El argumento de que Rusia es víctima

…resulta chocante, cuando se habla del expansionismo de la OTAN -Pío Moa, entre nosotros-, porque basta echar un vistazo al mapa, sobre todo si es esférico, para comprobar que difícilmente puede ser rodeado por la OTAN el país más inmenso del mundo, con multitud de bases navales con salida a los principales océanos del planeta, aun si se diera el caso de bloqueo turco hacia el Mediterráneo y quedara asimismo cerrado el Báltico -¿pero no es acaso Rusia desde siempre, antes de la URSS, la que ha amenazado a las naciones bálticas y a Finlandia?-.

Pues Rusia por el Este tiene acceso al Pacífico por el Ártico y por el Mar del Japón, que no resulta una amenaza para nadie desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Al sureste limita con China -¿acaso es su enemigo declarado?- y al sur con unas repúblicas centroasiáticas en las que se mantiene la esfera de influencia de tiempos soviéticos, como Kazajstán; su acceso al Mediterráneo podría obtenerlo gracias a su alianza de facto con Siria, ¿pero acaso la Turquía de Erdogan le ha supuesto algún tipo de amenaza a Putin hasta la fecha?

Pretender que Ucrania es el agresor por una política gubernamental “antirrusa” es plagiar los argumentos del tirano Putin, que no es que sea presentado así por la “propaganda USA”, es que se ha comportado así desde que llegó al Kremlin, y no en vano los asesinatos perpetrados desde entonces contra periodistas, opositores y activistas de los derechos humanos se han convertido en moneda corriente con la que paga el exKGB a los “traidores” y “vendidos”.

¿Pero vendidos a quién, si puede saberse? Navalni fue envenenado a instancias de Putin, como Skripal o Litvinenko, sólo que aquél no era un espía disidente al que otro camarada le ajustaba las cuentas, sino el líder de un partido político democrático que también promete lo mejor para Rusia, pero no a través de alimentar los peores sentimientos y rencores xenófobos, victimismos de los que se retroalimenta Putin revestido de sus particulares galas zaristo-estalinistas.

HISTORIA A LA CARTA

Porque ha sido Putin el que no ha perdido la oportunidad de conmemorar a la soviética el papel triunfal de una URSS dirigida con puño de hierro por Stalin, porque derrotó finalmente a los nazis, mientras enlaza con naturalidad la epopeya medieval del Rus de Kiev -fundado por vikingos Varegos, ¡luego suecos!- con las grandes gestas antinapoleónicas y la Guerra de Liberación para la que Stalin no dudó en apelar a los nobles sentimientos por la “Madre Rusia”.

Ahora resulta que hay que deslindar ciertos horrores de la Historia reciente, como el Holodomor perpetrado por ese mismo Stalin que glorifica Putin, según la ideología -¡fueron los comunistas, no los rusos!- y no la nacionalidad, pero entonces cabe admitir que los ucranianos “antirrusos” hagan lo mismo pero a la inversa -¡fueron los rusos, no los comunistas!-, aunque les valga también la síntesis: “fueron comunistas, rusos y ucranianos”. Sobre todo frente a Putin.

Porque a fin de cuentas las afinidades sentimentales son claras, cuando los ucranianos tachados de “nazis” quieren entrar en la Unión Europea, y los nazis “internacionalistas” (¡antiglobalización!) de medio mundo quieren liquidarla -y se encuentran a gusto con Putin-, y los “prorrusos” en Ucrania, ya sea por “antinazismo” -“no son antirrusos, son pronazis“- o por nostalgia de los tiempos comunistas, quieren volver al seno de la Gran Madre Soviética.

Que obviamente siempre fue Rusia, la sucesora del anterior Estado zarista, extendido por doquier con el recurso esencial a la Policía política asimismo heredada del antiguo régimen. Sin Rusia, el más terrible Imperialismo que haya conocido la Historia no hubiera sido posible, porque no hubiera existido siquiera la URSS. Desde Rusia se extendió su pestífera esencia por todo el mundo, como un virus, gracias a los adelantos introducidos por Lenin, Trotsky y otros.

