Convencionales siempre

…estos señoritos del PP, que han sumado a su tradicional capacidad para la organización de saraos -en ocasiones vanamente interesada (recuérdese de qué va lo de “la Gürtel”)- la sofisticada vacua cursilería de los incorporados desde Cs, quienes, evidentemente, viniendo de donde vienen, sólo creen en las encuestas y el márketin soft; o sea: para qué hablar con la gente si ya disponemos de estadísticas, estadísticos y estadístiques.

Fue precisamente esta “falta de calle” un factor decisivo en el derrumbe de Cs y en la desaparición de UPyD, cosa que no caracteriza al PP en Galicia desde los tiempos de Fraga, ni por lo general al de Castilla y León, ni desde luego al de Madrid desde tiempos de Álvarez del Manzano en adelante, con Esperanza Aguirre y ahora Isabel Díaz Ayuso y Martínez-Almeida. Por el contrario, en Andalucía fueron siempre vistos como señoritos, y en Cataluña, desde la defenestración de Vidal-Quadras, como inanes.

No del todo en balde, Cs fue fundado estrictamente para darle el relevo en el discurso al bienhumorado Alejo, quien se dedicó a los asuntos europeos antes de su traspiés como candidato de Vox y su postrer paso en falso al solicitar el voto para Cs. Después de su intervención en la presente convención contra las tesis de Edurne Uriarte -ex del ministro Wert, convencido de la necesidad de “españolizar” a los niños catalanes-, yo creo que lo suyo, consecuente como es él, es que Vidal-Quadras pida el voto para Vox ¡y la disolución de la UE!

Pero peor es lo de sacar a pasear a Mari Mar Blanco, sempiterna colocada del PP por la cuota vasca, que nunca ha valido como representante público, ni siquiera de las víctimas del terrorismo, y que (recuérdese) vino a ser la nueva coartada o escudo moral tras el que guarecerse los que liquidaron a María San Gil -los Alonso y Oyarzábal y Maroto (estos dos, ahí siguen), Sémper y demás enanitos-, todos ellos a las órdenes del memo primordial, Mariano Rajoy.

Por esto, y estando tan reciente el escarnio último de la ETA a las víctimas del terrorismo en Mondragón, conviene insistir en que abrir convenciones con Rajoy, o posar delante del rótulo de una calle de Valladolid (aunque se llame “Avenida de Miguel Ángel Blanco”), poco puede hacer por Pablo Casado si lo que desea es allegarse a los desencantados con la política antiterrorista del PP en sus últimos gobiernos, que además coinciden a grandes rasgos (si no son los mismos) con los que jamás perdonarán al PP lo que dejó crecer en Cataluña hasta el 1-0.

Como da la casualidad de que la demente chusma que ocupa la Generalidad de Cataluña no se ha movido un ápice desde dicha fecha de 2017 hasta ahora, que han pasado cuatro años de delirio institucionalizado, uno tendría que hacer muchos esfuerzos para interpretar el rechazo del “populismo” como rechazo total y absoluto a pactar con partidos como los sucesores de CiU y el mismo PNV, “socios fiables” de Rajoy según Rajoy, el bobo de solemnidad que perdió dos veces consecutivas las Generales contra el pérfido oligofrénico de José Luis Rodríguez Zapatero.

Vamos, que Casado lo tiene fácil para disputarle a Vox la primogenitura en la única Derecha que puede ser -la que se oponga radicalmente a este deprimente estado de cosas que amenaza con desintegrar el Estado y la Nación-, ya que basta con hacer literalmente lo justo contrario de lo que diga (y de lo que hizo) Mariano Rajoy en lugares como País Vasco y Cataluña para lograr crecer en las encuestas y, con una adecuada presencia de líderes locales tanto como nacionales, volver con fuerza a participar en el discurso y en el mismo espacio público.

Cosa inimaginable a día de hoy, donde la marginalidad del PP en ambas comunidades veta de entrada su acceso a una gran mayoría, por supuesto a la mayoría absoluta, y refuerza paradójicamente al siempre tapado Feijóo, que reivindica lo suyo como clave del éxito -no tan lejana a ciertos de sus postulados se halla Díaz Ayuso, por cierto- como si la defensa cerrada de la unidad de España y de la igualdad de todos los españoles fuera el motivo del fracaso electoral.

Se equivoca Feijóo, pero a su favor. No es el caso de Casado, que si se deja tentar por los gurús de la mercadotecnia y los sondeos volverá a perder la oportunidad de constituir Gobierno; para él, la definitiva. Y todavía le (nos) queda por ver cómo ha de acabar de enredarlo el otro ex presidente de su partido, José María Aznar. ¿Para qué demonios, a fin de cuentas, necesitaba Pablo Casado esta convención? Da la impresión de que ni él lo sabe.

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Entre el 8 y el 11 de marzo

…se decantan los hechos de imprevisibles consecuencias, posiblemente más a largo que a corto plazo, que las pasadas elecciones catalanas del 14 de febrero no han hecho más que poner sobre el tablero: Cs es un partido zombi, que a derecha y/o a izquierda busca apoyo y orientación para su existencia; la estrategia de dominio de Sánchez (Producciones Redondo) no cuenta más que con un PP jibarizado y un Vox cada vez más fuerte; Casado no se entera de nada.

Pero Isabel Díaz Ayuso, único personaje relevante que le queda al PP con permiso del alcalde Almeida a nivel nacional -Feijóo, a fuerza de galle(gue)ar, a veces parece nomás un Revilla-, ha debido ver muy claro que la jugada ensayada en Murcia (con incierto resultado, ojo) apuntaba más bien a su jaque mate, con el beneplácito de Arrimadas y Casados -pues no en vano ambas “primeras figuras” de Cs y PP respectivamente se ven de continuo rebajados por la presencia emergente o la emergencia en presente continuo que representa la presidente de Madrid-.

Ahora que “El Guapo” Dr.Sánchez no tiene cosa mejor que hacer hasta pasada la Semana Santa, su Goebbels de Donosti le ha de preparar juegos circenses y fuegos de artificio en la suficiente cuantía como para conducir al personal surfeando la “cuarta ola” de la Covid19 desde hoy hasta lo más profundo de julio -total, las Cortes seguirán sin actividad permanente-, cuando sus señorías, entre bostezos, marcharán a sus vacaciones pagadas con la vista puesta en septiembre.

Entonces comenzará la precampaña, con los despojos de Podemos y de Cs y del propio PP acudiendo a la cita electoral sin programa, ni actitud ni posición respecto a nada ni a nadie -Gobierno o Pueblo, electorado o Poder, España o  “la demanda social”-, frente a un Sánchez crecido ante la adversidad, como acostumbra, y empujado por la mejora de casi todos los indicadores -porque peor que ahora no los puede tener-, de manera casi idéntica que Abascal y Vox (aunque por motivos diametralmente opuestos).

Nuevas perspectivas de cambio, que sin duda serán bien recibidas por el común porque esclarecerán en buena medida el oscuro panorama político actual -con esa multitud de siglas minoritarias que no acaban de encontrar acomodo o sentido en la dimensión nacional-; pero que arrojarán probablemente una incertidumbre mayor de aquí a medio plazo, al menos en el interior de un PP ya abiertamente dividido entre la consolidación de un poder regional mínimo o la apuesta por un proyecto nacional.

PSOE y Vox, a su manera, tienen una “idea de España”, cosa de la que el Podemos de Pablo Iglesias o el Cs de Rivera, primero, y Arrimadas, después, han carecido siempre: ahí están los resultados de Cataluña. Pero en el PP, como acostumbran, siguen sin enterarse -menos Isabel Díaz Ayuso, claro; por descontado-.

Para qué elecciones en Cataluña

…si del proceso sólo puede salir un nuevo ejecutivo golpista, procesionario, puramente un medio o mecanismo dispuesto únicamente para preparar una nueva proclamación separatista disfrazada de consulta popular; para qué le sirve a ningún catalán contar con una Generalidad despótica y corrupta en sí misma después de las cuatro décadas ininterrumpidas -la excepción del tripartito maragalliano fue en la misma línea, y más allá- del Pujolismo.

Con una administración quebrada de facto ya en 2012 -con el testaferro Artur(o) Mas cerrando quirófanos mientras farfullaba el “España nos roba” porque ya no podía siquiera asistir al parlament(o), cercado por las crías asalvajadas del catalanismo hortera y antisistema que se fingía cosmopolita porque el Barça ganaba alguna Champions-, las instituciones brindadas constitucionalmente a la Autonomía catalana no han sido buen negocio para los ciudadanos.

Obviamente, han hecho negocio los de siempre; como por ejemplo todos esos señores que al amparo de Rajoy después del 1-0 pudieron sacar sus empresas -sus sedes fiscales, lo primero- a lugares como Valencia o Madrid, caso de los banqueros que tanto y tanto disimularon las tropelías de la banda de los Pujol porque a ellos algo les tocaba en el reparto del Saqueo -y como siempre sucede que para que unos recojan las nueces otros tienen que sacudir el árbol…

Ahora resulta que el maldito Gobierno PSOE-Podemos, singularmente su cabecilla presidencial Pedro Sánchez -plagiario, mentiroso, despótico, nepotista y traidor-, se apresta a “arreglar” la situación penal de los conjurados para instaurar una dictadura fascistoide en Cataluña contra cerca de dos tercios de su población, y todo al parecer por mero interés electoral trastocado, en el caso psicopático que nos ocupa, en otro recurso más de su estrategia de dominación total.

