…son los dos nuevos partidos que se disputan con el PP la hegemonía del Centro-Derecha, si bien el origen de cada uno parece contrapuesto al del otro: Ciudadanos nació para relevar a un PSC entregado al separatismo catalán y sus políticas de discriminación antiespañola, mientras que Vox nació para sostener aquellas batallas políticas que el PP diera ya por perdidas o estimara contraproducentes para alcanzar y mantener el Gobierno en los tiempos del rajoyismo.
A día de hoy, Cs se define como un partido de “centro progresista liberal” dentro de un proceso de refundación con Inés Arrimadas a la cabeza -después de la espantá de su líder Albert Rivera- que parece pretender escorar algo a la Izquierda a los naranjas, toda una vez que (frustrado el intento de sustituir al PP en el Centro-Derecha) su espacio natural se ha achicado hasta volverlos irrelevantes, puesto que entre el Centro-Derecha y la postura actual del PSOE dista un abismo insondable: no puede haber ya trasvase de esa Izquierda Extrema a un Centro-Izquierda al que se considera “fascista”.
Por su parte, Vox carece todavía de una entidad política marcada pese a que sus múltiples performances -por lo general, reacciones airadas a los distintos planteamientos ideológicos del llamado “marxismo cultural”- hayan diferenciado a los de Santiago Abascal de las otras formaciones en su espacio, Cs y PP, que en cuestiones de índole moral han buscado y buscan desde hace años mimetizarse con el paisaje político de fondo, esto es: con el marco mental del buenismo zapaterista.
No obstante, Cs y Vox son indistinguibles del PP en la práctica totalidad de las materias relevantes en Interior, Defensa y Exteriores, Educación, Economía y Hacienda… teniendo unos y otros que escenificar con grandes aspavientos que es más lo que los separa que lo que los une, en una fatídica estrategia de consunción de sus posibilidades de alternativa al programa de desvaríos impulsado por la Izquierda (PSOE y Podemos).
¿QUÉ ENTENDERÁ CS POR NACIONALISMO?
Una fricción detectable entre las tres fuerzas citadas se encuentra en sus planteamientos respecto a la integración de España en la UE, dado que Cs parece anhelar la disolución de la Soberanía Nacional española en un ente supranacional que sería “Europa”, postura compartida en alto grado por el PP y rechazada por Vox, favorable más bien a una reconsideración del papel español en la UE y a la misma salida de la Nación del sistema de unión monetaria del Euro.
En este aspecto, Vox es un partido “nacionalista” frente al “europeísmo” o “no nacionalismo” de PP y Cs, si bien los tres coinciden en su “antinacionalismo” cuando rechazan las pretensiones separatistas de abertzales y catalanistas. En rigor, PP y Cs buscan exhibir una especie de coherencia con el recurso al manido eslogan “el Nacionalismo es la Guerra” que funcionaría tanto contra los separatistas como contra Vox, cuando la realidad es exactamente la contraria y su postura, por tanto, radicalmente incoherente.
Básicamente, porque “nacionalistas” fueron tanto las revoluciones de EEUU y Francia que dejaron atrás el Absolutismo, como lo fueron anteriormente las que procuraron la independencia de las antiguas posesiones españolas en América, como nacionalista fue el levantamiento del 2 de Mayo en Madrid o la proclamación de la primera constitución liberal española en 1812. Es decir, que el nacionalismo tiene más que ver con la defensa de la Soberanía Nacional y de los derechos de ciudadanía que con el racismo inherente al tribalismo perseguido por los separatistas o al del imperialismo.
Pero en este como en otros ámbitos, Cs y PP se han dejado conducir de la mano por aquellos autodefinidos como “progresistas” que ven en el Estado-Nación el peligro en vez de la salvaguarda de los derechos individuales, lo que les anima por un lado a querer dotar a la UE de mayores potestades en contra de la autonomía nacional y del poder decisorio de los ciudadanos, y por el otro a asumir gran parte del florido discurso a favor del respeto a esos “hechos diferenciales” (rasgos tribales, antiigualitarios por antinacionales) que esgrimen los separatistas como coartada principal de sus políticas discriminatorias.
