Entender el coronavirus

…supone admitir que ésta como cualquier otra gama de virus no entiende de relaciones sociales, fechas consagradas y celebraciones variadas de índole religiosa, deportiva o espectacular, puesto que su carácter o sino prescinde de las categorías humanas al uso para entregarse por entero a la colonización de aquellos entes vivientes que le aseguran vida a su vez.

Así las cosas, la reducción o ampliación del número de comensales por Navidad y las fiestas de Año Nuevo torna el cálculo en absurdo desiderátum, en cuanto que no se trata tanto de cantidad como de cualidades como la prudencia, no pudiendo obviarse medidas como la distancia, el tiempo de exposición y la ventilación permanente de los espacios ocupados por los celebrantes.

Pero, además, de tener en cuenta que la restricción numérica no obsta para que uno se reúna con ocho en Nochebuena, seis distintos en Navidad, otros seis u ocho (a quienes ya se vio antes y otros que no) en Nochevieja y algunos otros en Año Nuevo, la mera asignación del dígito adecuado parece más cosa de brujos que de gestores políticos de la Sanidad.

A lo que se suma el buenismo disfrazado de magnanimidad -o a la inversa- cuando es el propio ministro Illa el que habla de que “estas fiestas (de Navidad) tienen un componente muy especial” para los españoles, ¿es que acaso la Fe en el Salvador -no en Illa, sino en el otro- o la esencia filantrópica de las Navidades nos van a preservar del contagio por el inconsciente SARS-CoV2?

Para más inri, la excepción de “familiares y allegados” para saltarse el confinamiento perimetral abre la puerta, precisamente, a todo tipo de invitados e inevitables, no en vano puede entenderse -a la manera del propio Illa, que lo ventila con un “todo el mundo entendemos lo que queremos decir”-, en la larga tradición nepotista del PSOE, que por invitables o visitables pasan primos y sobrinos, amigos del colegio o del curro, amantes y/o ex amantes…

Por lo que de todo ello se infiere que, a estas alturas, ni el Gobierno da una a derechas -¡sacrilegio!- ni la sociedad española parece dispuesta a adoptar otra actitud que la convenida conveniente: exigir a los políticos la imposición de mayores restricciones mientras pergeña sus variadas excusas y coartadas para hacer en cada momento lo que el ánimo personal disponga.

La culpa, una vez más, será de “la gente que no ha aprendido nada” -o, lo que es igual, de “la gente que no entiende cómo funciona el virus”; caso de nuestros acobardados responsables políticos y con ellos de buena parte de nuestra adocenada sociedad-.

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El patio es un aburrimiento

…según me comenta la niña -y yo no he de creerle a ella menos que a las (presuntas) autoridades educativas, por cierto-; y eso que parece algo inútil adoptar según qué medidas de puertas adentro del recinto escolar si luego, a la salida del cole, los niños se quedan jugando en el parque como hacían antes, como han hecho siempre los niños: de manera algo violenta y escandalosa, entre alaridos y llantos y risas sin cuento.

Esta temporada gris que perdura -pese a las graves efusiones veraniegas: ¡no había que preocuparse hasta otoño, dijeron las (presuntas) autoridades sanitarias!- depara de nuevo esa sensación de extrañeza, de bilocación entre lo que se cree vivir y lo que en realidad vive uno, en cuanto que empezamos el curso con la confianza de que los niños por fin tendrán clases y, simultáneamente, resulta impensable que pueda durar mucho dada la extensión y número de los contagios en España.

Hasta ahora hemos asistido al inicial fracaso en la materia de Israel -antes del verano-, pero puede estimarse que pagaron por su osadía e incluso, en su descargo, podría aducirse que sólo se atrevieron a reabrir los colegios cuando creyeron tener bajo control la pandemia. Otros países como Francia y Reino Unido se enfrentan a similar incertidumbre con la vuelta a las aulas, cuando las tasas de contagio no dejan de ser tampoco preocupantes.

Y, pese a todo, el alarmismo generado en la sociedad española por el Gobierno y la mayoría de los medios de comunicación -bien que a disposición de las necesidades del tándem Sánchez-Iglesias en las tortuosas coyunturas que atraviesan en su declarada “nueva normalidad”- no hace sino reforzar esta sensación pasmosa de irrealidad que no nos ha de abandonar ya hasta que se produzca un nuevo colapso sanitario o se alcance el éxito en la vacunación (¿forzosa?) de gran parte de la población.

Entretanto, nuestros (presuntos) responsables políticos se divierten en el recreo con sus zarandajas y riñas de patio de colegio -precisamente-, pues ya abandonó la escena la única persona que ejercía de adulto. Así que puede que resulte extravagante fiarlo todo a la Buena Suerte, o bien encomendarse al Principio de Indeterminación, pero no menos en todo caso que esperar la adecuada planificación preventiva por parte de quienes todavía pretenden seguir como si nada hubiera pasado en lo que va de año -Primer Año Garrafal del Gobierno de Progreso, para más señas-.

Más Guerra Civil y más Sexo Cuestionado a falta de una sola idea sana para fomentar la recuperación económica, que total ya pagamos entre todos los desmanes del Gobierno -que es un desmán en sí mismo- sobre el fondo de un Estado de las Autonomías chapucero, divisor y tan oneroso cuanto insostenible. Mientras, los ingobernados españoles sólo podemos aspirar a que el patio de los críos siga siendo aburrido -como se dice que es el estado ideal de los sistemas bien organizados- durante algunos meses más; pero la verdad es que a día de hoy resulta increíble.    

La gran manipulación

…es el título con el que Jano García (Valencia, 1989) ajusta cuentas con el sistema mediático español de la hora por su entreguismo a las tesis manifiestas del Poder no menos que por su endogamia, su vulgaridad y su fanatismo. Un sistema que tiene a las cadenas de TV como baluarte en la creación de la “nueva normalidad” desde años antes de la expansión coronavírica.

Al respecto, se remonta el autor a la década de los 20’ del siglo pasado con el ascenso al Poder de comunistas bolcheviques y fascistas, como habla de Goebbels durante el nazismo y del Libro Rojo de Mao y su “Revolución cultural”, en un intento de recordar que las técnicas de manipulación las crearon hace tiempo los caudillos de los movimientos totalitarios.

Pero la parte más meritoria de la obra en sin duda la dedicada a la cronología de los hechos de la pandemia que tiene a España con los peores índices mundiales de respuesta en todos los ámbitos (sanitario, económico y también político en relación con las medidas agresivas adoptadas por el Gobierno Sánchez-Iglesias, lesivas para las libertades y derechos individuales).

Hechos que son datos: desde alarmas de la OMS con sus fechas, pasando por los avisos que llegaban de China, luego desde Italia y la UE, etc. Avisos y alertas que el Gobierno desestimó a conciencia, por lo que no es de extrañar que el subtítulo del libro rece «Cómo la desinformación convirtió a España en el paraíso del coronavirus».

Unos hechos y datos que son puestos en su contexto por García, que va intercalando declaraciones de políticos, periodistas, tertulianos que contribuyeron a la gran manipulación que da título al trabajo, impidiendo así que se tomaran las medidas decisivas en el momento adecuado y, peor aún, justificando la actuación gubernamental con una serie de mentiras encadenadas durante los últimos meses.

SARTORI CABALGA DE NUEVO

Siguiendo a grandes rasgos las tesis del brillante politólogo italiano Giovanni Sartori en su esclarecedor Homo videns -reseñado hace meses en este mismo sitio-, García apunta:

“Ningún medio ha tenido un impacto tan significativo como la televisión en la historia de la humanidad. La diferencia entre la televisión y la radio es considerable. La ventaja de la imagen visual sobre la transmisión radiofónica es que lo audible se convierte en una imagen visual con la ayuda de la imaginación del individuo que la recibe, pero no es posible mantener bajo control lo que puede llegar a imaginar el oyente. Con la televisión, la imaginación deja de existir. Lo que ves es la realidad, o al menos así lo capta tu cerebro. La televisión fue ganando fuerza y entrando en todos los hogares de los países desarrollados con el transcurso de los años.”

