Lo que queremos es ser españoles

[Publicado como editorial en el extinto diario Nuestra Hora el domingo 7 octubre de 2012.]

Este viernes el eurodiputado de UPyD Francisco Sosa Wagner estuvo en San Sebastián junto al candidato de la formación al parlamento vasco por Guipúzcoa, Nicolás de Miguel, y sostuvo que el concepto de soberanía de los estados “ha desaparecido, ya que es compartida con las instituciones europeas”, por lo que el debate sobre la misma “produce un poco de risa”, aunque ciertamente es el problema crucial ahora mismo para la estabilidad de la Nación y de la misma sociedad española. El representante de UPyD hablaba, exactamente, de los exabruptos de los nacionalismos vascos y catalán, indicando que “sólo en España, donde el debate político es tan pobre, puede producirse un debate sobre el soberanismo, que es una entelequia, una quimera”, mientras De Miguel afirmaba que UPyD “cree en la europeidad, en una Europa de los ciudadanos, no de las tribus, no de los pueblos, ni siquiera de las naciones”, y que su partido representa un mensaje de “libertad, convivencia y respeto al diferente, al ciudadano”.

En realidad, no debiera producir risa un debate que está en el centro de la crisis de identidad y valores europea, en todos y cada uno de los países europeos y en buena medida también en Estados Unidos y Rusia, y que comprende además el arduo problema de qué hacer con una masa ingente de población de todos los países en busca de lo que llamaremos una “nacionalidad de amparo”. Porque esto de no creer en las naciones es un pensamiento un tanto torpe, cuando si algo puede valorar el sujeto de derechos por encima de cualquier otro reconocimiento –incluida la misma Carta de Derechos del Hombre de la ONU, por supuesto- es la nacionalidad, que le hace depositario de derechos protegidos por el Estado de la Nación de la que, precisamente a través de la nacionalidad, se convierte en ciudadano.

Pero es que además el recurso de uno y otro es facilón frente al desafío separatista, ese “yo no soy tampoco nacionalista español” que sería muy cortés si los representantes del Estado español en el País Vasco no vinieran siendo asesinados desde hace décadas, precisamente por su defensa de la Nación y del Estado que la administra. Como siempre, se pretende de los vascos que nos sentimos españoles -sería más exacto decir que somos españoles que nos sentimos vascos, por lo menos de vez en cuando y ateniéndonos a la citada consideración de la nacionalidad-, que seamos vascos “no nacionalistas”; es decir, vascos socialistas, por ejemplo, ¿pero españoles, españolistas, nacionalistas españoles…?

Al respecto es curioso que todo el mundo tolere el nacionalismo, cuando es “democrático” o “moderado”, pero sólo si es antiespañol, mientras no se ha permitido en más de 30 años de democracia la creación de un Partido Nacionalista Español, “democrático” o “moderado” y respetuoso con la Constitución de 1978 y sus símbolos e instituciones, porque evidentemente este sería descalificado como de “extrema derecha” o bien, según identifican algunos en la actualidad, se debe a que ese partido existe y es el PP. Cosa que es falsa, o bien más que discutible, pero que flota en el ambiente y presiona al partido de Mariano Rajoy para que desdibuje todas sus señas de identidad españolistas o españolas a secas en las diferentes comunidades autónomas -dado que el chollo político y financiero reside en la España actual en los gobiernos autonómicos y sus boletines oficiales, como sistema que permite un control integral sobre la vida pública de cada región a las castas políticas regionales-. Es el feudo enfrentado a la Nación, y es precisamente contra el feudo, señorío o cacicazgo que se constituyó la Nación-Estado como forma democrática, símbolo de la Soberanía Nacional y garante y protectora de los derechos y libertades de sus ciudadanos.

Los españoles siempre hemos sido europeos

Por otro lado el europeísmo, sobre todo el relativo a las instituciones de la UE, resulta estéril sin que parta de una política exterior integral de la Nación española. Los individuos pueden ser todo lo cosmopolitas que su situación les permita, pero las naciones funcionan de manera distinta y aquí es necesario pensar en el encaje futuro de España en la Unión Europea, no en que Europa nos acoja como apátridas, bohemios y desertores. En rigor, los españoles ya somos europeos -desde Roma-, lo que queremos es que nos dejen ser españoles en España y que ser español no implique discriminación por razón de nacionalidad en nuestra propia patria.

