momento ni siquiera parece considerarse tal a pesar del desbarajuste interno del Gobierno con las medidas aconsejadas por el Ministerio de Trabajo y del inherente al sistema autonómico, con las consejerías trabajando por su cuenta y dispersando por tanto esfuerzos y medios.

Una postura la de Sánchez similar a la de Urkullu sobre el derrumbe del vertedero de Zaldívar, quien tampoco parece demasiado interesado en ser el “presidente de todos los vascos” y dar la cara por la crisis cierta creada por el foco de coronavirus en Osakidetza. Cuando las cosas van mal dadas, los responsables políticos se retiran de escena por salvaguardar su imagen y entran entonces los “técnicos” a los que rara vez antes se hizo caso sobre esto o lo otro.

Luego nuestros mandatarios, claro en el caso de Sánchez como en el de Urkullu, se ajustan cada vez más a ese molde que criticaba Sartori en nuestra actual “vídeocracia” de políticos básicamente irresponsables que toman sus decisiones a partir de encuestas y estudios de imagen, preocupados preferentemente por cuidar de un perfil telegénico que tanto ha costado crear y vender a la opinión pública (ahora opinión teledirigida).

Al final se hará la luz, aquí como en China -donde no ha sido el férreo control sobre la sociedad del Partido Comunista, sino la denuncia pública de un experto, lo que ha acotado la expansión del Covid-19 (deparando de paso la reacción internacional)-. Mas no se trata de que nos gobiernen “los expertos”, de lo que ya nos previno Hayek frente a Platón, sino de que los políticos se hagan responsables de la situación, que para eso están: para dar la cara.

Desgraciadamente, desde que Aznar renunciara a dar la cara por el 11-M -porque al parecer no le tocaba a él, sino a Acebes o a Rajoy, porque él se iba ya del Poder- los españoles nos hemos acostumbrado a todo lo contrario. Y todavía molesta en la profesión periodística lo de que haya ruedas de prensa sin preguntas; entonces, ¿para qué la libertad de Prensa, si el Poder se blinda para no tener que ofrecer explicaciones… a los ciudadanos?

Hace en verdad mucho tiempo que las calculadas ausencias de los presidentes, la sustitución y manipulación de términos (con la censura de otros), la ocultación de negociaciones políticas extraparlamentarias (con organizaciones terroristas como ETA o con los separatistas golpistas) o la mera concatenación de mentiras rocambolescas (como en el “caso Ábalos” o “Delcygate”) tienen curso corriente entre nosotros, sin mayor escándalo aparente.

Será que nos hemos acostumbrado a que nos mientan, a que gobierne la vida política una Gran Mentira de fondo; o será que también tiene su parte cierto miedo reverencial a contravenir el discurso hegemónico, aunque esté hecho (y quizás pensado a posta) con grotescas mentiras puede que para detectar a las primeras de cambio el incremento de desafección ambiente con el Poder establecido.

Todavía fingimos que no nos parece tan grave lo que está sucediendo en España en muy distintos ámbitos y órdenes; tal vez por eso no sale Sánchez a mentir descaradamente sobre el virus como sobre todo lo demás: sabe que se puede permitir desaparecer durante semanas sin dar una sola explicación a nadie (incluidas sus dos decenas de ministros). Y, entre tanto, la crisis sanitaria oculta todo lo demás, comenzando por estos dos meses de desgobierno total.