Para el presidente del Gobierno, Cataluña en manos separatistas es el horizonte a corto y medio plazo, porque así lo pactó con ellos -JxCat, PDeCat, ERC, CUP… son siglas distintas de formaciones que convergen en la construcción de ese espacio excluyente del catalanismo, que goza de pleno consenso en la base para proceder entre ellos al reparto del Saqueo institucional y a particulares emprendido por el demiurgo corruptor Jordi Pujol desde primeros de los 80’-.

A cambio, Sánchez se garantiza el apoyo de legislatura (y más allá) por parte de quienes sólo pueden ganar con un PSOE entreguista a Podemos y un Gobierno de España compartido entre ambos y por ambos con sus numerosos aliados antidemocráticos y antiespañoles, incluidos por tanto el PNV y el partido de la ETA (Sortu-Bildu), BNG y los otros escaños de las formaciones particularistas hasta la extravagancia, caso de Teruel Existe, la Chunta, Compromís, CC, PRC…

Partidos que no debieran tener representación ninguna en el Congreso, sede de la Soberanía Nacional según la Constitución de 1978 y por lo menos hasta el día en que, por sola mayoría simple, se hizo aprobar el Estatut(o) inconstitucional, en aquel momento ninguneado por los propios ciudadanos de Cataluña que no acudieron precisamente en masa a su refrendo, y años después transformado por sus impulsores en origen mítico de la revuelta separatista.

En rigor, lo que desde Mas a Puigdemont pasando por Junqueras se pregona de la presunta insatisfacción del catalán medio con las instituciones del Estado nacional no responde, verdaderamente, sino a la desesperada huida hacia delante de la casta política más corrupta de España y de cualquier otro país de la UE, ese presunto modelo para las presuntas élites presuntamente modernas, diligentes y cosmopolitas de Cataluña.

LA ÚNICA SOLUCIÓN ES (LA ALTERNATIVA) NACIONAL

Los hechos son testarudos, y allí donde la honorabilidad del cargo la ha fijado uno de los mayores ladrones de nuestro tiempo, o bien el coraje y la valentía se escenifican saltando sobre un land rover de la Guardia Civil rodeado de chusma adicta, o bien saliendo al escape hacia la frontera más próxima metido en el maletero de un coche… resulta difícil no diagnosticar lo avanzado de la enfermedad social y política del cuerpo electoral catalán.

Así las cosas, cabe reiterar la pregunta porque cabría hacérsela, sin ir más lejos, a los eximios representantes de la oposición (PP, Vox y Cs): ¿para qué elecciones en Cataluña cuando nada puede cambiar si no es a peor? ¿Para qué seguir participando de la farsa de “elecciones libres y democráticas” cuando de antemano se sabe que no se da la igualdad de condiciones porque no se respeta el pluralismo político (que no existe en los medios locales) desde hace décadas?

No es que sea una impresión subjetiva, sino lo que precisamente han venido denunciando PP y Cs, sobre todo en lo que llevamos de siglo XXI. Ahora que de nuevo apuestan por “tercerismos” y “vías intermedias”, conviene recordar hasta qué punto ambas formaciones acaban siempre por sucumbir a los cantos de sirena de la “moderación”, medalla aparentemente democrática con la que de tarde en tarde les distinguen sus enemigos para confundirlos.  

Pero aunque ahora los leales vislumbren una nueva esperanza en la irrupción de Vox con su magnífico candidato Joan Garriga, lo cierto es que los unos (separatistas) por los otros (moderados) se encargarán -como así pretenden hacerlo en el País Vasco los de PP-Cs- de marginar por todos los medios a la única alternativa nacional que existe a este estado de cosas demenciado y opresivo.  

Algunos en el Gobierno piensan que habrá que esperar al resultado de las urnas para aclarar la situación o más bien la nueva dirección en el movimiento del Movimiento (o Bloque) conformado por Sánchez para soportarlo en el Poder. Otros, algo más modestos, esperaremos básicamente para tratar de esclarecer la posición que adoptan los que dicen estar en contra de los designios de PSOE, Podemos y separatistas. Probablemente, para constatar lo peor.

Este Gobierno es un puro simulacro

…de gobierno -de “gobernanza”, como se dice ahora para seguir diciendo nada-, lo que explica que se base única y exclusivamente en la mentira, que no existiera ninguna “comisión de expertos” sobre la epidemia del coronavirus que justificase las decisiones del (simulacro de) Gobierno Sánchez-Iglesias, sólo dispuesto y preparado para organizar y difundir la Gran Mentira del Gobierno: que este Gobierno gobierna.

Pero aunque la Nación se encuentre inerme, todo el tinglado podría desmoronarse según arrecia la nueva ola de Covid19, si no fuera por la actitud sumisa, más que sospechosa, de los presuntos partidos de Oposición PP y (sobre todo) Cs a los designios del (simulacro de) presidente del Gobierno, un hombre desabrido e incapaz de comunicar nada que no sea su (simulacro de) voluntad de gestionar la grave crisis española de la mejor manera posible.

¿Pero cuál es su plan, cuál su estrategia -la de Redondo u otros- para sacar al país del atolladero, para recomenzar el curso escolar y universitario con garantías básicas, salvar a cientos de miles de autónomos de la quiebra y afrontar cifras de paro nunca antes vistas? No hay Plan -ni puede que simulacro de plan, estrategia, proyecto- que no pase en la mentalidad del (simulacro de) Doctor Sánchez por hacerse fuerte en La Moncloa -incluso a la manera allendista, en los delirios compartidos de esta Izquierda de esnobs del radicalismo-.

Así que el Otoño se cierne con toda la brutal incertidumbre que depara una pandemia para la que no ofrece soluciones claras la comunidad científica mundial, mientras la Prensa nos aburre a estas alturas con homenajes a etarras decrépitos, el desagradable 11-S de los tribalistas que pastorea un tal Torra, (simulacro de) presidente de Cataluña -inhabilitado ¿de manera simulada? para el cargo-, o con todas esas insulsas triquiñuelas de los partidos o partidas en que se han convertido PP y (sobre todo) Cs, siguiendo con años de retraso a todos los demás.

Todo para no perder posiciones, cargos, relaciones sociales de (simulacro de) poder… reducido todo a este Consenso de las Facciones que deshace el Estado aunque presente una especie de “diálogo multilateral” como mejor forma de “cohesionar España”, cuando el PSOE aspira a una hegemonía indiscutida en el marasmo institucional producto directo de sus alianzas con el conglomerado de formaciones antisistema -y Vox que decidió dormirla hasta septiembre, cuando para entonces igual ya los han confinado a todos en un CETI por “extremistas”-.

Ineptos para hacer política -idear, decidir y ejecutar-, la mayoría de nuestros representantes políticos y cargos públicos asumen su irresponsabilidad factual -lo superfluo de su función, de su misma presencia en el (simulacro de) puesto de trabajo- por la vía de la adhesión a lo que determine la cadena de mando -con sus manidos argumentarios pastosos, que cortapegarán perezosamente los “periodistas” para rellenar los huecos que dejó la publicidad privada en los diarios-.

Y, siendo todo genuinamente mentira en la vida pública (¡politica!) de nuestros días -simulacro de España, de democracia, de libertades e igualdad-, ¿acaso no habrá entre tantos cientos de miles de cargos políticos (¡públicos!) quienes defiendan una mera y sostenida estrategia por la Verdad? Cabría empezar por pedir -y van…- el procesamiento de Sánchez, Iglesias, Illa y Simón, más el de Torra y sus esbirros también, por descontado; la convocatoria de nuevas elecciones; la ilegalización de Podemos, ERC, Bildu y CUP (al menos); la solicitud de un rescate a fondo perdido…

Pero en vez de ello, con el silencio de los borregos, (simulacro de) servidores públicos tanto como (simulacro de) Pueblo nos aprestamos a asistir en los siguientes meses y años al Nuevo Apaño para que este (simulacro de) Estado aguante, ¡España es la gallina de los huevos de oro, se entiende! Y lo más curioso es habernos percatado con el tiempo de la paciente (y aún bovina) observancia de nuestra situación por parte de las principales autoridades de la UE y de los “países de nuestro entorno”.

Que parece que nos miran como al alumno revoltoso, un poco corto de miras y entendederas, que no es mal chico después de todo -aunque se puede entrever que nunca llegará a nada…-. Y es que a todos en (el simulacro de) la UE les viene mejor a su vez el simulacro nacional practicado por las castas dirigentes (políticas, económicas y culturales) de cada país, ya que oculta o difiere el conocimiento de su propia realidad disimulada -la pandemia de Covid19 ha sido definitivamente esclarecedora al respecto de la “unidad” y la “política común” europea, por cierto-.

No llores por ti, Cayetana

…que el PP murió en las Generales de 2008 en las que obtuviste el escaño por primera vez, después de haberte desempeñado como jefa de gabinete de Ángel Acebes -delfín “en diferido” de José María Aznar al que Rajoy dejó colgado de una brocha inmediatamente después de esos comicios de 2008–, pero tú decidiste repetir en 2011.

Podrías llegar a pensar que a la tercera va la vencida; creo más que probable que rechaces ofertas de Cs y Vox para unirte a sus filas, donde de tanta libertad como autoridad podrías gozar. Pero es pertinente señalar que el PP es incorregible o por lo menos no es el partido que tú y tantos han creído o querido tener como defensor de sus intereses e ideas. Ya no desde 2008.

El PP de Rajoy renunció a esclarecer el 11-M, se sometió a los designios de Zapatero respecto a ETA -blanqueamiento para incorporarla al nuevo régimen-, buscó hacer de CiU y PNV “socios fiables” una vez en el Gobierno y con mayoría absoluta, nunca procuró las reformas estructurales que le demandaban la crítica hora y la propia UE, se anuló en Política Exterior, etc.

