La mascarada no tiene fin

…y por eso, dos años después del inicio de la pandemia coronavírica que los negacionistas del Gobierno se empeñaron en ignorar hasta que ya fue demasiado tarde, nos quieren de nuevo embozados, amordazados, a instancias de los socios separatistas del Ejecutivo del fraudulento Doctor Sánchez, ERC y PNV, que no saben qué hacer con sus competencias ahora que por vez primera tenían la oportunidad de comportarse como un gobierno de verdad.

Nos quieren con el barbijo aunque sea de babero, después de que no haya habido restricción ninguna al acabar el verano y se hayan sucedido conciertos masivos, maratones de miles de participantes, puentes festivos y los partidos incesantes de la Liga, con los estadios sin límite de aforo, aunque de nuevo haya que insistir en que los contagios se producen mayoritariamente en el puesto de trabajo o en el seno del propio hogar.

Para el caso da igual, dan lo mismo los altos índices de vacunación en España, porque se trata de aparentar que hacen algo por nuestro bien los partidos que, viniendo de celebrar mítines multitudinarios este fin de semana, ahora abogan por prohibirnos la reunión de más de diez personas. Ciertamente, en muy poco deben considerar a sus simpatizantes y afiliados: cualquiera de nosotros vale por cientos de los suyos, a juzgar por las cifras y las proporciones.

Pero se trata de prohibir, no sólo de aparentar: Apariencia y Poder como origen y producto todo del Gobierno Sánchez y de sus adláteres, que se muestran dispuestos a aplicar las medidas más extremas siempre que se ejecuten en nombre de otro, por ejemplo “Madrid” (por no mentar España), y todo para “luchar contra un virus” invisible y todavía no del todo comprendido por los científicos en sus fases y grados de mutación.

Contra lo que no les compete, porque sin información adecuada ninguna de sus medidas restrictivas resulta útil, desde luego se muestran tremendamente concernidos nuestros trasuntos de gobernantes, pero contra lo que de verdad debieran imponer su autoridad y la aplicación rigurosa de las leyes se muestran inermes, indiferentes, tibios o directamente cómplices: desde las algaradas de los separatistas catalanes a las asechanzas de los etarras.

Un bozal es lo que preferirían ponernos, no sé si a todos, para que no sigamos refiriendo las peripecias ridículas pero criminales de este Gobierno del PSOE con el Doctor Fraude a la cabeza, más sus socios bolivarianos de Podemos, apoyado por la ETA, los golpistas catalanes y el demediado PNV del mustio Urkullu, que pacta presupuestos -luego parte de su proyecto político- con los tradicionales representantes de los asesinos (todos ellos, al cabo, abertzales).

Todo vale para este Gobierno, porque todo le da igual a Sánchez: mascarillas lo mismo contra el coronavirus que contra el hedor a cadaverina que desprenden sus pactos, todos ellos encaminados al asesinato de los principios constitucionales y de la misma Nación que se supone que ordenan, todo ello para encaramarse al Poder como última ratio, todo ello de la mano de los enemigos de España, de sus gentes y de la democracia.

Ojalá 2022 sea la tumba del Sanchismo.

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La nueva superstición de la mascarilla

…ha alcanzado finalmente al Gobierno dizque de España, cuando hubiera sido efectivo su uso hace dos o tres meses, y no ahora que apenas se producen contagios y por tanto resulta casi del todo prescindible. ¿Alguien sabe de hecho por qué lleva mascarilla? Se dice que para autoprotegerse o proteger a terceros, pero es una medida que llega tarde y que no debe, precisamente, enmascarar la solución real a la crisis sanitaria actual: el testeo masivo a la población.

El pobre Dr. Simón, ese que no es experto sino esbirro del Gobierno Sánchez-Iglesias, se ha quedado afónico de reiterar que “la mascarilla da una falsa sensación de seguridad” a las personas, en plagio de lo que dijera el ministro de Sanidad de Singapur a mediados de febrero cuando en este país asiático ya tenían controlados los focos epidémicos a base, estrictamente, del testeo masivo y el aislamiento de los focos víricos mediante la geolocalización vía móvil.

Todavía no sabemos si el hijo de Simón acudió a alguna de las masivas manifestaciones “feministas” el 8M, pero sí que hemos tenido tiempo de comprobar que las decenas de miles de muertos por la Covid19 que se han producido en las residencias en que no se han tomado las debidas precauciones -uso de mascarillas, prohibición de guantes, aislamiento de contagiados- o en los mismos hospitales con médicos, enfermeros y celadores infectados, se podían haber evitado con una acción resolutiva de unas autoridades que se han dedicado únicamente a la propaganda contra la Oposición al Gobierno.

