Rechazo de las leyes de reclutamiento

…es lo que cabría mostrar, al ritmo de los Pogues, si por las venas de los españoles corriera algo más que los restos de antiviruses, ansiolíticos, somníferos y posos de alcohol y resto de drogas duras (legales e ilegales) que nos vamos administrando día a día para poder transcurrir en este tiempo de Sánchez y compañía.

Y a despecho de que el protoCaudillo pretenda uniformarnos, con la falsa promesa añadida de que él en persona acaudillará las huestes de la Nueva Solidaridad Socialista, lo cierto es que como un Luis Enrique esquizoide podría provocar exactamente el efecto contrario como reacción en cadena de todo lo que en verdad se opone a sus designios megalómanos.

Pues no me imagino desfilando con marcialidad a todos aquellos que han hecho del disimulo y la discreción -“ahora no toca”, “es mejor dejar las cosas tranquilas”-, o del confort más bien precario y del bienestar fingido -“si digo lo que sé me la juego”, “es que yo tengo familia”-, las bases todas de este sistema de silencios cómplices y cobardías bien remuneradas.

Ni siquiera apetece ya dar más nombres: al final sabrá cada uno qué le reclama su conciencia; pero lo cierto es que entre los que carecen de tal -como el primer psicópata del país, el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, y su adicto Iván Redondo, carente asimismo de escrúpulos de cualquier índole- y los puramente inconscientes de la situación…

“Españoles, la Patria está en peligro: corred a salvarla”, alertaba el afamado bando del alcalde de Móstoles en aquel Mayo Español en que verdaderamente fue la Nación la que se levantó contra el Invasor, y no sólo contra él -que también hubieron de guardarse las élites de la furia popular, de la gente, de los españoles de a pie… hasta que se reunieron de nuevo con ellos-.

Hoy la épica no pasa por sus mejores momentos, pero algo más que la Ayusada y sus tímidas consecuencias posteriores va a hacer falta para galvanizar una vez más a todas esas bases fecundas de la Nación Española que tan sólo están esperando -como en aquel 3 de octubre de 2017 con el discurso del Rey, ahora en apariencia tan remoto- un liderazgo firme y arrojado contra sus enemigos.

La hora es clara, las caretas ya cayeron mucho antes que las mascarillas -con la llegada de Zapatero al Poder en 2004 y su asunción de un “proyecto nuevo” para España, que pasaba por el Tinell y el negociado con la ETA; o lo que es lo mismo: por la exclusión del PP del nuevo régimen que iba a buscar legitimación en la fraudulenta victoria electoral del Frente Popular en 1936-.

El PSOE vuelve otra vez a las andadas prácticamente con los mismos aliados o “compañeros de viaje” que entonces -comunistas y “antisistema” (antaño anarquistas), ERC, PNV… Se trata de esa eterna Guerra Civil que no aceptan perder no ya en el pasado histórico, dado que efectivamente la perdieron, sino en “el Futuro”, último mantra y refugio de absolución para esta escuela de canallas.

No deberán extrañar entonces, de lograr sus propósitos la siniestra entente que nos desgobierna, las manifestaciones masivas de encuadramiento patriótico a lo chino -amenazan, a fin de cuentas, con “requisas de bienes” en la inconstitucional nueva Ley de Seguridad Nacional- a las que concurrirán encandilados nuestros profes de madrasa universitaria, los activos y pasivos del entramado LGQTvoyacontar, y demás caterva parasitaria.

Y al fin puede que todos tengamos lo que en verdad nos merecemos por nuestra pasividad de lustros, impostada o resignada, que tan bien hemos sabido conciliar con un mero nivel de vida poco exigente con cualquier deber cívico o patriótico, pero muy cómoda al fin de poder disponer de horas sin cuento para los consiguientes atracones de series de TV.