De hecho, ciñéndose a informes de la consultora Barlovento Comunicación a partir de los datos de medición de Kantar y Comscore, García señala que “el 70,7% de la población española ve cada día la televisión con un consumo medio de 3 horas y 56 minutos por persona al día”, y añade que pese a lo que se piense actualmente, las redes sociales distan de ejercer una influencia similar en cantidad y calidad sobre el público como la de las cadenas de TV.

“Teniendo en cuenta las cifras tan elevadas de audiencia, es evidente que la televisión es la herramienta óptima para la manipulación de masas. El debate social lo marcan los medios de comunicación. En todos los países sin excepción, los temas de interés, las discusiones políticas, económicas, sociales, culturales, etc., son aquellos que deciden los mass media.”

Concretamente, en el caso de España, el autor se pregunta:

“¿Qué papel tuvo la televisión para que España se convirtiera en el país más afectado por la pandemia del Covid-19 (sic)? La negligencia política es también responsable desde luego, pero imaginen que las televisiones hubiesen comenzado a abordar día tras día en febrero la verdad del nuevo coronavirus. Es innegable que la presión mediática y el efecto generado en la población hubiera obligado al Gobierno a actuar de forma distinta. Nadie es capaz de resistir la presión mediática en un régimen democrático o, mejor dicho, en un régimen en el cual la masa social es la que quita y pone gobiernos.”

Pero apunta también que lo más grave y dramático del caso español es “la fusión entre el poder político y el poder mediático”, cuando “las televisiones decidieron obedecer el mensaje institucional”, y comienzan a desfilar por las páginas de La gran manipulación los habituales del compadreo y del sectarismo de nuestros días, significadamente Xabier Fortes (luego destituido) y Lorenzo Milá desde TVE, Susana Griso desde Antena 3, Jorge Javier Vázquez desde Telecinco, e Iñaki López y Antonio García Ferreras desde La Sexta y algunos de sus más conspicuos acólitos -comenzando por su mujer Ana Pastor al frente de esa presunta agencia de verificación de bulos llamada Newtral, que básicamente se dedica a esparcirlos-, o los “contactados” como Iñaki Gabilondo, Cristina Almeida y otros.

EL GOBIERNO SE HIZO EL SORDO

No sólo se había empezado a temer lo peor en enero respecto al nuevo coronavirus de origen chino, sino que para los responsables políticos de los países limítrofes con la potencia asiática aquello se tornó en la principal cuestión a atender, habida cuenta de los antecedentes de la “gripe aviar”. Por el contrario, en España el ministro de Sanidad Salvador Illa y el infame director del Centro de Coordinación de Alertas y Alarmas Sanitarias Fernando Simón comenzaron su particular tour de force por rebajar lo máximo posible la gravedad del problema.

Dos ejemplos de entre los muchos que recoge la cronología aportada por Jano García lo muestran de manera descarnada. Así, el mismo 30 de enero, cuando la propia OMS decide declarar la emergencia sanitaria internacional después de la detección de los primeros casos en Italia, y una vez que China ya había procedido a recluir a decenas de millones de habitantes de varias ciudades del país, Salvador Illa declara lo siguiente:

“No minizamos nada, no hay ningún caso en estos momentos en España. Está preparado nuestro sistema para hacer frente a estas situaciones y las seguimos a diario con transparencia informativa.”

A su vez, el Dr.Simón sentencia al día siguiente (en una de sus más recordadas intervenciones a la postre):

“Nosotros creemos que España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado. Esperemos que no haya transmisión local. Si la hay, será transmisión muy limitada y muy controlada. Hay indicios de que esta enfermedad sigue sin ser excesivamente transmisible. Sigue habiendo una sola zona, una sola provincia de China con transmisión comunitaria real, en otras zonas hay una transmisión limitada y controlada, y por lo tanto parece, además con el número de casos nuevos que van notificándose día a día, que la epidemia tiene posibilidades de empezar a remitir.”

Obviamente, no fue el caso ni en España ni en ninguno de los países de su entorno, caso de Italia o Francia, luego Gran Bretaña y más allá Estados Unidos como ejemplos de los que se vieron gravemente afectados por la pandemia. Pero lejos de rectificar y enmendarse a medida que se expandía el virus, el Gobierno Sánchez-Iglesias se aprestó a lanzar una campaña de acoso y descrédito de todos aquellos expertos, médicos o meros periodistas que alertaban de la gravedad tanto como de la inminencia de la crisis sanitaria en España.

LA RESPONSABILIDAD DE LA OMS

García no se olvida tampoco del nefasto papel representado por la Organización Mundial de la Salud en todo el trance, en cuanto que presidida por un hombre de paja de China se ha comportado durante la crisis más como un embajador de la buena voluntad del Partido Comunista de Xi Jinping que como una auténtica agencia sanitaria.

“Tedros Adhanom pertenece al Frente de Liberación Popular de Tigray, un partido etíope de ideología marxista. El Gobierno etíope, a la sazón dirigido por Hailemariam Desalegn, presidente señalado continuamente por Human Rights (sic) por hostigar a la población e implantar un régimen autoritario y sobre el que pesan delitos contra la humanidad, nombró a Tedros Adhanom como ministro de Sanidad en el año 2005, cargo que ocupó hasta el 2012. Posteriormente fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores hasta el año 2016. Mientras él estaba en el gobierno etíope, tres brotes de cólera asolaron el país llevándose por delante la vida de miles de personas. Sin embargo, cuando era ministro de salud, decidió ocultarlo y llamarlo “AWD” (diarrea acuosa aguda).”

Pero no sólo fue China la que aupó a semejante sujeto a la presidencia de la OMS, ya que “Barack Obama también apoyó su nombramiento porque suponía que Tedros sería el primer africano de la historia en dirigir la organización internacional. Propaganda al poder”, en otra de esas decisiones del malhadado ex presidente de los EEUU que reúne todos sus principales defectos: la soberbia ignorante, el racismo disfrazado de antirracismo, el progresismo “liberal” que le hacía preterir los principios y la responsabilidad del papel exterior de los USA en pos del “Multilaterismo”, que ha dejado sumidas en el caos zonas enteras del planeta ya desde antes de la llegada del coronavirus.

En España, la encargada de ejercer de embajadora de las buenas intenciones chinas fue María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la OMS y, por momentos, colaboradora tertuliana asidua al programa Al rojo vivo de García Ferreras, foco principal de las distintas infecciones informativas que padece la opinión pública española desde el 11 de marzo de 2004, cuando el ínclito periodista trabajaba (manipulando) para la SER.

Aunque sería en una entrevista en La Sexta el 16 de febrero con su mujer, Ana Pastor, cuando Neira declaró a cuenta de la cancelación del World Mobile Congress que se iba a celebrar en Barcelona:

“La OMS desde el principio ha dicho que no haya restricciones ni de viajes ni de comercio ni de intercambios. (…) Nosotros no podemos juzgar a nadie que tome esas decisiones, lo que sí es cierto es que nosotros no hemos dado ese tipo de criterios para que se haga gestión de riesgo y se llegue a esa conclusión. Nosotros hemos dicho que no es necesario ni cancelar, ni evitar la movilidad ni el comercio.”

