La mascarada no tiene fin

…y por eso, dos años después del inicio de la pandemia coronavírica que los negacionistas del Gobierno se empeñaron en ignorar hasta que ya fue demasiado tarde, nos quieren de nuevo embozados, amordazados, a instancias de los socios separatistas del Ejecutivo del fraudulento Doctor Sánchez, ERC y PNV, que no saben qué hacer con sus competencias ahora que por vez primera tenían la oportunidad de comportarse como un gobierno de verdad.

Nos quieren con el barbijo aunque sea de babero, después de que no haya habido restricción ninguna al acabar el verano y se hayan sucedido conciertos masivos, maratones de miles de participantes, puentes festivos y los partidos incesantes de la Liga, con los estadios sin límite de aforo, aunque de nuevo haya que insistir en que los contagios se producen mayoritariamente en el puesto de trabajo o en el seno del propio hogar.

Para el caso da igual, dan lo mismo los altos índices de vacunación en España, porque se trata de aparentar que hacen algo por nuestro bien los partidos que, viniendo de celebrar mítines multitudinarios este fin de semana, ahora abogan por prohibirnos la reunión de más de diez personas. Ciertamente, en muy poco deben considerar a sus simpatizantes y afiliados: cualquiera de nosotros vale por cientos de los suyos, a juzgar por las cifras y las proporciones.

Pero se trata de prohibir, no sólo de aparentar: Apariencia y Poder como origen y producto todo del Gobierno Sánchez y de sus adláteres, que se muestran dispuestos a aplicar las medidas más extremas siempre que se ejecuten en nombre de otro, por ejemplo “Madrid” (por no mentar España), y todo para “luchar contra un virus” invisible y todavía no del todo comprendido por los científicos en sus fases y grados de mutación.

Contra lo que no les compete, porque sin información adecuada ninguna de sus medidas restrictivas resulta útil, desde luego se muestran tremendamente concernidos nuestros trasuntos de gobernantes, pero contra lo que de verdad debieran imponer su autoridad y la aplicación rigurosa de las leyes se muestran inermes, indiferentes, tibios o directamente cómplices: desde las algaradas de los separatistas catalanes a las asechanzas de los etarras.

Un bozal es lo que preferirían ponernos, no sé si a todos, para que no sigamos refiriendo las peripecias ridículas pero criminales de este Gobierno del PSOE con el Doctor Fraude a la cabeza, más sus socios bolivarianos de Podemos, apoyado por la ETA, los golpistas catalanes y el demediado PNV del mustio Urkullu, que pacta presupuestos -luego parte de su proyecto político- con los tradicionales representantes de los asesinos (todos ellos, al cabo, abertzales).

Todo vale para este Gobierno, porque todo le da igual a Sánchez: mascarillas lo mismo contra el coronavirus que contra el hedor a cadaverina que desprenden sus pactos, todos ellos encaminados al asesinato de los principios constitucionales y de la misma Nación que se supone que ordenan, todo ello para encaramarse al Poder como última ratio, todo ello de la mano de los enemigos de España, de sus gentes y de la democracia.

Ojalá 2022 sea la tumba del Sanchismo.

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Un Gobierno de la Mentira

…o que no titubea a la hora de recurrir a la mentira como uno de sus recursos fundamentales para sostenerse corre el riesgo cierto de ser percibido como una mentira de Gobierno, puro simulacro, después de algún tiempo en que su mentirosa acción política ha quedado al descubierto como tal en uno otro trance, en este o en otro momento.

Y ello pese al denodado esfuerzo por aparentar -la producción y proyección de eslóganes y  futuros seriados para cada cual- que el Gobierno tiene un programa de progreso para el bienestar generalizado de los ciudadanos, cuando obviamente los damnificados se multiplican por las cesiones constantes que debe hacer un individuo a todos sus acreedores políticos para retener el Poder…

Así con Sánchez y su ministra de Sanidad ahora que por fin parecen querer coordinar las medidas para enfrentar la pandemia de Covid19, a unas alturas en que ya no se les necesita ni se les demanda apenas nada por parte de los ciudadanos y/o de los gobiernos regionales: que simplemente deje hacer; que el Gobierno no se inmiscuya en ningún ámbito; que nos deje en paz por favor.

