…a la llamada a urnas, como sucedió en verano en el caso vasco (“Uno de cada dos vascos ya no responde”), y si merece la pena destacarlo es porque, más acá del desistimiento político o a causa de las condiciones sanitarias por la pandemia, resulta que la falta de participación activa de la mitad de la población en ambas regiones suscita de inmediato la sospecha de las pocas ganas que tiene la mayoría de nuevas y fraudulentas farsas “por la Independencia”.
Mal está que se intente obligar a los españoles a respaldar el simulacro de democracias a pequeña escala que detentan siempre las castas consolidadas por el sistema autonómico en el marco del régimen del 78, pero peor aún está que los mismos que hablan de “golpe de Estado” para referirse al 1-O acepten con “normalidad” los hechos y personajes que han sucedido a la aplicación del artículo 155 a las instituciones de autogobierno de Cataluña.
Porque la tardía intervención del Gobierno de Rajoy contra los responsables de la rebelión anticonstitucional se transmutó casi de inmediato en no intervención respecto al acontecer político dirigido por la Generalidad y sus instituciones, asociaciones, plataformas y medios aledaños, que tan pronto como se recontaron los votos de las anteriores elecciones continuaron bajo control de los mismos que habían puesto en riesgo de quiebra todo el entramado.
Que ahora en unas elecciones tan innecesarias como riesgosas para la salud del común de los ciudadanos (y no sólo de los que fueron a votar, por cierto) se respalde una vez más a los más ineptos, corruptos y fanáticos dirigentes catalanes del último medio siglo -vale para los de PSC, ERC y JxC casi por igual- viene a explicar la abstención de los que votarán con los pies de aquí a poco, tanto como la de quienes ni siquiera entienden que puedan celebrarse elecciones después del 1-0 SIN QUE NADA HAYA CAMBIADO.
En rigor, la permanencia de siglas y dirigentes atrincherados en sus posiciones -¡y no menos que ambos las propias bases de activistas y militantes sectarios y desaforados!-; el discurso del (permanente) Odio antiespañol propalado desde los medios por presuntos periodistas, intelectuales, catedráticos, historiadores, ¡expertos!; y la misma ambientación de violencia callejera “antifascista” como telón de fondo hacen del todo imposible presentar el 14-F como unas elecciones democráticas limpias y libres.
Pero como a todo nos hemos acostumbrado ya los españoles, todavía algún pillo de la Prensa “de Madrid” le dedicará doble página a un tal Pedro Aragonés para que platique acerca de su “modelo integrador” de Separatismo “moderado” con el fin de establecer “una nueva relación de bilateralidad con el Estado”, ahora por cierto ocupado en sus alturas por la banda de Podemos y los serviles ministrines del Doctor Sánchez, a quienes ellos (no en vano) auparon al Poder.
Por de pronto, y ya acabado el proceso electoral, los jefes del movimiento separatista deben regresar a sus celdas para que todo más o menos retorne a la “normalidad” del día a día -que ya se sabe que «en campaña» hasta un vicepresidente de Gobierno puede denunciar que sirve a un Estado represor sin que se le caiga el moño al suelo-; que ya, si eso, «como en un par de meses», se resolverá lo suyo cuando el caudillo que preside el Gobierno decida sobre sus indultos, tipo Franco.
Para que luego protesten los paniaguados del Turno contra los que ya renunciaron/renunciamos a votar (vulgo “secundar la farsa”) hace años, por lo menos en estas elecciones de suyo amañadas de entrada por los falsos referentes y el control omnímodo de la casta partidaria que se ha consolidado en cuatro décadas de nefasto sistema autonómico.