Ahora resulta que Pablo Casado no se puede permitir una portavoz tan libre como Cayetana Álvarez de Toledo, que ciertamente pretende del PP que sea el partido que no es -y nunca ha sido-. Pero las formas, de nuevo -como con Alfonso Alonso-, presentan a un líder sin autoridad ni liderazgo, débil e incluso blando, que finalmente debe recurrir a segundones para que le hagan el trabajo sucio.

El caso vasco es paradigmático y sirve para resumir toda la situación (y la necedad de los responsables de la misma): el “sorayista” Alonso deseaba continuar con la mimetización del PP con el ambiente “de Euskadi”, aun siquiera para dilatar en el tiempo la acelerada descomposición de la formación en todas las instituciones, sin ningún respaldo social.

Cayetana deseaba confrontar con el abertzalismo detentador de la hegemonía política y económica (que no social o cultural), incluso cuestionar “los privilegios vascos” de conciertos y fueros y “derechos históricos” preconstitucionales, así como denunciar la (todavía a día de hoy) ominosa presencia de ETA en todos los ámbitos públicos y privados de la comunidad vasca.

La cuestión se resolvió con la imposición de Carlos Iturgaiz -más que amortizado desde hace dos décadas- después de la vergonzante defenestración de un Alfonso Alonso que, no gozando de la cómoda posición de un Feijóo, creyó que podía lanzar su órdago a Génova y ser después considerado y atendido.

No hay nada que hacer con el PP -como tampoco con el PSOE-, o no tenemos nada que hacer ni que ver los que como programa de bases mínimas exigimos una España unida de ciudadanos libres e iguales en derechos y oportunidades, más allá de castas regionales y endogámicos estamentos como el partidista. Y si CAT no ha sido capaz de verlo es porque le ha perdido la soberbia.

Una soberbia -esa conciencia clara de superioridad intelectual unida a la convicción voluntarista de que “el mejor”, “el aristócrata del espíritu”, debe sacrificarse y servir a los demás, a sus conciudadanos, al Pueblo- que justifica su nueva y errada apuesta por el PP como plataforma para su activismo cívico; pero que no debiera sofocar una serena reflexión sobre los propios errores.

Ante las inminentes elecciones autonómicas

…en Galicia, CAV y Cataluña lo primero que hay que constatar es un nuevo fracaso en la estrategia de “España Suma”, pues si lo que demanda la hora es una auténtica Alternativa Nacional (a ver si con mayúsculas se aprecia) al Frente de la Izquierda que apoyan los separatistas -precisamente “alternativa nacional” en las tres comunidades referidas (las “históricas”) y en algunas cuantas más-, lo más errado era empezar por unas negociaciones obligadamente parciales.

PP y Cs sólo sumarán en torno a un programa común de alternativa, que cabe ensayarlo aún de cara a las elecciones en Cataluña antes de expandirlo a todo España. Se puede empezar de hecho por las comunidades que ya gobiernan en coalición (Madrid, Andalucía, Castilla y León, Murcia) y dejar que el tiempo ponga a cada uno en su sitio en Galicia y en el País Vasco, con realidades políticas para el PP bien distintas.

UNIDOS POR ESPAÑA

A ver cuándo le queda claro a Pablo Casado, presunto líder del PP actual, que si hablamos de España no hablamos de “Euskadi”, y que si se defiende el derecho a la libertad de educación lingüística no se está con Feixóo (del PNG) sino con Gloria Lago, a la que aquél margina y excluye (junto a decenas de miles de familias gallegas), o con las plataformas vascas a las que tanto prometieron en este aspecto los Alonso, Maroto y Oyarzábal… para dejarlas tiradas después.

Si se está por España y se coincide con Cs (o mejor con UPyD) en la defensa de un marco legal que proscriba la discriminación de los españoles en toda España por razón de su condición española -he aquí la clave de toda la “cuestión nacional” en el momento presente-, entonces no se está con la “inmersión lingüística” ni en Cataluña ni en Galicia, ni en Baleares ni en Valencia, ni tampoco se defiende el Concierto y los “derechos históricos” de los vascos (ni los de los navarros).

Porque entonces se aferra Casado (y Cayetana no menos que él) a la defensa de un orden constitucional que nos ha traído fatalmente hasta aquí, y que además ya ha sido en buena medida superado por los hechos -y sí, a través de medios flagrantemente anticonstitucionales- desde la infausta llegada de Zapatero al poder y la aprobación del nuevo Estatuto para Cataluña.

Eran tiempos en que el PP impulsaba la “cláusula Camps” en Valencia y la “realidad nacional” de Andalucía, por lo que no es nada de extrañar que Alonso hable de “foralismo” y de “voz propia” en el terreno que los separatistas catalanes o abertzales (y con ellos PSC y PSE, y a su rebufo el resto) entienden como “ámbito propio de decisión”.

Y de ahí a la autodeterminación, ¿qué queda? No les importa en exceso a todos los miembros de las castas regionales sobrealimentadas por el nefasto Estado de las Autonomías, cuyo nihilismo es el de quien reza “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (no se sabe si en España o en algún terruño recién independizado de ella); pero a Pablo Casado, ¿ya le importa algo?

EL MODELO DE FEIJÓO ¿Y EL DE CIUDADANOS?

La oferta de Arrimadas al PP, casi sorpresiva -pero por qué, ¿no le había sido propuesta a Cs por el PP con carácter privilegiado y más allá de los puntuales resultados electorales?-, tiene al menos el mérito de fijar las reglas de juego entre ambos partidos, y desatar las contradicciones internas de cada uno de ellos, puesto que es un tanto que la líder provisional de Cs quiere anotarse antes de someterse a las primarias de su partido (que probablemente gane).

Parece que Arrimadas, por el modelo que propone de partido, tiene las ideas claras -ojalá gane y sea consecuente con el mejor programa de regeneración de Cs, que es el de UPyD plagiado en mayor o menor grado-. Pero Casado debe apresurarse a tomar la mano tendida de Arrimadas, que a medio y a largo logrará una buena suma electoral pero cuando se haya definido el nuevo proyecto, alejado de las indefiniciones e incongruencias de ambos partidos en un buen número de asuntos.

A su manera, Feijóo tiene un partido ganador en Galicia y un modelo de partido para el PP que lo haría tan reaccionario como el PSOE, pero que no dejaría de ser tampoco “constitucionalista” -el término trampa más peligroso de la política del último medio siglo español- aunque ya no fuese identificado netamente como un proyecto político “nacional”.

Porque eso es lo que está en juego del 78 a nuestros días: si se respeta la Soberanía Nacional en toda España o se está al albur de lo que consientan los caciques y señores locales, y ello en lo que atañe a cuestiones tan relevantes como la tarjeta única sanitaria, el acceso a empleos públicos por igual en cualquier región española o la caja común de la Seguridad Social de la que ahora pretenden distraer su parte los “socios fiables” del PNV.

POR UNA ALTERNATIVA AL RÉGIMEN ABERTZALE

De hecho, aunque en Galicia la situación no resulta tan peliaguda como en el País Vasco o Cataluña -porque casi todo el mundo habla o entiende el gallego y no se ha entablado (todavía) una “guerra cultural” contra el castellano-, de Fraga a Feijóo el PP allí ha renunciado a la lengua común para dirigirse a los habitantes de Galicia, queriendo por tanto poner de relieve la “nacionalidad histórica”, el “hecho diferencial” o la “lengua propia” que acarrea “derechos lingüísticos” (luego transferencias y subvenciones y la capacidad de crear innumerables empleos y cargos públicos).

En el País Vasco, para variar, la situación es si cabe peor en cuanto que no existe ya alternativa españolista ninguna al régimen abertzale, que ni siquiera tiene oposición política: PSE y PP le han aprobado los presupuestos al PNV cómodamente en todas las instituciones, y cuando no ha podido sacar algo con aquéllos ha recurrido a Podemos e incluso a Bildu (el otro pilar del régimen abertzale, encargado de hacer que no se detenga nunca el movimiento).

Por eso resulta risible que el PSE de Mendía se presente como “única alternativa al nacionalismo” (o “no nacionalista” o “constitucionalista”) cuando cogobierna todas las instituciones con el PNV al servicio del régimen abertzale desde hace décadas; como deplorable resulta constatar una vez más que Podemos es una banda de “hijos de la Casta” y arribistas prestos a sumarse a la misma a la mínima de cambio: desde Pablo Iglesias hasta sus últimos delegados en la CAV, todos ellos a favor de los derechos de sangre feudales de los vascos (o de sus haciendas forales, tanto monta).

¿Y el PP “vasco”? No voy a objetar que apenas ninguno de sus dirigentes conozca el euskera o pueda desenvolverse en dicha lengua: no hace falta; el euskera es tremendamente minoritario entre nosotros los vascos (siempre lo fue) y jamás lo hablaron mayoritariamente vizcaínos, alaveses o navarros. Pero entonces de qué presumen, ¿de foralistas, de vasquistas, de carlistas… de guays? Afortunadamente ya saltó del barco naufragado el simpar Borja Sémper, telegénico pero incapaz de dejar de perder votos a miles en lo que fuera siempre bastión político de la Nación Española.

CONCLUSIÓN

Constatar la irrelevancia de prácticamente todos y cada uno de los cargos públicos del PP de Alonso en la CAV no invita de todas formas a decisiones ya fuera de tiempo sobre las tres candidaturas al parlamento vasco. Rosa Díez jamás debiera encabezar una candidatura de la Derecha y menos por estas tierras, lo que no obsta para que Casado la convierta (si quiere) en su asesora de cabecera para “temas vascos”.

