La entente PNVSETASUNA

…data al menos desde las misas negras de Loyola (2006) y no opera tal cual en las instituciones, pese a acuerdos puntuales, sino en el ámbito extraparlamentario en el que rige el “cordón sanitario” contra todos aquellos opuestos al “proceso de paz” o la derogación de facto de la Constitución Española tanto en la CAV como en Cataluña.

Antes se podía considerar al PP como objeto de este “cordón sanitario”, pero, habiendo sabido por declaraciones de ese menor de edad llamado Mariano Rajoy que él estaba al cabo de la calle del negociado de Zapatero con los terroristas, sólo cabe concluir que fueron únicamente unas cuantas personas, en la política como en los medios, las que se pretendía excluir.

Por eso cada día que pasa es más bochornoso e impresentable el papel de Carlos Iturgaiz al frente del actual PP vasco, que sirve estrictamente para “acordonar” a Vox en el parlamento vasco ¡de la mano de la entente PNVSETASUNA más los lerdos de Podemos, favorables a las carlistadas de los sacrosantos “derechos históricos” de los vascos y sus instituciones forales!

Todos los partidos en uno, pues, salvo Vox -Cs se coaligó con el PP, ya es casualidad, sólo en las provincias forales vascas y Navarra-, todos a favor de la relegitimación de ETA que es la relegitimación del movimiento abertzale que es la relegitimación del engendro institucional y delirantemente racista conocido como “Euskadi” (“Basque culinary nation” o “Nación foral”).

Francamente, el margen es amplio para la oposición y no sólo para la disidencia, que, como no está remunerada, apenas se da, la verdad, a diferencia de la bien pagada patota de comunistas, peronistas (fascistas), euskonazis, racistas catalanistas, etc. Todos ellos en el Poder, pastando del presupuesto y al par dispuestos a quemar las calles a la mínima ocasión.

Pero, ¿es el PP oposición a este estado de cosas? Y no me refiero ya al PP vasco, que no, sino al PP en general, el de Pablo Casado y Cayetana Álvarez de Toledo, el de Feijóo y el de Ayuso… Pues Rajoy liquidó a María San Gil y a la docena de cargos que aún creían en la derrota de ETA “sin pagar precio político” y también… que el PP de Rajoy les respaldaba en su postura.

Luego pasaron los Basagoiti, Quiroga, Alonso, antes de volver Iturgaiz, pero siempre fue Alfonso Alonso con Oyarzábal, Maroto y Sémper los que dirigieron ese abrazo al consenso que Joseba Egibar, jeltzale plus de Guipúzcoa durante las últimas cuatro décadas de diálogos en la oscuridad con la ETA -el Eguiguren del PNV, vaya-, saludó diciendo aquello de “el PP ha pasado de no existir a existir”: de los 17 escaños conseguidos en 2005 a los 6 de ahora de PP+Cs.

Era Sémper el que decía, en entrevista muy chic publicada por la sesuda Jot Down, que había que “construir el futuro con Bildu”, que ya sabemos lo que son y lo que pretenden, sobre todo después de escucharle a Arnaldo Otegi explicar cómo iban a pactar “presos por presupuestos” después de haber simulado apenas horas antes que lamentaba el “daño causado” a las víctimas de ETA.

ESPERANDO A GODOT

Ciertamente, sostiene al respecto Sémper diez años después -la actualidad manda- de celebrar esa presunta renuncia de ETA al Terror que “hay que pasar de la exigencia de las palabras a las exigencias de los hechos”, es decir: fuoh. La lengua de madera de que hace gala la mitad de los tertulianos televisivos, sino las tres cuartas partes de ellos: la nada con sifón.

Algo así podrían haber dicho (y de hecho dijeron) Zapatero o Rubalcaba, Rajoy, Alonso, Eguiguren, Urkullu, Egibar y cualquier día de éstos Pedro Sánchez -pero en este último caso el Doctor Fraude lo dirá no como reproche, sino para que le aprueben alguna otra cosa (decretos, leyes, vetos, sus mentiras habituales en el Parlamento) que necesite en un momento dado-.

