…se decantan los hechos de imprevisibles consecuencias, posiblemente más a largo que a corto plazo, que las pasadas elecciones catalanas del 14 de febrero no han hecho más que poner sobre el tablero: Cs es un partido zombi, que a derecha y/o a izquierda busca apoyo y orientación para su existencia; la estrategia de dominio de Sánchez (Producciones Redondo) no cuenta más que con un PP jibarizado y un Vox cada vez más fuerte; Casado no se entera de nada.
Pero Isabel Díaz Ayuso, único personaje relevante que le queda al PP con permiso del alcalde Almeida a nivel nacional -Feijóo, a fuerza de galle(gue)ar, a veces parece nomás un Revilla-, ha debido ver muy claro que la jugada ensayada en Murcia (con incierto resultado, ojo) apuntaba más bien a su jaque mate, con el beneplácito de Arrimadas y Casados -pues no en vano ambas “primeras figuras” de Cs y PP respectivamente se ven de continuo rebajados por la presencia emergente o la emergencia en presente continuo que representa la presidente de Madrid-.
Ahora que “El Guapo” Dr.Sánchez no tiene cosa mejor que hacer hasta pasada la Semana Santa, su Goebbels de Donosti le ha de preparar juegos circenses y fuegos de artificio en la suficiente cuantía como para conducir al personal surfeando la “cuarta ola” de la Covid19 desde hoy hasta lo más profundo de julio -total, las Cortes seguirán sin actividad permanente-, cuando sus señorías, entre bostezos, marcharán a sus vacaciones pagadas con la vista puesta en septiembre.
Entonces comenzará la precampaña, con los despojos de Podemos y de Cs y del propio PP acudiendo a la cita electoral sin programa, ni actitud ni posición respecto a nada ni a nadie -Gobierno o Pueblo, electorado o Poder, España o “la demanda social”-, frente a un Sánchez crecido ante la adversidad, como acostumbra, y empujado por la mejora de casi todos los indicadores -porque peor que ahora no los puede tener-, de manera casi idéntica que Abascal y Vox (aunque por motivos diametralmente opuestos).
Nuevas perspectivas de cambio, que sin duda serán bien recibidas por el común porque esclarecerán en buena medida el oscuro panorama político actual -con esa multitud de siglas minoritarias que no acaban de encontrar acomodo o sentido en la dimensión nacional-; pero que arrojarán probablemente una incertidumbre mayor de aquí a medio plazo, al menos en el interior de un PP ya abiertamente dividido entre la consolidación de un poder regional mínimo o la apuesta por un proyecto nacional.
PSOE y Vox, a su manera, tienen una “idea de España”, cosa de la que el Podemos de Pablo Iglesias o el Cs de Rivera, primero, y Arrimadas, después, han carecido siempre: ahí están los resultados de Cataluña. Pero en el PP, como acostumbran, siguen sin enterarse -menos Isabel Díaz Ayuso, claro; por descontado-.