Lo que hace falta por aquí, ahora como hace cinco décadas, es más España y más libertad; o sea: más presencia del Estado, más respeto a la Ley por parte de las diversas facciones abertzales, socialistas e izquierdistas, y menos componendas del Gobierno con las castas locales para mantener “la Paz”. Una paz de los cementerios que no beneficia a otros que los detentadores de todo el poder en la CAV: el PNV.

Porque ETA aprovechó “la Paz” para reconstituirse como partido, mientras recibe las nueces del reparto del PNV, al que apoya el PSE y ahora también Podemos, pero al que ya no puede apoyar el PP de Alonso quedando así en evidencia ante propios y extraños, y sumido en la irrelevancia después de haberlo apostado todo a participar en el reparto de las nueces en el “nuevo tiempo” alumbrado por el “proceso” y ratificado por aquello de que “ahora ETA ya no mata” y «hay que construir el futuro con Bildu».

Dijo Cayetana el pasado mes de diciembre que “cuando ETA mataba era un momento terrible desde el punto de vista humano”, pero que “el momento político actual es más difícil” porque “antes estábamos juntos PP y PSOE en el mismo bloque”. En rigor, esto sólo fue cierto de tarde en tarde -pues el PSE nunca dejó de buscar la asociación con el PNV (o con la misma “izquierda abertzale”, vulgo ETA)- y sólo en el caso de personas concretas que convergieron en su repulsa al terrorismo abertzale por encima de siglas.

Algunas fundaron UPyD, otras dejaron el PSOE, otras dejaron el PP y marcharon a Vox, todavía quedan algunas (escondidas) en el PP… Quizás a medio plazo su labor (la del PP de Casado) sea encontrarlas y reunirlas para articular así de una vez la Alternativa al régimen abertzale y a este estado de cosas delirante que comienza (pese al control exhaustivo de los medios) a exhalar un hedor putrefacto ya imposible de disimular.

No apto para fanáticos

…es el testamento del recorrido político de Gorka Maneiro (San Sebastián, 1974), quien fuera parlamentario vasco de UPyD en dos legislaturas seguidas (2009-2016) y miembro del Consejo de Dirección de la formación: desde sus primeras manifestaciones con Gesto por la Paz hasta su actual posición de líder de la Plataforma Ahora que pretende agrupar a toda la Izquierda “no nacionalista”.

“Me interesó la política desde niño, consecuencia de la educación familiar recibida y de los valores que mis padres me transmitieron (a mí y a mis tres hermanos). Lo que ocurre en la sociedad nos afecta a todos y a todos, por tanto, nos corresponde tomar partido, es decir, involucrarnos en los asuntos públicos del modo que cada cual considere, pero involucrarnos y tomar partido, al fin y al cabo. Todos somos políticos y quien no ejerce su ciudadanía o mira para otro lado por evitarse problemas o ahorrarse molestias es un idiota en el sentido griego del término (idiotés). Si uno no se interesa por la acción política y mira para otro lado, otros gobernarán en su lugar y en su nombre. Vivir de espaldas a la sociedad y a sus principales problemas es poco ético y, además, muy poco recomendable.”

Partiendo de este autorretrato no es difícil comprender su posterior compromiso político, más aún de atender a que no sólo el contexto del terrorismo obligaba a la acción, sino un cierto carácter polemista de apasionado de la política:

“Nunca evité ningún debate y ninguna discusión. Me mezclaba con todo tipo de votantes y, siendo muy joven, conversaba largo y tendido incluso con simpatizantes de la banda terrorista. Y es que nunca quise dejar de decir lo que pensaba ni que el silencio pudiera confundirse con el miedo o, peor aún, con la insensibilidad o con la comprensión para con las actividades terroristas.”

Sería en 2000 cuando, meramente por haber participado en concentraciones de repulsa del terrorismo y otras actividades de plataformas pacifistas, el domicilio de sus padres fue atacado con varios cócteles molotov, si bien entonces su militancia política se limitaba a “oponerme al terrorismo que ejerce ETA”. Pronto conocería Basta Ya! y, desde sus inicios, UPyD.

Como miembro de la ejecutiva del partido magenta fundado por Rosa Díez, Carlos Martínez Gorriarán y Fernando Savater, Maneiro se convierte en estas páginas en un testigo privilegiado y singularmente objetivo de lo que fue el desarrollo y (aparente) consolidación de UPyD en la vida política española, así como de su declive hasta la reciente incorporación a Cs.

Desfilan por las mismas nombres como los citados y otros que todavía siguen en el candelero, como el de Irene Lozano (ahora adicta al Dr.Sánchez) o los de Prendes, Herzog, Sosa Wagner, Pagazaurtundua, Maura, Brown, Robles, Ortega… con sus distintas atribuciones en una historia de éxito y fracaso que condujo al partido a su práctica desaparición.

Un vacío que no parece haber sido ocupado ni por Podemos ni por Ciudadanos, como tampoco por la Plataforma Ahora de Maneiro, si bien en este último caso la tradicional marginación de cualquier alternativa de Izquierda al PSOE en los medios -sobre todo en los de Izquierda-, junto al grave cariz de la actual crisis política nacional lo explican más que otras consideraciones.

QUÉ FUE DE UPYD

Maneiro escribe este libro casi como necesidad de explicarse y explicar a otros por qué fracasó UPyD, pero sin cargar las tintas sobre la responsabilidad de éstos o de aquéllos -más allá de que sea evidente que Díez y Gorriarán eran los amos del partido y como tal se comportaron de principio a fin (sobran los testigos al respecto)-.

Más bien parece un templado ejercicio de autocrítica desde la perspectiva que da el paso del tiempo y el desarrollo de los concretos acontecimientos políticos, pues admite que UPyD cometió muchos errores pero no deja de exponer todos sus méritos, aciertos y victorias -que también las hubo, aunque algunas fueran evanescentes-.

El mismo tono utiliza para recordar su papel y el de sus compañeros en el País Vasco, donde fue la única cabeza visible del partido durante la práctica totalidad de la vida de UPyD, y en rigor el único (de 75 parlamentarios en la cámara vasca) que insistió siempre en asuntos como la disolución de los ayuntamientos gobernados por ANV/Bildu frente al desistimiento de PSE y PP.

Cronológicamente, UPyD fue fundado a principios de 2007 por Díez, Gorriarán, Fernando Savater, Juan Luis Fabo y Arantza Aranzábal, y a lo largo de 2019 ha quedado prácticamente absorbido por Cs después de acordar ir juntos a las elecciones del 20-A y del 10-N. Este libro sirve a Maneiro para relatar en primera persona su propia andadura como líder de la formación a partir de 2017, porque establece exactamente cuándo se produjo la fricción entre él y sus referentes Díez y Gorriarán

Cabe recordar que hasta el 15-M (15 de mayo de 2011) -fecha de origen más reciente del actual confusionismo político- “el partido de Rosa Díez” protagonizó en el Congreso una dura diatriba contra el Gobierno de Zapatero (2008-11), con la susodicha como única diputada y portavoz de UPyD, y contra el de Rajoy (2011-15), ya acompañada de otros compañeros que tantas cuestiones que hoy agitan el debate público pusieron entonces sobre la mesa.

Cabe recordarlo porque UPyD aparecía entonces tanto como una alternativa de centro al PSOE como un partido bisagra que podría contribuir a la gobernabilidad con PP o PSOE para evitar la dependencia de las formaciones separatistas; y además como azote de las corruptelas de los dos grandes partidos y del mismo sistema nacido en la Transición, muy deteriorado después de tres décadas de uso y del paso del atila Zapatero. Pero UPyD no impugnaba el sistema, como el 15-M.

“Reivindicamos la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción, los derechos de ciudadanía, la unidad de España, los principios del republicanismo cívico, la igualdad y las reformas políticas, institucionales y constitucionales que España necesitaba y hoy, diez años después, sigue necesitando: la reforma de la ley electoral y una Justicia independiente, entre otras.”

LOS ERRORES DE UPYD

Probablemente fue el hiperliderazgo y excesiva dependencia de Díez la que dejó a UPyD sin opciones una vez que la imagen de aquella se deterioró, en buena medida debido a sus errores y desplantes y no sólo a la (también cierta) cacería mediática a la que se vio sometida la formación magenta. Algo por el estilo se podría decir ahora de Cs con respecto a Rivera, pero de momento les queda Arrimadas.

De hecho, si triunfa su apuesta por reunirse con el PP habrá evitado la irrelevancia en la que ahora está sumida la formación y puede que de forma ciertamente protagonista, cosa que UPyD no logró hacer -ni siquiera partiendo en apariencia de una posición de ventaja- cuando fue tentada a la coalición por Cs de cara a unas europeas, en mayo de 2014, que supusieron la irrupción de Podemos en las instituciones y un cierto sándwich de UPyD entre los de Rivera y los flamantes morados de Pablo Iglesias.

A juicio de Maneiro, fue la bandera de la defensa de la unidad nacional la que hizo de UPyD -que no se decía de centro, sino transversal- un partido atractivo para muchos desencantados de la Derecha, que a su manera (como simpatizantes, comentaristas, afiliados o incluso cargos públicos) habrían alejado a cierta porción del electorado “natural” y objetivo de la formación.

“Sin pretenderlo, aquello nos situó en una determinada ubicación ideológica y dificultó situarnos más a la izquierda, lo cual impidió que muchos progresistas se sumaran a nuestro proyecto o, al menos, nos votaran.”

