La connivencia mediática con el “proceso de paz”

…queda más patente si cabe en el “décimo aniversario” de la pantomima proetarra de Ayete, como quedan al descubierto las demás connivencias, no por sangrantes menos verdaderas, del PP de Mariano Rajoy en sus años de oposición (2004-2011) tanto como después, ya en el Gobierno de España con Jorge Fernández Díaz en Interior (2011-2016) haciendo de contacto de José Luis Rodríguez Zapatero para continuar con la “hoja de ruta” pactada por el PSOE directamente con los terroristas.

En el caso de los medios, este miércoles se atreve El Diario Vasco (del grupo Vocento, dueño también del ABC) a titular en su portada “El día que Euskadi renació” para saludar el 20 de octubre de 2011, y si se refiere a que el proyecto de ETA no murió aquel día, sino que renació, entonces sí, por supuesto: es la tesis de Mayor Oreja en un artículo también publicado este miércoles en El Mundo.

Porque parece mentira que la escenificación del “desarme” y de la presunta disolución de ETA con “mediadores internacionales” -todos ellos desprestigiados comisionistas de “la Paz”, empezando por el nefasto Kofi Annan- pueda ser celebrada por quienes no pueden haber olvidado de la noche a la mañana las campañas terroristas contra los medios de comunicación no abertzales, con asesinatos incluidos.

¿Se trataba de miedo, o sólo de negocios? En el caso de El Diario Vasco, ambas cosas o la sublimación de ambas: se trataba y se trata de quedar bien ante los lectores, a los que se supone de entrada amnésicos o conformistas, una vez madurados durante dos décadas en las bondades de “la Paz” con una mafia etasuna en vías de liquidación por el Estado español. Un auténtico lavado de cerebro buenista que nadie como El Diario Vasco acometió con tanta decisión -con, por ejemplo, un Alberto Surio recompensado más tarde con la dirección de la EiTB (2009-2013)-.

Pero no se puede hablar con toda probabilidad de decisión independiente, dado que desde la llegada al Gobierno de Zapatero en 2004 el grupo Vocento se puso a disposición de sus grandes mantras, tanto en lo relativo a la negociación con terroristas como con respecto a la aprobación del inconstitucional Estatut(o) de Cataluña, en lo pertinente a silenciar las verdaderas investigaciones sobre el 11-M tachándolas de conspiranoicas, etc.

Puedo hablar largo y tendido sobre el particular porque fui testigo directo de ello, ya que mientras el hoy cariacontecido José Antonio Zarzalejos se alineaba con la estrategia zapaterista en estos tres asuntos cuando dirigía el ABC por segunda vez (2005-2008), el nuevo proyecto del grupo editorial para coordinar la información de las ediciones digitales de sus distintas cabeceras regionales -proyecto conocido como “Redacción Central” (RC)- fue encargado a… gente procedente de Prisa.

Habida cuenta de que El País y la Ser -Polanco, Cebrián, Felipe González- se encargaron de defenestrar a Redondo Terreros (2001) para aupar a Patxi López -es decir: pilotaron la entrega del PSE al PNV de Ibarretxe y a sus propios apaños con la ETA desde el Pacto de Estella (1998)-, no es de extrañar que con un nuevo presidente del Gobierno decidido a seguir la línea de Jesús Eguiguren de salida negociada para los etarras el mejor modelo (des)informativo para llevarse bien con los que mandan fuera aquél.

Y, efectivamente, conocido el anuncio del primer “alto el fuego” (2006) mis compañeros de RC avanzaron un especial titulado “ETA da el primer paso hacia la paz”, donde ya quedó fijada la línea discursiva para el entreguismo de Vocento a la causa “pacifista”. Desde aquel momento, las víctimas del terrorismo pasaron a resultar sospechosas a la inmensa mayoría de la Prensa patria, porque al parecer ellas eran “parte del problema” o “parte” a secas, “parte interesada” -por cierto, no había pasado un año cuando, pese a los fervientes deseos de paz de los gerifaltes vocentinos y prisaicos, ETA hizo explosionar la terminal 4 de Barajas asesinando a dos personas-.

PARTE DEL PROBLEMA Y NO DE LA SOLUCIÓN

Evidentemente, las víctimas no podían tener mayor interés que apelar a la Justicia para la resolución de los crímenes sin esclarecer y las causas pendientes, el cumplimiento íntegro de las condenas, etc. Pero se las decidió demonizar sibilinamente porque querían tener voz en el “proceso”, un proceso de liquidación gradual de los hechos para sustituirlos por buenas intenciones al que estaban invitados los asesinos, sus portavoces y los habituales recogenueces del PNV y, en esta ocasión, y desde entonces a hoy, también los del PSOE… de Zapatero. O sea: las misas negras de Loyola (2006).

El mismo Alfredo Pérez Rubalcaba, siniestro muñidor de complots y encubridor a tiempo completo de crímenes varios, por entonces ministro del Interior (2006-2011), señalaba como condición indispensable para que fructificase el “proceso” la discreción de los medios de comunicación, a lo que en este país la mayoría de los periodistas se prestó sin dilación, algunos con fruición -como si pensaran de sí mismos que así contribuían a “escribir la Historia”, y encima con “altura de miras”-.

La consecuencia directa de ello fueron brutales campañas de acoso para silenciar a las voces contrarias al negociado político con los terroristas, significativamente las víctimas de ETA, como al por entonces (2004-2008) presidente de la AVT Francisco José Alcaraz, siempre combativo por la Verdad, Justicia, Memoria y Dignidad para sus representados -ahora que es senador por Vox, tercer partido en importancia de España, harían bien los plumillas y flautistas del “proceso” en reconocer que no pudo estar tan mal que la ETA se dedicara a asesinar a “militantes de la extrema derecha”, por ejemplo, que es lo que muchos piensan en su ínterin, después de todo-.

Total, “si quieren la independencia, que se la den”, como sostenía uno de mis citados compañeros “progresistas”, que gracias a su relativismo epistemológico -“todo es relativo”- logró al salir de Vocento la subdirección (2012-2018) y postrer dirección (2018-2021) de uno de esos diarios web -la edición española del Huffington Post- que lee la gente que se considera muy inteligente y progresista, antes de resultar recientemente recompensado por los servicios prestados con un alto cargo en la SER, ¡el de director de Informativos! Efectivamente, se trata de Guillermo Rodríguez Díaz.

De la jefa del equipo de RC, Guiomar del Ser, qué decir: actualmente tiene un alto cargo en El País como responsable de “estrategias y desarrollos” o cosa por el estilo -un comisariado ideológico, supongo, por los antecedentes-. Un diario donde sigue escribiendo el “mensajero de la paz” Luis Rodríguez Aizpeolea, un asiduo de la sede socialista de San Sebastián donde por lo visto escribía libros y otras cosas a cuatro manos con “Txusito”, el dealer del “proceso de paz”, y que este miércoles abre portada con el titular “10 años sin ETA: distensión en Euskadi, bronca en el Congreso”. El relato era esto.

Así que con la práctica totalidad de los medios de entonces embridados -salvo El Mundo, la Cope (hasta 2009), Libertad Digital…-, con las televisiones por descontado en su función única (las 24 horas del día, salvo la publicidad) de reproductoras de la “imagen” o imágenes producidas y servidas por el Poder (a través de la agencia EFE, por ejemplo, ¡o las series de TV!), el “proceso” ha continuado hasta nuestros días porque los que otrora colaboraron, o callaron o se inhibieron, ahora difícilmente van a poder restañar todo el daño causado a la credibilidad de la Prensa, a las víctimas del terrorismo y a las mismas libertades públicas.

NO HAY PEORES CIEGOS

El problema en sí es que la violencia política goza de gran predicamento o buena prensa entre nuestros periodistas españoles y, por lo general, occidentales. Será por aquello de Johnny Rotten de que “el sexo y la violencia son las dos cosas que más venden en este mundo” (de ahí Sex Pistols), lo que vale para el rock y para el cine, para el TV y la Prensa, la Literatura o el Arte.

 Ahora bien, nunca acabé de conocer si se trataba y se trata, en los casos que me ocupan, más de ignorancia algo fanatizada, de interiorizado rechazo básico a la discrepancia -por ser conflictiva o por miedo a la propia automarginación del grupo-, o de connivencia total con los radicalismos, extremismos, terrorismos -sobre todo si son fenómenos recurrentes en sistemas democráticos-, o de mero aventurerismo intelectual al que son muy dados, precisamente, los calientasillas de 40 horas a la semana que al parecer admiran las gestas criminales de los Che Guevara del mundo.