Es lógico en consecuencia el tono desabrido del Gobierno Sánchez, desde el punto de vista de que la percepción generalizada entre los españoles es que la vacunación transcurre a su ritmo pero sin pausa, gracias no al Gobierno sino a su pesar -su confusionismo, su inhibición y su intervención a partes iguales, pero siempre a destiempo, mal, de manera tan improvisada como intempestiva-.

Por lo que ya no queda sino llegar a septiembre, mirar en derredor los decrecientes estragos del “virus chino” y tratar de recomenzar la vida normal con el nuevo curso, que se prevé aciago para los más aunque el Gobierno ya prepare nuevos escándalos (propios y ajenos), crisis políticas y persecuciones a los disidentes como no se vieron en siglos por estos lares.

A fin de cuentas, hablamos de esa banda de bribones liderada por un tal Sánchez, armario de luna y tonto con ventanas a la calle que en cualquier película clásica de cine negro no pasaría de segundo o tercer escolta-matón del peligroso capo de turno. Pero aquí resulta que no sale Edward G.Robinson, sino Ábalos, o Redondo, y ambos como subalternos, lo cual es decididamente como para echarse a temblar.

Como recordatorio, baste indicar que el susodicho presidente del Gobierno se pasó por el Memorial de las Víctimas del Terrorismo y visitó la recreación del “zulo” de Ortega Lara, presidente a su vez de un partido como Vox al que Sánchez considera peor que a los representantes de sus secuestradores, gracias a los cuales se hizo con el Poder este mentiroso patológico.  

Sin embargo nada de esto podría importar ya -¡a estas alturas de junio!- cuando los españoles nos hemos vuelto a ir de vacaciones (como el año pasado por estas mismas fechas) sin que nada más importe. ¿O será tal vez que llevamos más de cuarenta años de “vacaciones democráticas” pagadas a escote o por el Estado?

La clave del despotismo de Sánchez (y de la casta política en general) radica exactamente ahí: en el escapismo voluntario de los ciudadanos.

Aprovechando este tiempo de recogimiento

…y reflexión de la Semana Santa, uno echa la vista atrás -no mucho atrás tampoco, sólo lo justo y necesario- y se encuentra con algunas respuestas a las graves cuestiones de nuestro tiempo (ésas que parecen difuminadas u ocultadas por el patético bombardeo por TV de cotilleo, sexo basura y fútbol) que vienen a señalar lo que debiera ser evidente por sí mismo a la vista de todos: este Gobierno es culpable, y deben pagar por ello Sánchez y varios de sus ministros.

Así que un año y más de cienmil muertos después -que se dice pronto, aunque los muertos no se cuentan tan rápidamente- tenemos al chulo Dr.Sánchez “El Guapo”, el plagiario, mentiroso y psicopático presunto presidente del Gobierno-simulacro que padecemos los españoles, dispuesto a infringir sus propias leyes para irse de vacaciones como si no hubiera (ciertamente) un mañana, como ya hiciera en verano en lo peor de la “segunda ola” de la pandemia de Covid19.

Entonces decidió -o lo hizo por él el primer pelota del Reino, un tal Redondo- que la culpa sería transferida a los ciudadanos y la responsabilidad a los gobiernos de las comunidades autónomas, elevándose por descontado a sí mismo a una Presidencia irreal de la España republicana y federal que jamás vieron los siglos, todo para significar su poder omnímodo y al par su inocencia irresponsable hasta el final, ¡contradicción insoluble! Todo al cabo para dejar al descubierto involuntariamente la maltrecha situación de este improbable régimen democrático.