Lo cual evidencia la confusión del Centro-Izquierda, o su relativismo nihilista -que en rigor Maneiro desconoce, porque su defensa de la igualdad de los españoles ha sido siempre nítida y contumaz-, porque lo que debiera lamentar es que la defensa de la Nación sea vista a ojos de tantos (como tantos de los quincemesinos) como un “asunto de fachas”.

Precisamente, fue Podemos la formación que logró sacar de quicio a UPyD y los suyos, -más que PSOE o PP o Cs-, pues de repente parecía que la “nueva política” se encarnaba en el Lenin de Vallecas (ahora de Galapagar) y todo lo demás era “casta” y representaba “lo viejo”, incluida por supuesto Díez, que ni entonces supo verlo y pactar con Rivera, ni después supo tampoco dar un paso atrás y dejar la primera fila para que lo intentaran otros más “nuevos”.

“Un 80% de las propuestas que defendía el movimiento de indignados lo defendía UPyD por la vía de los hechos y la práctica política en el Congreso de los Diputados: reforma de la ley electoral, fin de los privilegios de los políticos profesionales, regeneración democrática, fin de las prácticas bancarias abusivas… y, sin embargo, gran parte de los movilizados no vieron en UPyD el partido político que colmara sus reivindicaciones.”

Probablemente porque nadie dio la consabida orden de “UPyD por la mañana, UPyD por la tarde, UPyD por la noche” que tan bien le vino a Podemos en las cadenas del grupo A3Media TV… cuando gobernaba Mariano Rajoy.

UN PARTIDO ANTIPÁTICO Y GENEROSO

Nunca logró UPyD implantarse en comunidades como Andalucía, Galicia o Cataluña, bien porque la propia dinámica del partido era de un crecimiento lento -incluso de modo exasperante-, bien porque la estrategia pasaba por obtener visibilidad a través de su actividad legislativa en el Congreso, algo más bien corto de miras que revela cierta soberbia “ilustrada” de los dirigentes en su proyecto político sintetizada en el fatídico “hemos hecho un partido para Dinamarca” de Díez.

“Y es que cuando uno es uno entre 75 o 5 entre 350 debe priorizar cuestiones concretas de su acción institucional y acompañarla por la propaganda y el marketing político, sin que tal cosa deba provocar que se nos caigan los anillos. Ya en 2014, cuando los debates televisivos lo inundaban todo, importaban poco las iniciativas concretas presentadas efectivamente en las instituciones, lo que realmente importaba era, más bien, la capacidad de saber llegar y convencer a la gente. Y es que a un partido político no le votan por lo que haya hecho, sino por la expectativa que genera.”

Pese a todo, Díez fue la única oposición a Zapatero cuando Rajoy se decidió a sestear -incapaz de ganarle unas elecciones- con el propósito de heredar el Poder cuando la recesión lo hiciera caer de las manos de aquél. Y luego fue la única oposición creíble al cínico Gobierno de Rajoy que asumió los compromisos con ETA del “proceso de paz” y fingió ignorar que los separatistas se preparaban para la ruptura constitucional.

Más aún, fueron una serie de iniciativas legales (incluidas querellas en los tribunales) las que distinguieron a UPyD como un partido crítico, de cambio, vigilante en su tarea de control al Gobierno, beligerante contra la corrupción… Pero de nuevo otros (Podemos y Cs) se llevaron los titulares y los focos, mientras mantener las querellas se llevaba por su lado cuantiosos fondos económicos de la formación.

“Sin embargo, aun acertando en determinadas acciones judiciales, nos excedimos en la presentación de denuncias y querellas, no solo porque la principal función de un partido político no es esa, sino porque se nos fueron inmensas cantidades de recursos económicos (más de 300.000 euros) y porque, además, no supimos vender ese trabajo a la opinión pública.”

Más aún, continúa Maneiro:

“Por alguna razón que debería ser estudiada más a fondo, nos convertimos relativamente pronto en un partido viejo que provocaba rechazo en una parte considerable de los ciudadanos (en 2015 éramos el partido político que, según el CIS, más rechazo provocaba), sin que fuéramos capaces de cambiar tal apreciación, más allá de las simpatías que generábamos en muchos otros. Insistíamos en nuestros errores y no éramos capaces, siquiera, de vislumbrar formas distintas de actuar u ofrecer nuestro mensaje. Nos bunquerizamos y vimos enemigos donde no los había, llegando a culpar a los propios votantes de que no nos votaran.”

En las elecciones generales de 20 de diciembre de 2015 las candidaturas de UPyD, incluida la de su nuevo líder Andrés Herzog por Madrid, no obtuvieron representación, frente a Podemos (69) y Cs (40). Para entonces, apunta Maneiro, ya había sido tomada la decisión de disolver el partido aunque a él no se le hubiera comunicado todavía. De hecho, pronto quedó fijada la fecha del congreso de disolución para el 31 de marzo de 2016, con la intención, en palabras de Díez, de “salvaguardar su legado” e “impedir que caiga en manos poco recomendables”.

CÓMO ACABÓ UPYD

Maneiro se había convertido con anterioridad en portavoz adjunto de la nueva ejecutiva de Herzog que sucedió a la de Díez y Gorriarán después de imponerse al tándem de críticos Irene Lozano y Toni Cantó, favorables a la unión con Cs. Un cargo, como le hizo saber el propio Herzog, meramente “simbólico” -dado que ya se había fijado la disolución del partido, cosa que Herzog sí sabía-, aunque a la postre pudo posicionar a Maneiro para salvar UPyD de su liquidación.

Hasta entonces, Maneiro había asumido que “vivíamos de la presencia de Rosa Díez, líder absoluto e indiscutible desde los inicios”, si bien ya vislumbraba que “hubo un momento en que debió abrir paso a otros miembros del partido para compartir con ella presencia mediática y liderazgo, y al no obrar de ese modo, los males que vinieron después fueron males mayores.” También se mostró contrario a la unión con Cs al entender que se trataba de proyectos distintos, pero quiso seguir.

Y es entonces cuando, como se describe en el libro, comienza a revelarse el carácter más intransigente y sectario de los antiguos líderes de la formación (o sea, Díez y Gorriarán), ciertamente obsesionados con enemigos externos e internos de todos los tamaños y colores, cuando en rigor de haberlos tenido dentro -pienso sobre todo en Irene Lozano, o en Prendes- se les debe imputar a ellos y sólo a ellos, que tan exigentes se mostraban a la hora de seleccionar al personal político de UPyD.

Al respecto, aparte del incidente con Sosa Wagner que tanto perjuicio causó a la imagen de la formación en el verano de 2014, Maneiro relata uno menos conocido en que cargos relevantes de UPyD trataron de pasar a miembros de las listas electorales de la formación a plataformas que asociar a Cs, una vez rotas las conversaciones entre ambos partidos. Una especie de OPA hostil sobre “el partido de Díez” que provocó la dimisión o expulsión de varios de sus más conspicuos personajes.

“Es difícil concluir si hubo una estrategia generalizada y perfectamente diseñada desde fuera para perjudicar a UPYD desde dentro, si incluso contó con el apoyo externo de Ciudadanos o si fue un movimiento libre de al menos algunos de los afiliados magenta que, a la vista de que el barco corría serio peligro de hundimiento, decidieron dar el salto a Ciudadanos, partido político que, por su parte, lograba matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, carentes de afiliación y militancia, lograba rellenar las listas electorales; por otro lado, se quitaba de encima al que era su principal rival político y electoral.”

Sea como fuere, el liderazgo de Díez en UPyD llegó a su fin definitivamente con la dimisión de Herzog, su favorito para esa sucesión que debía haber acabado en disolución. Y Maneiro, que acompañó a la candidatura fake de éste antes de oponerse a los designios de la misma, reconoce abiertamente su yerro:

«Mi decisión de formar parte de la candidatura de Andrés Herzog fue un profundo error, el error más grande que he cometido durante toda mi trayectoria en UPYD.”

Una declaración que se explica mejor al hilo de un siguiente comentario:

“Mi experiencia anterior y posterior y todo lo que aprendí me confirmó después, con el paso del tiempo, que ni los buenos eran tan buenos ni los malos tan malos, ni los sospechosos o supuestos traidores eran siempre tales.”

Gorka Maneiro encabezó del 16 de enero de 2016 al 27 de enero de 2017 el demediado proyecto del partido magenta, antes de dejar UPyD para fundar la Plataforma Ahora. Como se ha dicho, en ninguna de las partes que conforman el libro renuncia a la autocrítica, pero se le puede imputar cierta bisoñez a la hora de desenvolverse internamente en el partido.

Algo que parece un mal ineluctable: gente que vale para la actividad política incapaz de asumir la vis maquiavélica del oficio (sobre en todo en lo que respecta a los propios “compañeros de partido”, por lo general los más acérrimos antagonistas del que aspira al liderazgo).

Una estrategia para la Derecha (y IV). Los obstáculos

…principales para consolidar una estrategia de la Derecha son los habituales en el recorrido político hacia la consecución de un nuevo liderazgo: los personalismos, los tiempos, los lastres de la herencia recibida (de programa o de relaciones personales)… y la falta de convicción.

LOS PERSONALISMOS

Más allá de las legítimas aspiraciones de Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas (antes, de Albert Rivera) al liderazgo del Centro-Derecha, son las personalidades del entorno y en los primeros puestos del escalafón de cada partido las que a menudo dificultan cualquier entente que pueda suponer una merma en su respectiva preponderancia interna.