Y ahora nos quieren a todos enmascarados, cuando en territorios como Guipúzcoa ya no hay contagiados y, por tanto, no podemos contagiarnos coronavirus los unos a los otros. ¿O se cree alguien que esta infección vírica -por vía fundamentalmente aérea- puede darse por voluntad exclusiva del SARS-CoV-2, que es un bichito muy débil que apenas se transmite a menos de dos metros?

Pero tipos muy mediocres como Urkullu o el nazi Torra pretenden ahora que sus problemas electorales pueden ser solventados contagiando algo más de miedo -oscurantismo, superstición- a los ciudadanos, cuando sus partidos debieran ser disueltos y con ellos las instituciones que no hemos echado para nada de menos durante todo este período de reclusión forzada. ¿Mascarillas obligatorias? ¿Para qué si ya no podemos contagiarnos?

Sólo las debidas medidas higiénicas, a que debiéramos estar acostumbrados, más el debido distanciamiento social, al que uno se adapta fácil según pasan los años -hay que huir de las aglomeraciones humanas por el asco esencial que debiéramos sentir por esa promiscuidad de cuerpos, salivas y sudores que se dan con demasiada frecuencia en nuestras calles atestadas de txikiteros, charlatanas y sobones-, bastan para evitar contagios de todo tipo: de la gripe a la neumonía.

Y bien que el uso masivo de mascarillas hubiera podido impedir en gran medida el contagio masivo en nuestra sociedad en febrero, evitando de paso estos dos meses largos de reclusión forzosa, pero se prefirió hacer como si nada para favorecer manifestaciones ideológicas y las habituales concentraciones de los futboleros, por lo que la mayoría de los miembros del Gobierno debiera penar cárcel por su responsabilidad activista en estos hechos.

Luego tenemos al estamento médico, a esos presuntos “héroes” que asumieron volver al trabajo infectados después de apenas una semana de cuarentena, sin test de por medio, y que prueba como ningún otro hecho que la obediencia debida causa mal al conjunto de la sociedad cuando los servidores públicos se pliegan a las directrices arbitrarias del Poder.

Miles de muertos son imputables a estos “profesionales” públicos -al margen de la desprotección a que han sido sometidos dolosamente por el Gobierno-, equiparables al soldado enviado a Afganistán para proteger un hospital equipado únicamente con un tirachinas (o con órdenes de no disparar) si no fuera porque en este caso el perjudicado primero y último sería él, y no sus protegidos (o pacientes).

Se atreve aún a sostener nuestro presidente Pedro Sánchez -ese psicópata sólo digno de frenopático o centro psiquiátrico- que gracias a sus decisiones se han evitado 300.000 muertes, cuando al menos cabe imputarle (y a él en exclusiva, ya que tanto presume) no menos de 35.000 decesos por homicidio imprudente.

A él, que ya demostró que no sabe ni cómo usar una de esas mascarillas que ahora quiere imponer a toda la población, cuando en rigor ya no importa un carajo (hasta el próximo brote).

Covid19: algunas reflexiones clínicas, políticas, económicas y morales

…que es necesario realizar en estos momentos de crisis sanitaria para tratar de esclarecer las principales cuestiones en torno a la pandemia que recorre el mundo y que devasta fundamentalmente a aquellos países cuyos gobiernos la gestionan radicalmente mal, caso del de España con el PSOE y Podemos que está haciendo exactamente lo contrario de lo que han hecho aquellos que han logrado impedir las peores consecuencias del coronavirus.

En primer lugar, se debe exigir a los responsables políticos encargados de afrontar la crisis que conozcan perfectamente a qué nos enfrentamos, antes de actuar y comunicar con transparencia a fin de lograr que la población sea consciente de cómo actúa el virus y pueda en consecuencia autoprotegerse como es debido frente al contagio y, en caso de albergar la sospecha de haberse contagiado, tomar las medidas necesarias para evitar su transmisión a terceros.

En este sentido, sabemos que el virus es débil en el aire, que a través de tos o estornudos no afecta a más de dos metros porque enseguida cae al suelo, por lo que conviene dejar orear los zapatos una vez que llegamos a casa; que en grandes superficies es suficiente con guardar la distancia de seguridad, pero que en pequeños establecimientos debe ser prácticamente obligatorio el uso de mascarillas para aquellos, al menos, sospechosos de estar infectados.

También sabemos que, no obstante, cuando hablamos de gritos o cánticos (sobre todo en espacios cerrados), o incluso de conversaciones a voz en cuello, el virus expulsado a través de gotículas puede solidificarse y permanecer horas en el estado aéreo, lo cual explica por qué las manifestaciones o las grandes concentraciones en conciertos y estadios -y, más aún, en bares y calles en el entorno de los estadios, como en el Valencia-Atalanta jugado a puerta cerrada- son susceptibles de expandir el coronavirus a máxima velocidad entre la muchedumbre.