En todo caso, ahora ya es muy tarde para recomponer la realidad -más que fragmentada, hecha añicos- a través de informaciones cualesquiera. Arnaldo Otegi podría llegar a lehendakari en un par de años porque la Justicia doblegada por el PSOE de Zapatero, con el consentimiento del PP de Rajoy, decidió a pesar de las pruebas que no era uno de los “jefes” de ETA, aunque ETA le encargara a él reconstituir su “brazo político” -o sea: el “caso Bateragune”- el año 2008.

Y a la gente le parece bien, claro; a la gente le parece todo bien, o no, pero qué más da, si total… El PNV vende en inglés la marca “Nación Gastronómica Vasca” (Basque Culinary Nation, ¿es en serio?) y en español la “Nación foral” de Urkullu -esto es: la constitucionalización del estamento vasco, privilegiado respecto a la ciudadanía común- y en esto están ya todos más o menos de acuerdo por aquí, por “Euskadi”, de la ETA al PP.

Todos menos Vox, ojo -y el que tenga ojos para ver, que vea: a la mayoría se los sacaron los medios con las mentiras inherentes al “proceso de paz”.  

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Atrapados en “un tiempo nuevo” permanente

…por lo menos desde 2004, los españoles no parecemos querer superar el actual marco de relaciones anquilosadas entre partidos, gran empresa, sindicatos, lobis varios de presión… y los propios ciudadanos, quienes como Caín están dispuestos a vender su primogenitura democrática -¿a quién cabe atribuir la Soberanía Nacional?- por un plato de lentejas que no sólo carece de sacramentos (como en un menú escolar cualquiera), sino que apenas tiene lentejas.

A cambio, el Gobierno Sánchez (gafe, nefasto, horribilis) ofrece récords de gasto público en los Presupuestos, precisamente en el momento de mayor endeudamiento público de la historia de España, con todos los indicadores económicos lanzando avisos preocupantes desde hace ya años -paro crónico y juvenil, inflación, encarecimiento de la energía y de la vivienda, insostenibilidad de las pensiones- sin que ello no parezca preocupar más que a una minoría.

Por el contrario, la ruina de la administración catalana asumida por el Gobierno sin ponerles límites a los que la han provocado, más la extensión de la política degradante (característica de la Generalidad y aledaños desde hace décadas) al conjunto de la Nación, sólo puede deparar un futuro a medio plazo, más que incierto, de pura carestía por falta de inversión, de empleo, de oportunidades reales de medro y progreso para la mayoría de los españoles.

Con los medios de comunicación y la Universidad sometidos al Poder político y económico, ante el que se arrastra miserablemente “el mundo de la Cultura” -y servilmente, además, cuando se trata de un Poder “repartidor” que patrimonializa la Izquierda-, los ciudadanos tienen difícil expresar su descontento porque se han quedado sin intermediarios -partidos, sindicatos, asociaciones empresariales, medios, universidades…-, todos en obscena coyunda como receptores netos de fondos públicos.

Con unas élites tan frívolas como nihilistas, que tanto parecen despreciar a “la gente” o Pueblo Español que es verdadero titular de la Soberanía -no Sánchez, ni el Parlamento ni el Rey-, todavía hay quienes motejan de “populismo” el más mínimo y tímido gesto de regeneración democrática, que nunca fue lo de Podemos sino lo de UPyD, Cs y, ahora mismo, lo de Vox, mientras el PP pareció renunciar de entrada a ello ya en tiempos de Aznar, pactando con el principal corruptor patrio Jordi Pujol mientras decidía “pasar página” a los años criminales del PSOE felipista.

Con un sistema educativo orientado a la liquidación del esfuerzo y de la misma transmisión de conocimientos, los partidos y demás acólitos mencionados del establishment se disponen, una vez más, a practicar el Saqueo Institucionalizado que les ha procurado la hegemonía total sobre la sociedad española sin apenas oposición intelectual, básicamente mediante el recurso al Soborno Público y gracias al control cada vez mayor sobre todo tipo de información crítica fiable.

Lo llamarán “tiempo nuevo” o “nueva normalidad” aprovechando que parece remitir la epidemia de coronavirus, pero aparenta más bien tratarse de los últimos días del mundo conocido y no por los ardores apocalípticos de los agendados para 2030 y 2050, sino porque cuesta imaginar que puedan mantenerse en el Poder los gobernantes más inútiles y delirantes que ha conocido España en su larguísima historia.

Hasta que los echemos, sin embargo, van a aprovechar para llevarse hasta los ceniceros -como han hecho siempre en el pasado-, sobre si todo si el PP se dedica hasta 2023 a deshojar la margarita de si gobernará con Vox o no si con éstos les dieran los números… Cuando para nada debiera ser ésta la cuestión, sino qué están dispuestos a cambiar una vez que alcancen (si lo alcanzan) el Gobierno.

Para más de lo mismo, no acabarán de tener ya más el apoyo electoral suficiente, precisamente porque ahora existe Vox para denunciar su inacción -y ésta es, sin duda, la mayor virtud del partido de Abascal-. A ver si son capaces de asumirlo de una vez y actuar en consecuencia.

El Señor Presidente no tiene quien le tosa

…ni a Izquierda ni a Derecha -Él está por encima de esas desavenencias de temporada (o casual trendies)- porque Él-preside-el-país y así se retrata: en la portada de un diario que también parece presidir, ante la sede del Poder que detenta y de manera tan frenética padece (aunque tampoco mucho) ostentar a todas horas como con miedo a que se fuese a acabar.

No se le espere por el Congreso, ni se crean los periodistas de los medios -prácticamente todos sometidos al diktat de La Moncloa- que les vaya a contestar el Señor Presidente a cualquiera de sus preguntas, absurdas por lo demás en el punto en que nos encontramos salvo aquellas precisamente insidiosas, capaces de mudar el rostro pétreo del Señor Presidente en irascible rictus.

Y de reentrada en el curso Pablo Casado se le ofrece una vez más, le pone el cuello a la espada flamígera del Señor Presidente a cuenta de la reforma del “Poder judicial”, con la coartada habitual de llegar a “pactos de Estado” entre, se supone, “partidos de Estado” como el PP y ¡el PSOE de Sánchez! En rigor, ni PP ni PSOE debieran haber sobrevivido (con tales siglas, al menos) a 2014.

Así que de nuevo al contubernio establecido, a salvar los muebles de la ingente tropa política, funcionarial y “temporal” con ansias de hacerse con el cargo vitalicio; a repartir los fondos de la UE entre los gentlemen recurrentes del Ibex-35 y asociados (medios de comunicación, bufetes de abogados, consultorías de todo tipo y condición); a financiar las “políticas sociales” disparadas cuando no directamente disparatadas.

El Señor Presidente proveerá… hasta que el Estado quiebre. Pero qué cosa pueda ser ello, y por qué debiera inquietar a los españoles de hoy mismo aunque se trate de jubilados, no nos lo podrá explicar ese fino analista político que vicepresidió hasta hace poco lo del Señor Presidente, dado que dejó sentado para los restos que “un Estado no puede quebrar”.

Menudo panorama, todavía.

Las instituciones decrépitas

…de nuestro tiempo no son la Monarquía ni el Senado, ni siquiera el Congreso -a estrenar de nuevo como cámara de debate público y sede de la Soberanía Nacional desde la instauración zapaterina del régimen del 11-M-, sino más bien los sindicatos paraestatales (UGT y CCOO), la mayoría de las universidades públicas -si no la Universidad como tal- y los medios de comunicación.

Porque en la época de la prevalencia total del Ejecutivo sobre el Legislativo -con excepción tal vez de la república presidencialista de los EEUU-, ni el Bundestag ni la Asamblea Nacional ni, desde luego, las cámaras (camarillas) autonómicas presentan ninguna relevancia pública más allá de sostener numéricamente (por disciplinados diputados por cooptación) al Gobierno de turno.

Lo cual no hace a los parlamentos instituciones decrépitas o vacías de contenido, sino entes necesitados de regeneración radical para que sirvan a la función para la que nacieron como instituciones públicas: sostener y reglar el permanente debate sobre las cosas del Común -de los asuntos económicos a la Defensa, pasando por la Administración de Justicia y otros servicios públicos- y proteger junto con el Gobierno los derechos y libertades individuales.