Es tan claro, tan obscenamente idílico el panorama de Konsenso radical en el “ámbito de decisión vasco” -del que llegó a hablar el propio Alonso con respecto a “Madrid” (en realidad, Génova)-, que sólo consuela el hecho de que al menos los principales traidores de la trama están políticamente muertos, pero ¿pretenderá resucitarlos Pablo Casado? Quién sabe.

De momento, Iturgaiz parece recién salido de la tumba, remedando torpemente un discurso de hace cuarto de siglo. Y Mayor Oreja, de romería: puede que sea mejor así. Abascal es alavés, el único rasgo relacionado vagamente con el “conflicto vasco” que se conoce de Vox. Y todo en este plan.

Parece que habrá que esperar a que entre Cayetana y Rosa Díez pergeñen un nuevo fiasco “constitucionalista”, convencidas de que la fuerza de la Razón hará mella en esta sociedad decrépita de racistas de toda laya, estómagos agradecidos, señoritismo espurio y privilegios institucionalizados. Pero como siguen pensando que el problema es el “nacionalismo”, pues ná’.

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Pacificar sin desnazificar

…la sociedad vasca es lo que pretendieron (hace diez años ahora) los “mediadores internacionales” que tantas veces se cubrieron de gloria a las puertas del Palacio de Ayete -reconvertido por el entonces alcalde Odón Elorza en “Casa de la Paz”-, siendo por supuesto todos ellos de parte: de la del movimiento abertzale con el PNV a la cabeza acompañado por los tontos útiles del socialismo patrio.

Cabe recordar que la ETA estaba al borde de su extinción operativa antes de la masacre terrorista del 11 de marzo de 2004, en gran medida por la falta de financiación aparejada a la ilegalización de la mayoría de sus organizaciones y empresas pantalla, incluidas (sobre todo) sus formaciones políticas, que ingresaban millones de euros de su presencia en ayuntamientos y parlamentos (forales y autonómicos) de la CAV y la CAN, así como en el propio Congreso.

Por eso resulta tan absurdo como hiriente que uno de los negociadores -de la negopolitik o política de mediación para obtener pingües beneficios, ¡las negociaciones de paz como negocio!- o más bien realizadores de la fraudulenta película “ETA por la Paz”, el británico Jonathan Powell, arguya entrevistado en El Diario Vasco que hay que dialogar con terroristas, pero no con todos, sino con los que “tienen un importante apoyo político detrás”.

En rigor, Powell justifica así todos y cada uno de los terrorismos -también el yihadismo, por supuesto-, en vez de deslegitimar el uso de la violencia para hacer política, porque obviamente el terrorismo no es un fin en sí mismo sino el medio y el modo en que grupos en principio minoritarios pretenden hacerse oír y participar en el espacio público, ya se trate de democracias (donde queda al descubierto su auténtico respaldo político) o de dictaduras.

Que su apoyo social sea grande o pequeño no hace a la cuestión de si es legítimo entablar negociaciones de igual a igual entre el Estado y los terroristas, sobre todo si dichas negociaciones incluyen aspectos políticos y no meramente penales, y eso es tan cierto para el caso de ETA como de las facciones criminales del Ulster o las FARC, por citar los ejemplos que menciona Powell en la entrevista.

De hecho, él mismo asegura que por ejemplo no negociaría con los “escisionistas del IRA” (¿y si fueran el grupo mayoritario a la postre?) o la Baader-Meinhof, por lo que es de suponer que al GRAPO tampoco le daría ni agua. En resumidas cuentas, el pragmatismo mal entendido de Powell alimenta por el contrario el recurso a la violencia que pretende desactivar, porque si el terrorismo es rentable políticamente (¡electoralmente!) qué mejor razón para no dejarlo.