No puede ser que el responsable por imprevisión, negligencia y corrupción junto a sus Illa y Simón, Ábalos, Marlaska e Iglesias -que no han hecho otra cosa que mentir, difamar, vetar, perseguir, reprimir, malversar y finalmente abandonar el campo desolado lleno de cadáveres, hogares desintegrados y familias en la ruina-, se vayan de rositas por la cobardía extrema de unos togados serviles, prevaricadores, pagados de sí mismos… que están abonando el desprestigio de la Administración de Justicia hasta niveles africanos.

Los ciudadanos de a pie, que no somos la chusma estúpida que pastorea Iglesias, ni la hez abotargada moral y físicamente que vota PSOE como quien llena el buche de langostinos -antes eran gachas, fíjense en un Ábalos de la vida-, comenzamos a sentir un hartazgo tal que no será ya fácil convencernos de que Sánchez trabaja por otra cosa que no sea mantenerse en el Poder (con su mujer, sus coleguitos del Cole y los adictos de ocasión) así arda el mismo Infierno.

Y, buena es esta hora más que cualquier otra posterior, será cuestión de comenzar a alimentar las fogatas para cuando ese tiempo necesario y purificador se presente: será tal vez en las fallas valencianas de 2022, pero será. Sánchez arderá en efigie junto a varios de los más conspicuos representantes de su Gobierno (ya citados), y esperemos que sea conclusión o al menos preludio de lo que les espera a todos ellos de aquí a muy poco, cuando las urnas hablen precisamente para sofocar los incendios en las calles.

Hacia el primer aniversario de la masacre

…por la Covid19 en nuestro país encaminamos nuestros días pesarosos, habida cuenta de que, lejos de haber resultado procesado el Gobierno en la figura de varios de sus más conspicuos ministros (desde el presidente Sánchez al vicepresidente Iglesias, pasando por Illa, Ábalos y Grande Marlaska), los tenemos todavía dando lecciones de moral y buenas prácticas aunque no hayan valido hasta la fecha ni para prevenir y preservar, ni para curar y remediar.

Tenemos a uno de los gobiernos más ineficaces, nepotistas e incompetentes del mundo entero, cosa probada en la nefasta -de negligencia criminal son los cargos- gestión de la pandemia en España, y de sus repercusiones económicas, y todavía les sobra tiempo para continuar con su proyecto ideológico de leyes “de género”, puramente voluntaristas, aparejadas al maná de las subvenciones a lo “integrador”, “multicultural”, “trans”, “ecológico” y “digital”.

Todo very smart fandango, aunque no resulte serio para ningún sistema democrático erigido sobre la convicción de una media intelectual de la ciudadanía lo suficientemente elevada como para hacerse cargo de lo que es cierto y de lo que no pasa de farsa o carnaval, como el nuevo 8-M que preparan las que debieran haber sido también imputadas por su responsabilidad criminal en la expansión mortífera del coronavirus en Madrid y otras ciudades españolas.

Esta chusma sectaria y despótica de Podemos, que no deja de ser equiparable a la de sus socios socialistas en el Gobierno de la Nación, por mucho que Calviño o Robles conserven aún la facultad señoritista de hacer respingos con la nariz o con el tono de voz, hace mucho tiempo que debiera haber sido acallada por sus pares de los otros partidos aunque fuera menester una larga tanda de bofetadas.

Lo que antes se hacía con la vista puesta en que los críos no acabasen en el cadalso, vaya; sólo que ahora no hay cadalso sino tribuna pública, bien remunerada además, y si no que se lo cuenten a tanto viejo asesino de la Extrema (ETA, ERC, UPG, FRAP) reciclado como profesor, tertuliano de TV o agitador sindical. Pablo Hasél sólo tendrá que esperar a la primera concesión de la condicional para que lo entreviste Évole, por poner el ejemplo más claro.