Pero de nada pueden servir ya unos sindicatos financiados opacamente por los Presupuestos Generales del Estado, cuando actúan desde hace medio siglo con particulares fines ideológicos y al servicio más bien de su propio bienestar y hegemonía, concordando lo que haga falta con la presunta “Patronal” que a tan pocos representa, con el fondo unívoco del “Diálogo Social” que es sin duda el rasgo más distintivo del Fascismo.

Una característica tan destacada de la Italia de Mussolini como de la España de Primo de Rivera, en cuyo Directorio el PSOE y la UGT se hicieron con la cartera de Trabajo -para Largo Caballero, justamente: “el Lenin español”-, o de la de Franco, cuyo Ministerio del ramo fue siempre dirigido por la Falange y sus entusiastas militantes, y fue siempre lo más fascista del régimen más allá de imperiales oropeles y soflamas patrioteras.

A destacar entre esos falangistas, por cierto, el abuelo de Pablo Iglesias Turrión (ex “paseador” durante los inicios de la Guerra Civil) o los progenitores del ex ministro de Justicia de Zapatero Fernández Bermejo, o de la ex vicepresidenta de Zapatero y actual mihembra del Consejo de Estado Fernández de la Vega. Del PSOE al Fascismo y del Fascismo al PSOE, en resumidas cuentas.

Son los mismos responsables de haber convertido a las universidades en madrasas, si bien es un fenómeno que se observa en todo Occidente: los nazis echaron a los intelectuales marxistas de Europa, que recalaron en América en Buenos Aires o en Nueva York, y de ahí a México y California. De sus universidades importó Europa la nueva ola desde los 60’ acá, y desde entonces su flujo no precisamente benigno es incesante y deletéreo.

La Censura se ha enseñoreado de los claustros porque se supone que, más allá de instituciones para el libre pensamiento y la libre discusión de las ideas, se trata de formar profesionales cualificados para servir al establishment con una coartada de índole moral, cuando en rigor el capitalismo es compatible con la corrupción económica de las élites pero se viene abajo ante el cinismo generalizado de los que pretenden mantener riqueza y posición a costa de la Mentira.

Una legión de redomados arribistas se aviene en consecuencia a prestar ese cierto prestigio que sólo brindan las palabras a quienes han de mantenerles en la ilusión del medro personal, de la ascensión social y del posterior reconocimiento de los suyos (la élite, con la distinción) y de los comunes (la sociedad, con la fama); cuando en rigor a este juego sólo pueden ganar los dueños del Dinero y del Poder, conchabados de paso con la Banca.

Lamentablemente, del mismo proceder son los medios de comunicación (más obsoletos si cabe que las editoriales) cuando sin una dirección independiente sólo actúan de meras correas de transmisión de la propaganda de la Casta de los poderosos y adinerados; porque parecen haber olvidado que su función nunca fue la de aleccionar al Público, sino la de brindarle historias veraces, interesantes, descarnadas… incluso sobre lo que en torno al Poder acontece.

De ahí que la lectura comparada de diarios impresos se haga tediosa, cuando han decidido replicar unívocamente las directrices de los departamentos de Comunicación de los partidos, sindicatos, corporaciones, gremios, grandes emporios (de la Economía, del Deporte, de la Solidaridad, de la Cultura)… mientras las televisiones repiten machaconamente los mantras y nuevos códigos morales de los Transformadores de la Humanidad.

Instituciones decrépitas, pues; a la espera de su demolición o de su derrumbe en un tiempo tasado. Sólo dudo de que la imaginación de la época se encuentre bien dispuesta para alumbrar las nuevas instituciones de que dependerá la sociedad del futuro inmediato para continuar como tal sociedad y no como este todo dividido de amorfidades. ¡Pero habrá que imaginárselas, después de todo!

Unos medios cada vez más didácticos

…pretenden no sólo orientar nuestra opinión, sino formarla haciendo tabula rasa de toda tradición moral anterior (si fuera menester), y ello sólo puede conducir a la desafección creciente del público informado -vulgo “opinión pública”- que abandona consecutivamente TV, redes y diarios, lo que debiera preocupar sobremanera a los responsables y periodistas de estos últimos.

Ciertamente, la crítica de Sartori es válida para el medio televisivo, por su peligrosa “sentimentalización” de la política (o de sus públicos, más bien) no antes que por el contrastado reblandecimiento de la mente que causa la exposición continuada a las telemiserias, a las telebobadas, a las ocasionales cazas de brujas televisadas en los presuntos “informativos” o en los programas de presunto “entretenimiento”.

Pero continuando con la TV, medio siglo de degradación de los contenidos conforme crecía el control sobre los mismos -por parte además de quienes han concentrado en muy pocas manos la capacidad para recabar y difundir información y opinión- depara una genuina dictadura de los grandes conglomerados que han copado el mercado de la información y el entretenimiento, consagrados en la actualidad a la acumulación de influencia política y su derivada en forma de censuras varias.

Si Walt Disney actúa globalmente como el Gran Inquisidor de contenidos para el público infantil, ya hemos visto con el mismo presidente USA Donald Trump cómo Twitter y Facebook se erigían al par en el Gran Censor político -desde su estatus privilegiado por la presunta “neutralidad” de sus administradores, cuando no dejan de representar asimismo un Gran Hermano que todo lo observa y todo lo puede manipular y encauzar a su antojo-.

En España, los diarios se prestan cada vez más al didactismo moralizante propio del falso progreso de “lo políticamente correcto”, con reconvenciones constantes a pensamientos e ideas ajenos o contrarios al ecologismo apocalíptico, al feminismo histérico, al igualitarismo subyugante y a la postre discriminatorio, etc. Pero es que a estas alturas consideran que es su deber aleccionarnos de continuo sobre nuestra salud, modos de alimentación, sexualidad o preferencias estéticas de cualquier índole.

Nada que la TV no haya hecho en una dimensión incomparablemente mayor (respecto a su impacto en el público), con más obscenidad y falta de escrúpulos que cualquier otro tipo de medio de comunicación masivo, incluidas las redes sociales que no dejan de ser, constitutivamente, un sumidero de infinidad de opiniones contrariadas, exabruptos, injurias las más de las veces producto de la espontaneidad y la inmediatez inherentes a estos canales -que ni de lejos tienen la repercusión que los medios convencionales (todavía) a día de hoy-, y no un servicio público como aquéllos.

Porque lo más pernicioso no son las campañas de bots para mover las corrientes de opinión en tal o cual dirección -se trata de un delito más o menos grave que puede ser reconocido, perseguido y castigado-, sino las campañas que implican a cientos de comunicadores de distintos medios pero unidos por la misma “necesidad” o “convicción” de ser indispensables para la transmisión del Mensaje (La Buena Nueva), sin reflexionar acerca de los intereses últimos a que sirven tales campañas.

Vivimos de nuevo en una era de higienistas y depuradores convencidos de tener al alcance en el medio plazo la creación del Hombre Nuevo que heredará la Tierra, una vez eliminadas las excrecencias particulares de la Antigua Humanidad decadente y degenerada. En el camino se realizarán multitud de experimentos -¡los que haga falta!-, así caigan millones o cientos de millones de “inadaptados” al Nuevo Tiempo del Mundo Feliz. Nos encontramos exactamente en el umbral de ese tiempo extraño, con todos los medios urgiéndonos a traspasarlo.

Pero la realidad y la vida son irreductibles al espacio rectangular de la pantalla, como la verdad, aunque resulte a estas alturas poco menos que herético sostener algo tan obvio; o algo menos obvio, en estas ciénagas del relativismo en que nos movemos, como la existencia misma de verdad, que nos permite básicamente reconocer las mentiras -aunque las televisen-.

Perseguir la crítica al Gobierno

…es el principio de la Dictadura, considerando la democracia básicamente como un régimen de opinión pública (plural, se comprende) que más allá de la disputa por el Poder de las facciones garantiza la alternativa -la misma alternancia en el Gobierno- de otras opciones distintas a las que los votantes pudieran haber instalado en un momento dado al frente de las instituciones.

Precisamente para esto nace la publicidad profesionalizada -los periódicos, al margen de partidos- de las virtudes de unos no menos que de los vicios de los otros, en un debate que es lucha política que se dirime no en el frente de guerra, sino en la colisión sobre el papel de las diferentes versiones (opiniones) y de los mismos datos (hechos) de la realidad.