Sabemos que los niños se contagian de continuo entre ellos, se transmiten por ejemplo piojos con gran facilidad por su proximidad en las aulas, lo que viene a ser igual para los estudiantes adolescentes y universitarios, pero si se les mandó a casa hace un mes, ¿por qué no han de salir por separado a dar un paseo diario? ¿Es que acaso son más contagiosos individualmente que los adultos?

Cada vez que se ve un niño por la calle se le mira con recelo, en lo que da la impresión de instaurarse como una nueva superstición de nuestro tiempo; cuando lo cierto es que si los niños no generan ahora las debidas defensas morirán de jóvenes por cosas tan poco letales como la gripe o infecciones del todo ordinarias entre nosotros desde hace décadas e incluso siglos.

Con respecto a los guantes y las mascarillas, es menester señalar la idoneidad de que los contagiados usen éstas para no infectar a terceros, como es costumbre en los países asiáticos de referencia como Corea del Sur, Japón, Taiwán, Singapur, etc. Funcionan allí como señal de respeto y precaución, porque no dejan de ir al trabajo pese a estar enfermos, lo cual no es costumbre entre nosotros -ir a trabajar enfermos, digo, cuando sobre todo los empleados públicos se dan de baja al menor dolor de cabeza-.

Pero no se les verá con guantes, porque las manos basta con tenerlas limpias para no contagiarse, y sólo debe protegerse del contacto las mucosas de ojos, boca y narices. De hecho, resulta un tanto absurdo desinfectar los móviles que nos llevamos a la oreja, a no ser que los tengamos tan sucios que del contacto con nuestras manos (que luego nos sirven para tocarnos los ojos o hurgarnos la nariz o fumar un cigarrillo que nos llevamos a la boca) puedan servir de vehículo infeccioso -aunque también es cierto que hay quienes hablan tan de cerca a su móvil que pudieran infectarse por el rebote de sus gotículas en la pantalla-.

CUANDO LA POLÍTICA ES MERA IDEOLOGÍA (PROPAGANDA Y TERROR)

En el caso español, cuando al Estado de Excepción encubierto de “estado de alarma” se le añaden las peregrinas ideas de los ineptos de la Izquierda Extrema, tenemos que se pretende no sólo la reclusión forzosa general, sino el confinamiento específico de los asintomáticos, doble despropósito anticonstitucional en cuanto que, como no se realizan apenas tests entre la población, es prácticamente imposible identificar a ese 20% que se calcula que debe de haber entre la población contagiada. Pero es que además el que no presenta síntomas (tos y estornudos) no puede contagiar a nadie a no ser mediante besos o relaciones sexuales o contacto estrecho con terceros en espacios cerrados o en el propio hogar, donde las debidas medidas para el común rigen también para ellos.

Son tantos los errores cometidos por el Gobierno PSOE-Podemos, hasta el punto de que se caracterizan por hacer en cada momento exactamente lo contrario de lo que se debe, que mucho me temo que es deliberada su acción de producir el terror entre la población recluida manteniéndola a oscuras informativamente, entre la ignorancia y la superstición inducidas por una TV que nunca antes había dejado tan patente su total falta de utilidad para informar y su fin más adecuado, que es el de heterodirigir (o teledirigir) la opinión pública a través de las técnicas habituales de manipulación, el circo permanente -a falta de fútbol, la basura de Jorge Javier Vázquez, los Bardem y Wyoming y Ferreras, las sempiternas Blanco y Casado y Mateo y Escario…- y el aliento al odio y la delación del que se muestra crítico contra sus varias censuras y su Mentira básica integral: “Nadie podía prever que”.

LA DESTRUCCIÓN DE LA ECONOMÍA QUE PERSIGUE SÁNCHEZ CON LA PODEMIA

Al margen del horror nazi protagonizado por las mal llamadas autoridades de Cataluña, que han pretendido una eutanasia generalizada entre mayores de 80 años como la perpetrada por Hitler con su Ley del 1 de septiembre de 1939 -aprobada, para disimular, el mismo día en que Alemania invadió Polonia dando inicio a la Segunda Guerra Mundial-, tenemos que otros socios del Gobierno PSOE-Podemos como PRC, CC y (sobre todo) PNV han comenzado a recular para no verse precisamente asociados a este desmán de Ejecutivo capaz incluso sin pretenderlo -aunque lo pretende- de empeorar las peores cifras económicas de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero juntos.