Y en éstas estamos y seguiremos mientras parte de la Derecha institucionalizada se dedique a traicionar todos sus principios y a la base electoral que ha permitido durante décadas consolidar una marca y una estructura con miles de empleados y cientos de miles de seguidores. Los tiempos ya cambiaron, en todas partes y de manera radical, para entender que la política es proyecto en acción constantemente retransmitido por TV y redes.

Lo que no obsta para que, a la postre, el mero recuerdo de los datos, los hechos y los nombres, cuando se es persistente y corajudo, y con tenacidad se busca la mejor manera de que todo lo que consideramos como verdadero y mostrable y denunciable salga a la luz, y se difunda y se entienda por el común, sea el fundamento mejor para la mejor política y la mejor ciudadanía, frente a quienes han hecho un escudo de la irresponsabilidad, el frentismo, la mentira y la opacidad.

Porque a un año vista de la emergencia nacional que ha supuesto la pandemia de Covid19, se hace más necesario que nunca pasar revista de los muertos y de los vivos, de los que estuvieron a la altura y de los que se escabulleron de la escena haciendo dejación de sus funciones, de los que cumpliendo con su deber se quedaron por el camino y de los que, por el contrario, rehuyendo el suyo se mantienen aún en el machito gracias a la confusión inducida.

Iceta, el que faltaba en la fiesta

…desmadrada de la “confederalización” de España perpetrada desde hace años por el Separatismo (singularmente el catalanista) en comandita con la Izquierda desnortada de este país, PSOE y restos socialdemócratas varios, que siguen creyendo en las majaderías de Ortega y Azaña sobre la “conllevancia” o la necesidad de bombardear Cataluña cada ¿cuarenta años?

Depende del humor del momento, parece claro: pero fue durante el mando de Espartero y durante la II República -con Lerroux al frente del Gobierno- cuando se bombardeó Barcelona, antes de que faltaran calles en la ciudad condal para recibir a los voluntarios del Tercio de Montserrat -o a los divisionarios devueltos por la URSS a principios de los 50-, si bien fue asimismo multitudinario el funeral de Buenaventura Durruti, que desde luego no era catalán (ni mucho menos catalanista).

Tampoco Iceta, señorito de origen vasco con un CV de cuatro décadas en el PSC, pero qué más dará el abolengo racial -cuando Junqueras presume de ADN más similar al “francés” que al “español”- cuando tampoco el bienamado José Luis Núñez era oriundo de Cataluña -ni un Carod Rovira, pongamos por caso-, ni tampoco hunden sus raíces en la tierra los Guardiola, Jorge Javier o Rufián. Lo suyo, como en el caso vasco, es la voluntad de ser, eso tan manido y tan anticuado.

Por lo que ahora tenemos una sustitución modélica en el Gobierno del depravado Pedro Sánchez, quien no contento con fomentar el marasmo interinstitucional a cuenta de la pandemia -con todas las CCAA operando por su cuenta y riesgo, en lo que les dejan, y compitiendo entre ellas sólo para lo peor, para establecer las comparaciones ventajistas y vergonzantes, y reasignar los agravios en referencia a las nuevas dádivas del Gobierno (presupuestarias, competenciales, sanitarias como la distribución de las vacunas)- se lleva a Madrid al marasmo en sí que es Iceta, bueno sólo para la traición a la Nación y sus leyes.

Menos mal que la jugada, tan chusca como para parecer un mero intercambio de cargos y papeles en el seno del PSOE (más que una debida crisis de Gobierno con el relevo de un ministro fallido por otro del que se espera una mejor adecuación a la tarea), no saldrá como se espera ni en Cataluña -donde Illa fracasará más por la inanidad de su alternativa que por su negligente gestión de la pandemia- ni en Madrid, donde el aparatchik que nunca ha dejado de ser Iceta se encontrará con ese esperpento de gabinete PSOE-Podemos peor que una jaula de grillos.