La transparencia del Poder no tiene sentido si no es a través de los “medios de comunicación”, pues que no se otorga graciosamente por parte de los que mandan, sino que se obtiene para los ciudadanos por aquellos que han hecho de la cláusula de informar al público un servicio en sí mismo, más acá de beneficios pecuniarios o prestigios de cualquier índole.

Obviamente, tratándose de medios no hay ni puede haber otra realidad que la de su instrumentación por agentes públicos o privados, que buscan sus fines y presentarlos a la sociedad (ese régimen de opinión pública antes citado) como benéficos para el “interés general”, susceptibles incluso de elogio y respaldo, cuando no de mera necesidad “social”.

Pretender por tanto el control de las noticias y de la opinión -como si bastara establecer un canon sumarísimo sobre la Verdad para que todas las determinaciones del Poder pasen como racionales, y así sean aceptadas mansamente por los ciudadanos- no revela otra cosa que la inseguridad de las propias causas, la desconfianza en el juicio del común y el desprecio por las ideas ajenas.

Pero es que es esta obcecación, producto de intelectos pueriles y voluntarismos psicopáticos, la que distingue en nuestros días al fundamentalismo progresista -motejado por otros como “Izquierda reaccionaria”-, siempre inasequible al desaliento que le procuran la realidad de los hechos, los actos humanos y las manifestaciones frecuentemente inesperadas y hostiles de la Naturaleza.

No hay más que repasar los hechos y declaraciones de los principales representantes del Gobierno en la gestión de la pandemia -del presidente Sánchez al bufón Simón, de los vicepresidentes Calvo e Iglesias a los ministros Ábalos, Illa, Campo, Grande-Marlasca y Garzón- para reconocer toda una estrategia (¿de Iván Redondo?) basada en la mentira, el miedo y la difamación.

Simultaneando el soborno institucional de televisiones (grupos y presentadores particulares) y otros medios privados, con la usurpación de los medios públicos (televisiones y radios, pero más aún las agencias de noticias que sirven a todos ellos) y la financiación de todo un ejército de propagandistas, trolls y crackers en las redes sociales e Internet, el Gobierno PSOE-Podemos ha declarado la guerra a cualquier información que no responda a su Verdad.

Mas no son tiempos para el autoengaño; que más fácil lo tienen para que nada cambie manteniendo los programas “de evasión” y sus publicaciones derivadas -de las revistas a las novelitas absurdas de nuestros de días- que con la promulgación de leyes que hacen saltar todavía a las ranas con algo de conciencia de la enorme cazuela hirviendo en que han convertido el panorama político español en apenas un año de legislatura.

Así, para qué van a prohibir diarios y libros que nadie lee; o tuits injuriosos contra el Gobierno que acaban sepultados por millones de otros tuits injuriosos contra la Oposición, la carne de cerdo, las mascarillas tuneadas o el rock progresivo; para qué esa denodada contraprogramación de la realidad cuando su práctica impunidad legal les ha sido regalada por el acceso al Poder.

¿No será que aún y todo temen que “algo” pase y, volteada la tortilla, den todos con sus huesos en la cárcel? ¡En España (con su presunta opinión pública) no caerá esa breva!

Presupuestos para el Saqueo

…son en cualquier lugar del mundo la falta de respeto a la Ley por parte del Ejecutivo y la ausencia de autoridad alguna que lo enfrente y limite, se trate de fuerzas de Oposición, Prensa o Justicia, Ejército o el denominado “Poder económico”. Y ejemplos de ello abundan en América como en África y en Asia.

En el caso de España, con una mayoría en el Congreso dispuesta a dejar en suspenso el parlamento, el Ejecutivo de Sánchez-Iglesias pretende abonarse a un arbitrario estado de excepción, que no responde a amenaza real alguna que pudiera ser neutralizada con medidas tales como toques de queda o confinamientos perimetrales -por mencionar las primeras, ya de por sí excesivas, que abren la puerta a cualesquiera otras (según barrios y sin supervisión judicial)-.

Así las cosas, con el estamento judicial arrumbado -la Fiscalía no aceptó querellas contra el Gobierno por la negligente gestión de la pandemia- y la Oposición tan dividida como la Prensa y los demás “poderes fácticos” del entramado oligárquico financiero del país, sólo la cierta presión de la UE puede poner límites a la voluntad hipertrofiada de un presidente Sánchez que quiere convertirse a toda prisa en una especie de primer Presidente de España.

Y, como tal, devendría impune por su inmunidad prácticamente de fuero regio, como una especie de “Padre Fundador” de la “España de los Pueblos” -un bonito sueño en su mente retorcida, aunque conduzca a la pesadilla a los españoles de la hora-. Un proyecto implícitamente liberticida y que de suyo se traduciría en un régimen homicida como el de Venezuela, de saqueo de las arcas públicas desde el Poder y de los recursos privados a través de medios coactivos (mafiosos y violentos).

Pero siempre al margen de la Ley y contra su espíritu, que molesta; o por lo menos molesta a los criminales y déspotas y nepotistas en aquellas Naciones que se consideran orgullosamente democráticas, pues en otras latitudes conocen que nadie está por encima de la Ley y como tal actúan en contra del tirano, del corrupto o del traidor. Mientras a veces parece que en España seguimos condenados a seguir a los malos gobiernos, sean su legitimidad política y respaldo popular los que sean, porque a fin de cuentas “ellos son los que mandan”. Y chitón.

Que el silencio es otro de los presupuestos necesarios para la Opresión.

Si este Gobierno no merece censura

…es que las tragaderas de la opinión pública española se han agigantado después de haberse visto obligada a engullir decenas de miles de muertos por la Covid-19 (y los que quedan), pero como millones de ciudadanos esperan ver en el banquillo a los máximos responsables del Ejecutivo Sánchez parece que los que siguen sin enterarse de nada son los señoritingos del PP -especie a extinguir-.

Resulta hasta patético que el presunto líder del PP Pablo Casado diga que la moción de censura de Vox no sirve para nada y no le interesa a nadie, cuando el español medio no quiere otra cosa que un cambio drástico en este estado de cosas que (sobre la corrupción y el envilecimiento de lo público) nos depara la ruina económica, el enfrentamiento civil y el agravamiento de la ya de por sí grave situación sanitaria a causa de la pandemia.

Y como siempre resulta lo mismo con el PP -no se sabe bien si la moderación es cobardía disfrazada de interés o es que el cobarde interés se disfraza de moderación (pero de aquí no salen)-, lo suyo es que Santiago Abascal avance con todo en su objetivo final por cambiar las cosas, puesto que los que volaron todos los puentes son los socialistas de Sánchez con el resto de sus antidemocráticos aliados.

Son los medios de comunicación asentados los que demandan “moderación” al PP, dado que estiman que “moderado” (informativamente hablando) es lo único que los ciudadanos pueden consumir y digerir en asuntos políticos, entendiendo por tal el pensamiento único falsamente progresista que abastece a cada cual de derechos a la carta: desde el aborto a la eutanasia, pasando por el “derecho” a odiar a Franco o al Rey, a la Iglesia o a los Conquistadores, a la Administración de Justicia o a la misma Prensa.

Así que Vox es “ultra derecha” y el PP no puede dejarse llevar por los “cantos de sirena del populismo”, cuando el Gobierno del PSOE es ultra sólo por la presidencia de Sánchez, para colmo de males aliado con los etarras de Bildu (antiguos y no tan antiguos terroristas), los criminales de ERC y otras facciones separatistas (criminales por su participación en el reciente golpe de Estado de 2017), los racistas del PNV, JxCat, etc.; y los fascistas/comunistas de Podemos.

Tal vez sea que Casado considera coherente denigrar el chavismo bolivariano y acceder a pactar con el plagiario y psicopático Dr.Sánchez la reforma del órgano de gobierno de los jueces (CGPJ); o criticar la connivencia abertzale con el terrorismo pero avenirse a ser sostén de fueros, conciertos y políticas lingüísticas en “Euskadi”; o manifestar su radical oposición al confinamiento general de la población y apoyar todos los sucesivos “estados de alarma” decretados arbitrariamente por el Gobierno.

Pero al que ya no pudo soportar la extrema velocidad del giro de la veleta de un tal Albert Rivera (de un partido que se llamaba Ciutadans, Cs), ¿qué le ofrece este PP “moderado” y fuerza “de Estado” que no tiene siquiera un planteamiento nacional coherente y sólo se jacta de su “gestión” viniendo del nefasto gobierno económico de los Rajoy y Montoro (que lo dejaron todo casi como estaba: en mantillas, con remaches y parches chapuceros para ir tirando)?