Por supuesto, y pese a cualquier tipo de efluvio europeísta, ni Europa es una Nación, ni existe una especie de Soberanía Nacional Europea (también conocida como Soberanía Popular) que resida en la Eurocámara o en algún otro de los órganos ejecutivos de la Unión Europea. Puede que esto fuera lo pretendido por la Constitución Europea, pero ese enorme centón de derechos y regulaciones fue felizmente desechado. Porque lejos de hacernos más libres o más sensatos a los españoles, la infinidad de sus disposiciones habría de sumarse a las propias de las administraciones inferiores –Estado central, comunidades, diputaciones, municipios-, completando así el cuadro de ciudadanos de países supuestamente desarrollados que trabajan de la mañana a la noche para que el Estado les retire con cualquier excusa la mayor parte de sus ingresos honradamente ganados, mientras cientos de miles de burócratas discuten sobre el sexo de los ángeles y la calidad del aire de las ciudades europeas y la excelentes oportunidades de negocio en China y las incomparables expectativas suscitadas por las energías verdes y los nuevos nichos laborales que ofrecen las nuevas tecnologías de la información.

Échese de hecho un vistazo a la Europea real: deuda elefantiásica, paro cronificado de millones de jóvenes y hombres de mediana edad, población envejecida, rigidez económica, pérdida de talentos, trabas a la iniciativa privada y otro tipo de restricciones por doquier, incremento del racismo, falta de competitividad y sobre todo de costumbres cívicas y respeto a los derechos ciudadanos. Los españoles, cabe reiterar, siempre hemos sido europeos, y en los últimos tiempos hemos cometido de su mano algunos de los peores errores como sociedad y asistido a las aberraciones políticas más sangrantes sin que nadie en la UE haya dicho ni esta boca es mía. Hablamos de una Eurocámara que siguiendo las consignas de Zapatero en sus primeros tiempos al frente del Gobierno de España revirtió la política común respecto al régimen totalitario castrista, mientras aprobó por mayoría absoluta -aunque por pocos votos- que el Ejecutivo entablara negociaciones para “la Paz” con la organización criminal ETA.

Ser español está bien

Españoles está bien, gracias. Pero que se proteja nuestra nacionalidad de puertas afuera y de puertas adentro. Y menos especular sobre disoluciones en el éter intercultural europeo -que en realidad vagamente existe, o en mucha menor calidad y extensión que en tiempos pasados-. Los españoles debemos pensar en España, en sus problemas reales bien es cierto, con ideas enriquecedoras que superen los habituales términos falseados sobre los debates, está claro. UPyD es una apuesta regeneradora en ese sentido del debate público en España, salvo cuando cae en manidos argumentarios o disquisiciones idealistas y voluntaristas que no guardan relación con la realidad.

El problema, desde luego, nunca fue el nacionalismo español; ni siquiera el casticisimo, mucho menos el fascismo. El problema es el antiespañolismo, el propio del separatismo y su red de complicidades en otros grupos políticos, y el de una izquierda revirada que debiera sostener el sistema constitucional en vez de dedicarse, de cuando en cuando, a bordear o directamente infringir la Ley, caso del PSOE de Rubalcaba, como antes el de Zapatero y antaño el de González -que ahora repara en los “nacionalismos insolidarios”-. Se trata de poner coto a los desafueros de una clase política desmadrada –sin madre, sin Patria, sin escrúpulos ni patriotismo de ningún tipo-, y permitir a través de la democratización interna de los partidos que al menos sean representantes de los españoles únicamente los que estén encantados de serlo y quieran sacrificarse en aras del bien común de sus compatriotas. ¿Resulta tanto pedir lo que debiera ser una premisa para la elección de todo cargo público en España?

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No apto para fanáticos

…es el testamento del recorrido político de Gorka Maneiro (San Sebastián, 1974), quien fuera parlamentario vasco de UPyD en dos legislaturas seguidas (2009-2016) y miembro del Consejo de Dirección de la formación: desde sus primeras manifestaciones con Gesto por la Paz hasta su actual posición de líder de la Plataforma Ahora que pretende agrupar a toda la Izquierda “no nacionalista”.