No es improbable que, viendo semejante panorama, decida centrarse desde Administraciones Públicas en el proyecto de autodeterminación forzosa para Cataluña -con la coartada mayúscula de la “cogobernanza” que exalta y de la que presume Sánchez, cuando sólo es su respuesta a cualquier tipo de imputación de responsabilidades por la catastrófica gestión de la pandemia en España-, puesto que poco podrá aportar al ya de por sí delirante discurso oficial sobre la organización territorial del Estado.

Calculaba este prohombre que los catalanistas sólo necesitaban una década para hacerse con todo el control de la situación -de las mentes incluidas- en Cataluña en aras de la secesión, así que el resto de la legislatura se le debiera presentar como los últimos años antes de la independencia de esa patria suya en la que aspira a pintar algo el día de mañana, “cuando suceda”.

Y es que, a despecho de habernos librado de otro nefasto tonto más con el único pedigrí de ser un catalán catalanista, caso de Salvador Illa, nos brindan un ministro vocacionalmente racista para consolidar y ahondar la debacle constitucional española. Este Sánchez es todo un villano.

Una estrategia drástica contra el coronavirus

…pasa por un nuevo enfoque de las restricciones, que no debieran ser apenas generalizadas sino aplicarse quirúrgicamente y no ya tanto por barrios o por “espacios” -aulas, bares, comercios y centros de esparcimiento cultural- más que circunscritas a los grupos de población más vulnerables: los mayores de 70 años.

Se trata por tanto de facilitar las actividades ociosas de los jubilados, en zonas horarias concretas del día, mientras el resto de la población puede dedicarse a sus menesteres -trabajo o estudio-, aun si persisten obligadamente ciertas restricciones de aforo, de prevención (como las mascarillas) o de seguridad (tests en origen en los aeropuertos, etc.); así ha de ser para todos en lo venidero, como aconteció en muchos casos después de los atentados del 11-S.

Pero el enfoque nuevo radica en la salvaguarda de nuestros mayores, tal como debió ser entendido desde el principio, cuando las cifras primeras de mortandad arrojaban una letalidad por la Covid19 del 10% para mayores de 80 años y del 5% para mayores de 70, deparando de media tasas de entre el 0,6% y el 1,2%, en ningún caso superiores a las de las gripes más virulentas y desde luego inferiores a las de la “gripe aviar” o el MERS.

En vez de repensar las medidas más extremas para mejor tratar de preservar a esa amplia capa de población en los países occidentales conocida como “Tercera edad” -factor esencial del consumo interno y, después de la crisis de 2008, genuino “factor de sostenibilidad” de las familias y de la misma “bolsa” de desempleados- las intermitentes prohibiciones de tal o cual actividad, espectáculo o festejo nada solucionan de veras… a la espera de la inmunización total.

Y, mientras tanto, se disparan las líneas de colores en las distintas gráficas de contagios, internados (camas ocupadas) y decesos, que se suman a las de quiebras, despidos, deudas y morosos, en un maremágnum de incomprensiones vinculadas que puede remover las entrañas de las sociedades hasta desfigurarlas por completo durante muchos años de no dejar de hacer las cosas a tientas y ya, ahora mismo.

La vacunación está en marcha y debe priorizar sin duda a los mayores de 70 años, se encuentren donde se encuentren (¿acaso hay que extenderse en explicaciones “políticas” al respecto?), y a sus cuidadores -asistentes, médicos, personal de enfermería y celadores, vigilantes de hospital y de otros centros neurálgicos, policías, guardias civiles, militares-, antes de proseguir con la oferta de prevención al resto de la sociedad.

Hasta entonces, los mayores de 70 debieran medir cada paso y ser informados al respecto, en vez de andar especulando, como nuestra presuntas “autoridades” día tras día durante toda esta crisis, sobre el número exacto de comensales en un cumpleaños o la propagación posible del coronavirus a través de los fumadores en las gélidas terrazas de invierno, cuando luego resulta que el contagio viene de la persona más querida y de mayor confianza.