CASO DE NEGLIGENCIA CRIMINAL

Pese a la alarmante situación en Italia a finales de febrero, todavía tuvo Salvador Illa arrestos para continuar con el mensaje falsamente tranquilizador -los españoles se lanzaron a proveerse de mascarillas, cuya demanda aumentó un 10.000% según los datos de García-, concretamente el 25 de febrero, cuando ya parecía claro que decenas de aficionados del Valencia que viajaron a Italia a ver el partido contra el Atalanta habían regresado infectados a España:

“No hay transmisión comunitaria acreditada hasta el momento en nuestro país y por tanto seguimos pensando que estamos en un escenario de contención del coronavirus en España. No hay una prohibición decretada por parte de las autoridades internacionales ni por parte de las autoridades españolas de viajar a ninguna parte. Hago un llamamiento a la ciudadanía para que no caigamos en el alarmismo. (…) En todas las comunidades autónomas hay capacidad de hacer test y con una solvencia total. El sistema sanitario está preparado para hacer frente a la situación.”

Ese mismo día el impresentable portavoz de Podemos, Pablo Echenique, se lanzó con su degradado sentido del humor a apoyar las tesis gubernamentales:

“En las portadas y en las tertulias, el coronavirus corre desbocado y es una peligrosísima pandemia que causa pavor. En el mundo real, el coronavirus está absolutamente controlado en España.”

Y como remate, el inevitable Dr.Simón, que todavía comparece públicamente en vez de haber sido procesado por tratarse de uno de los principales culpables de la expansión y grave afectación del coronavirus en la población española, característicamente entre los miembros del personal sanitario y de residencias y farmacias:

“Lo cierto es que en las zonas donde no se han identificado casos, no hay ningún riesgo. Por lo tanto, yo creo que la población tiene que entender los riesgos a los que se expone, los riesgos reales, no los ficticios a los que se exponen y ahí yo creo que sí que hay detalles que nos pueden ayudar para ir normalizando la situación, allí donde hay que normalizarla y donde se tienen que hacer medidas extras, no se preocupen que Salud Pública de cada comunidad autónoma las hará. El uso de las mascarillas sí que puede ser interesante en los pacientes con sintomatología. Pero no tiene sentido que la población ahora mismo esté preocupada por si tiene o no tiene mascarillas en casa. ¡Ninguno! Por tanto, es importante que la población no asuma mecanismos de protección que pueden no tener sentido. España, yo creo que ya se lo hemos dicho en múltiples ocasiones, no recomienda medidas de cribado en los aeropuertos.”

Esto es: como ahora mismo en que el Gobierno Sánchez-Iglesias ha decidido que lo mejor es no tomar ya nuevas (o viejas) medidas porque ahora les corresponde a los gobiernos de las CCAA asumir la responsabilidad y, tal vez, compartir la culpabilidad de sus negligentes decisiones con el Ejecutivo “de Progreso”. Pero la seguridad en los aeropuertos, los principales accesos del coronavirus a nuestro país (especialmente los de Barajas y El Prat), ¿a quién compete?

CONCLUSIÓN

Jano García dirige en la actualidad el programa En libertad que se retransmite a través de iVoox y You Tube y cuenta con cientos de miles de seguidores, a los que pudo alertar ya en febrero de la magnitud de la pandemia de coronavirus pese a la hostilidad manifiesta de las fuentes oficiales y sus sicarios en TV e Internet (redes sociales, sobre todo) hacia la verdad de la amenaza y sus consecuencias sanitarias y económicas sobre la población española.

Escrito como pieza de urgencia para su publicación, adolece por momentos de un estilo descuidado así como de partes que dan la impresión de servir de relleno a la cronología exhaustiva de los hechos, con una mezcolanza entre la exposición bruta de los mismos y el aderezo de sus opiniones sobre la gestión de la crisis que no redunda en la utilidad y valentía de la obra. De hecho, García trata superficialmente algunas cuestiones como la manipulación específica del medio televisivo, o las mismas ideologías totalitarias, que merecen siempre (por su relevancia intrínseca) más precisión conceptual y mayor despliegue de fuentes corroboradoras que las que aporta el autor.

Tal vez se podría haber ahorrado dichas partes, porque para el mes de mayo, cuando el autor remata el libro, ya disponía de material suficiente para continuar apuntalando sus tesis más allá del 14 de marzo, fecha (última de las citadas) en que el Gobierno Sánchez-Iglesias declara el estado de alarma.

En vez de ello, expone sus conclusiones en el último capítulo del libro de modo general:

“España está viviendo un cambio de régimen encubierto por los medios de comunicación, esos embusteros que obedecen al que paga y que son activistas, no periodistas. La crisis económica que vamos a sufrir no tiene parangón. El Gobierno de Sánchez ha decidido que, para conseguir imponer este nuevo modelo en el país, debe eliminar por completo a la clase media y asfixiarla económicamente. Son cientos de miles las empresas que van a desaparecer en España tras esta pandemia. (…) Más allá del terrible resultado en la gestión sanitaria, los números demuestran que el confinamiento generalizado y la paralización masiva de la producción durante tanto tiempo son un error. Pero adviértase que era nuestra única posibilidad para detener la propagación del virus debido a la inacción del Gobierno a la hora de tomar medidas preventivas.”

Y, taxativo, asevera (en una opinión que comparto):

“El estado de alarma no debe volver a ser aplicado por esta pandemia. Los ciudadanos deben ser los que decidan libremente su destino. El miedo a morir no puede acabar con la ilusión de vivir. El estado de alarma se ha utilizado para fines políticos que refuercen la manipulación de masas a través de la eliminación de los contrarios en redes sociales. El aumento del control del contenido en las redes ante el espectacular auge vivido de su uso, como era lógico en una situación de confinamiento para la inmensa mayoría de los ciudadanos, debería ponernos en alerta.”

Aunque su muy negativa opinión de la “masa social” le haga ser pesimista -no seré yo quien le lleve la contraria-, al menos ha publicado un testimonio de indudable valor documental, probablemente el primero en España sobre la específica e incesante manipulación masiva que hemos padecido los ciudadanos a manos de este genuino Gobierno de la Mentira. Sólo por eso, representa un esfuerzo notable y espero que tenga el debido éxito en su difusión.

Cien días después

…de decretado el estado de alarma inconstitucional y de efectos probablemente insustanciales contra la pandemia -las medidas de reclusión hubieran debido adoptarse al menos dos semanas antes, a finales de febrero- el nefasto Gobierno de Sánchez-Iglesias se dispone a celebrarse con la justificación de honrar a los muertos por Covid19, ¡estos expertos profanatumbas!

Ya amenazaban públicamente con la ruina, a través del incremento de “derechos sociales” y todo tipo de percepciones a cuenta ajena, con la persecución a los empresarios -esos “ricos” que no lo son vía Presupuestos- como bandera, mientras se reparte el botín entre los afines de los medios y “la Cultura” y las “empresas sociales” y los próceres que capitanean las reguladas del Íbex-35.

Así que ahora toca llamar a consenso, o sea la negación del pluralismo político que es inherente a una democracia y que se supone que en España atañe a la representación partidista -lo que ciertamente es tanto como esperar que nuestros políticos se batan el cobre en defensa de las ideas de sus electores, cuando se esmeran en medrar a la sombra de los que mandan por defender sólo sus intereses y sin menoscabo de su condición de electos-.

Se trata de hacer como si nada, como tantas otras veces en que el PSOE ha traspasado todos los «límites constitucionales» (vulgo democráticos), algo que normalmente sucede siempre que los socialistas pierden el Poder y no esperan además recuperarlo en el plazo medio. Pero ha de hacerse notar el hecho de que su paciencia es cada día menor, que a duras penas se soporta ya una legislatura fuera de los órganos de gobierno -¡sin acceso pleno a la elaboración de los Presupuestos!-, por lo que las consecuencias en los ámbitos nacional y autonómico (véase Cataluña) son más deletéreas en la actualidad.