Pero ni siquiera era ésa la situación de la ETA en el siglo XXI, sino la contraria e inversa: la ilegalización de sus pantallas políticas redujo gran parte de su poder y su hegemonía social, así como la unión (rota por el PSOE de Zapatero) de los dos grandes partidos nacionales puso contra las cuerdas no sólo a los terroristas, sino a un PNV en el gobierno vasco que había pactado con los criminales asesinos la creación de un Frente Abertzale por la secesión apenas un lustro antes.

A su vez, el actual portavoz de la ETA institucional, Arnaldo Otegi, antiguo secuestrador reconvertido gracias a Zapatero y su cohorte de mediadores en el “Mandela vasco” -pese a que el proyecto ideológico que defiende sea el de la Supremacía del Euskaldún (antes, de la Raza Vasca, según el padre de todos ellos, que sigue siendo Sabino Arana)-, declara que “hace diez años yo estaba en la cárcel porque los enemigos de la paz buscaban evitar que pasara lo que aquí pasó”.

Efectivamente, los “enemigos de la paz” queríamos al criminal entre rejas, a la ETA disuelta y no en las instituciones como segunda fuerza vasca, y sobre todo el fin de la hegemonía abertzale apoyada en la represión terrorista. En vez de ello, PNV y PSE se aprestaron a hacer todo lo posible por evitar, precisamente, la foto de “la derrota de ETA”, porque a ninguno les convenía ese “relato” -y por lo que se vio después con el Gobierno Rajoy y los dirigentes de los restos del PP vasco, tampoco a éstos-.

Les gusta más, como no dejamos de ver con el PSOE desde 2004 y con el PNV desde hace un siglo y medio, lo de que España es el problema, las víctimas del terrorismo poco menos que una coartada para “el Estado represor” (¡salvo Maixabel!) y la Derecha la enemiga de “la Paz”, pese a haber puesto la inmensa mayoría de los muertos en su lucha democrática y legal contra el terrorismo, su entorno y las legitimaciones varias recibidas desde el Poder político e incluso eclesial.

Hasta el sempiterno vocero del PNV Joseba Egibar, en un alarde de sinceridad (si bien muy a posteriori), sostiene que “la izquierda abertzale tuvo un protagonismo absoluto en Ayete y eso pudo dificultar una lectura crítica sobre ETA”. Vaya, diez años después del “fin de ETA” esa “izquierda abertzale” respalda -si no es que los organiza directamente- los actos de exaltación terrorista en los municipios vascos a que regresan los criminales.

Lugares de los que, por supuesto, la gente decente sigue marchándose desde hace medio siglo debido al etarrismo ambiente, hegemónico gracias al asesinato político, a la connivencia social, clerical y de las mismas instituciones gobernadas por el PNV con el fenómeno de exclusión, y a la incomprensible debilidad o falta de persistencia del Estado que debía proteger a las víctimas del odio abertzale.

Diez años después o medio siglo después, reitero, queda pendiente la desnazificación de “Euskadi”, aunque resulte impensable que la mayoría de la sociedad vasca se acabe dando cuenta en el siglo XXI, o que las máximas autoridades nacionales vayan a hacerse cargo alguna vez del auténtico problema vasco.

Uno de cada dos vascos ya no responde

…a la llamada a urnas -como si ese fuese efectivamente el fin último de esta especie de franquismo abertzale que padecemos los vascos como régimen, ETA mediante, desde principios de los 80’-, así que es ocioso exaltar “moderación” y “estabilidad” cuando los pronósticos se han cumplido porque no había ni alternativa ni simulacro de ella.

Hace varios ejercicios presupuestarios consecutivos que Urkullu cuenta con el apoyo del PSE (su socio preferente en el gobierno vasco desde hace décadas) y del mismo PP -el de Alonso, luego el PP de Rajoy, al que servía de portavoz un tal Casado, luego es el mismo PP realmente que entonces-, sólo que la defenestración de Alonso hizo que el PNV tuviera que contar con Podemos.