Recogimiento y desolación

…a partes iguales es lo que nos depara la política antipandémica generalizada en casi todos los países -bastante desorientada a la espera de la vacunación masiva-, después de ser augurado en Occidente que con cierres preventivos de la actividad comercial y hostelera se podría “salvar la Navidad”, entendida tanto como reuniones de decenas de personas de distintos lugares en espacios cerrados cuanto como oportunidad irrecuperable de negocio.

Ciertamente, resulta contradictorio proceder a dichos cierres y restricciones parciales de actividad y movilidad en espera de que el tiempo (el plazo decretado) ponga distancia puramente física entre nosotros y la infección vírica, a expensas de los diversos perjuicios causados por las arbitrarias interrupciones con el objeto algo artificioso de preservar “la Navidad” como “fechas muy especiales para todos” como mero eslogan moralizante.

Porque la reacción de la población no puede ser otra que la de abarrotar entonces las calles, con ocasión de la oportunidad brindada (otra vez) por autoridades que no son tales de salir nuevamente y realizar las compras navideñas y citarse “en fechas tan señaladas” con familiares, amigos y/o allegados y compañeros del trabajo para tomar algo. En pura lógica, si lo que se quiere es evitar contagios lo suyo implica suspender la Navidad, no la pre ni la postNavidad.

Pero esto equivaldría a no se sabe bien qué apostasía o herética sublimación de los más bajos instintos de “la gente”, cuando nada más cercano al espíritu navideño que esta sensación de cerco, aislamiento, persecución y carencia de libertad misma de movimiento que representa simbólicamente el nacimiento de Cristo en Belén, cuando además de la sensación de desamparo nada hacía presagiar que por ese miserable rincón del mundo se apareciesen Tres Reyes Magos de Oriente.

Así que prescribamos para todos y cada uno recogimiento y paciencia -que es esperanza para unos, resignación para otros y divertimento de cualquier índole para el resto-; y que 2020 pase ya de una vez y no por ello nos creamos salvados de ningún modo ante la persistente amenaza del SARS-CoV2 y su análoga, en España, de este maledicente Gobierno maldito PSOE-Podemos.

Ansia de Navidad

…es lo que tenemos los españoles ahora mismo -unidos como hace mucho que no estábamos unidos por esta adversidad permanente del coronavirus, cuando empieza a fastidiar de veras no poder desplazarse cómoda y seguramente a ningún punto de nuestro país-, pero haríamos mal en considerar que una vez salvadas las restricciones prenavideñas podremos darnos a la vida de antes.

Este día será debidamente archivado en los anales históricos de Occidente como la fecha de la primera vacunación -una nonagenaria británica… cheers!– contra la plaga de Covid19, pero de ello no resulta de momento ni la inmunidad generalizada, ni la imposibilidad de dispersión de cepas según las fronteras sean reabiertas y vuelva la normalidad a, por ejemplo, los vuelos internacionales de pasajeros (turistas o no).

Parece cuestión de tiempo, en todo caso, que las investigaciones científicas deparen cura o vacuna contra este y futuribles coronavirus, por lo que no cabe escatimar el esfuerzo en financiación ni desestimarlo en tiempos de bonanza y tasas de esperanza de vida nunca antes alcanzadas. Porque si una sociedad queda estancada, el sino de sus miembros puede ser muy otro.

Y no vamos a salir los españoles más fuertes ni mejor librados de la pandemia, ni en lo económico ni en lo moral ni por descontado en lo institucional, con un Gobierno que hace eses -con Podemos, ERC y Bildu- en asuntos tan evidentes y cruciales como el de la usurpación del Poder en Venezuela por sicarios del Narco, la Dictadura castrista y los restos del Bolivarianismo del Foro Social.