El PP no puede presumir ya de nada, y nada parece querer demostrar ante Sánchez aunque aparente crecerse ante Vox -¡aunque mande al rincón a Cayetana!-, porque debe de pensar Casado que esta vida es tan fácil para la gente como para él, otro niño bonito que podría hacer carrera en empresas multinacionales en UEropa -por lo visto hace falta mucho muñeco de traje y corbata en estas empresas para al final terminar dependiendo del burócrata de turno-.

Pero como la hora es grave, la democracia se encuentra asediada y la patria amenazada por esos con quienes pretende alinearse el PP en contra de Vox para hacer como que no ha perdido “la moderación”, mejor harían Casado y sus melifluos acompañantes en echarse a un lado y no musitar ni una leve protesta, o acabarán perdiendo hasta su último escaño a la menor oportunidad que tenga el votante para desalojar a los tibios de vida fácil de los puestos que tan mal -de manera tan fútil- ocupan.

Un cierto pánico escénico

…se diría que se ha adueñado del presidente Sánchez (tan solícito siempre a la hora de tomar un helicóptero para supervisar la zona de la tragedia) cuando se trata de dar la cara ante una crisis mundial a causa de los efectos materiales del virus denominado “corona” -que de momento no se miden tanto en número de contagios y víctimas mortales como en sus graves consecuencias para la economía internacional-.

Evidentemente pretende Sánchez escurrir el bulto durante el tiempo que pueda para no quedar asociado a la gestión de la crisis, que de momento ni siquiera parece considerarse tal a pesar del desbarajuste interno del Gobierno con las medidas aconsejadas por el Ministerio de Trabajo y del inherente al sistema autonómico, con las consejerías trabajando por su cuenta y dispersando por tanto esfuerzos y medios.

Una postura la de Sánchez similar a la de Urkullu sobre el derrumbe del vertedero de Zaldívar, quien tampoco parece demasiado interesado en ser el “presidente de todos los vascos” y dar la cara por la crisis cierta creada por el foco de coronavirus en Osakidetza. Cuando las cosas van mal dadas, los responsables políticos se retiran de escena por salvaguardar su imagen y entran entonces los “técnicos” a los que rara vez antes se hizo caso sobre esto o lo otro.

Luego nuestros mandatarios, claro en el caso de Sánchez como en el de Urkullu, se ajustan cada vez más a ese molde que criticaba Sartori en nuestra actual “vídeocracia” de políticos básicamente irresponsables que toman sus decisiones a partir de encuestas y estudios de imagen, preocupados preferentemente por cuidar de un perfil telegénico que tanto ha costado crear y vender a la opinión pública (ahora opinión teledirigida).

Al final se hará la luz, aquí como en China -donde no ha sido el férreo control sobre la sociedad del Partido Comunista, sino la denuncia pública de un experto, lo que ha acotado la expansión del Covid-19 (deparando de paso la reacción internacional)-. Mas no se trata de que nos gobiernen “los expertos”, de lo que ya nos previno Hayek frente a Platón, sino de que los políticos se hagan responsables de la situación, que para eso están: para dar la cara.

Desgraciadamente, desde que Aznar renunciara a dar la cara por el 11-M -porque al parecer no le tocaba a él, sino a Acebes o a Rajoy, porque él se iba ya del Poder- los españoles nos hemos acostumbrado a todo lo contrario. Y todavía molesta en la profesión periodística lo de que haya ruedas de prensa sin preguntas; entonces, ¿para qué la libertad de Prensa, si el Poder se blinda para no tener que ofrecer explicaciones… a los ciudadanos?

Hace en verdad mucho tiempo que las calculadas ausencias de los presidentes, la sustitución y manipulación de términos (con la censura de otros), la ocultación de negociaciones políticas extraparlamentarias (con organizaciones terroristas como ETA o con los separatistas golpistas) o la mera concatenación de mentiras rocambolescas (como en el “caso Ábalos” o “Delcygate”) tienen curso corriente entre nosotros, sin mayor escándalo aparente.

Será que nos hemos acostumbrado a que nos mientan, a que gobierne la vida política una Gran Mentira de fondo; o será que también tiene su parte cierto miedo reverencial a contravenir el discurso hegemónico, aunque esté hecho (y quizás pensado a posta) con grotescas mentiras puede que para detectar a las primeras de cambio el incremento de desafección ambiente con el Poder establecido.

Todavía fingimos que no nos parece tan grave lo que está sucediendo en España en muy distintos ámbitos y órdenes; tal vez por eso no sale Sánchez a mentir descaradamente sobre el virus como sobre todo lo demás: sabe que se puede permitir desaparecer durante semanas sin dar una sola explicación a nadie (incluidas sus dos decenas de ministros). Y, entre tanto, la crisis sanitaria oculta todo lo demás, comenzando por estos dos meses de desgobierno total.

La democracia robada

…expresa el diagnóstico de Carlos Martínez Gorriarán (San Sebastián, 1959), profesor de Filosofía de la UPV y uno de los fundadores del partido UPyD, sobre el régimen español actual, después de que su andadura al frente de la citada formación y en el mismo Congreso (2011-16) le acabara de convencer de la existencia de un entramado político-oligárquico que domina férreamente la vida pública desde hace décadas.

El mismo Gorriarán muestra su sorpresa ante el grado de corrupción del sistema por la estrecha y endogámica relación entre los presuntos representantes de los ciudadanos y los que viven de sus favores políticos, significadamente en aquellos sectores considerados “vitales” para la economía nacional: Banca, Energía, Telecomunicaciones…

“En 2007 aún no habíamos perdido la inocencia: desconocíamos la verdadera magnitud de la corrupción, de la politización de la justicia, de la colusión de intereses espurios entre política, finanzas y empresas que nosotros comenzamos a llamar -con mucho éxito- “capitalismo de amiguetes”; en fin, no conocíamos a fondo la podredumbre del corazón mismo del sistema que destapó la brusca crisis económica de 2008 y años sucesivos.”

Estructurada la obra en cuatro partes de similar volumen, el autor dedica la primera a explicar el origen y razón de ser de UPyD (“Génesis”), la segunda al contexto político en que nació y creció el partido (“España en la trastienda”), la tercera al análisis del actual régimen español (“Los males más profundos”) y la última al proceso de declive y práctica desaparición de la formación (“Una temporada en el infierno”).

LA POLÍTICA COMO COTO RESERVADO

En buena medida -como Cs respecto al PSC en Cataluña apenas un par de años antes- UPyD surgió ante la deriva del PSOE de Zapatero que buscó negociar secretamente con ETA su incorporación al “nuevo tiempo” en detrimento del PP (y de todos aquellos que jamás tragaron con el fraude y el entreguismo a los terroristas y sus padrinos abertzales).

Ahora bien, del núcleo fundador del partido sólo Rosa Díez tenía experiencia como política profesional, si bien Fernando Savater o Gorriarán nunca dejaron de protagonizar actos e iniciativas políticas como ¡Basta Ya! Pero la diferencia de grado del activismo con la representación le quedó bien clara al autor casi desde el principio:

“Hay una distancia inconmensurable entre lo que los profesores de filosofía o teoría política creen saber sobre esa actividad y lo que ésta resulta ser una vez metidos en harina. Hay una brecha que nadie puede aprender ni enseñar si no la vive. Dejando al margen a los peones de brega y figurantes para quienes ser “político” es un modo de ganarse la vida, la vida política es dura, ingrata y desagradable, salvo para las pocas personas cuya pasión por lo público compensa pérdidas como la del derecho al honor y a una vida normal. Puesto que la política es sencillamente imprescindible, tenemos que estarles agradecidos, incluso cuando no nos gustan demasiado.”

De hecho, lo que constata Gorriarán es la falta de implicación política del español medio, ya sea a través de la afiliación a partidos o sindicatos o mediante la participación en asociaciones y plataformas, lo que le lleva a citar a su por entonces compañero en UPyD Álvaro Pombo, quien rebajaba la presunta indignación ciudadana para con la crisis y la corrupción aludiendo a “la ira del español sentado”, así como a señalar como efecto contraproducente del pasotismo lo siguiente:

“Los partidos políticos grandes parecen una especie de asociación profesional de cargos electos y sus familias, y de firmes aspirantes a serlo. Esto hace que su financiación dependa casi exclusivamente de las subvenciones públicas y de formas menos santas, como el cobro de comisiones ilegales, el tráfico de influencias, las facturas falsas y el desvío de subvenciones finalistas a usos ilegales, como los gastos de campaña electoral. Es decir, la baja implicación social en la política estimula la corrupción.”