Un genuino abrazo del oso -¡Podemos aprobando los presupuestos de la Casta vasca!- que precedió al adelanto electoral frustrado en primera instancia por la pandemia de coronavirus, con el que el PNV ha visto consumados parcialmente sus principales objetivos: jibarizar a Podemos (incluso en beneficio de Bildu), mantener al PSE y movilizar a los propios sin asustar a los ajenos.

No obstante, la abstención roza ya lo insultante para un régimen militante como es el actual abertzale en la CAV, pues que el parlamento vasco está para legitimar lo de la “soberanía vasca” sobre todo de cara al exterior: esos países “de nuestro entorno” que consideran que sus parlamentos nacionales son representativos de la voluntad general de la Nación, de los ciudadanos nacionales.

Pero aquí tiramos a 25 escaños por provincia, razón por la cual los guipuzcoanos debiéramos boicotearlas por prurito democrático. En vez de ello, la mayoría abertzale celebra alborozada los buenos resultados a mayor gloria del Partido Nazionalista de Vizcaya, fundado por Sabino Arana hace un siglo como Partido Bizkaitarra y refundado por el Estado en “la Transición” como Partido de la Estabilidad Vasca (contra ETA, se supuso).

Así que Álava sigue permitiendo obtener algunos escaños a los “partidos españoles” como PP (3) y ahora Vox (1), como también UPyD obtuvo el acta de Maneiro, uno de 75 durante dos legislaturas en las que el PP estuvo a partir un piñón con la hegemonía abertzale del PNV y su apósito PSE, más la legitimación moral, intelectual, histórica y política de ETA (luego Bildu) en las instituciones.

Todo se gobierna y decide en Vizcaya, desde luego, por el PNV y los señores serios de Confebask, y luego ya se va a Madrid con toda confianza para negociar los votos a cambio de prebendas que permitan mantener el estándar vasco de “colaboración público-privada” (la gran coima) mientras se obliga a nuestros compatriotas a mantener las más altas pensiones españolas de “la Raza de los Señores” (dos tercios de ellos, inmigrantes del resto de España).

No es de extrañar, así las cosas, el escaso interés que suscita entre nosotros los vascos la cita electoral para la cámara autonómica: es que el Poder está en otra parte, y en el parlamento vasco no se ha conseguido aprobar una Ley Municipal en cuatro décadas porque no interesa -que gobiernen las Diputaciones, que para eso cada provincia tiene, como Navarra, su propia Hacienda Foral-.

El cambalache vasco, pero la vida sigue: y si no que te lo cuente la hijísima de Ortúzar.

Ante las inminentes elecciones autonómicas

…en Galicia, CAV y Cataluña lo primero que hay que constatar es un nuevo fracaso en la estrategia de “España Suma”, pues si lo que demanda la hora es una auténtica Alternativa Nacional (a ver si con mayúsculas se aprecia) al Frente de la Izquierda que apoyan los separatistas -precisamente “alternativa nacional” en las tres comunidades referidas (las “históricas”) y en algunas cuantas más-, lo más errado era empezar por unas negociaciones obligadamente parciales.

PP y Cs sólo sumarán en torno a un programa común de alternativa, que cabe ensayarlo aún de cara a las elecciones en Cataluña antes de expandirlo a todo España. Se puede empezar de hecho por las comunidades que ya gobiernan en coalición (Madrid, Andalucía, Castilla y León, Murcia) y dejar que el tiempo ponga a cada uno en su sitio en Galicia y en el País Vasco, con realidades políticas para el PP bien distintas.

UNIDOS POR ESPAÑA

A ver cuándo le queda claro a Pablo Casado, presunto líder del PP actual, que si hablamos de España no hablamos de “Euskadi”, y que si se defiende el derecho a la libertad de educación lingüística no se está con Feixóo (del PNG) sino con Gloria Lago, a la que aquél margina y excluye (junto a decenas de miles de familias gallegas), o con las plataformas vascas a las que tanto prometieron en este aspecto los Alonso, Maroto y Oyarzábal… para dejarlas tiradas después.