RUSIA SE EXPANDE DESDE HACE MIL AÑOS

Pero mientras que a Alemania se le ha cargado el Holocausto de manera inmisericorde -y con muy justas razones- desde hace ocho décadas, a la implosión de la URSS no siguió ningún Núremberg, por lo que no es de extrañar que Rusia, o la sociedad rusa que otorgó el Poder a Putin y ha decidido mantenerlo en él hasta la fecha, decidiera que lo mejor para mirar al futuro era convertir a Rusia en la principal víctima de la URSS, limpia de polvo y paja.

En todo caso, por mucho que haya quienes entiendan/entendamos cierto sentimiento de humillación de una importante parte de los rusos por lo que juzgan una incomprensión algo injusta de la Rusia postsoviética por parte de Occidente, la única política de Putin desde que llegó a la Presidencia en 1999 ha sido la de expandir las zonas de influencia de Rusia, más allá incluso de los límites anteriores a la Gran Guerra.

Primero se ocupó Putin de Chechenia, cuya capital Grozni fue objeto de bombardeos contra la población civil como ahora Kiev y las demás ciudades ucranianas, aparte de la política criminal de guerra que incluía la tortura y la violación de civiles. Luego siguieron Ingushetia y Daguestán, repúblicas caucásicas, antes de la intervención militar rusa en Georgia, todo ello para 2009. ¿De verdad en todo este tiempo la OTAN ha representado una amenaza para Putin?

Y de nuevo, si echamos una mirada al globo, comprobaremos que la política de alianzas de la Rusia de Putin desde 1999 a hoy no ha sido precisamente prooccidental, sino de refuerzo de sus antaño aliados de la hora soviética: de Irán a Siria, de Cuba a Venezuela, con ejercicios militares conjuntos cada tanto con China, que tiene su propio plan de expansión imperialista aunque tal vez, y por culpa de la agresión de Putin, ahora sea a largo, cuando convenga, con paciencia confuciana.

CONCLUSIÓN: PUTIN ES CULPABLE

El régimen de Putin es culpable como agresor de una potencia sin mediar amenaza bélica alguna por parte de ésta, y así ha de ser considerado por la ONU y por el conjunto de las naciones soberanas del mundo. Pero, ¿hasta qué punto es Rusia culpable ahora mismo de los dislates despóticos de su “presidente electo”? Para los que entienden/entendemos que Putin es un tirano, la heroicidad requerida en Rusia para plantarle cara raya en la conducta suicida.

Pero, ¿qué hay de los que piensan que este nuevo Napoleón eslavo viene a la Cruzada por los Eternos Valores Morales de la Familia, la Patria y la Religión? ¿De veras entienden ellos que el pueblo ruso o la sociedad rusa está con la política del caudillo imperialista Putin? ¿De qué entonces la necesidad de reprimir por miles a los propios ciudadanos rusos que se manifiestan por las calles?

¿Qué entienden algunos, exactamente, con lo de que “Rusia es la víctima” o “Rusia está amenazada”, exactamente? ¿Qué Rusia: sus gentes o la imagen de estampita que tienen algunos de las patrias? Y en cuanto a Putin, que no está loco: ¿qué tiene para ofrecer a los rusos si pierde la guerra? Nada. ¿Y si gana? Nada, o muy poco. Luego como la rata, de verse él -no Rusia, sino su tirano- acorralado, es cuando más peligroso se tornará.

El momento es tremendamente delicado, y se trata de algo de lo que se podría hablar durante años -si tuviéramos tanto tiempo-, porque a fin de cuentas es el fin definitivo del Orden nacido de la Alianza de USA y URSS contra Alemania y Japón durante la SGM a lo que nos enfrentamos, y que sólo la Guerra parece capaz de simplificar decisivamente. Ahora bien, si no cabe encontrarle salida a Putin, deberá quedar claro que sí la hay para Rusia. Pese a todo.

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El Fascismo es Socialismo darwinista

…si bien el Socialismo marxista es darwinista en sí, lo que da una idea de lo imbuida que quedó la intelligentsia europea a lo largo del siglo XIX (e incluso después) de las teorías de Charles Darwin sobre el origen y evolución de las especies, ampliamente tergiversadas por unos y otros para dar pie a disparatadas cosmovisiones ideológicas como las de Lenin, Mussolini o Hitler.