“Me interesó la política desde niño, consecuencia de la educación familiar recibida y de los valores que mis padres me transmitieron (a mí y a mis tres hermanos). Lo que ocurre en la sociedad nos afecta a todos y a todos, por tanto, nos corresponde tomar partido, es decir, involucrarnos en los asuntos públicos del modo que cada cual considere, pero involucrarnos y tomar partido, al fin y al cabo. Todos somos políticos y quien no ejerce su ciudadanía o mira para otro lado por evitarse problemas o ahorrarse molestias es un idiota en el sentido griego del término (idiotés). Si uno no se interesa por la acción política y mira para otro lado, otros gobernarán en su lugar y en su nombre. Vivir de espaldas a la sociedad y a sus principales problemas es poco ético y, además, muy poco recomendable.”

Partiendo de este autorretrato no es difícil comprender su posterior compromiso político, más aún de atender a que no sólo el contexto del terrorismo obligaba a la acción, sino un cierto carácter polemista de apasionado de la política:

“Nunca evité ningún debate y ninguna discusión. Me mezclaba con todo tipo de votantes y, siendo muy joven, conversaba largo y tendido incluso con simpatizantes de la banda terrorista. Y es que nunca quise dejar de decir lo que pensaba ni que el silencio pudiera confundirse con el miedo o, peor aún, con la insensibilidad o con la comprensión para con las actividades terroristas.”

Sería en 2000 cuando, meramente por haber participado en concentraciones de repulsa del terrorismo y otras actividades de plataformas pacifistas, el domicilio de sus padres fue atacado con varios cócteles molotov, si bien entonces su militancia política se limitaba a “oponerme al terrorismo que ejerce ETA”. Pronto conocería Basta Ya! y, desde sus inicios, UPyD.

Como miembro de la ejecutiva del partido magenta fundado por Rosa Díez, Carlos Martínez Gorriarán y Fernando Savater, Maneiro se convierte en estas páginas en un testigo privilegiado y singularmente objetivo de lo que fue el desarrollo y (aparente) consolidación de UPyD en la vida política española, así como de su declive hasta la reciente incorporación a Cs.

Desfilan por las mismas nombres como los citados y otros que todavía siguen en el candelero, como el de Irene Lozano (ahora adicta al Dr.Sánchez) o los de Prendes, Herzog, Sosa Wagner, Pagazaurtundua, Maura, Brown, Robles, Ortega… con sus distintas atribuciones en una historia de éxito y fracaso que condujo al partido a su práctica desaparición.

Un vacío que no parece haber sido ocupado ni por Podemos ni por Ciudadanos, como tampoco por la Plataforma Ahora de Maneiro, si bien en este último caso la tradicional marginación de cualquier alternativa de Izquierda al PSOE en los medios -sobre todo en los de Izquierda-, junto al grave cariz de la actual crisis política nacional lo explican más que otras consideraciones.

QUÉ FUE DE UPYD

Maneiro escribe este libro casi como necesidad de explicarse y explicar a otros por qué fracasó UPyD, pero sin cargar las tintas sobre la responsabilidad de éstos o de aquéllos -más allá de que sea evidente que Díez y Gorriarán eran los amos del partido y como tal se comportaron de principio a fin (sobran los testigos al respecto)-.

Más bien parece un templado ejercicio de autocrítica desde la perspectiva que da el paso del tiempo y el desarrollo de los concretos acontecimientos políticos, pues admite que UPyD cometió muchos errores pero no deja de exponer todos sus méritos, aciertos y victorias -que también las hubo, aunque algunas fueran evanescentes-.

El mismo tono utiliza para recordar su papel y el de sus compañeros en el País Vasco, donde fue la única cabeza visible del partido durante la práctica totalidad de la vida de UPyD, y en rigor el único (de 75 parlamentarios en la cámara vasca) que insistió siempre en asuntos como la disolución de los ayuntamientos gobernados por ANV/Bildu frente al desistimiento de PSE y PP.

