La pulsión nihilista

..de nuestra sociedad se evidencia cada vez que salen a la luz los datos sobre natalidad, bastante más indicativos que los de densidad de población para obtener cierta imagen fija de nuestra sociedad: un jubilado de más de 75 años que espera su segunda dosis de la vacuna antiCovid para poder seguir cuidando del único nieto de su descendencia de tres o cuatro hijos.

Claro que ahora mismo la mitad o casi de los hijos de la generación jubilada -pongamos que de 65 a 90 años- se encuentra en ERTE o en el mismo puto paro, tal vez desde hace meses o desde hace un par de años, y sin visos de salir de la estacada; claro que muchos de ellos no necesitan tampoco trabajar, viven de algunas rentas heredadas y propias: invirtieron en ladrillo mucho antes de la crisis…

Así que de no ser liquidada la opción antisistema de Podemos, la grave crisis económica -disfrazada o al fin traducida como “grave crisis sociopolítica”- podría cronificarse, volverse endémica, y suscitar finalmente ese estado especial de convulsión civil -en cada ciudad, calle a calle- que hace imposible la convivencia, incierta hasta la mera coexistencia, y propicia básicamente la erección de caudillos de bandas criminales y facciones violentas como garantes de la seguridad particular.

O sea: lo que se perpetró en el 34 por parte de PSOE-UGT, CNT, ERC y PNV; y lo que devino la tan manoseada como lastimera “II República Española” desde los primeros días del 36 hasta la derrota definitiva (!) del Frente Popular el 39, precisamente después de que los últimos reductos de poder del Frente se enzarzaran entre sí en una auténtica batalla sin cuartel por las calles de Madrid -como antes sucedió en Barcelona entre los estalinistas y los “hitlero-trotskistas” de CNT y POUM-. 

Ahora se trata de trasladar al imaginario público una especie de “Batalla por Madrid” (¿la del 36 o la del 39?), pero no cuaja; la cuestión es mucho más sencilla y se reduce a elegir entre lo bueno conocido en la gestión, que resulta además tolerante con la generalidad, o lo malo asumido como rasgo distintivo por el criminoso caudillejo de Podemos Pablo Iglesias y su chusma adicta de violentos extremistas de todo pelaje. 

El PSOE en el Gobierno está a la espera ansiosa de lo que suceda, aunque vayan quemándose en la campaña de manera tan torpe como innecesaria, y su propio candidato es el convidado de piedra al que todo el mundo hubiera podido invitar como “allegado” en las pasadas fiestas de Navidades sin mayor preocupación… Pero votarlo ya es otra cosa, ya.

Aun y todo, nada es descartable en esta España debido a la citada pulsión nihilista de sus gentes, que parecen vivir como si no hubiera un mañana ni delante ni -lo que es peor- detrás de sí mismas, lo que no redunda fácilmente en la asunción de valores y virtudes como el compromiso, la honradez, la templanza, la previsión ahorradora o la ética del (y en el) trabajo; ¡como para tratar de asuntos como el sacrificio, la disciplina, la urbanidad o la exigencia de responsabilidades a nuestros representantes!

Nos hemos acostumbrado quizás a esperar que nada puede durar demasiado -ni el mal español de los últimos quinientos o mil años, ni los males de nuestra joven (cuarentona ya) democracia, ni la crítica situación económica de los jóvenes, de los parados de larga duración, de las pequeñas empresas, de la misma Administración…-, porque de lo contrario no se comprende tanto hartazgo sofocado, tanta paciencia nerviosa, ¡tan pocas ganas ya hasta de hablar mal de nosotros mismos!

O tal vez se trate de mero senequismo, ¡más cornadas da el hambre! Si lo sabrán los del gremio…

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