Básicamente, la concepción paneslavista de los nihilistas finiseculares entendía que a la vanguardia del pueblo ruso, durante siglos oprimido por el Zar y la Iglesia ortodoxa, debían situarse los intelectuales, artistas y hombres de ciencia, cuyos privilegios sólo eran posibles debido al sacrificio histórico de las clases bajas, especialmente el campesinado por representar a la gran masa servil de la Santa Madre Rusia.

Su darwinismo, por tanto, concebía que un selecto grupo de hombres (y mujeres) avanzados podían y debían sacrificarse, incluso físicamente -a través del terrorismo ciertamente suicida que practicaban contra el Zar y sus próximos-, por mor de redimirse de su culpa y redimir también al ignorante y servil Pueblo de su condena impuesta por el oscurantismo del régimen.

LA SELECCIÓN NATURAL DE LAS NACIONES

Una visión que Lenin despreciará, en un desplazamiento de esta cosmovisión en buena medida romántica a fin de abrazar el “socialismo científico” de Marx, que desde luego el mismo Vladimir Ílich Uliánov se encargaría de adaptar a cada circunstancia de su singular trayectoria vital y moral hasta alcanzar el Poder en la Rusia de los Soviets. El marxismo-leninismo es, por tanto, específicamente un Socialismo darwinista.

Mussolini a su vez aprovecha lo que aprovecha de los bolcheviques: su audacia violenta o su violencia audaz; pero constante, persistente, parte esencial de todo lo que articula la estrategia y permite actuar y hacerse presente y expansivo al movimiento, que nunca se detiene en pos de alcanzar sus objetivos -hoy son fórmulas tan manidas entre los profesionales de la Publicidad (medios, márketing) que no reparamos en su chirriante originalidad fascista: “Vamos a ganar la batalla contra el coronavirus”, por ejemplo, eslogan propio de un Musso-.

Y tiene la teoría de que las Naciones -cada Nación como un todo orgánico pero único- han de luchar o competir entre ellas para demostrar su condición, su superioridad, lo que representa un movimiento natural de la especie humana en pos de allanar el futuro para su propia prole. Queda por tanto excluida la “lucha de clases”, aunque cabría matizarlo en el caso de Mussolini, de vocación socialista, que instaura -y se trata del rasgo más representativo y sintomático del Fascismo, aparte de su desprecio a las instituciones y formas democráticas- el “diálogo social” como forma de solucionar las disputas entre patrones y trabajadores.

Y no le fue mal al caudillo italiano, verdadero padre de la Italia que conocemos, pues gobernó sin mayores traumas durante dos décadas que le brindaron el favor de la opinión pública en general (de Churchill a Miguel Primo de Rivera, pasando por Baroja o Valle-Inclán), en toda Europa, de Izquierda a Derecha… hasta que se dejó arrastrar por Hitler a la Segunda Guerra Mundial en una nefasta decisión producto del rechazo británico a su mediación con propuestas de paz.

EL NAZISMO OSCURECE LA COMPRENSIÓN DEL COMUNISMO

Pese a que Lenin y Hitler pueden (y deberían) ser considerados gemelos morales, cuando en rigor sus similares fines eugenésicos han quedado expresados en multitud de documentos, actos registrados, leyes ad hoc y un sinfín de declaraciones públicas y privadas -muy recomendable al respecto consultar el segundo y tercer volumen de la trilogía Los enemigos del comercio de Antonio Escohotado-, los nazis quedarán siempre estigmatizados por el Mal frente a los comunistas, en gran medida por la victoria inapelable de la URSS en la IIGM, en parte porque se vanagloriaban de la perversidad que como superhombres podían permitirse respecto a sus víctimas.

Pero precisamente por esto el comunismo es más dañino y por tanto más peligroso que el nazismo, a cuyos adeptos se les ve por lo general venir a kilómetros de distancia: porque el Comunismo dice representar el Bien de la comunión fraterna de todos los hombres en esta vida y en este mundo, renunciando de antemano a la Promesa del Paraíso, una vez superada la sociedad clasista y desaparecido el mismo Estado; mientras que los nazis proclaman la inevitabilidad de un Imperio mundial dirigido por los más aptos de “la Raza de los Señores”, que gobernarían a la especie humana con un riguroso manual de jerarquía racista.