Cronológicamente, UPyD fue fundado a principios de 2007 por Díez, Gorriarán, Fernando Savater, Juan Luis Fabo y Arantza Aranzábal, y a lo largo de 2019 ha quedado prácticamente absorbido por Cs después de acordar ir juntos a las elecciones del 20-A y del 10-N. Este libro sirve a Maneiro para relatar en primera persona su propia andadura como líder de la formación a partir de 2017, porque establece exactamente cuándo se produjo la fricción entre él y sus referentes Díez y Gorriarán

Cabe recordar que hasta el 15-M (15 de mayo de 2011) -fecha de origen más reciente del actual confusionismo político- “el partido de Rosa Díez” protagonizó en el Congreso una dura diatriba contra el Gobierno de Zapatero (2008-11), con la susodicha como única diputada y portavoz de UPyD, y contra el de Rajoy (2011-15), ya acompañada de otros compañeros que tantas cuestiones que hoy agitan el debate público pusieron entonces sobre la mesa.

Cabe recordarlo porque UPyD aparecía entonces tanto como una alternativa de centro al PSOE como un partido bisagra que podría contribuir a la gobernabilidad con PP o PSOE para evitar la dependencia de las formaciones separatistas; y además como azote de las corruptelas de los dos grandes partidos y del mismo sistema nacido en la Transición, muy deteriorado después de tres décadas de uso y del paso del atila Zapatero. Pero UPyD no impugnaba el sistema, como el 15-M.

“Reivindicamos la regeneración democrática, la lucha contra la corrupción, los derechos de ciudadanía, la unidad de España, los principios del republicanismo cívico, la igualdad y las reformas políticas, institucionales y constitucionales que España necesitaba y hoy, diez años después, sigue necesitando: la reforma de la ley electoral y una Justicia independiente, entre otras.”

LOS ERRORES DE UPYD

Probablemente fue el hiperliderazgo y excesiva dependencia de Díez la que dejó a UPyD sin opciones una vez que la imagen de aquella se deterioró, en buena medida debido a sus errores y desplantes y no sólo a la (también cierta) cacería mediática a la que se vio sometida la formación magenta. Algo por el estilo se podría decir ahora de Cs con respecto a Rivera, pero de momento les queda Arrimadas.

De hecho, si triunfa su apuesta por reunirse con el PP habrá evitado la irrelevancia en la que ahora está sumida la formación y puede que de forma ciertamente protagonista, cosa que UPyD no logró hacer -ni siquiera partiendo en apariencia de una posición de ventaja- cuando fue tentada a la coalición por Cs de cara a unas europeas, en mayo de 2014, que supusieron la irrupción de Podemos en las instituciones y un cierto sándwich de UPyD entre los de Rivera y los flamantes morados de Pablo Iglesias.

A juicio de Maneiro, fue la bandera de la defensa de la unidad nacional la que hizo de UPyD -que no se decía de centro, sino transversal- un partido atractivo para muchos desencantados de la Derecha, que a su manera (como simpatizantes, comentaristas, afiliados o incluso cargos públicos) habrían alejado a cierta porción del electorado “natural” y objetivo de la formación.

“Sin pretenderlo, aquello nos situó en una determinada ubicación ideológica y dificultó situarnos más a la izquierda, lo cual impidió que muchos progresistas se sumaran a nuestro proyecto o, al menos, nos votaran.”

Lo cual evidencia la confusión del Centro-Izquierda, o su relativismo nihilista -que en rigor Maneiro desconoce, porque su defensa de la igualdad de los españoles ha sido siempre nítida y contumaz-, porque lo que debiera lamentar es que la defensa de la Nación sea vista a ojos de tantos (como tantos de los quincemesinos) como un “asunto de fachas”.

Precisamente, fue Podemos la formación que logró sacar de quicio a UPyD y los suyos, -más que PSOE o PP o Cs-, pues de repente parecía que la “nueva política” se encarnaba en el Lenin de Vallecas (ahora de Galapagar) y todo lo demás era “casta” y representaba “lo viejo”, incluida por supuesto Díez, que ni entonces supo verlo y pactar con Rivera, ni después supo tampoco dar un paso atrás y dejar la primera fila para que lo intentaran otros más “nuevos”.