De esa necesidad sentida de regenerar la política sin recurrir a la impugnación total nació UPyD, que precisamente fijó en la agenda pública (a lo largo de su existencia de algo más de una década) las cuestiones más candentes de la actualidad, pero no de manera ideologizada sino rigurosamente técnica, con el objeto de remediar situaciones concretas de la vida nacional y con ello los problemas reales de los ciudadanos.

En frente se encontraron, sin embargo, la vieja dialéctica de las facciones de Derecha e Izquierda, encantadas de agitar sus banderas en público para impedir cualquier acuerdo o reforma sustancial, mientras en privado no han dejado nunca de establecer pactos vergonzosos con la coartada moral del “consenso” para la “estabilidad política”.

“PSOE, PP y sus sempiternos aliados nacionalistas querían mantener tal cual la Ley Electoral de 1976 (la LOREG), cada vez más injusta por razones demográficas, porque les daba gran ventaja sobre posibles competidores nacionales; compartían el reparto del gobierno de los jueces (el CGPJ) mediante miembros elegidos por ellos para controlar la justicia en la medida de lo posible; también la colonización con cuotas de partido de todas las instituciones públicas, de RTVE al Banco de España; estaban de acuerdo en protestar contra la corrupción cuando fuera del contrario, y de acuerdo en no hacer nada efectivo para erradicarla; en aprobar nuevas y peores leyes educativas cuando lograban mayoría parlamentaria; en mantener el sistema de puertas giratorias entre grandes empresas y política que convierte a cargos cesantes en ejecutivos empresariales; en privilegiar al nacionalismo con concesiones incesantes e irrecuperables, y en un largo etcétera.”

TRANSVERSALIDAD PARA PROGRESAR

Lejos de convertirse en un “catch all party”, UPyD tenía unas señas de identidad más marcadas que PSOE o PP después de años de desdibujamiento de sus respectivos idearios, o que las que ha llegado a exhibir Cs. Básicamente porque su programa apuntaba a las cuestiones fundamentales y no partía de sistemas ideológicos cerrados.

“A pesar del desgaste del concepto por el excesivo manoseo, reivindicamos el progreso social. Progresista o progre se había convertido en la etiqueta de los votantes de la vieja izquierda, de los incondicionales de la literatura y el cine panfletario, del feminismo radical y su ideología de género, de quienes no podían pronunciar “España” por considerarse antifascistas, de los partidarios del nacionalismo y del olvido de ETA y, en resumen, de los sectarios enemigos, casi mortales, de la derecha (excepto de la nacionalista). En ese ambiente maniqueo parecía imposible declararse progresista y, por ejemplo, amigo de la tauromaquia pero no de la concepción subrogada, como hacía Fernando Savater.”

Su éxito inicial correspondió, por tanto, a una defensa estricta de los intereses del común y a una visión nacional de los problemas y las soluciones determinada por las experiencias y comentarios de muchos que a Izquierda y Derecha plantearon su crítica desde los orígenes del régimen actual, siendo casi todos invariablemente ninguneados o silenciados -y, en algunos casos, asesinados por ETA o, en el caso de Cataluña, expulsados por Terra Lliure-.

Al respecto, antes de la irrupción de Vox en el panorama político español, UPyD ya planteaba que el Estado asumiera las fundamentales competencias en Educación, Justicia, Sanidad e Interior, única garantía de igualdad y equidad entre españoles quebrada desde el principio en aras del “consenso” con quienes jamás aceptarían la legalidad vigente y la unidad nacional.

“La organización territorial española es innecesariamente confusa y a la vez rígida, con sus cuatro niveles de municipio, provincia, comunidad autónoma y Estado. O cinco, si añadimos la pléyade de entidades comarcales o intermunicipales, y seis con la Unión Europea, como proclaman tantos carteles informativos de obras públicas y eventos en los que participan todos los entes abajofirmantes. La proliferación administrativa absorbe muchos recursos: alguna de las decimonónicas diputaciones provinciales dedica el 80% de sus ingresos al gasto corriente, es decir, a mantener oficinas y remunerar a cargos y empleados, pero son la excusa para rechazar las fusiones de municipios que muchos países europeos han acometido, y algunos más de una vez, para ahorrar en gasto administrativo y racionalizar inversiones.”

En el mismo sentido, Gorriarán detecta el mayor problema para la cohesión nacional y la igualdad de los ciudadanos en la entrega de la Educación a los gestores autonómicos, cargados éstos no de razón sino de intereses poco confesables como los de ejercer su dominio omnímodo sobre aquella parcela ocupada hegemónicamente por los propios.

“La política educativa ha sido una de las mayores desgracias del sistema de la Transición. Sin el menor debate, la educación fue repartida como un botín entre los poderes territoriales; junto con la sanidad, fue el primer desmantelamiento integral del Estado, fracturado en 17 sistemas y 11 leyes educativas divergentes. Se admitió sin más que el nacionalismo tenía derecho a convertir la educación en medio de adoctrinamiento y de ingeniería social mediante el incongruente concepto de “normalización lingüística” encargado de construir en treinta años las naciones imaginarias que los nacionalistas decían encarnar. Nadie ignora la importancia de la educación como sistema de inclusión e igualación social y cultural, así que la renuncia de España fue un suicidio sin precedentes en ningún país con alguna autoestima colectiva. Nadie influyente pensó en los derechos de los niños y los docentes, ni en el futuro de un país desaparecido de las aulas separatistas y supremacistas. La desaparición del sistema nacional de educación, con el correlato de la supresión de la libertad de elección de lengua educativa en Cataluña (y de modo no tan radical, también dificultada en País Vasco y otras comunidades bilingües), desapareció también de las agendas políticas. Sin embargo, la propuesta para que la educación volviera a ser un sistema único competencia del Estado era una de las reclamaciones exclusivas de UPyD más populares, otra prueba de la creciente brecha entre la agenda política oficial y las preocupaciones sociales.”

Y EN ÉSTAS LLEGÓ LA CRISIS

El autor rememora cómo la crisis financiera mundial se ensañó particularmente con España bajo el Gobierno de Zapatero, alguien inepto en lo económico rodeado de una caterva de mentirosos (Solbes, Fernández Ordóñez, Salgado y demás) que decidió a su vez mentir airadamente en su campaña “por el pleno empleo”, ver “brotes verdes” en el yermo productivo nacional y “tirar pa’lante” con ruinosas medidas de presunto estímulo económico como los dos “Plan E” consecutivos.

“La temeraria guerra con la realidad de Rodríguez Zapatero y su gobierno, más el pésimo funcionamiento de reguladores y supervisores como el Banco de España y la CNMV, costaron a España el hundimiento del sistema financiero y su posterior rescate, la crisis de las cuentas públicas a causa del déficit público y el endeudamiento crecientes, la caída de la inversión pública y los recortes en políticas sociales, y como consecuencia inevitable la destrucción de miles de empresas y millones de empleos. Muchas familias de clase media cayeron en la pobreza.

Probablemente, la negación de la crisis sólo expresaba la incompetencia y el pánico de una clase política mayoritariamente ignorante e incapaz de reaccionar adaptándose a los cambios; siempre los calificaban de inesperados pese a todas las pistas, evidencias e indicadores.”

Aún más:

“La filosofía económica del Presidente del Gobierno de la octava o novena economía del mundo era terrorífica. En una de las pocas reuniones que mantuvo con Rosa Díez le explicó con una gran sonrisa el secreto mejor guardado: que la economía era el dinero, y nada más. No la producción, la innovación, la competitividad o el valor añadido, sino el dinero contante y sonante. Y de eso teníamos a montones en España: grandes bancos, empresas multinacionales, un patrimonio incalculable, enormes inversiones inmobiliarias y en infraestructuras. El líder que aspiraba a liderar la izquierda mundial hablaba en realidad al dictado de las ideas de su banquero de confianza, Emilio Botín, presidente del Santander y autor en la sombra de muchos de los mensajes de política económica zapateril.”

A la incompetencia política se unió la avidez de quienes gozaban de un mercado prácticamente cautivo, el tristemente célebre modelo productivo español “del ladrillo”, que no dudaron en estafar a cientos de miles de ciudadanos con la seguridad que da saberse impunes a la hora de afrontar responsabilidades por la quiebra de sus propias entidades.