Ahora que parece que Cs va a cerrar filas en torno a Arrimadas y su modelo de “un discurso igual en toda España” -cantinela escuchada antes en las filas de PP, UPyD, ahora Vox…-, convendría que la nueva dirección entendiera que sus planteamientos difusos sobre cuestiones morales sólo pueden perjudicarles a ellos y a su acción concertada con PP y Vox como alternativa al Frente de la Izquierda.

Asimismo, deberían dejar de entretenerse con la autodefinición política, puesto que nadie es del todo “socialdemócrata” o del todo “liberal” en Cs (como tampoco en el PP o en Vox). Son los fulanismos alimentados a la sombra de Rivera o en su contra los que han propiciado ciertas polémicas internas, de escaso interés para propios y ajenos entre las bases sociales de la Derecha o de la Izquierda no extremista. Los Maura, Prendes y otros profesionales del arribismo mejor estarían en su casa.

De modo parecido, una vez superada la primera gran crisis en la formación con la salida de Alejo Vidal-Quadras -que aún era miembro del PP cuando se presentó en las europeas de 2014, y pasó a pedir el voto a Cs al quedarse sin escaño-, Vox ha resaltado su perfil más duro y reaccionario aunque la clave de su éxito provenga de mantener la defensa de la legalidad constitucional frente al separatismo catalanista. O lo que es lo mismo: se vota a Vox pese y no gracias a Espinosa de los Monteros.

Por último, el primero en antigüedad y en importancia de los tres partidos del Centro-Derecha, el Partido Popular, renovó su liderazgo con la elección por primarias de Pablo Casado, lo cual debiera haber legitimado a éste para cambiar de personas de arriba abajo y sin perder la sonrisa amable: porque Casado pudo llegar precisamente por la expectativa de cambio radical con respecto a su antecesor Mariano Rajoy -en un momento de grave crisis nacional, además- y no como el encargado de pilotar una especie de transición interna entre un liderazgo avejentado y otro más moderno.

Debería cuanto antes, sin esperar siquiera a las elecciones autonómicas en Cataluña, Galicia y País Vasco, prometerle un Ministerio a Feijóo y cualquier cosa alejada de la vida política a los Alonso y demás reata de fracasados electorales. Que se acaben las “fuentes populares” -anónimos para la maledicencia- que desde antes del congreso de Valencia sirvieron a Rajoy para cargarse a sus adversarios políticos y proteger a los suyos. Ahora las “fuentes populares” cargan contra Casado en la figura de algunas de sus apuestas personales, pero Casado es el que manda: ¿a qué espera para silenciarlas?

LOS TIEMPOS

Nunca es buen momento para los cambios radicales y las decisiones drásticas: si siempre se corre el peligro de no ser entendido, o de no acertar, resulta que cuando corren los buenos tiempos y prima la estabilidad se deja todo para otro “mejor momento” mientras que cuando la crisis acucia se recurre al “mejor no hacer mudanza”, lo que puede devenir en una parálisis recalcitrante. El mejor ejemplo de esto último sería Rajoy, que a duras penas decidió ascender a los Levy, Maíllo, Maroto y Casado para contrarrestar la emergencia de los nuevos y juveniles liderazgos de Rivera y Pablo Iglesias.

En rigor, el cambio continuo debería ser en los partidos la norma, cambio sobre todo de personal (caras) pero también de programas y estrategias adaptados a cada tiempo político. Pero resulta que en estos días de persistente bullicio electoral y reiterada llamada a las urnas el cambio debería producirse casi espontáneamente -según los resultados de cada cual, precisamente- y sin embargo los partidos son los primeros diques de contención contra la voluntad ciudadana expresada en votos, premiando a los adictos frente a los eficaces y exitosos.

Ahora la premura, cuando Casado no parece haber afianzado su liderazgo en el PP y Arrimadas lucha por evitar la irrelevancia de Cs, debiera instar a la toma de decisiones sobre los personajes responsables de defender la estrategia y sobre la misma posibilidad de una entente de ambos partidos como “España Suma” u otra denominación. Vox, a su vez, se encuentra inmerso en un proceso de acelerada “profesionalización” de sus miembros internos y cargos públicos, probablemente acertado y en el momento adecuado.

Pero el tiempo corre contra todos ellos, pues en cualquier momento podría convocarles Sánchez a unas nuevas elecciones como ya hiciera después de la manifestación del “trifachito” en Colón -que le sirvieron a aquél para demostrar la desunión de los tres, paradójicamente (o no tanto) al querer meterles en el mismo saco-.

Ahora las cosas deberían estar más claras para PP, Vox y Cs: o suman mayoría absoluta entre las tres marcas, o entre dos de ellas si hay alguna fusión, o la alternativa conjunta se disipará y además con la posible desaparición de una (e incluso de dos) de las tres formaciones en el corto plazo -lo que a priori no tiene por qué suponer el fortalecimiento de un solo partido del Centro-Derecha con la recuperación íntegra y unificada de toda su fuerza electoral-.

Urge que Cs explote frente al PSOE sus señas de identidad más reconocibles, como la defensa de España y de la igualdad entre españoles, al par que destapa sus distintas hipocresías en las cuestiones “progresistas” de que hace bandera esta Izquierda, pero que frente al PP no exalte sus diferencias en estas mismas cuestiones si sobre todo esperan dar cabida a una marca electoral entre ambos. Más aún es preciso que el PP se decante definitivamente por lo “conservador” o lo “liberal” en lo moral, a fin de determinar de una vez por todas con qué pareja de baile quiere concurrir a la próxima cita, Cs o Vox.

LA HERENCIA RECIBIDA

¿Pueden refundarse los partidos (del único modo en que pueden hacerlo) programáticamente, implique ello o no (que debiera implicar) el recambio de personas en toda la jerarquía? Así lo demostró exitosamente Aznar en el ejemplo español más claro, como antes Tony Blair con el Partido Laborista o Margaret Thatcher con el Partido Conservador en Gran Bretaña.

Pero también a Zapatero, aunque por la puerta de atrás, se le podría atribuir una reconversión del PSOE no menos drástica que la de Felipe González en Suresnes, que constituyó un éxito entonces aunque su ambigüedad haya escamoteado una clara percepción de lo que el PSOE ha venido siendo hasta nuestros días, sobre todo en las dos últimas décadas: una maquinaria de propaganda y agitación electoral para asaltar el Poder a cualquier precio y de la mano de cualesquiera aliados, con exclusión del PP.

En el caso de este partido, Mariano Rajoy (elegido a dedo por Aznar) decidió zafarse de la herencia anterior con la coartada de que le impedía ganar las elecciones a Zapatero, presidente nefasto en lo político y sectario de largo recorrido al que fue incapaz de ganar en 2004 tanto como en 2008, pudiendo sólo heredarle debido a su dimisión provocada por actores internacionales como EEUU, China y la UE. Es por tanto la herencia de Rajoy la que le compete a Casado liquidar -y ya tarda-, independientemente de que quiera o pueda refundar programáticamente el PP.

En la Izquierda, Sánchez continúa con el proyecto ideológico de Zapatero porque parece blindarle el flanco que le ataca Podemos, si bien no es descartable que en su carrera de despropósitos decida prescindir de su pesada herencia ahora que -ya se verá- el destino de su antecesor queda inextricablemente vinculado al de los dirigentes de Podemos por sus turbias relaciones con el narcorrégimen de Venezuela y sus socios bolivarianos. Pronto se podría ver obligado a soltar lastre para emprender de nuevo su vuelo de halcón, y ni los escrúpulos o lealtades partidistas ni su pensamiento político (del que carece por completo) parecen obstáculos en esta dirección.

Para Inés Arrimadas, por su parte, dado que es el único cartel presentable por Cs con una entidad similar (o superior incluso) a la del demediado Albert Rivera, todo parece consistir en reivindicar la herencia del anterior pero con un nuevo membrete, su propio liderazgo. Queda por ver si a diferencia de Rivera ella no hace del personalismo un dique de contención contra cualquier posibilidad de entendimiento con el PP de Pablo Casado.

En Vox no parece cundir ninguna preocupación a este respecto porque son un partido de reciente aparición, pero su apuesta por dar la “guerra cultural” comienza a llenar de rigideces un discurso que debiera ser más ambicioso en los asuntos primordiales que afectan a la Nación, de la reforma educativa y la regeneración institucional a la política exterior y el fomento empresarial. Esto es, que antes de encallar en la solidez de unos presuntos principios éticos sobre cuestiones que apenas atañen a los políticos -de ahí la preocupante degradación del discurso de la Izquierda realmente existente en España (PSOE y Podemos)- se hace perentorio el acabado de un discurso integral para la Nación digno de tal nombre, y del que ahora mismo (aunque tanto presuman) carecen.

CUARTA CONCLUSIÓN

Pese a lo que venden los medios, a instancias probablemente de los propios partidos aludidos (PP, Vox y Cs), el problema de estas fuerzas del Centro-Derecha no tiene que ver con sus fuertes convicciones sino con la falta de convicción y de confianza en sus posibilidades de revertir la situación política actual en la que la Izquierda es hegemónica. Vox parece distinto en esto a PP y Cs, pero sólo en apariencia, aunque al menos planta cara contra los designios apodados de “memoria histórica” o “de igualdad” de esta Izquierda demente.

Sólo si los tres interiorizan el diagnóstico acertado, si se convencen de una vez del desafío que plantea el Frente de la Izquierda apoyado por los separatistas, podrán defender una u otra estrategia con convicción de cara a desalojar a Pedro Sánchez y sus socios del Poder. Hasta ahora, dicen haber entendido la gravedad de la situación, pero no actúan en consecuencia.