¿QUÉ ENTENDERÁ VOX POR LIBERALISMO?
Para las elecciones del 28-A los programas económicos presentados por PP, Cs y Vox apenas diferían entre sí, podían ser intercambiables o complementarios -como se ha demostrado en los pactos de gobierno alcanzados en varias comunidades autónomas por los tres partidos-, lo que implicaría la extensión de la etiqueta “liberal” a los tres… si el Liberalismo pudiera ser reductible a una doctrina económica para conciliar la libertad de comercio con la redistribución social de los beneficios.
Lo que tenemos, por el contrario, es que el líder del PP Pablo Casado funge de “liberal en lo económico y conservador en lo moral”, lo que haría levantar el entrecejo a Adam Smith tanto como a Hayek; mientras que Cs da la impresión de querer ser algo más “socialdemócrata” en lo económico pero “liberal” en lo moral, y Vox se presenta sin ambages como “conservador” e incluso reaccionario en lo moral, pero “liberal” en lo económico, a imitación del PP.
En rigor, el término “Liberalismo” surge en España para significar la oposición a la restauración del Absolutismo en la figura del rey Fernando VII después de la Guerra de la Independencia, y tiene más que ver con la consecución de derechos políticos y sociales de las nuevas clases enfrentadas al orden estamental que con la asunción de un determinado programa económico, aunque no sea irrelevante la cuestión de la supresión de los privilegios de origen feudal para favorecer la libertad de comercio y la defensa de la propiedad privada.
Pero tanto Smith como John Locke, como antes de ambos los pensadores de la Escuela de Salamanca, no deslindaron su doctrina económica de la inspiración netamente moral y religiosa, puesto que fue ésta la que les condujo a sostener las bondades del libre comercio o de la persecución del propio interés, la defensa de la propiedad privada o sus teorías sobre el “justiprecio”, los debidos límites al poder del Soberano o al “derecho de conquista”, etc.
¿QUÉ ENTENDERÁ El PP POR CONSERVADURISMO?
Será Hayek el que establezca la distinción radical entre “liberales” y “conservadores”, tanto con su apelación “a los socialistas de todos los partidos” (incluidos los de la Derecha) como al detectar en los conservadores un miedo al cambio y al futuro que los volvería al cabo rígidos en lo político y en lo moral a la hora de afrontar los retos y desafíos del presente. Una perspectiva cuando menos polémica, que todavía suscita encendidas controversias académicas aunque en la praxis política de las democracias occidentales apenas incida de manera concluyente.
Pero si el economista austríaco tenía bien claro que es la persona la que debe ser protegida legalmente -por el Estado, pero a la vez protegida frente al mismo Estado-, otros pronunciamientos pretendidamente “liberales”, so capa de querer expandir los “derechos sociales”, ponen al individuo “diferente” por sus rasgos característicos (de índole religiosa, sexual, económica) en el centro de su acción política, precisamente en contra del postulado básico del Liberalismo de tratar igualmente a los desiguales.
Así, al buscar tratar con desigualdad (“discriminación positiva”) a los que en un Estado democrático son considerados legalmente iguales, estas doctrinas presuntamente liberales se dedican en cambio a fragmentar el cuerpo político en distintos grupos con intereses distintos e incluso opuestos, en vez de sostener políticas generales (democráticas) para una sociedad de individuos indiferenciados, con los mismos derechos y deberes; doctrinas de las que la Izquierda, contra toda su tradición marxista y no marxista, hace en la actualidad bandera acompañada de manera gregaria por cierta Derecha.