EL PP, ACCESORIO DEL RÉGIMEN

En este sentido, la otra pata «estatal» (aparte de CiU y PNV) del Consenso durante las últimas cuatro décadas -la Derecha vergonzante de UCD y luego AP y PP- procura hacer como que no se entera, como si de hecho fuesen los españoles quienes no se hubieran percatado de las múltiples fechorías e innúmeras negligencias cometidas por los socialistas desde que comenzó la andadura del régimen del 78, régimen execrable por tantos motivos distintos y ninguno de ellos sopesado por el líder de la Podemia Pablo Iglesias en su crítica al estado de cosas del que forma (y siempre quiso formar) parte.

Jamás se había llegado al paroxismo de la desigualdad entre españoles según su lugar de residencia como en estos tres meses de despotismo arbitrario, si bien se han cronificado los privilegios fiscales de la CAV y Navarra, el trato diferencial a Cataluña, especificidades propias del soborno institucional en Andalucía y Extremadura (PER) y Asturias (ayudas a la Minería), o el “hecho diferencial” del que Feijóo, del PNG, saca réditos y financiación para Galicia, como otros para Baleares o Valencia.

Pero entre las fases regionales y el hecho de haber tomado por mero afán de control todas las atribuciones sanitarias en el momento álgido de la crisis, el Gobierno ha demostrado lo fácil que resulta suspender el sistema autonómico -así colapsen todas las UCIs del país- y lo cómodo de descargar después toda responsabilidad en sus gobernantes, según toquen elecciones aquí o allá o se deba hacer campaña contra los partidos de la oposición en sus propios feudos.

Desde que comenzó a gobernar después de la fraudulenta moción de censura contra Rajoy no ha sido otra la estrategia del indocto Pedro Sánchez, bueno sólo para hacer de su exclusiva voluntad un mandato autoritario y de su capa un sayo a la hora de asumir responsabilidades por sus decisiones. Un defecto de personalidad ahora convertido en vicio no sólo por el presidente, sino por el vicepresidente Iglesias y por quienes conforman el séquito de ambos.

Ante este panorama de un Gobierno de saqueadores netos, déspotas por vocación y por talante, el PP busca como siempre que la cosa se pone fea una coartada -como digo, ante su propio público votante y simpatizante- para poder volver a encontrarse “como sea” (incluso vía Zapatero) con los otros en el Consenso que garantiza la participación en el reparto, aunque la emergencia de Vox se lo haya puesto mucho más difícil que Cs en los tiempos de Rivera -qué decir ahora, con Cs consensuando-.

ESCRIBIR SIEMPRE LO MISMO

Siento reiterarme, como cuando insisto en que ETA es una organización criminal que cuando participa en las instituciones adopta nombres como Bildu; o cuando repito que JxCat o ERC debieran ser disueltas como facciones anticonstitucionales, separatistas y violentas, cuyos dirigentes perpetraron hace un par de años un complot contra la legalidad vigente que podía haber deparado un baño de sangre en Cataluña; o cuando acuso a Podemos de ser otra facción patrocinada desde La Habana-Caracas para desestabilizar España y la misma UE.

En realidad, volver a señalar que este Gobierno es responsable de (a sabiendas) no haber tomado las medidas preventivas en tiempo y forma y, más aún, de no haber alertado a la población de los riesgos de la pandemia hasta una semana después del 8-M, su gran acto de propaganda ideológica -¿o qué hacían si no figurando en la pancarta del PSOE la mujer del presidente Sánchez, su vicepresidenta Carmen Calvo y varias ministras, más el ministro del Interior Grande-Marlaska?-, resulta a estas horas tedioso, pero dentro de unos meses se volverá peligroso.

Así que habrá que aprovechar ahora, cien días después de la liquidación expeditiva de nuestra maltrecha normalidad democrática, para testimoniar lo que para cualquier español debiera ser evidente: vendrá la muerte (la segunda ola vírica) y tendrá los ojos pétreos de Sánchez; o bien no habrá tal, decaerá la amenaza sanitaria, y tendrá tiempo el aparato de propaganda de la factoría Redondo-Iglesias para calificar a la oposición de “alarmistas que han arruinado la imagen exterior de España”.

O sea: lo que diga la Tele.

La nueva superstición de la mascarilla

…ha alcanzado finalmente al Gobierno dizque de España, cuando hubiera sido efectivo su uso hace dos o tres meses, y no ahora que apenas se producen contagios y por tanto resulta casi del todo prescindible. ¿Alguien sabe de hecho por qué lleva mascarilla? Se dice que para autoprotegerse o proteger a terceros, pero es una medida que llega tarde y que no debe, precisamente, enmascarar la solución real a la crisis sanitaria actual: el testeo masivo a la población.

El pobre Dr. Simón, ese que no es experto sino esbirro del Gobierno Sánchez-Iglesias, se ha quedado afónico de reiterar que “la mascarilla da una falsa sensación de seguridad” a las personas, en plagio de lo que dijera el ministro de Sanidad de Singapur a mediados de febrero cuando en este país asiático ya tenían controlados los focos epidémicos a base, estrictamente, del testeo masivo y el aislamiento de los focos víricos mediante la geolocalización vía móvil.

Todavía no sabemos si el hijo de Simón acudió a alguna de las masivas manifestaciones “feministas” el 8M, pero sí que hemos tenido tiempo de comprobar que las decenas de miles de muertos por la Covid19 que se han producido en las residencias en que no se han tomado las debidas precauciones -uso de mascarillas, prohibición de guantes, aislamiento de contagiados- o en los mismos hospitales con médicos, enfermeros y celadores infectados, se podían haber evitado con una acción resolutiva de unas autoridades que se han dedicado únicamente a la propaganda contra la Oposición al Gobierno.

Y ahora nos quieren a todos enmascarados, cuando en territorios como Guipúzcoa ya no hay contagiados y, por tanto, no podemos contagiarnos coronavirus los unos a los otros. ¿O se cree alguien que esta infección vírica -por vía fundamentalmente aérea- puede darse por voluntad exclusiva del SARS-CoV-2, que es un bichito muy débil que apenas se transmite a menos de dos metros?

Pero tipos muy mediocres como Urkullu o el nazi Torra pretenden ahora que sus problemas electorales pueden ser solventados contagiando algo más de miedo -oscurantismo, superstición- a los ciudadanos, cuando sus partidos debieran ser disueltos y con ellos las instituciones que no hemos echado para nada de menos durante todo este período de reclusión forzada. ¿Mascarillas obligatorias? ¿Para qué si ya no podemos contagiarnos?

Sólo las debidas medidas higiénicas, a que debiéramos estar acostumbrados, más el debido distanciamiento social, al que uno se adapta fácil según pasan los años -hay que huir de las aglomeraciones humanas por el asco esencial que debiéramos sentir por esa promiscuidad de cuerpos, salivas y sudores que se dan con demasiada frecuencia en nuestras calles atestadas de txikiteros, charlatanas y sobones-, bastan para evitar contagios de todo tipo: de la gripe a la neumonía.

Y bien que el uso masivo de mascarillas hubiera podido impedir en gran medida el contagio masivo en nuestra sociedad en febrero, evitando de paso estos dos meses largos de reclusión forzosa, pero se prefirió hacer como si nada para favorecer manifestaciones ideológicas y las habituales concentraciones de los futboleros, por lo que la mayoría de los miembros del Gobierno debiera penar cárcel por su responsabilidad activista en estos hechos.

Luego tenemos al estamento médico, a esos presuntos “héroes” que asumieron volver al trabajo infectados después de apenas una semana de cuarentena, sin test de por medio, y que prueba como ningún otro hecho que la obediencia debida causa mal al conjunto de la sociedad cuando los servidores públicos se pliegan a las directrices arbitrarias del Poder.