Así, todavía se plantea desde las filas del PP el “alcanzar grandes acuerdos” o “pactos de Estado” con un PSOE que viene a desmantelar el actual Estado (ya muy deteriorado en sus funciones), como en Cs no se cierra la puerta a una futura negociación de Gobierno con los socialistas, o en Vox hacen como que les preocupa el momento, pero no paran de celebrarlo.

Por lo tanto, sin la convicción de que es urgente y necesario un cambio radical en la trayectoria de la democracia española, que pasa decisivamente por la marginación del PSOE y sus socios del Frente, la alternativa de la Derecha será insustancial y la derrota de sus partidos consecuencia directa de su idiocia política.

Una estrategia para la Derecha (III). Las cuestiones básicas

…que deben constituir la alternativa al Frente de la Izquierda (PSOE-Podemos) apoyado por los separatistas pueden ser reducidas a dos: el fortalecimiento de las instituciones y la reforma del sistema educativo. Entiéndase que no son asuntos para tratar en una serie de eslóganes electorales, sino para trabajar en el día a día en aras de preservar y desarrollar los que son ambos fundamentos de la prosperidad y bienestar de las sociedades en el siglo XXI.

FORTALECIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES

PP, Vox y Cs han incluido en sus programas numerosas propuestas para despolitizar la Administración de Justicia y la elección del CGPJ, y no fue poco grave que el partido de Casado se viera salpicado por uno de los últimos tejemanejes con el PSOE a la hora de repartirse los togados en el órgano de gobierno de los jueces. Por el bien de todos los ciudadanos, los tres partidos deben insistir en la vuelta al sistema originario preconizado por la Constitución de 1978.

Más relevante si cabe es la superación del actual “Gobierno parlamentario”, por escasamente representativo y porque genera taras como el “mandato imperativo” o “cierre de filas” de los diputados con su jefe de partido, sea este presidente del Gobierno o “jefe de la Oposición”, degradando la política parlamentaria a un mero intercambio de ataques entre facciones.

Separar el Legislativo del Ejecutivo es requisito básico para consolidar un sistema representativo y erradicar tanto la corrupción partidista como la dependencia del Gobierno de grupos minoritarios. Para ello es preciso reformar la Ley Electoral, y aún antes la misma Constitución. Por supuesto, ello implicaría que la suma de PP, Vox y Cs superara los tres quintos del Congreso, pero es que si no alcanzan dicha mayoría en el medio plazo la democracia podría degenerar en caudillismo.

La alternativa al Frente de la Izquierda debe ser de fondo, con una estrategia a largo, que no se limite a la reducción parcial del daño provocado por el populismo, sino que lo extirpe de todas y cada una de las instituciones: de la judicatura a los partidos, de los medios de comunicación a los sindicatos, de las universidades a los ayuntamientos. Prestigiar las instituciones frente a quienes las atacan pasa tanto por respetar su independencia como por mejorar la cualificación de sus miembros.

REFORMA DEL SISTEMA EDUCATIVO

En el mismo sentido, PP, Vox y Cs deben presentar un proyecto compartido de reforma integral de la Enseñanza, que tenga como base la instrucción pública universal y como meta la excelencia, que reconozca el mérito pero también el esfuerzo, que prepare mentalmente a los alumnos para decidir su carrera en la universidad, en la formación profesional o en otro tipo de estudios demandados por el mercado.

No siempre la Universidad procura trabajo; pero una vez cumplidos los 18 años todo joven debiera estudiar o trabajar, o ambas cosas a la vez, para paliar el declive de la población activa que se acentúa cada año en una sociedad envejecida como la española, mientras aumenta al par el número de jubilados dependientes de la Seguridad Social.

Elevar el grado de exigencia en la Escuela, en el acceso a la Universidad, en el mismo acceso a la Función Pública para docentes (y no sólo para ellos), junto con la superación de las doctrinas pedagógicas que han convertido los centros educativos (también superiores) en guarderías de adolescentes crónicos (incluidos los profesores) es el gran reto del sistema educativo español, cuestión en la que parecen coincidir PP, Vox y Cs.

Terminar con la endogamia en la Universidad y prestigiar y extender la Formación Profesional redundará en beneficios tangibles para la sociedad, las empresas y el Estado: potenciará la investigación, la cualificación y la innovación; reducirá el despilfarro y la corrupción en las facultades, fomentará la competencia entre centros y acabará por disminuir considerablemente el paro (sobre todo el que se ha cronificado en ciertos sectores de edad).

POR UNA ALTERNATIVA MODERNA A LA DECRÉPITA ESPAÑA DEL SOCIALISMO

No se trata de enumerar ante la opinión pública un discurso lleno de buenas intenciones, sino de apostar por el que saben (PP, Vox y Cs) único modelo de éxito para una sociedad del siglo XXI: el que se basa en la libertad y en la igualdad de oportunidades (acceso universal a la Educación y a la FP), en el esfuerzo y en la exigencia tanto como en la selección de los mejores, así como en el requisito del mérito para la promoción del funcionariado y en el reconocimiento de la función social de las empresas.

Básicamente, se trata de defender todo aquello que odian los representantes actuales de la Izquierda en España (PSOE y Podemos), que sólo pueden aspirar a controlar todos los mecanismos sociales e institucionales para tratar de imponer a todos la hegemonía de una ideología atávica que desconfía de la libertad personal, que execra el mérito tanto como el lucro legítimo y que se muestra incapaz de gobernar la complejidad de una sociedad que les viene tremendamente grande.

Con el fortalecimiento de las instituciones y la reforma del sistema educativo vendrán los cambios en ámbitos como el económico, pero también de mentalidad de los ciudadanos: España se ha convertido en escenario de una permanente protesta airada, de una queja continua e irritante, de una inmadura insubordinación contra los elementos básicos del capitalismo y de la misma democracia. Por ello PP, Vox y Cs deben abandonar todo populismo para dotar de autoridad a su discurso.

Cambiará así además, paulatinamente, la visión de los españoles hacia la Nación y el papel internacional que debe interpretar España, lo que demanda de una política exterior digna de tal nombre, coherente y sostenida en el tiempo por parte de PP, Vox y Cs, que enfrente su modelo al “bolivariano” actual de PSOE y Podemos, entre Cuba e Irán con parada en Gaza y visita a Moscú.

TERCERA CONCLUSIÓN

En vez de entretenerse subrayando los matices que diferencian sus propuestas, PP, Vox y Cs debieran cerrar filas en torno a las cuestiones básicas, incluso con la firma de pactos -a la manera de «pactos de Estado» pero no con un Gobierno anticonstitucional, sino entre las fuerzas que defienden la Nación y la democracia-.

Así lograrían ofrecer una verdadera imagen de unidad ante la base electoral de la Derecha sin renunciar de primeras a las siglas, y al par sentarían las bases para la futura unidad de acción (electoral o postelectoral) que aquélla les demanda para enfrentar al Gobierno del Frente de la Izquierda como una alternativa sólida y creíble -algo que puede comenzar a hacerse a partir de los acuerdos alcanzados ya en las autonomías que gobierna el Centro-Derecha-.

Ello implica de partida resaltar la absoluta coincidencia de fines de los tres partidos en materias como las citadas del fortalecimiento de las instituciones (incluida la política exterior de España) y de la reforma educativa, o lo que es igual: rebajar las expectativas y pretensiones propias con el fin de evitar los roces y desavenencias entre los tres partidos «amigos», a quienes de todas las formas va a tratar de dividir el Frente de la Izquierda como prácticamente la única estrategia viable para aferrarse al Poder.

[CONTINUARÉ]

Una estrategia para la Derecha (II). Cs y Vox

…son los dos nuevos partidos que se disputan con el PP la hegemonía del Centro-Derecha, si bien el origen de cada uno parece contrapuesto al del otro: Ciudadanos nació para relevar a un PSC entregado al separatismo catalán y sus políticas de discriminación antiespañola, mientras que Vox nació para sostener aquellas batallas políticas que el PP diera ya por perdidas o estimara contraproducentes para alcanzar y mantener el Gobierno en los tiempos del rajoyismo.

A día de hoy, Cs se define como un partido de “centro progresista liberal” dentro de un proceso de refundación con Inés Arrimadas a la cabeza -después de la espantá de su líder Albert Rivera- que parece pretender escorar algo a la Izquierda a los naranjas, toda una vez que (frustrado el intento de sustituir al PP en el Centro-Derecha) su espacio natural se ha achicado hasta volverlos irrelevantes, puesto que entre el Centro-Derecha y la postura actual del PSOE dista un abismo insondable: no puede haber ya trasvase de esa Izquierda Extrema a un Centro-Izquierda al que se considera “fascista”.

Por su parte, Vox carece todavía de una entidad política marcada pese a que sus múltiples performances -por lo general, reacciones airadas a los distintos planteamientos ideológicos del llamado “marxismo cultural”- hayan diferenciado a los de Santiago Abascal de las otras formaciones en su espacio, Cs y PP, que en cuestiones de índole moral han buscado y buscan desde hace años mimetizarse con el paisaje político de fondo, esto es: con el marco mental del buenismo zapaterista.

No obstante, Cs y Vox son indistinguibles del PP en la práctica totalidad de las materias relevantes en Interior, Defensa y Exteriores, Educación, Economía y Hacienda… teniendo unos y otros que escenificar con grandes aspavientos que es más lo que los separa que lo que los une, en una fatídica estrategia de consunción de sus posibilidades de alternativa al programa de desvaríos impulsado por la Izquierda (PSOE y Podemos).

