Cien días después

…de decretado el estado de alarma inconstitucional y de efectos probablemente insustanciales contra la pandemia -las medidas de reclusión hubieran debido adoptarse al menos dos semanas antes, a finales de febrero- el nefasto Gobierno de Sánchez-Iglesias se dispone a celebrarse con la justificación de honrar a los muertos por Covid19, ¡estos expertos profanatumbas!

Ya amenazaban públicamente con la ruina, a través del incremento de “derechos sociales” y todo tipo de percepciones a cuenta ajena, con la persecución a los empresarios -esos “ricos” que no lo son vía Presupuestos- como bandera, mientras se reparte el botín entre los afines de los medios y “la Cultura” y las “empresas sociales” y los próceres que capitanean las reguladas del Íbex-35.

Así que ahora toca llamar a consenso, o sea la negación del pluralismo político que es inherente a una democracia y que se supone que en España atañe a la representación partidista -lo que ciertamente es tanto como esperar que nuestros políticos se batan el cobre en defensa de las ideas de sus electores, cuando se esmeran en medrar a la sombra de los que mandan por defender sólo sus intereses y sin menoscabo de su condición de electos-.

Se trata de hacer como si nada, como tantas otras veces en que el PSOE ha traspasado todos los «límites constitucionales» (vulgo democráticos), algo que normalmente sucede siempre que los socialistas pierden el Poder y no esperan además recuperarlo en el plazo medio. Pero ha de hacerse notar el hecho de que su paciencia es cada día menor, que a duras penas se soporta ya una legislatura fuera de los órganos de gobierno -¡sin acceso pleno a la elaboración de los Presupuestos!-, por lo que las consecuencias en los ámbitos nacional y autonómico (véase Cataluña) son más deletéreas en la actualidad.

EL PP, ACCESORIO DEL RÉGIMEN

En este sentido, la otra pata «estatal» (aparte de CiU y PNV) del Consenso durante las últimas cuatro décadas -la Derecha vergonzante de UCD y luego AP y PP- procura hacer como que no se entera, como si de hecho fuesen los españoles quienes no se hubieran percatado de las múltiples fechorías e innúmeras negligencias cometidas por los socialistas desde que comenzó la andadura del régimen del 78, régimen execrable por tantos motivos distintos y ninguno de ellos sopesado por el líder de la Podemia Pablo Iglesias en su crítica al estado de cosas del que forma (y siempre quiso formar) parte.

Jamás se había llegado al paroxismo de la desigualdad entre españoles según su lugar de residencia como en estos tres meses de despotismo arbitrario, si bien se han cronificado los privilegios fiscales de la CAV y Navarra, el trato diferencial a Cataluña, especificidades propias del soborno institucional en Andalucía y Extremadura (PER) y Asturias (ayudas a la Minería), o el “hecho diferencial” del que Feijóo, del PNG, saca réditos y financiación para Galicia, como otros para Baleares o Valencia.

Pero entre las fases regionales y el hecho de haber tomado por mero afán de control todas las atribuciones sanitarias en el momento álgido de la crisis, el Gobierno ha demostrado lo fácil que resulta suspender el sistema autonómico -así colapsen todas las UCIs del país- y lo cómodo de descargar después toda responsabilidad en sus gobernantes, según toquen elecciones aquí o allá o se deba hacer campaña contra los partidos de la oposición en sus propios feudos.

Desde que comenzó a gobernar después de la fraudulenta moción de censura contra Rajoy no ha sido otra la estrategia del indocto Pedro Sánchez, bueno sólo para hacer de su exclusiva voluntad un mandato autoritario y de su capa un sayo a la hora de asumir responsabilidades por sus decisiones. Un defecto de personalidad ahora convertido en vicio no sólo por el presidente, sino por el vicepresidente Iglesias y por quienes conforman el séquito de ambos.

Ante este panorama de un Gobierno de saqueadores netos, déspotas por vocación y por talante, el PP busca como siempre que la cosa se pone fea una coartada -como digo, ante su propio público votante y simpatizante- para poder volver a encontrarse “como sea” (incluso vía Zapatero) con los otros en el Consenso que garantiza la participación en el reparto, aunque la emergencia de Vox se lo haya puesto mucho más difícil que Cs en los tiempos de Rivera -qué decir ahora, con Cs consensuando-.

ESCRIBIR SIEMPRE LO MISMO

Siento reiterarme, como cuando insisto en que ETA es una organización criminal que cuando participa en las instituciones adopta nombres como Bildu; o cuando repito que JxCat o ERC debieran ser disueltas como facciones anticonstitucionales, separatistas y violentas, cuyos dirigentes perpetraron hace un par de años un complot contra la legalidad vigente que podía haber deparado un baño de sangre en Cataluña; o cuando acuso a Podemos de ser otra facción patrocinada desde La Habana-Caracas para desestabilizar España y la misma UE.

En realidad, volver a señalar que este Gobierno es responsable de (a sabiendas) no haber tomado las medidas preventivas en tiempo y forma y, más aún, de no haber alertado a la población de los riesgos de la pandemia hasta una semana después del 8-M, su gran acto de propaganda ideológica -¿o qué hacían si no figurando en la pancarta del PSOE la mujer del presidente Sánchez, su vicepresidenta Carmen Calvo y varias ministras, más el ministro del Interior Grande-Marlaska?-, resulta a estas horas tedioso, pero dentro de unos meses se volverá peligroso.

Así que habrá que aprovechar ahora, cien días después de la liquidación expeditiva de nuestra maltrecha normalidad democrática, para testimoniar lo que para cualquier español debiera ser evidente: vendrá la muerte (la segunda ola vírica) y tendrá los ojos pétreos de Sánchez; o bien no habrá tal, decaerá la amenaza sanitaria, y tendrá tiempo el aparato de propaganda de la factoría Redondo-Iglesias para calificar a la oposición de “alarmistas que han arruinado la imagen exterior de España”.

O sea: lo que diga la Tele.

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