“La protección a la banca incentivó la carrera para convencer a la gente de que pidiera créditos hipotecarios a bajo interés (variable) por el 100% del valor de la propiedad, y a veces con larguísimos plazos de amortización. Por si fuera poco, bancos y especialmente Cajas de Ahorros convencían a los clientes para incrementar el crédito incluyendo el coste de posibles reformas, de los muebles o de un coche nuevo. Como garantía aceptaban hasta los avales cruzados de inmigrantes que compraban conjuntamente una vivienda. Cuando estalló la burbuja, el precio inflado de estas propiedades cayó por los suelos, y centenares de miles de familias se encontraron pagando un crédito por bienes cuyo precio de mercado era muy inferior al hipotecado. Lo que es peor, tampoco podían cancelar la deuda dando la casa en pago, la llamada “dación en pago”, convirtiéndose en deudores perseguidos por la entidad crediticia por muchos años. En el caso de las viviendas habituales esa codicia causó verdaderas tragedias, con suicidios consumados; y no pocos jóvenes, incluyendo parejas con hijos, se vieron obligados a renunciar a su domicilio y volver al de sus padres sin librarse de la deuda contraída.”

Finalmente, presionado por los máximos dirigentes de EEUU, UE y la misma China, Zapatero se vio obligado a dimitir no sin antes reformar la Constitución por la puerta trasera y a pachas con Rajoy, en una nueva muestra (escandalosamente fehaciente) de cómo el Bipartidismo hacía y deshacía al margen de las instituciones y de la mínima transparencia exigible al poder democrático.

“Cuando más claramente se vio esta pantomima fue en la infausta reforma del artículo 135 de la Constitución, impuesta a Zapatero por los países aliados y China como condición para seguir prestando a España y evitar en el último momento el default o suspensión de pagos. Evitarlo importaba porque el tamaño de la economía española era suficiente para poner en peligro la de los grandes de la UE y afectar negativamente al comercio mundial; de ahí la implicación personal del Presidente Hu Jintao telefoneando al estupefacto Zapatero. Los gobiernos europeos temían que una quiebra de España arrastrara consigo al euro por nuestra condición de quinta economía de la eurozona. (…)

La fórmula elegida fue que la propia Constitución consagrara la prioridad del pago de la deuda externa a cualquier otro. La reforma fue pactada la noche anterior a la votación de urgencia por sólo dos personas que, según propia confesión, ni se molestaron en consultar a sus respectivos partidos: José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy (aunque cuesta creer que no consultaran al Ibex 35, salvo que éste también estuviera presionando al gobierno, como es más probable). (…)

Socialistas y populares acordaron la presentación conjunta de la iniciativa de reforma, que en román paladino significa que, en caso de optar entre el pago de las pensiones y el de la deuda pública vendida a terceros, la deuda tendrá “prioridad absoluta”. (…) Las llamadas a la responsabilidad hechas por un gobierno tan antagonista de esta virtud como el de Rodríguez Zapatero eran una invitación suficiente a oponerse por completo al apaño destinado a sosegar la alarma financiera internacional a costa del derecho de los españoles a los servicios públicos que pagaban y a la seguridad jurídica.”

De seguido, la política de Rajoy fue la de entregarse a las autoridades comunitarias a cambio de hacer ver que España no tenía necesidad de ser rescatada, si bien fue rescatado el sistema financiero y obligado el Estado a crear una seria de instituciones supervisoras para ajustarse a las directrices de la UE en materia de déficit y endeudamiento, mientras Mario Draghi al frente del Banco Europeo inyectaba liquidez a espuertas en el sistema. Entonces se perpetró el FROB:

“La justificación de esta transferencia de fondos públicos a manos privadas fue la usual: garantizar la estabilidad del sistema financiero, y por tanto los ingresos y empleos de todos. Pero no hubo un debate real sobre las características de tal sistema ni sobre la naturaleza fiscal de un proceso opaco y complicado. Ni se examinaron siquiera alternativas adoptadas en otros países ante problemas similares. Algunos, como Estados Unidos, renunciaron a rescatar todos los bancos quebrados, limitándose a salvar los considerados sistémicos y a garantizar los ahorros particulares. Es interesante que los países que sólo rescataron parcialmente a sus bancos salieron de la crisis antes y mejor que España, y sobre todo que la mayoría consiguieron recuperar la totalidad del dinero público empleado, mientras España no ha conseguido recuperar ni el 7%. El coste público ha sido, pues, inmenso.”

INMOVILISMO Y CORRUPCIÓN

El libro, publicado en 2019, no deja pasar el análisis de los últimos y turbulentos tiempos políticos, ya que en perspectiva el todopoderoso Gobierno Rajoy de la mayoría absoluta devino inane para la regeneración o los cambios necesarios, dejando a su vez expedito el camino a Pedro Sánchez y sus apandadores por una escandalosa miopía política.

“El gran error estratégico de la derecha española fue (suele ser) triple: primero, dar por sentado que cualquier problema se desactiva cuando degenera en crónico y rutinario, aburriendo a la opinión pública (el caso de la corrupción, por ejemplo); segundo, creer que la economía resuelve cualquier desafío político porque el dinero lo arregla todo (incluso la secesión de Cataluña); y tercero, evitar las auténticas reformas políticas a toda costa porque pueden ser incontrolables, por ejemplo la necesaria puesta al día de la Constitución (excepto en el desgraciado chantaje internacional de la reforma nocturna del artículo 135).

Esa actitud, reaccionaria en el sentido profundo del término, malogró las oportunidades de aprovechar la crisis económica y política para intentar resolver enquistados problemas económicos, laborales, educativos y constitucionales. Como el perro del hortelano, la complaciente mayoría absoluta del PP ni hizo ni dejó hacer, rechazando en su orgulloso aislamiento mayoritario casi todas las propuestas que no provinieran de su propia factoría. Aún podemos añadir otro error más: jugar a los “aprendices de brujo” manipulando corrientes políticas de fondo a través de sus socios mediáticos, por ejemplo asfixiando a muerte a UPyD y promocionando en cambio a Podemos en las televisiones del duopolio para dividir a la izquierda; un éxito inicial que, a su vez, produjo el error adicional de la promoción de Ciudadanos a costa del propio PP, propiciando la caída de Rajoy en 2018 y la entrega del gobierno a una coalición negativa temeraria.”

Al cabo, cayó Rajoy por una moción de censura a cuenta de la corrupción de su partido, paradójicamente -como gusta de recordar Pío Moa- instrumentalizada por el líder del PSOE, el partido más corrupto de la historia de España y puede que de todo el mundo occidental (sin contar los narcorregímenes bolivarianos, de los que en todo caso son una especie de socios).

“El descubrimiento de la corrupción generada por el bipartidismo imprimió a nuestra acción política un giro decisivo: decidimos que la denuncia integral y la prevención eficaz de la corrupción era la prioridad. El emblema y ejemplo práctico de este compromiso es la serie de querellas que presentamos en los tribunales contra los responsables de los saqueos de las Cajas de Ahorros, y otras actuaciones similares por delitos ante los que la fiscalía permaneció pasiva. Ese combate contra la corrupción institucionalizada aumentó si cabe la inquina contra nosotros, en unos casos quizás por complicidad inconfesable y en otros, tal vez, porque parecía una acusación tácita de pasividad. Los celadores del sistema nos acusaban ahora de ser un partido antisistema (lo que luego se dijo en tono elogioso de Podemos).”

No sólo Podemos, también Cs y ahora Vox, y entremedias los mismos PSOE y PP se avienen a sugerir tal o cual medida reformista, tal o cual sugerencia innovadora o provocativa… suscitadas todas hace ya más de una década por un partido como UPyD que contaba con cuadros muy preparados provenientes de las profesiones liberales y conocedores por tanto de los asuntos sobre los que trataban.

Pero la política española se encontraba y se encuentra todavía mediatizada por completo por ese conglomerado de intereses que los miembros más implicados del partido no cesaron nunca de criticar, aunque a la postre resultase inútil a la hora de vender sus propuestas y logros a una opinión pública para entonces entregada a los cantos de sirena del populismo más ramplón de Podemos (con su “leninismo” y sus “juegos de tronos”, sus guillotinas metafóricas y sus escraches reales como el que protagonizó el mismo Iglesias en la Complutense contra, qué casualidad, la líder de UPyD Rosa Díez).