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Se trata de la Unidad de España

…como única garante de que -premisa sin la cual no– la Soberanía Nacional existe, esto es: los españoles conformamos el único e indivisible sujeto decisorio sobre el territorio nacional, constituimos el Estado nacional por decisión propia e irreversible, democráticamente… aunque ciertamente no sea así más que sobre el papel (“el papel del 78”), pues que antes de todos nuestros arbitrios y decisiones ya existía no sólo España sino el mismo Estado español, y no precisamente por consenso democrático “de todos” o de “los libres e iguales”.

Por eso rechina tanto el discurso de “la defensa del orden constitucional” practicada por los “constitucionalistas” pata negra con cualquier motivo, como en el caso de los ilegales indultos a los golpistas catalanistas, cuando en rigor el germen de todo separatismo y disgregación de la Soberanía Nacional halla su acomodo en la Constitución del 78 y sus posteriores desarrollos y desarreglos, algo tan patente ahora como entonces, como prueba que todavía se tratase de enmendar el yerro con la LOAPA.

No hubo tal, Pujol mediante y la voluntad tal vez abúlica de un Rey que ya comenzaba a relajar costumbres, dignidad y bragueta a partes iguales, siendo el gran valedor o justificante último de la corrupción sistemática que imprimieron a aquel “régimen constitucional del 78” los Felipe González, Pujol, Arzallus… No hubo tal y, desde entonces, con el leve paréntesis de las legislaturas de Aznar, nos han/hemos encaminado al sinsentido último a que nos abocaba de primeras el redactado nefando de una Ley nunca acabada de interpretar del todo.

Corrupciones todas ellas de largo alcance cuyos últimos coletazos despiden por el espacio público casos de golpismo separatista, evasión fiscal al por mayor, prebendas para condenados por terrorismo, censura de medios públicos y privados, coerción sistemática en centros educativos y universidades, connivencia de los gestores de intereses privados con los dadores del Poder y, en definitiva, todo un espeso manto de compra de voluntades a través de una estrategia de dominio hegemónico que nos ha deparado la España que vivimos hoy.  

Contra todo este estado de cosas haría mucha falta un decente e innovador Partido de Izquierda Nacional, dado que al menos ahora podemos afirmar que contamos con un genuino Partido de Derecha Nacional (Vox), pero hace mucho ya que el nicho electoral o “la ventana de oportunidad” se halla abierto/abierta, de par en par. ¿Ha de servir lo de Colón para la debida conformación de dicha alternativa?

España a deshoras

…tiene estas cosas: que como en cualquier otro periodo de su historia, al coger un momento aislado, da la impresión de que todo está sumido en el caos y la desintegración… cuando en rigor no deja de llamarse España esto que tenemos entre manos los españoles de la hora presente -la única genuinamente vigente-, como desde hace tres milenios.

Precisamente podríamos conmemorar este 2021 los cinco siglos (o medio milenio) de la definitiva reunificación política del Reino (vulgo Estado) de España, aún presente hoy y más aún vigente contra el marasmo dizque “republicano” que conforman -o deforman, más bien- los enemigos todos de España y su constitución tradicional, renovada como legado desde el Cádiz de 1812 para todos los españoles de la actualidad.

En vez de ello, parece reiterativo mentar que el Gobierno que padecemos es puro simulacro, que Sánchez es un presidente enfeudado a socios tan viles como los narcobolivarianos que patrocinan Podemos, las excrecencias fanatizadas del corrupto Pujolismo (de ERC a las CUP) y el partido de la ETA, Bildu-Sortu, con el PNV haciendo de pasante de toda esa siniestra mafia.

Frente a semejante “bloque de investidura”, el PP demediado de Pablo Casado no se ha de recuperar de su falta de liderazgo hasta que no liquide los restos de desafección (y desánimo) hacia España y la Nación Española de su propia formación en regiones como Baleares, Galicia, Valencia, País Vasco y Cataluña, donde hace mucho que se conjura el identitarismo regionalista como una suerte de compensación por el complejo “españolista” de sus miembros.