En nuestro país, desde Zapatero, es lo que ha originado la crisis decisiva del PP, pero también la del PSOE: han sido precisamente los partidos de la “nueva política” Podemos y Cs los que han buscado ganancias en el río revuelto de la multiplicación de (presuntos) derechos que se dicen “sociales”, cuando por el contrario son asociados a identidades particulares y de hecho excluyentes.
¿UNO EN TRES O TRES EN UNO?
Como es obvio para cualquiera en España, desde la aprobación de la Constitución de 1978 a nadie se le exige ser católico o su contrario, ser ateo o haber apostatado, para engrosar las filas de unos u otros partidos. El Estado español es liberal, no confesional como el del anterior régimen, ni ateo como en los regímenes comunistas, pues la Constitución protege expresamente la libertad de conciencia y expresión de todos y cada uno de los españoles.
Vox no acaba de ser un partido católico, como PP y Cs no resultan más “liberales” que aquél por abrazar los nuevos consensos identitarios del “marxismo cultural”. La única razón por la que Cs se encuentra aún más cerca del PP y Vox que del PSOE es que éste -como indiqué en el artículo anterior- se ha entregado a la política de “amigos” y “enemigos” (“la Guerra”) siguiendo a Podemos, a quien tanto ha rentado esta estrategia de división alumbrada en España -nunca se insistirá bastante en ello- por Zapatero.
Por tanto, las diferencias entre “los tres partidos del Centro-Derecha” son nimias de atenernos a sus planteamientos presentes, y reconocerlo conduciría a una entente y puede que al final reagrupamiento de la Derecha, a no ser que PP y Cs insistan en alcanzar consensos con el PSOE y Podemos en vez de con Vox, en cuyo caso podría suceder que sólo pudiera quedar éste en la Derecha mientras PSOE, PP y Cs se disputan el espacio del Centro-Izquierda.
Si liberales son los tres, debieran entender que el actual Estado liberal (ya muy deteriorado por las barrabasadas del PSOE) corre el riesgo de convertirse en una cleptocracia socialista más, como tantas que abundan a las puertas de Occidente. Y si presumen de ser fuerzas “nacionales” no debieran despreciar el “nacionalismo” entendido como defensa de la Soberanía Nacional y de la misma unidad nacional de España.
SEGUNDA CONCLUSIÓN
Como se vio, no es exacto que Cs sea una escisión del PP sino del PSOE, si bien acabó recogiendo el descontento de muchos ex votantes del PP por culpa de las políticas travestidas de Mariano Rajoy. Pero al pretender sustituir al PP de Casado en el liderazgo del Centro-Derecha dejó huérfano a su electorado tradicional sin ofrecer tampoco mayor distinción con su propuesta a los radicalmente desencantados, que apoyaron a Vox.
Ahora tiene la oportunidad, aunque tal vez resulte ya muy tarde, para volver a cosechar en terrenos del Centro-Izquierda, lo que podría aliviar la presión sobre el PP tanto como sobre Vox, que podrían converger en una sola plataforma (aun siquiera electoralmente) o repartirse el amplio espacio político del Centro-Derecha sin recurrir a la confrontación, sino a la diversificación.
Para esto último, y aunque se empecinen en hacer de ciertas cuestiones morales la línea divisoria entre PP y Vox, los programas económicos deberían ser distintos y su visión de la organización del Estado prácticamente inconciliable, lo que no es el caso cuando ambos coinciden -como con Cs y antes con UPyD- en que la Administración central reasuma las competencias básicas de Interior, Justicia, Sanidad y Educación.
Si las tres dirigencias partidistas persisten en el confusionismo actual y en la vaga (aunque magnificada) distinción entre sí, no conformarán alternativa en años al Gobierno de Pedro Sánchez y sus heterogéneos socios. A partir de ciertos consensos básicos ya apuntados, deben diferenciarse (sobre todo Cs de PP y Vox), o sumarse (Cs y PP o PP y Vox) y pactar con el “diferente” (Vox o Cs, respectivamente) que es “amigo”.
[CONTINUARÉ]