¿QUÉ ENTENDERÁ CS POR NACIONALISMO?

Una fricción detectable entre las tres fuerzas citadas se encuentra en sus planteamientos respecto a la integración de España en la UE, dado que Cs parece anhelar la disolución de la Soberanía Nacional española en un ente supranacional que sería “Europa”, postura compartida en alto grado por el PP y rechazada por Vox, favorable más bien a una reconsideración del papel español en la UE y a la misma salida de la Nación del sistema de unión monetaria del Euro.

En este aspecto, Vox es un partido “nacionalista” frente al “europeísmo” o “no nacionalismo” de PP y Cs, si bien los tres coinciden en su “antinacionalismo” cuando rechazan las pretensiones separatistas de abertzales y catalanistas. En rigor, PP y Cs buscan exhibir una especie de coherencia con el recurso al manido eslogan “el Nacionalismo es la Guerra” que funcionaría tanto contra los separatistas como contra Vox, cuando la realidad es exactamente la contraria y su postura, por tanto, radicalmente incoherente.

Básicamente, porque “nacionalistas” fueron tanto las revoluciones de EEUU y Francia que dejaron atrás el Absolutismo, como lo fueron anteriormente las que procuraron la independencia de las antiguas posesiones españolas en América, como nacionalista fue el levantamiento del 2 de Mayo en Madrid o la proclamación de la primera constitución liberal española en 1812. Es decir, que el nacionalismo tiene más que ver con la defensa de la Soberanía Nacional y de los derechos de ciudadanía que con el racismo inherente al tribalismo perseguido por los separatistas o al del imperialismo.

Pero en este como en otros ámbitos, Cs y PP se han dejado conducir de la mano por aquellos autodefinidos como “progresistas” que ven en el Estado-Nación el peligro en vez de la salvaguarda de los derechos individuales, lo que les anima por un lado a querer dotar a la UE de mayores potestades en contra de la autonomía nacional y del poder decisorio de los ciudadanos, y por el otro a asumir gran parte del florido discurso a favor del respeto a esos “hechos diferenciales” (rasgos tribales, antiigualitarios por antinacionales) que esgrimen los separatistas como coartada principal de sus políticas discriminatorias.

¿QUÉ ENTENDERÁ VOX POR LIBERALISMO?

Para las elecciones del 28-A los programas económicos presentados por PP, Cs y Vox apenas diferían entre sí, podían ser intercambiables o complementarios -como se ha demostrado en los pactos de gobierno alcanzados en varias comunidades autónomas por los tres partidos-, lo que implicaría la extensión de la etiqueta “liberal” a los tres… si el Liberalismo pudiera ser reductible a una doctrina económica para conciliar la libertad de comercio con la redistribución social de los beneficios.

Lo que tenemos, por el contrario, es que el líder del PP Pablo Casado funge de “liberal en lo económico y conservador en lo moral”, lo que haría levantar el entrecejo a Adam Smith tanto como a Hayek; mientras que Cs da la impresión de querer ser algo más “socialdemócrata” en lo económico pero “liberal” en lo moral, y Vox se presenta sin ambages como “conservador” e incluso reaccionario en lo moral, pero “liberal” en lo económico, a imitación del PP.

En rigor, el término “Liberalismo” surge en España para significar la oposición a la restauración del Absolutismo en la figura del rey Fernando VII después de la Guerra de la Independencia, y tiene más que ver con la consecución de derechos políticos y sociales de las nuevas clases enfrentadas al orden estamental que con la asunción de un determinado programa económico, aunque no sea irrelevante la cuestión de la supresión de los privilegios de origen feudal para favorecer la libertad de comercio y la defensa de la propiedad privada.

Pero tanto Smith como John Locke, como antes de ambos los pensadores de la Escuela de Salamanca, no deslindaron su doctrina económica de la inspiración netamente moral y religiosa, puesto que fue ésta la que les condujo a sostener las bondades del libre comercio o de la persecución del propio interés, la defensa de la propiedad privada o sus teorías sobre el “justiprecio”, los debidos límites al poder del Soberano o al “derecho de conquista”, etc.

¿QUÉ ENTENDERÁ El PP POR CONSERVADURISMO?

Será Hayek el que establezca la distinción radical entre “liberales” y “conservadores”, tanto con su apelación “a los socialistas de todos los partidos” (incluidos los de la Derecha) como al detectar en los conservadores un miedo al cambio y al futuro que los volvería al cabo rígidos en lo político y en lo moral a la hora de afrontar los retos y desafíos del presente. Una perspectiva cuando menos polémica, que todavía suscita encendidas controversias académicas aunque en la praxis política de las democracias occidentales apenas incida de manera concluyente.

Pero si el economista austríaco tenía bien claro que es la persona la que debe ser protegida legalmente -por el Estado, pero a la vez protegida frente al mismo Estado-, otros pronunciamientos pretendidamente “liberales”, so capa de querer expandir los “derechos sociales”, ponen al individuo “diferente” por sus rasgos característicos (de índole religiosa, sexual, económica) en el centro de su acción política, precisamente en contra del postulado básico del Liberalismo de tratar igualmente a los desiguales.

Así, al buscar tratar con desigualdad (“discriminación positiva”) a los que en un Estado democrático son considerados legalmente iguales, estas doctrinas presuntamente liberales se dedican en cambio a fragmentar el cuerpo político en distintos grupos con intereses distintos e incluso opuestos, en vez de sostener políticas generales (democráticas) para una sociedad de individuos indiferenciados, con los mismos derechos y deberes; doctrinas de las que la Izquierda, contra toda su tradición marxista y no marxista, hace en la actualidad bandera acompañada de manera gregaria por cierta Derecha.

En nuestro país, desde Zapatero, es lo que ha originado la crisis decisiva del PP, pero también la del PSOE: han sido precisamente los partidos de la “nueva política” Podemos y Cs los que han buscado ganancias en el río revuelto de la multiplicación de (presuntos) derechos que se dicen “sociales”, cuando por el contrario son asociados a identidades particulares y de hecho excluyentes.

¿UNO EN TRES O TRES EN UNO?

Como es obvio para cualquiera en España, desde la aprobación de la Constitución de 1978 a nadie se le exige ser católico o su contrario, ser ateo o haber apostatado, para engrosar las filas de unos u otros partidos. El Estado español es liberal, no confesional como el del anterior régimen, ni ateo como en los regímenes comunistas, pues la Constitución protege expresamente la libertad de conciencia y expresión de todos y cada uno de los españoles.

Vox no acaba de ser un partido católico, como PP y Cs no resultan más “liberales” que aquél por abrazar los nuevos consensos identitarios del “marxismo cultural”. La única razón por la que Cs se encuentra aún más cerca del PP y Vox que del PSOE es que éste -como indiqué en el artículo anterior- se ha entregado a la política de “amigos” y “enemigos” (“la Guerra”) siguiendo a Podemos, a quien tanto ha rentado esta estrategia de división alumbrada en España -nunca se insistirá bastante en ello- por Zapatero.

Por tanto, las diferencias entre “los tres partidos del Centro-Derecha” son nimias de atenernos a sus planteamientos presentes, y reconocerlo conduciría a una entente y puede que al final reagrupamiento de la Derecha, a no ser que PP y Cs insistan en alcanzar consensos con el PSOE y Podemos en vez de con Vox, en cuyo caso podría suceder que sólo pudiera quedar éste en la Derecha mientras PSOE, PP y Cs se disputan el espacio del Centro-Izquierda.

Si liberales son los tres, debieran entender que el actual Estado liberal (ya muy deteriorado por las barrabasadas del PSOE) corre el riesgo de convertirse en una cleptocracia socialista más, como tantas que abundan a las puertas de Occidente. Y si presumen de ser fuerzas “nacionales” no debieran despreciar el “nacionalismo” entendido como defensa de la Soberanía Nacional y de la misma unidad nacional de España.

SEGUNDA CONCLUSIÓN

Como se vio, no es exacto que Cs sea una escisión del PP sino del PSOE, si bien acabó recogiendo el descontento de muchos ex votantes del PP por culpa de las políticas travestidas de Mariano Rajoy. Pero al pretender sustituir al PP de Casado en el liderazgo del Centro-Derecha dejó huérfano a su electorado tradicional sin ofrecer tampoco mayor distinción con su propuesta a los radicalmente desencantados, que apoyaron a Vox.

Ahora tiene la oportunidad, aunque tal vez resulte ya muy tarde, para volver a cosechar en terrenos del Centro-Izquierda, lo que podría aliviar la presión sobre el PP tanto como sobre Vox, que podrían converger en una sola plataforma (aun siquiera electoralmente) o repartirse el amplio espacio político del Centro-Derecha sin recurrir a la confrontación, sino a la diversificación.

Para esto último, y aunque se empecinen en hacer de ciertas cuestiones morales la línea divisoria entre PP y Vox, los programas económicos deberían ser distintos y su visión de la organización del Estado prácticamente inconciliable, lo que no es el caso cuando ambos coinciden -como con Cs y antes con UPyD- en que la Administración central reasuma las competencias básicas de Interior, Justicia, Sanidad y Educación.

Si las tres dirigencias partidistas persisten en el confusionismo actual y en la vaga (aunque magnificada) distinción entre sí, no conformarán alternativa en años al Gobierno de Pedro Sánchez y sus heterogéneos socios. A partir de ciertos consensos básicos ya apuntados, deben diferenciarse (sobre todo Cs de PP y Vox), o sumarse (Cs y PP o PP y Vox) y pactar con el “diferente” (Vox o Cs, respectivamente) que es “amigo”.

[CONTINUARÉ]