Sentimientos contradictorios -considerados como tales por sus propios tenedores- que no se dan en los votantes de Vox, convencidos de que España es la que es -la que siempre ha sido- aunque los españoles podamos ser (todavía y de aquí en adelante) de muchas maneras distintas; eso que no ven ni los separatistas ni los empáticos apátridas “terceristas” o “centristas” de la hora, como tampoco los extremistas de la Izquierda que se muestran tan incapaces de defender la España liberal como una España del futuro cohesionada y solidaria.

A la mayoría de nuestros dirigentes políticos y pensadores de mayor fuste del último siglo y medio da la impresión, al menos al tomar casos aislados de nuestra historia -en ocasiones puntuales-, que la realidad de España y la de los españoles, que le es consustancial, le ha pillado a deshoras, con el pie cambiado, “fuera de onda”; cuando a juzgar por el trecho recorrido debiera parecer claro que al final todo tornará a lo mismo de siempre: un acontecer pesado, tal vez cojitranco, con repentinos vuelos de ingenio, que es lo propio nuestro.

Pese a todos los hechos turbulentos, y todas las disensiones internas. Un suceder estático.

En realidad, a nadie le importa mucho España

…más allá de los triunfos de la Selección -“La Roja” en Madrid como en Cataluña- porque cuesta defenderla de sus enemigos, sobre todo aburre defender lo más obvio contra los recurrentes veteroprogres antiespañoles y los racistas separatistas herederos de lo más rancio del casticismo español.

Al cabo, uno acaba en España por ser hereje haga lo que haga y piense lo que piense, debido básicamente al número de aspirantes a inquisidor o a cualquier otro cargo público (o en la empresa cooptada) con eximente de responsabilidad propia: la culpa siempre es de los demás, los agujeros contables se tapan con sobornos o amenazas y lo que importa es estar dispuesto a aceptar el siguiente cargo.

El rastro de servilismo se puede seguir, por tanto, oteando por encima los apellidos de quienes heredan nombre, cargo y nómina en la Política como en la Banca, en la Prensa como en la Cultura, en la Universidad como en la Alta Empresa; con distintos méritos, trayectorias y recursos, por supuesto: pero a fin de cuentas para ir a dar a lo mismo.

No se sabe muy bien a estas alturas si es que el grado de delirio ideológico de nuestras (presuntas) élites conspira para volvernos a todos dementes, fanáticos o aprensivos asustadizos que buscarán ante todo el repliegue sobre sí mismos, pero lo cierto es que son muchos años aumentando la apuesta por la quiebra institucional y socioeconómica de España para que la jugada no tenga tremendas consecuencias.

Cuando en cualquier tramo de calle uno sorprende conversaciones -entre jubilados, o entre barrenderos, o entre encorbatados- que reiteran “Esto es una dictadura” probablemente pueda excusarse en que “la gente” exagera, o con el socorrido “nos estamos (¡nos están!) volviendo locos”; pero el río suena porque la realidad supera las impresiones de los diarios y los falsos destellos televisivos.

La quiebra de España es moral, desde hace décadas: la Nación no reposa sobre nada, ni los españoles de la hora -ignorantes para empezar de sus propias Historia, costumbres y geografía- reconocen apenas los símbolos nacionales como tales. Ahora se presenta la quiebra institucional casi a la par, definitivamente, que la económica. Pero ninguna de ellas se pudiera haber dado con unos sólidos cimientos constitucionales.

Algo que valdría definir como “espejismo del 78”, al menos para que de una vez por todas nos atrevamos a encarar los graves problemas presentes de la Nación sin la camisa de fuerza de la ilusión de ese pasado añorado. Está en juego el futuro, que desde luego realizamos con nuestras apuestas de presente y nadie puede determinar para nosotros.

Es hora de empezar a crear esa España que nos importe a todos.