Si se está por España y se coincide con Cs (o mejor con UPyD) en la defensa de un marco legal que proscriba la discriminación de los españoles en toda España por razón de su condición española -he aquí la clave de toda la “cuestión nacional” en el momento presente-, entonces no se está con la “inmersión lingüística” ni en Cataluña ni en Galicia, ni en Baleares ni en Valencia, ni tampoco se defiende el Concierto y los “derechos históricos” de los vascos (ni los de los navarros).

Porque entonces se aferra Casado (y Cayetana no menos que él) a la defensa de un orden constitucional que nos ha traído fatalmente hasta aquí, y que además ya ha sido en buena medida superado por los hechos -y sí, a través de medios flagrantemente anticonstitucionales- desde la infausta llegada de Zapatero al poder y la aprobación del nuevo Estatuto para Cataluña.

Eran tiempos en que el PP impulsaba la “cláusula Camps” en Valencia y la “realidad nacional” de Andalucía, por lo que no es nada de extrañar que Alonso hable de “foralismo” y de “voz propia” en el terreno que los separatistas catalanes o abertzales (y con ellos PSC y PSE, y a su rebufo el resto) entienden como “ámbito propio de decisión”.

Y de ahí a la autodeterminación, ¿qué queda? No les importa en exceso a todos los miembros de las castas regionales sobrealimentadas por el nefasto Estado de las Autonomías, cuyo nihilismo es el de quien reza “comamos y bebamos, que mañana moriremos” (no se sabe si en España o en algún terruño recién independizado de ella); pero a Pablo Casado, ¿ya le importa algo?

EL MODELO DE FEIJÓO ¿Y EL DE CIUDADANOS?

La oferta de Arrimadas al PP, casi sorpresiva -pero por qué, ¿no le había sido propuesta a Cs por el PP con carácter privilegiado y más allá de los puntuales resultados electorales?-, tiene al menos el mérito de fijar las reglas de juego entre ambos partidos, y desatar las contradicciones internas de cada uno de ellos, puesto que es un tanto que la líder provisional de Cs quiere anotarse antes de someterse a las primarias de su partido (que probablemente gane).

Parece que Arrimadas, por el modelo que propone de partido, tiene las ideas claras -ojalá gane y sea consecuente con el mejor programa de regeneración de Cs, que es el de UPyD plagiado en mayor o menor grado-. Pero Casado debe apresurarse a tomar la mano tendida de Arrimadas, que a medio y a largo logrará una buena suma electoral pero cuando se haya definido el nuevo proyecto, alejado de las indefiniciones e incongruencias de ambos partidos en un buen número de asuntos.

A su manera, Feijóo tiene un partido ganador en Galicia y un modelo de partido para el PP que lo haría tan reaccionario como el PSOE, pero que no dejaría de ser tampoco “constitucionalista” -el término trampa más peligroso de la política del último medio siglo español- aunque ya no fuese identificado netamente como un proyecto político “nacional”.

Porque eso es lo que está en juego del 78 a nuestros días: si se respeta la Soberanía Nacional en toda España o se está al albur de lo que consientan los caciques y señores locales, y ello en lo que atañe a cuestiones tan relevantes como la tarjeta única sanitaria, el acceso a empleos públicos por igual en cualquier región española o la caja común de la Seguridad Social de la que ahora pretenden distraer su parte los “socios fiables” del PNV.

POR UNA ALTERNATIVA AL RÉGIMEN ABERTZALE

De hecho, aunque en Galicia la situación no resulta tan peliaguda como en el País Vasco o Cataluña -porque casi todo el mundo habla o entiende el gallego y no se ha entablado (todavía) una “guerra cultural” contra el castellano-, de Fraga a Feijóo el PP allí ha renunciado a la lengua común para dirigirse a los habitantes de Galicia, queriendo por tanto poner de relieve la “nacionalidad histórica”, el “hecho diferencial” o la “lengua propia” que acarrea “derechos lingüísticos” (luego transferencias y subvenciones y la capacidad de crear innumerables empleos y cargos públicos).

