Uno de cada dos vascos ya no responde

…a la llamada a urnas -como si ese fuese efectivamente el fin último de esta especie de franquismo abertzale que padecemos los vascos como régimen, ETA mediante, desde principios de los 80’-, así que es ocioso exaltar “moderación” y “estabilidad” cuando los pronósticos se han cumplido porque no había ni alternativa ni simulacro de ella.

Hace varios ejercicios presupuestarios consecutivos que Urkullu cuenta con el apoyo del PSE (su socio preferente en el gobierno vasco desde hace décadas) y del mismo PP -el de Alonso, luego el PP de Rajoy, al que servía de portavoz un tal Casado, luego es el mismo PP realmente que entonces-, sólo que la defenestración de Alonso hizo que el PNV tuviera que contar con Podemos.

Un genuino abrazo del oso -¡Podemos aprobando los presupuestos de la Casta vasca!- que precedió al adelanto electoral frustrado en primera instancia por la pandemia de coronavirus, con el que el PNV ha visto consumados parcialmente sus principales objetivos: jibarizar a Podemos (incluso en beneficio de Bildu), mantener al PSE y movilizar a los propios sin asustar a los ajenos.

No obstante, la abstención roza ya lo insultante para un régimen militante como es el actual abertzale en la CAV, pues que el parlamento vasco está para legitimar lo de la “soberanía vasca” sobre todo de cara al exterior: esos países “de nuestro entorno” que consideran que sus parlamentos nacionales son representativos de la voluntad general de la Nación, de los ciudadanos nacionales.

Pero aquí tiramos a 25 escaños por provincia, razón por la cual los guipuzcoanos debiéramos boicotearlas por prurito democrático. En vez de ello, la mayoría abertzale celebra alborozada los buenos resultados a mayor gloria del Partido Nazionalista de Vizcaya, fundado por Sabino Arana hace un siglo como Partido Bizkaitarra y refundado por el Estado en “la Transición” como Partido de la Estabilidad Vasca (contra ETA, se supuso).

Así que Álava sigue permitiendo obtener algunos escaños a los “partidos españoles” como PP (3) y ahora Vox (1), como también UPyD obtuvo el acta de Maneiro, uno de 75 durante dos legislaturas en las que el PP estuvo a partir un piñón con la hegemonía abertzale del PNV y su apósito PSE, más la legitimación moral, intelectual, histórica y política de ETA (luego Bildu) en las instituciones.

Todo se gobierna y decide en Vizcaya, desde luego, por el PNV y los señores serios de Confebask, y luego ya se va a Madrid con toda confianza para negociar los votos a cambio de prebendas que permitan mantener el estándar vasco de “colaboración público-privada” (la gran coima) mientras se obliga a nuestros compatriotas a mantener las más altas pensiones españolas de “la Raza de los Señores” (dos tercios de ellos, inmigrantes del resto de España).

No es de extrañar, así las cosas, el escaso interés que suscita entre nosotros los vascos la cita electoral para la cámara autonómica: es que el Poder está en otra parte, y en el parlamento vasco no se ha conseguido aprobar una Ley Municipal en cuatro décadas porque no interesa -que gobiernen las Diputaciones, que para eso cada provincia tiene, como Navarra, su propia Hacienda Foral-.

El cambalache vasco, pero la vida sigue: y si no que te lo cuente la hijísima de Ortúzar.

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