Miles de muertos son imputables a estos “profesionales” públicos -al margen de la desprotección a que han sido sometidos dolosamente por el Gobierno-, equiparables al soldado enviado a Afganistán para proteger un hospital equipado únicamente con un tirachinas (o con órdenes de no disparar) si no fuera porque en este caso el perjudicado primero y último sería él, y no sus protegidos (o pacientes).

Se atreve aún a sostener nuestro presidente Pedro Sánchez -ese psicópata sólo digno de frenopático o centro psiquiátrico- que gracias a sus decisiones se han evitado 300.000 muertes, cuando al menos cabe imputarle (y a él en exclusiva, ya que tanto presume) no menos de 35.000 decesos por homicidio imprudente.

A él, que ya demostró que no sabe ni cómo usar una de esas mascarillas que ahora quiere imponer a toda la población, cuando en rigor ya no importa un carajo (hasta el próximo brote).

En tiempos de contagio

…es la obrita (75 páginas en la edición en español, con capítulos de un par de páginas en su mayoría) que se ha sentido llamado a escribir el italiano Paolo Giordano, autor de la exitosa novela La soledad de los números primos -que no he leído-. Una reflexión que en rigor poco aporta a estas alturas de mayo, aunque cabe reconocerle la reunión de prácticamente todos los lugares comunes recogidos en la Prensa europea durante estos meses.

El libro no tiene de hecho otra tesis que la afirmación de que es necesario un cambio en la conducta del hombre de nuestros días, si bien no concreta excesivamente los puntos en que debiera producirse dicha metamorfosis. Vagas nociones acerca de que el hombre no es una isla y en consecuencia la responsabilidad individual puede suponer un bien común para el género humano no pasan de obviedades, pese a su pretendida apoyatura matemática.

Comienza el libro precisamente refiriéndose a la importancia de las matemáticas a la hora de tratar este tipo de crisis, lo cual no deja de resultar evidente para cualquiera con dos dedos de frente:

“Antes de ser emergencias médicas, las epidemias son emergencias matemáticas. Porque las matemáticas no sólo son la ciencia de los números, sino ante todo la ciencia de las relaciones: describen los vínculos e intercambios entre entes diversos sin importar su naturaleza, abstrayéndolos en forma de letras, funciones, vectores, puntos y superficies. El contagio es una infección de nuestra red de relaciones.”

Explica además que el SARS-Cov-2 es un virus ARN, “la forma de vida más elemental que conocemos”, y aduce que para el mismo

“toda la humanidad se divide en tres grupos: los Susceptibles, es decir, todos aquellos a quienes todavía podría contagiar; los Infectados, a quienes ya ha contagiado; y los Removidos, es decir, aquellos que ya no pueden contagiarse de nuevo porque han fallecido o se han curado”.

Pero lejos de establecer modelos para no perderse en los vericuetos y vías por que se ha expandido el virus, o fijar su rapidez de propagación, Giordano se limita a ofrecer un ejemplo que le sirve luego para conminarnos a la reclusión, cuanto más solitaria mejor:

“Pongamos que somos siete mil quinientos millones de canicas susceptibles y estáticas hasta que, de pronto, una canica infectada nos alcanza a toda velocidad. Esa canica infectada es el paciente cero de la enfermedad. Antes de detenerse logra chocar contra dos canicas que por su parte salen disparadas y chocan contra otras dos cada una. Y así una vez, y otra, y otra.

El contagio empieza así, como una reacción en cadena. En una primera fase crece de una forma que los matemáticos denominan exponencial: cada vez más personas resultan infectadas en menos tiempo. Saber exactamente cuánto tiempo depende de un número que es el corazón oculto de toda epidemia. Se indica con el número Rsub0 y cada enfermedad tiene el suyo.”

Al parecer, el SARS-Cov-2 tenía inicialmente una media de 2,5 contagiados por cada infectado, y lo deseable sería reducir el número a menos de 1.

“La buena noticia es que Rsub0 puede cambiar y, en cierto sentido, depende de nosotros: si reducimos las probabilidades de contagio, si cambiamos nuestro modo de actuar para dificultar que el virus se transmita de una persona a otra, Rsub0 disminuye y el contagio se reduce. Ésa es la razón por la que ya no vamos al cine.”

También lanza la perorata habitual sobre las noticias falsas y su rápida expansión -digamos que como este virus, comparación trillada donde las haya máxime en estos tiempos de internet en los que todos hemos comprobado la existencia de millones de “troyanos” y “gusanos” tirando abajo hasta los sistemas informáticos de las grandes administraciones y asimismo de las más sofisticadas empresas de telecomunicaciones-.

“Las noticias falsas se difunden igual que una epidemia. De hecho, el modelo para estudiar su propagación es el mismo: frente a una información errónea somos Susceptibles, Infectados o Removidos. Y cuanto más nos asusta, nos indigna o directamente nos enfurece esa información, más vulnerables somos al contagio.”

Y es por aquí por donde tiene que asomar la patita este otro agorero del apocalipsis climático, que parece reconocer a la Thunberg cierta autoridad moral mientras se refiere a los incendios en la Amazonía o en Australia y a otra serie de desastres (no siempre causados por el hombre) que inciden en la desaparición de las especies y, a su juicio, en la migración de los virus y bacterias de unas a otras, hasta alcanzar al hombre mediante zoonosis (transmisión vírica desde animales a hombres).

“Los virus se cuentan entre los muchos prófugos de la destrucción del medio ambiente, junto con las bacterias, los hongos y los protozoos. Si por un momento fuésemos capaces de dejar a un lado nuestro egocentrismo nos daríamos cuenta de que más que ser los nuevos microbios quienes vienen a nuestro encuentro, somos nosotros quienes los desahuciamos de sus hábitats.”

Ciertamente, no hace falta una superextinción para que ratas, moscas y mosquitos nos contagien todo tipo de enfermedades, como otros animales del ámbito doméstico que no corren dicho peligro -vacas, cerdos, caballos, gallinas, palomas, perros, gatos- pueden transmitirlas también, y lo seguirán haciendo en el futuro. El ejemplo claro es el de la rabia, con la que logró lidiar un tal Pasteur hace ya siglo y miedo.

Como resumen de la actitud del autor, cada vez más extendida entre ciertos círculos intelectuales y elitistas, podría ofrecerse la cita que aparece en la portada de la edición española del libro:

“Como buen hipocondríaco, de tarde en tarde le pido a mi mujer que me tome la temperatura, pero eso es harina de otro costal: no tengo miedo de caer enfermo. ¿Y de qué tengo miedo? De todo lo que el contagio puede cambiar. De descubrir que el andamiaje de la civilización que conozco es un castillo de naipes. De que todo se derrumbe, pero también de lo contrario: de que el miedo pase en vano, sin dejar ningún cambio tras de sí.”

Hipocondríaco o no, con miedo a que nada cambie o a que todo cambie para mal, desde luego Giordano ha decidido no perder el tiempo a la hora de sacarse unos cuantos euros -bien pudiera ser que por encargo de su editora-, así que cabe aplicarle también a él (como a la joven Greta, a su hermana y a sus padres) el calificativo de “arboricida”.

¿En verdad hacía falta publicar este libro, que apenas rebasa con sus simplones análisis la primera semana de marzo (cuando en Italia no podían ni sospechar hasta qué punto la estaban pifiando las autoridades, ni por ende la magnitud de la tragedia que aún perdura allí como en España y otros tantos países occidentales)?

¿No hubiera sido más sensato, económico (para la Madre Naturaleza, vaya) y honrado esperar para ahondar algo en causas y consecuencias a conocer mucho mejor la verdadera dimensión de la Covid19, sus orígenes y desarrollos y efectos reales en la salud individual de muertos, recuperados y asintomáticos?