En el País Vasco, para variar, la situación es si cabe peor en cuanto que no existe ya alternativa españolista ninguna al régimen abertzale, que ni siquiera tiene oposición política: PSE y PP le han aprobado los presupuestos al PNV cómodamente en todas las instituciones, y cuando no ha podido sacar algo con aquéllos ha recurrido a Podemos e incluso a Bildu (el otro pilar del régimen abertzale, encargado de hacer que no se detenga nunca el movimiento).

Por eso resulta risible que el PSE de Mendía se presente como “única alternativa al nacionalismo” (o “no nacionalista” o “constitucionalista”) cuando cogobierna todas las instituciones con el PNV al servicio del régimen abertzale desde hace décadas; como deplorable resulta constatar una vez más que Podemos es una banda de “hijos de la Casta” y arribistas prestos a sumarse a la misma a la mínima de cambio: desde Pablo Iglesias hasta sus últimos delegados en la CAV, todos ellos a favor de los derechos de sangre feudales de los vascos (o de sus haciendas forales, tanto monta).

¿Y el PP “vasco”? No voy a objetar que apenas ninguno de sus dirigentes conozca el euskera o pueda desenvolverse en dicha lengua: no hace falta; el euskera es tremendamente minoritario entre nosotros los vascos (siempre lo fue) y jamás lo hablaron mayoritariamente vizcaínos, alaveses o navarros. Pero entonces de qué presumen, ¿de foralistas, de vasquistas, de carlistas… de guays? Afortunadamente ya saltó del barco naufragado el simpar Borja Sémper, telegénico pero incapaz de dejar de perder votos a miles en lo que fuera siempre bastión político de la Nación Española.

CONCLUSIÓN

Constatar la irrelevancia de prácticamente todos y cada uno de los cargos públicos del PP de Alonso en la CAV no invita de todas formas a decisiones ya fuera de tiempo sobre las tres candidaturas al parlamento vasco. Rosa Díez jamás debiera encabezar una candidatura de la Derecha y menos por estas tierras, lo que no obsta para que Casado la convierta (si quiere) en su asesora de cabecera para “temas vascos”.

Lo que hace falta por aquí, ahora como hace cinco décadas, es más España y más libertad; o sea: más presencia del Estado, más respeto a la Ley por parte de las diversas facciones abertzales, socialistas e izquierdistas, y menos componendas del Gobierno con las castas locales para mantener “la Paz”. Una paz de los cementerios que no beneficia a otros que los detentadores de todo el poder en la CAV: el PNV.

Porque ETA aprovechó “la Paz” para reconstituirse como partido, mientras recibe las nueces del reparto del PNV, al que apoya el PSE y ahora también Podemos, pero al que ya no puede apoyar el PP de Alonso quedando así en evidencia ante propios y extraños, y sumido en la irrelevancia después de haberlo apostado todo a participar en el reparto de las nueces en el “nuevo tiempo” alumbrado por el “proceso” y ratificado por aquello de que “ahora ETA ya no mata” y «hay que construir el futuro con Bildu».

Dijo Cayetana el pasado mes de diciembre que “cuando ETA mataba era un momento terrible desde el punto de vista humano”, pero que “el momento político actual es más difícil” porque “antes estábamos juntos PP y PSOE en el mismo bloque”. En rigor, esto sólo fue cierto de tarde en tarde -pues el PSE nunca dejó de buscar la asociación con el PNV (o con la misma “izquierda abertzale”, vulgo ETA)- y sólo en el caso de personas concretas que convergieron en su repulsa al terrorismo abertzale por encima de siglas.

Algunas fundaron UPyD, otras dejaron el PSOE, otras dejaron el PP y marcharon a Vox, todavía quedan algunas (escondidas) en el PP… Quizás a medio plazo su labor (la del PP de Casado) sea encontrarlas y reunirlas para articular así de una vez la Alternativa al régimen abertzale y a este estado de cosas delirante que comienza (pese al control exhaustivo de los medios) a exhalar un hedor putrefacto ya imposible de disimular.