No se sabe todavía si era el propósito del presidente Sánchez, pero sí cabe colegir que es el de su vicepresidente Pablo Iglesias, encantado con una situación que le permitiría ofrecer todo el Presupuesto y las promesas de un maná de “coronabonos” (que no ha de llover sobre España) a esa famélica legión que sueña coreando su nombre a grito pelado con el puñito izquierdo en alto. Antes de eso será asaltado su chalé y se le colgará por la coleta de un árbol, pero parece incapaz de verlo, entre otras cosas, porque sólo acostumbra a enfrentarse a los Casados y Arrimadas de turno, aparte de a los propios Alfeñiques, Peseteros y Rejines de su partido, con lo cual ni siquiera atisba el peligro -no en vano ahora se cree jefe único del Servicio Secreto-.

Pero el PSOE (Partido del Servicio Oficial del Estado) tiene aún algunas cartas ocultas en la manga que ni sospecha el otro petimetre de la situación, Iván Redondo, experto sólo en lemas vacuos y control mercadotécnico de medios y encuestas como las del CIS -que ya nadie considera siquiera-.

ESTA SOCIEDAD DE NUEVOS RICOS Y SECTARIOS PROGRESISTAS

Puede que me equivoque como siempre al pretender que los españoles somos todavía un Pueblo merecedor de grandes logros, porque lo cierto es que desde el 11-M de 2004 mi diagnóstico es que esto se ha convertido en un infierno de cobardes, acomodados snobs que se creen que lo que tienen -bienestar material, “calidad de vida”- se lo deben sólo a ellos mismos, o a lo sumo a la UE.

Ya lo pensaba de los vascos desde crío, cuando era la indiferencia la que jalonaba cada atentado de ETA hasta que un buen día los terroristas secuestraron a un tal Aldaya y se puso de moda llevar el lazo azul que jamás portaron los que por lo visto debían considerar como lo más normal del mundo el asesinato de guardias civiles, militares retirados, políticos de la UCD y de todos aquellos que la organización criminal del movimiento abertzale consideraba como desafectos a su Causa, vulgo “enemigos del Pueblo Vasco”.

Ahora que los parados van a seguir en paro sin remedio -¿parará al menos el Saqueo Institucionalizado de Fondos para la Formación que sin descanso han llevado a cabo los sindicatos paraestatales, sobre todo la UGT, rama mamporrera del PSOE?-; ahora que infinidad de pymes (99,98% del tejido productivo español) van a quebrar y, por ende, no va a haber fondos ni para los antiguos ni para los nuevos parados, ni para los pensionistas ni para la Sanidad o la Educación públicas; ahora que ni siquiera parece probable que los equipos españoles de Fútbol vayan a competir en las competiciones europeas, ni el ultrasubvencionado mundo de “la Cultura” o de los Medios de Control Social vayan a ser rescatados…

Todavía quedarán tontos que se crean los desinformativos de La Secta o que, con El País debajo del brazo -ese diario dirigido durante décadas y hasta hace nada por ese sectario mindundi con fondos en paraísos fiscales, que compró plaza en la RAE y que ya era censor cuando jefe de los servicios informativos de la RTVE del Tardofranquismo: Juan Luis Cebrián-, piensen que sólo la chusma desinformada y maleducada puede votar Derecha. Pero sin los habituales Fondos Reservados (del Estado o del mismo Íbex) para seguir sobornando a todo quisque, ¿verdaderamente creen que van a conseguir mantener la tan anhelada “paz social”?

CONCLUSIÓN

“Cuanto todo esto acabe” suena demasiado (mal) a ese “Ahora que ETA ya no mata” que ha proscrito toda verdad y toda dignidad entre nosotros los españoles. Pero aún espero que, pese a todo lo antedicho, algo sea capaz de desenervar definitivamente a este estúpido Pueblo Español que no conoce o no parece querer conocer su auténtico poder, la genuina calidad de una tradición que se remonta a siglos que la mayoría desconoce, y se avergüenza de la misma por lo que desde otras latitudes se ha vertido injusta y mentirosamente sobre nuestros antepasados -a cuyos tobillos el último español que alcanzó en altura fue el general Francisco Franco y con él y siguiendo a su Caudillo nuestros abuelos y bisabuelos, que levantaron la Nación desde el punto más bajo en que se hallaba desde tiempos de la invasión napoleónica-.

Hará falta más humildad de aquí en adelante, desde luego; la suficiente como para hacernos merecedores de una Historia de la que todavía somos deudores, no acreedores. Para ello hará falta conocer nuestra propia Historia, reconocer lo bueno y lo malo del pasado y avanzar en consecuencia con esa carga y ese legado a cuestas: uno de los más grandes de la Humanidad.

Ojalá este bichito microscópico fuera capaz de obrar semejante milagro; lo daría entonces por bienvenido. Pero cuando uno ve tanto miedo repartido por igual entre cuarentañeros y octogenarios, hombres y mujeres que en su mayoría y desde hace casi un siglo no han tenido arrestos para expresar sus ideas y vivir su vida como deseaban -según dicen ahora tantos antifranquistas retrospectivos- , me temo que nada cambiará.