Si de algo se puede estar seguro pese a todos los coronavirus pasados, presentes y futuros es de que el dinero nunca descansa, y en fin: quizás sea éste uno de los únicos motivos de esperanza en el momento actual (aunque Giordano tal vez fingiría sentirse escandalizado).

Covid19: algunas reflexiones clínicas, políticas, económicas y morales

…que es necesario realizar en estos momentos de crisis sanitaria para tratar de esclarecer las principales cuestiones en torno a la pandemia que recorre el mundo y que devasta fundamentalmente a aquellos países cuyos gobiernos la gestionan radicalmente mal, caso del de España con el PSOE y Podemos que está haciendo exactamente lo contrario de lo que han hecho aquellos que han logrado impedir las peores consecuencias del coronavirus.

En primer lugar, se debe exigir a los responsables políticos encargados de afrontar la crisis que conozcan perfectamente a qué nos enfrentamos, antes de actuar y comunicar con transparencia a fin de lograr que la población sea consciente de cómo actúa el virus y pueda en consecuencia autoprotegerse como es debido frente al contagio y, en caso de albergar la sospecha de haberse contagiado, tomar las medidas necesarias para evitar su transmisión a terceros.

En este sentido, sabemos que el virus es débil en el aire, que a través de tos o estornudos no afecta a más de dos metros porque enseguida cae al suelo, por lo que conviene dejar orear los zapatos una vez que llegamos a casa; que en grandes superficies es suficiente con guardar la distancia de seguridad, pero que en pequeños establecimientos debe ser prácticamente obligatorio el uso de mascarillas para aquellos, al menos, sospechosos de estar infectados.

También sabemos que, no obstante, cuando hablamos de gritos o cánticos (sobre todo en espacios cerrados), o incluso de conversaciones a voz en cuello, el virus expulsado a través de gotículas puede solidificarse y permanecer horas en el estado aéreo, lo cual explica por qué las manifestaciones o las grandes concentraciones en conciertos y estadios -y, más aún, en bares y calles en el entorno de los estadios, como en el Valencia-Atalanta jugado a puerta cerrada- son susceptibles de expandir el coronavirus a máxima velocidad entre la muchedumbre.

Sabemos que los niños se contagian de continuo entre ellos, se transmiten por ejemplo piojos con gran facilidad por su proximidad en las aulas, lo que viene a ser igual para los estudiantes adolescentes y universitarios, pero si se les mandó a casa hace un mes, ¿por qué no han de salir por separado a dar un paseo diario? ¿Es que acaso son más contagiosos individualmente que los adultos?

Cada vez que se ve un niño por la calle se le mira con recelo, en lo que da la impresión de instaurarse como una nueva superstición de nuestro tiempo; cuando lo cierto es que si los niños no generan ahora las debidas defensas morirán de jóvenes por cosas tan poco letales como la gripe o infecciones del todo ordinarias entre nosotros desde hace décadas e incluso siglos.

Con respecto a los guantes y las mascarillas, es menester señalar la idoneidad de que los contagiados usen éstas para no infectar a terceros, como es costumbre en los países asiáticos de referencia como Corea del Sur, Japón, Taiwán, Singapur, etc. Funcionan allí como señal de respeto y precaución, porque no dejan de ir al trabajo pese a estar enfermos, lo cual no es costumbre entre nosotros -ir a trabajar enfermos, digo, cuando sobre todo los empleados públicos se dan de baja al menor dolor de cabeza-.

Pero no se les verá con guantes, porque las manos basta con tenerlas limpias para no contagiarse, y sólo debe protegerse del contacto las mucosas de ojos, boca y narices. De hecho, resulta un tanto absurdo desinfectar los móviles que nos llevamos a la oreja, a no ser que los tengamos tan sucios que del contacto con nuestras manos (que luego nos sirven para tocarnos los ojos o hurgarnos la nariz o fumar un cigarrillo que nos llevamos a la boca) puedan servir de vehículo infeccioso -aunque también es cierto que hay quienes hablan tan de cerca a su móvil que pudieran infectarse por el rebote de sus gotículas en la pantalla-.

CUANDO LA POLÍTICA ES MERA IDEOLOGÍA (PROPAGANDA Y TERROR)

En el caso español, cuando al Estado de Excepción encubierto de “estado de alarma” se le añaden las peregrinas ideas de los ineptos de la Izquierda Extrema, tenemos que se pretende no sólo la reclusión forzosa general, sino el confinamiento específico de los asintomáticos, doble despropósito anticonstitucional en cuanto que, como no se realizan apenas tests entre la población, es prácticamente imposible identificar a ese 20% que se calcula que debe de haber entre la población contagiada. Pero es que además el que no presenta síntomas (tos y estornudos) no puede contagiar a nadie a no ser mediante besos o relaciones sexuales o contacto estrecho con terceros en espacios cerrados o en el propio hogar, donde las debidas medidas para el común rigen también para ellos.

Son tantos los errores cometidos por el Gobierno PSOE-Podemos, hasta el punto de que se caracterizan por hacer en cada momento exactamente lo contrario de lo que se debe, que mucho me temo que es deliberada su acción de producir el terror entre la población recluida manteniéndola a oscuras informativamente, entre la ignorancia y la superstición inducidas por una TV que nunca antes había dejado tan patente su total falta de utilidad para informar y su fin más adecuado, que es el de heterodirigir (o teledirigir) la opinión pública a través de las técnicas habituales de manipulación, el circo permanente -a falta de fútbol, la basura de Jorge Javier Vázquez, los Bardem y Wyoming y Ferreras, las sempiternas Blanco y Casado y Mateo y Escario…- y el aliento al odio y la delación del que se muestra crítico contra sus varias censuras y su Mentira básica integral: “Nadie podía prever que”.

LA DESTRUCCIÓN DE LA ECONOMÍA QUE PERSIGUE SÁNCHEZ CON LA PODEMIA

Al margen del horror nazi protagonizado por las mal llamadas autoridades de Cataluña, que han pretendido una eutanasia generalizada entre mayores de 80 años como la perpetrada por Hitler con su Ley del 1 de septiembre de 1939 -aprobada, para disimular, el mismo día en que Alemania invadió Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial-, tenemos que otros socios del Gobierno PSOE-Podemos como PRC, CC y (sobre todo) PNV han comenzado a recular para no verse precisamente asociados a este desmán de Ejecutivo capaz incluso sin pretenderlo -aunque lo pretende- de empeorar las peores cifras económicas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero juntos.

No se sabe todavía si era el propósito del presidente Sánchez, pero sí cabe colegir que es el de su vicepresidente Pablo Iglesias, encantado con una situación que le permitiría ofrecer todo el Presupuesto y las promesas de un maná de “coronabonos” (que no ha de llover sobre España) a esa famélica legión que sueña coreando su nombre a grito pelado con el puñito izquierdo en alto. Antes de eso será asaltado su chalé y se le colgará por la coleta de un árbol, pero parece incapaz de verlo, entre otras cosas, porque sólo acostumbra a enfrentarse a los Casados y Arrimadas de turno, aparte de a los propios Alfeñiques, Peseteros y Rejines de su partido, con lo cual ni siquiera atisba el peligro -no en vano ahora se cree jefe único del Servicio Secreto-.

Pero el PSOE (Partido del Servicio Oficial del Estado) tiene aún algunas cartas ocultas en la manga que ni sospecha el otro petimetre de la situación, Iván Redondo, experto sólo en lemas vacuos y control mercadotécnico de medios y encuestas como las del CIS -que ya nadie considera siquiera-.

ESTA SOCIEDAD DE NUEVOS RICOS Y SECTARIOS PROGRESISTAS

Puede que me equivoque como siempre al pretender que los españoles somos todavía un Pueblo merecedor de grandes logros, porque lo cierto es que desde el 11-M de 2004 mi diagnóstico es que esto se ha convertido en un infierno de cobardes, acomodados snobs que se creen que lo que tienen -bienestar material, “calidad de vida”- se lo deben sólo a ellos mismos, o a lo sumo a la UE.