Una confabulación de bandas, entregadas al Saqueo de presupuestos y cargos públicos, dirige hoy el rumbo de la Nación a través de un Estado mermado en sus funciones y recursos, hostilizado por facciones separatistas y ninguneado por propios y ajenos de la presunta “sociedad civil” española.

Pero parecemos sólo estar esperando a que abran los bares -para poder departir del estado del tiempo- y a que pasen las Fiestas, confiando a las noticias de periódicos y radios y televisiones nuestra propia vacunación, “Dios mediante” -o “gracias a mi Gobierno”, que diría un Pedro Sánchez-, cuando todavía habremos de sufrir (como hasta ahora) todo tipo de negligencias, insuficiencias y variedades varias de corrupción, ineficiencia y oscurantismo.

Vaya: que menos mal que hace mal tiempo y la gente apenas sale a la calle…

El patio es un aburrimiento

…según me comenta la niña -y yo no he de creerle a ella menos que a las (presuntas) autoridades educativas, por cierto-; y eso que parece algo inútil adoptar según qué medidas de puertas adentro del recinto escolar si luego, a la salida del cole, los niños se quedan jugando en el parque como hacían antes, como han hecho siempre los niños: de manera algo violenta y escandalosa, entre alaridos y llantos y risas sin cuento.

Esta temporada gris que perdura -pese a las graves efusiones veraniegas: ¡no había que preocuparse hasta otoño, dijeron las (presuntas) autoridades sanitarias!- depara de nuevo esa sensación de extrañeza, de bilocación entre lo que se cree vivir y lo que en realidad vive uno, en cuanto que empezamos el curso con la confianza de que los niños por fin tendrán clases y, simultáneamente, resulta impensable que pueda durar mucho dada la extensión y número de los contagios en España.

Hasta ahora hemos asistido al inicial fracaso en la materia de Israel -antes del verano-, pero puede estimarse que pagaron por su osadía e incluso, en su descargo, podría aducirse que sólo se atrevieron a reabrir los colegios cuando creyeron tener bajo control la pandemia. Otros países como Francia y Reino Unido se enfrentan a similar incertidumbre con la vuelta a las aulas, cuando las tasas de contagio no dejan de ser tampoco preocupantes.

Y, pese a todo, el alarmismo generado en la sociedad española por el Gobierno y la mayoría de los medios de comunicación -bien que a disposición de las necesidades del tándem Sánchez-Iglesias en las tortuosas coyunturas que atraviesan en su declarada “nueva normalidad”- no hace sino reforzar esta sensación pasmosa de irrealidad que no nos ha de abandonar ya hasta que se produzca un nuevo colapso sanitario o se alcance el éxito en la vacunación (¿forzosa?) de gran parte de la población.

Entretanto, nuestros (presuntos) responsables políticos se divierten en el recreo con sus zarandajas y riñas de patio de colegio -precisamente-, pues ya abandonó la escena la única persona que ejercía de adulto. Así que puede que resulte extravagante fiarlo todo a la Buena Suerte, o bien encomendarse al Principio de Indeterminación, pero no menos en todo caso que esperar la adecuada planificación preventiva por parte de quienes todavía pretenden seguir como si nada hubiera pasado en lo que va de año -Primer Año Garrafal del Gobierno de Progreso, para más señas-.

Más Guerra Civil y más Sexo Cuestionado a falta de una sola idea sana para fomentar la recuperación económica, que total ya pagamos entre todos los desmanes del Gobierno -que es un desmán en sí mismo- sobre el fondo de un Estado de las Autonomías chapucero, divisor y tan oneroso cuanto insostenible. Mientras, los ingobernados españoles sólo podemos aspirar a que el patio de los críos siga siendo aburrido -como se dice que es el estado ideal de los sistemas bien organizados- durante algunos meses más; pero la verdad es que a día de hoy resulta increíble.