“El poder del capitalismo de amiguetes es tan aplastante que es legítimo y necesario preguntarse si vivimos en una democracia o en una oligarquía implícita, es decir, en un sistema donde la auténtica igualdad de derechos e iniciativa está reservada a una minoría cerrada y endogámica formada por ciertos círculos políticos y empresariales. En muchas ocasiones, los grandes contratos y decisiones políticas se cerraban no en las instituciones competentes, sino en reservados de restaurantes selectos o en el famoso palco presidencial del Bernabéu, donde el fútbol permitía congregar con naturalidad a políticos, empresarios y periodistas, la jet del capitalismo de amiguetes. En estos lugares, mixtura del Palco Imperial del circo romano con el hotel Corleone de Las Vegas, se amañaban contratos públicos, se repartían beneficios y gabelas, se endosaban pérdidas al erario, se pactaban nombramientos políticos y judiciales, se creaban y destruían reputaciones y carreras. No se trataba de una trama corrupta más, sino de la corrupción sistémica organizada.”

O, como escribió en un artículo en 2014 en El Diario Vasco a cuenta del caso de la empresa Gowex (aparentemente menor, pero de un gran simbolismo):

“El “capitalismo de amiguetes” permite hacer negocios y ganar dinero sin tener especial talento, conocimientos, capital o un gran producto. El secreto es disponer de padrinos políticos e influencias que aseguren al beneficiario una posición de ventaja y privilegio sobre sus posibles rivales, que incluso son expulsados del mercado. A diferencia de lo que pasa en el capitalismo con juego limpio (que existe, y funciona), en la variedad de amiguetes el mercado está intervenido y sometido a reglas diferentes a las escritas: donde la ley dice libre competencia y libre iniciativa, hay protección política a cambio de favores económicos, y viceversa.”

LA LIQUIDACIÓN DE UPYD

Más allá de las cuitas internas ventiladas por los medios, aunque su relevancia noticiosa fuese escasa en la mayoría de los casos en que fue magnificada -sólo “la polémica con Sosa Wagner” pareció liquidar UPyD-, Martínez Gorriarán apunta a una entente de esa tríada de partidos-medios-banca para hostilizar su presencia institucional y pública (mediática), con la creación de la caricatura de “lideresa” para Rosa Díez y sus adjetivos derivados: “autoritaria”, “intransigente”, etc.

“La política real camina sobre tres pies: los partidos políticos, el dinero de los bancos y la publicidad de los medios. En condiciones ideales se supone que los partidos podrán acceder a la financiación legal que necesiten, y también que la actitud de los medios de comunicación será por lo menos neutral. El requisito de la democracia moderna es que la política no esté demasiado condicionada por el dinero, que la política no condicione en exceso la economía, y que los medios de comunicación no interfieran en la libre marcha de política y economía. En realidad las cosas funcionan al revés. Hay hechos materiales tan determinantes como que la libertad de iniciativa política está condicionada, y mucho, por la posibilidad de financiarla, que correrá a cargo de bancos cuyo fin no es la democracia, sino el dividendo de sus accionistas, por lo que financiarán en mejores condiciones a los que mayores favores hagan al negocio. Respecto a los medios, los públicos protegen los intereses de gobierno de turno y los privados compran y venden información para obtener beneficios no sólo materiales, sino favores políticos. Por eso la solvencia financiera y las alianzas mediáticas son mucho más determinantes para hacer política que tener buenas ideas o un desempeño intachable en los cargos públicos.”

Pero también señala el fracaso de la apuesta por la transparencia y la democracia interna de los partidos políticos, aspecto que a fin de cuentas no pareció interesar a nadie en el único que las practicaba -véase si no lo de Podemos, Cs o Vox (por razones y con objetivos distintos)-, así como parece reconocer con la decepción del filósofo que en política no siempre (más bien, rara vez) se impone el discurso o la apelación racional, del mismo modo que no todas las personas decentes valen para la política.

“Lo corriente es que las personas más altruistas aborrezcan las luchas de poder inevitables en el seno de un partido, mientras los interesados se mueven como pez en el agua en ese escenario. Por eso es habitual que los más altruistas se retiren dejando todo a disposición de los más interesados. Los primeros pueden justificar su retirada como prueba y efecto de su desinterés ético por el poder, y los segundos como prueba de su superioridad política sobre los idealistas sin sentido práctico, obligados a retirarse. Lógicamente, al final del proceso habrá más interesados que altruistas. Y entonces o bien los interesados controlarán el partido o, de no conseguirlo, tratarán de romperlo para negociar ventajas personales con los despojos que consigan controlar.”

Por tanto, más allá de la (cierta) operación para diluir UPyD en la formación de Albert Rivera, la fragilidad de UPyD se hizo patente ante la campaña de hostilidad de los medios y los principales partidos del régimen, por fallos propios tanto como por imponderables como la emergencia del movimiento antisistema a lomos de la indignación ciudadana que cobró fuerza a partir del fenómeno del 15-M, y que capitalizó en solitario y hasta hoy (que ha surgido Vox) Pablo Iglesias con su Podemos.

No en vano cita Gorriarán a un tal Margallo -por entonces alguien muy próximo a Rajoy, por lo visto- que le reveló cómo iban a utilizar el “cascanueces” con UPyD, aunque tal vez sea más explícita la denuncia del contubernio de PSOE con PP y otros partidos para ofrecer una solución “confederal” a Cataluña (o sea, a los dirigentes separatistas después del referéndum ilegal de Artur Mas en 2014, contra el que se querelló UPyD) “en una discreta reunión celebrada en Barcelona en septiembre, en el Irish Pub Kitty”:

“Según las fuentes nacionalistas que filtraron la noticia en enero de 2015, asistieron empresarios como Salvador Alemany (Abertis) Juan Echevarría, Joan Castells (presidente de FIATC), Miquel Valls (Cámara de Comercio) y algunos más. También el teniente general de Cataluña Ricardo Álvarez Espejo, el general de la Guardia Civil Ángel Gozalo, y el fiscal jefe de Cataluña Romero de Tejada (que se opuso a la querella contra Mas). Por los partidos asistieron al menos Felipe Puig (CIU), Enric Millo (PP), Miquel Iceta (PSC) y Carina Mejías (Ciudadanos). Una curiosa reunión, cuando menos.”

¿CONCLUSIÓN?

Muchos fueron los factores y varios los conjurados para desactivar la feroz oposición de UPyD a los torticeros nuevos “consensos” del Zapaterismo, mas Gorriarán insiste en su convicción de que el principal factor aglutinador contra UPyD fue su actividad legal contra los implicados en la ruina financiera de las cajas de ahorro:

“Más allá de Cataluña, no me cabe la menor duda de que la decisión que precipitó nuestra caída fue la de querellarnos contra los responsables del saqueo y hundimientos de las Cajas.”

Pero en síntesis fue que los celosos guardianes del régimen se revolvieron contra la única fuerza que pretendía ser alternativa a este estado caduco de cosas, no sólo respecto al tinglado del “capitalismo de amiguetes” sino en lo relativo a los cotos privados de los pretendidos separatistas catalanes o vascos, o a los de los sindicatos y demás lobistas “de clase” o “de género”.

Una experiencia que en cualquier caso es la del “Éxito y fracaso de UPyD”, como subtitula el libro, y deja como legado no meramente unas memorias políticas, sino el clarividente análisis de nuestra actual realidad a través de 50 breves pero densos capítulos, que tiene la virtud de ofrecer una síntesis de la historia política española desde Zapatero (y aun antes) al fin del rajoyismo, en no menor medida que presenta un programa de propuestas ya ensayadas para que otros las realicen con decisión.

A su manera, el autor se declara satisfecho:

“Pese a todo abrimos brecha en el bipartidismo turnante, sacamos a la luz la degeneración insondable del “capitalismo de amiguetes”, demostramos que era posible acabar con los intocables, y probamos con ejemplos que era posible hacer política con principios y decidir con decencia y transparencia. Nada de eso fue suficiente. Pero que otros sean los beneficiarios de nuestro esfuerzo es lo normal en la historia, donde unos abren caminos y otros pasan por ellos. Si estas memorias son útiles a quienes en el futuro pongan en marcha iniciativas políticas para adecentar la democracia, deseo que tengan más suerte y acierto del que tuvimos nosotros. Yo estoy agradecido de haber tenido mi oportunidad y haber contribuido a abrirles paso.”