Bolcheviques (esto es, leninistas: como nuestro vicepresidente Pablo Iglesias), fascistas mussolinianos (dudosamente Trump, o Abascal) y nazis (los abertzales etarras, sin ir más lejos) comparten esas raíces intelectuales producto de una mala digestión de Darwin, Marx y Nietzsche, para dar al fin con el decantado de lo que hoy día denominamos Totalitarismo.

Sólo que persiste la errónea creencia de que los regímenes totalitarios son producto a su vez del Estado asaltado por los totalitarios cuando, en realidad, se fundan y cimentan en una sociedad ya entregada a la ideología totalitaria que permite fácilmente -porque la legitima- la toma del Poder incluso violenta (nunca democrática) de los defensores del Socialismo darwinista en cualquiera de sus múltiples variantes.

TODO ESPAÑOL ES FACHA

Todo Fascismo es de Izquierda, en cuanto que se trata de otro Socialismo (darwinista) más, que apela al Colectivo (nacional, en su caso) y pretende del Estado que sea la herramienta de “construcción” o proyección de la totalidad social, en liza con los demás estados de las demás naciones. Como comunistas o nazis, los fascistas parten de uno y diversos victimismos para justificar sus demandas iracundas, sus exigencias (universales, eternas) de reparación, su sed de Justicia y prontamente de sangre.

Por supuesto, en España se emplea el método victimista para denigrar a la Derecha o el mero españolismo, a través de la eviterna, omnímoda y omnipresente acusación de “facha” -que según qué provincias es sinónimo estricto de “español”-. Pero la verdad es que son los autodenominados “Antifascistas” los que son nazis, fascistas y/o comunistas; los socialistas darwinistas que aspiran a gobernar como “Vanguardia (intelectual, moral, política, ¡económica!) del oprimido Pueblo” a sus conciudadanos, a los que pretenderán pronto marcar como ganado antes de decidir sobre su suerte.

Ahora tenemos elecciones al parlamento-farsa que sólo existe para justificar a su vez un “gobierno vasco” o “de Euskadi”, cuando cada provincia tiene su propio parlamento con gobierno y hasta Hacienda Foral incluida -lo que cuenta-; un parlamento de 75 miembros a tercio de ellos por provincia, como si esto pudiera ser en cualquier circunstancia tomado por algo remotamente democrático; un parlamento donde lo usual en los últimos años es el Consenso para aprobar los presupuestos -y que el dinero fluya a los acostumbrados beneficiarios del régimen del PNV-.

Y pretenden que la Amenaza se llama Vox, la “Extrema Derecha”, los “herederos del Franquismo” y de aquellos que, según la candidata de la ETA institucionalizada, Maddi Iriarte, “nos arrebataron nuestros derechos como Pueblo” -sintagma que tantas veces pronunció Hitler cuando lo suyo, en distintos grados de histerismo-. Por un momento, al leer sus declaraciones, he pensado que se refería a los navarros que se bajaron a Guipúzcoa y Vizcaya a liberar la Sagrada Tierra Vasca de las hordas rojas del Frente Popular.

CONCLUSIÓN

Pero claro, esto sería tanto como reconocer que los “enemigos del Pueblo” son los bisabuelos y abuelos de todos los abertzales de la hora y de la inmensa mayoría del resto de los vascos… y el Fascismo se sustenta sobra la liquidación de las contradicciones para imponer el retrato del Enemigo contra el que movilizar al Pueblo; así como el Marxismo postula -y ¡cómo se jactan sus seguidores de ello!- “desatar todas las contradicciones” en el Enemigo -como el Fascismo, el Marxismo no conoce adversarios y no toma rehenes-.

De ahí que muchos (en partidos, en medios, en asociaciones, a título particular) ya no puedan condenar las acciones etarras contra representantes elegidos democráticamente por los ciudadanos, caso de los de Vox, puesto que sería tanto como romper solidariamente el “cordón sanitario contra la extrema derecha” que es básicamente la razón de ser (legitimadora) del actual Ejecutivo Divisivo, aunque bastante dividido, de Pedro Sánchez y sus cuates: una banda de fascistas, comunistas y nazis amparados turbiamente a la sombra del marbete “Antifascista”.