Ya lo pensaba de los vascos desde crío, cuando era la indiferencia la que jalonaba cada atentado de ETA hasta que un buen día los terroristas secuestraron a un tal Aldaya y se puso de moda llevar el lazo azul que jamás portaron los que por lo visto debían considerar como lo más normal del mundo el asesinato de guardias civiles, militares retirados, políticos de la UCD y de todos aquellos que la organización criminal del movimiento abertzale consideraba como desafectos a su Causa, vulgo “enemigos del Pueblo Vasco”.

Ahora que los parados van a seguir en paro sin remedio -¿parará al menos el Saqueo Institucionalizado de Fondos para la Formación que sin descanso han llevado a cabo los sindicatos paraestatales, sobre todo la UGT, rama mamporrera del PSOE?-; ahora que infinidad de pymes (99,98% del tejido productivo español) van a quebrar y, por ende, no va a haber fondos ni para los antiguos ni para los nuevos parados, ni para los pensionistas ni para la Sanidad o la Educación públicas; ahora que ni siquiera parece probable que los equipos españoles de Fútbol vayan a competir en las competiciones europeas, ni el ultrasubvencionado mundo de “la Cultura” o de los Medios de Control Social vayan a ser rescatados…

Todavía quedarán tontos que se crean los desinformativos de La Secta o que, con El País debajo del brazo -ese diario dirigido durante décadas y hasta hace nada por ese sectario mindundi con fondos en paraísos fiscales, que compró plaza en la RAE y que ya era censor cuando jefe de los servicios informativos de la RTVE del Tardofranquismo: Juan Luis Cebrián-, piensen que sólo la chusma desinformada y maleducada puede votar Derecha. Pero sin los habituales Fondos Reservados (del Estado o del mismo Íbex) para seguir sobornando a todo quisque, ¿verdaderamente creen que van a conseguir mantener la tan anhelada “paz social”?

CONCLUSIÓN

“Cuanto todo esto acabe” suena demasiado (mal) a ese “Ahora que ETA ya no mata” que ha proscrito toda verdad y toda dignidad entre nosotros los españoles. Pero aún espero que, pese a todo lo antedicho, algo sea capaz de desenervar definitivamente a este estúpido Pueblo Español que no conoce o no parece querer conocer su auténtico poder, la genuina calidad de una tradición que se remonta a siglos que la mayoría desconoce, y se avergüenza de la misma por lo que desde otras latitudes se ha vertido injusta y mentirosamente sobre nuestros antepasados -a cuyos tobillos el último español que alcanzó en altura fue el general Francisco Franco y con él y siguiendo a su Caudillo nuestros abuelos y bisabuelos, que levantaron la Nación desde el punto más bajo en que se hallaba desde tiempos de la invasión napoleónica-.

Hará falta más humildad de aquí en adelante, desde luego; la suficiente como para hacernos merecedores de una Historia de la que todavía somos deudores, no acreedores. Para ello hará falta conocer nuestra propia Historia, reconocer lo bueno y lo malo del pasado y avanzar en consecuencia con esa carga y ese legado a cuestas: uno de los más grandes de la Humanidad.

Ojalá este bichito microscópico fuera capaz de obrar semejante milagro; lo daría entonces por bienvenido. Pero cuando uno ve tanto miedo repartido por igual entre cuarentañeros y octogenarios, hombres y mujeres que en su mayoría y desde hace casi un siglo no han tenido arrestos para expresar sus ideas y vivir su vida como deseaban -según dicen ahora tantos antifranquistas retrospectivos- , me temo que nada cambiará.

La gente normal no sabe que todo es posible

…es probablemente la sentencia más célebre de David Rousset -resistente antinazi francés autor de El universo concentracionario, testimonio de su paso por el campo de Buchenwald-, que de manera errónea se ha utilizado como lema de la exposición en homenaje al político donostiarra Gregorio Ordóñez (asesinado por ETA en 1995) queriendo dar a entender que Goyo demostró a una sociedad aterrorizada que se podía y se debía ser libre para lograr cambiar las cosas.

Pero lo que Rousset pretendía significar con tan breve como firme declaración es que la gente, por lo común, es incapaz de asumir que el Mal existe y cobra forma en sujetos de semejante locura homicida -Lenin o Hitler o Mao, por señalar a los más recientes de entre los peores especímenes de la Humanidad- como para abocar al caos y a la destrucción al entero género humano, un concepto de maldad no incompatible con el que describió la pensadora Hannah Arendt al respecto del gris funcionario Eichmann en La banalidad del mal.

En la actualidad, ante la pavorosa pandemia desatada por el virus SARS-cov2 (causante de la enfermedad denominada Covid19), son variadas las teorías que hablan de una conspiración del Partido Comunista Chino para crear un arma biológica de inmensa letalidad, aunque no parece lógico que la mafia dirigente de aquel país decidiera dispararse en el pie de tal modo, habida cuenta de que lo que más ansía es preservar su poder sobre la población china para continuar el expolio y hacerse inmensamente rica, gozando para ello de la credulidad y la complicidad a partes iguales de buena parte del mundo occidental.

CHINA, EJEMPLO DE LO PEOR

Lo que sí resulta patente es que las primeras denuncias de casos sospechosos por parte de médicos locales fueron silenciadas con amenazas primero y luego con reclusión carcelaria, caso del oftalmólogo Li Wenliang y no menos de ocho colegas suyos, con el pretexto de que resultaban alarmistas y no eran más que rumores infundados. De hecho, Wenliang falleció el pasado 7 de febrero a causa de la Covid19, de la que informó el 30 de diciembre de 2019 al ser liberado. Al día siguiente, China alertaba a la Organización Mundial de la Salud (OMS) de la existencia de este nuevo virus.

En consecuencia, Reporteros sin Fronteras (RSF) no duda en achacar a la censura del régimen comunista la falta de medidas drásticas como la reclusión obligatoria -que ahora tantos aplauden, empezando por la OMS- cuando lo cierto es que RSF alude a un primer posible caso de infección el 17 de noviembre, y sobre todo informa de que para el 20 de diciembre las autoridades chinas ya conocían la existencia de 60 casos identificados como Covid19 en la ciudad de Wuhan, varios de ellos con origen en un mercado de mariscos donde se habría traficado con serpientes o pangolines infectados por murciélagos, sin que ello les condujera a adoptar otras medidas que el ocultamiento de la situación y la censura a los médicos y por ende a los medios.

Más aún, la rápida expansión del virus no impidió el aplazamiento de medidas hasta el 23 de enero del presente 2020, cuando se impuso el aislamiento de la población de Wuhan (cerca de 12 millones), donde se identificó el primer foco de la epidemia, mientras la provincia de Hubei (en torno a los 60 millones) fue aislada el 25 de enero y ya levantó las restricciones el pasado 25 de marzo, mientras en Wuhan lo hicieron este miércoles 8 de abril.

EL CASO DE ITALIA

Dentro de las fronteras de la UE, el primer caso diagnosticado en Italia se remonta al 30 de enero -en Alemania, el primero se detectó el día 27- cuando una pareja de turistas chinos procedentes de Wuhan vía Pekín fueron ingresados en un hospital para infecciosos en Roma. Ese mismo día, la OMS declaraba oficialmente la emergencia internacional por la epidemia de coronavirus, aunque no la calificó como “pandemia” hasta el 11 de marzo. El 31 de enero el Gobierno italiano declaraba el estado de alarma sanitaria siguiendo a la OMS.

No obstante, las autoridades italianas no decretaron el aislamiento de la entera región de Lombardía (10 millones de población) y otras 14 provincias (en total, unos 16 millones de personas) hasta el domingo 8 de marzo, si bien la norma no entró en vigor hasta horas después de ser anunciada, lo que originó miles de desplazamientos de salida de las zonas afectadas antes de proceder al cierre de la zona. Para el 10 de marzo, Italia declaraba la cuarentena nacional con el parón de todos los servicios no esenciales, aunque desde el día 4 de marzo los colegios estaban cerrados en todo el país.

SINGAPUR, EJEMPLO DE LO MEJOR

A día de hoy, la pandemia de coronavirus ha dejado solamente 6 muertos, de cerca de 1.000 contagiados, en la ciudad-Estado de Singapur (6 millones de habitantes, la mayoría chinos pero con minorías malayas, indonesias e indias), debido a la prontitud con que reaccionaron sus autoridades y a la transparencia con la que se ha informado a los ciudadanos de la emergencia de esta nueva amenaza sanitaria.

Sus métodos han sido seguidos en otros países que han limitado con éxito la expansión epidémica, caso de Corea del Sur -que alcanzó los cerca de 9.000 contagiados, con 111 fallecidos- mediante la masividad del testeo a la población y la trazabilidad de los contagios a través de las nuevas tecnologías (sistemas de geolocalización en dispositivos móviles, básicamente). En ninguno de estos dos países, a diferencia de lo sucedido en España o Italia, se ha optado por encerrar a la población en sus casas, sino por aislar aquellos focos detectados de infección.

LA IDEOLOGÍA MATA MÁS QUE EL SARS-COV2

En España, donde el Gobierno PSOE-Podemos se cerró en banda a adoptar cualquier tipo de medida antes de declarar el estado de alarma el 14 de marzo, a rebufo de la decisión de hacer lo propio por parte del Gobierno de Portugal un día antes y cuando ya la presidenta de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso había decretado el cierre de los colegios el lunes 9 de marzo, se conocía la amenaza por las cinco alertas emitidas por la OMS desde principios de año.

Aún más, sabemos ahora que desde enero las FSE reclamaron al Gobierno medidas de autoprotección como guantes y mascarillas, sin recibir otra cosa que la callada por respuesta. De hecho, ya el 2 y el 3 de marzo se produjeron cancelaciones de congresos médicos en distintas partes del país, aunque el Ejecutivo de Pedro Sánchez, volcado únicamente en la campaña de destrucción de la oposición, no lo hizo público y continuó alentando la participación en las movilizaciones masivas del 8 de marzo en Madrid y otros puntos de España.

A su sectario servicio, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, se encargó básicamente de rebajar toda alarma aduciendo que él ni siquiera impediría a su propio hijo acudir a la manifestación, cuando hoy es el día en que no sabemos si finalmente asistió a alguna de ellas o se quedó en casa por consejo personal y en privado de su padre.

¡ILLA, ILLA, ILLA… DANOS MASCARILLAS!

Todo es mentira y negligencia criminal en el Gobierno Sánchez-Iglesias, con su vicepresidenta Calvo y su vicepresidente Pablo Iglesias implicados, con su ministro de Sanidad Salvador Illa denunciado por el SATSE (Sindicato de Enfermería) ante la OMS por la muerte de 14 sanitarios, con el mismo ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska denunciado por “homicidio imprudente” por los sindicatos de Policía y Guardia Civil, a los que a fecha de hoy obliga todavía a trabajar sin la más mínima protección, mientras se ha producido además el fallecimiento de varios farmacéuticos y empleados de residencias para ancianos, por lo que el Ejecutivo ha decidido emprender una huida hacia delante que puede terminar por el camino con la destrucción del tejido productivo español, la quiebra del Estado y millones de parados en la ya de por sí maltrecha economía española.

Ante semejante panorama penal, Sánchez se aferra al Poder mientras engrasa con hasta 15 millones de euros la maquinaria propagandística del duopolio de Berlusconi y Planeta (T5-Cuatro y A3-La Sexta), utiliza la RTVE pagada por los contribuyentes para cargar contra partidos y medios de oposición, amenaza a funcionarios públicos y asociaciones de empresarios, y pretende encima que su liderazgo ha salvado la situación antes y mejor que en cualquier otro país de la UE, contra la que también carga por no ceder a sus pretensiones de que todas sus graves responsabilidades le sean pignoradas mediante el uso indiscriminado de los llamados “coronabonos”.

PABLO IGLESIAS, APRENDIZ DE LENIN

En esta tesitura, donde dejar el Gobierno resultaría en proceso judicial y condena a prisión, el vicepresidente Pablo Iglesias -adorador y presunto aprendiz de Lenin (personaje no menos infame y homicida que Hitler, aunque la inmensa mayoría del planeta parezca ignorarlo, pero del que el nazi lo aprendió prácticamente todo)- se ha propuesto mantener una especie de Estado de Excepción permanente, una auténtica dictadura policial unipersonal, como único medio para garantizarse sus prebendas, sus privilegios de casta, su omnímodo poder.

Por ello, se presenta a sí mismo como un redentor de los desfavorecidos, proveedor de “ayudas sociales” y garantía de “rentas mínimas” y otros ardides que ocultan su voluntad última de liquidar el sistema democrático y capitalista para hacer a todos los españoles dependientes de su siniestra magnanimidad de cartilla de racionamiento: exactamente igual que el Madurato chavista en Venezuela, al que asesoró durante años junto a sus infames camaradas Monedero y Errejón.

CASADO Y ARRIMADAS DECEPCIONAN UNA VEZ MÁS

Ante esta crítica situación, PP y Cs continúan con una denuncia tibia y mendaz, desdicha por sus actos de apoyo ciego a un Gobierno que no sabe lo que se trae entre manos ni para enderezar la economía ni para lograr parar los estragos de la pandemia, pero que tiene al menos claro quiénes son sus “enemigos” -así considerados por Sánchez y sus Lastras y Calvas y Monteras desde antes incluso de la tan manoseada “foto de Colón”-.

Cs tiene menos remedio aún que futuro, pero Casado debería dimitir ya porque ha demostrado no ser más que otra de esas criaturillas del laboratorio centrista de los Rajoys y Arriolas y Sorayas que han logrado acabar con toda vida inteligente en el PP y con cualquier atisbo de coraje en sus filas.

Así las cosas en estos dos partidos de la oposición, una vez más Vox se queda solo en su reivindicación de transparencia y diligencia por parte del Gobierno, si bien no parece hacerse cargo del todo de la máxima gravedad de la situación, porque de lo contrario ni siquiera acudiría al Congreso a exigir responsabilidades a quienes han decidido proclamarse excepcionales y se consideran en consecuencia exceptuados de rendir cuentas.

EL REY PUEDE Y DEBE ASUMIR PLENOS PODERES

Pues el de este Sánchez-Iglesias no es un poder democrático sino despótico, el Rey en su función arbitral y de moderación de las instituciones, como jefe del Estado y jefe de los Ejércitos, debiera proceder a su disolución y a la constitución de un Gobierno de concentración nacional presidido por la ministra de Defensa Margarita Robles con miembros del PP, Vox y Cs.

De lo contrario, perderá la Corona por no atreverse a violentar la Constitución -cuando la Ley del 78 hace años que se convirtió en papel mojado por culpa del PSOE y sus innúmeros pactos inconfesables con los enemigos de España y de la democracia (de la ETA a Podemos, del PNV a ERC y PdCat)- y será el fin de nuestras libertades tanto como el de la propia Soberanía Nacional.

Es la hora de los valientes, de los liderazgos con ideas, coraje y convicción. Pero, desgraciadamente, cabe constatar como ante el horror soviético o el nazi que “la gente normal no sabe que todo es posible”; o no, al menos, hasta que es demasiado tarde y entonces, por supuesto, no cabe ya la más mínima resistencia u oposición a los designios de los caudillos totalitarios.