“Un 80% de las propuestas que defendía el movimiento de indignados lo defendía UPyD por la vía de los hechos y la práctica política en el Congreso de los Diputados: reforma de la ley electoral, fin de los privilegios de los políticos profesionales, regeneración democrática, fin de las prácticas bancarias abusivas… y, sin embargo, gran parte de los movilizados no vieron en UPyD el partido político que colmara sus reivindicaciones.”

Probablemente porque nadie dio la consabida orden de “UPyD por la mañana, UPyD por la tarde, UPyD por la noche” que tan bien le vino a Podemos en las cadenas del grupo A3Media TV… cuando gobernaba Mariano Rajoy.

UN PARTIDO ANTIPÁTICO Y GENEROSO

Nunca logró UPyD implantarse en comunidades como Andalucía, Galicia o Cataluña, bien porque la propia dinámica del partido era de un crecimiento lento -incluso de modo exasperante-, bien porque la estrategia pasaba por obtener visibilidad a través de su actividad legislativa en el Congreso, algo más bien corto de miras que revela cierta soberbia “ilustrada” de los dirigentes en su proyecto político sintetizada en el fatídico “hemos hecho un partido para Dinamarca” de Díez.

“Y es que cuando uno es uno entre 75 o 5 entre 350 debe priorizar cuestiones concretas de su acción institucional y acompañarla por la propaganda y el marketing político, sin que tal cosa deba provocar que se nos caigan los anillos. Ya en 2014, cuando los debates televisivos lo inundaban todo, importaban poco las iniciativas concretas presentadas efectivamente en las instituciones, lo que realmente importaba era, más bien, la capacidad de saber llegar y convencer a la gente. Y es que a un partido político no le votan por lo que haya hecho, sino por la expectativa que genera.”

Pese a todo, Díez fue la única oposición a Zapatero cuando Rajoy se decidió a sestear -incapaz de ganarle unas elecciones- con el propósito de heredar el Poder cuando la recesión lo hiciera caer de las manos de aquél. Y luego fue la única oposición creíble al cínico Gobierno de Rajoy que asumió los compromisos con ETA del “proceso de paz” y fingió ignorar que los separatistas se preparaban para la ruptura constitucional.

Más aún, fueron una serie de iniciativas legales (incluidas querellas en los tribunales) las que distinguieron a UPyD como un partido crítico, de cambio, vigilante en su tarea de control al Gobierno, beligerante contra la corrupción… Pero de nuevo otros (Podemos y Cs) se llevaron los titulares y los focos, mientras mantener las querellas se llevaba por su lado cuantiosos fondos económicos de la formación.

“Sin embargo, aun acertando en determinadas acciones judiciales, nos excedimos en la presentación de denuncias y querellas, no solo porque la principal función de un partido político no es esa, sino porque se nos fueron inmensas cantidades de recursos económicos (más de 300.000 euros) y porque, además, no supimos vender ese trabajo a la opinión pública.”

Más aún, continúa Maneiro:

“Por alguna razón que debería ser estudiada más a fondo, nos convertimos relativamente pronto en un partido viejo que provocaba rechazo en una parte considerable de los ciudadanos (en 2015 éramos el partido político que, según el CIS, más rechazo provocaba), sin que fuéramos capaces de cambiar tal apreciación, más allá de las simpatías que generábamos en muchos otros. Insistíamos en nuestros errores y no éramos capaces, siquiera, de vislumbrar formas distintas de actuar u ofrecer nuestro mensaje. Nos bunquerizamos y vimos enemigos donde no los había, llegando a culpar a los propios votantes de que no nos votaran.”

En las elecciones generales de 20 de diciembre de 2015 las candidaturas de UPyD, incluida la de su nuevo líder Andrés Herzog por Madrid, no obtuvieron representación, frente a Podemos (69) y Cs (40). Para entonces, apunta Maneiro, ya había sido tomada la decisión de disolver el partido aunque a él no se le hubiera comunicado todavía. De hecho, pronto quedó fijada la fecha del congreso de disolución para el 31 de marzo de 2016, con la intención, en palabras de Díez, de “salvaguardar su legado” e “impedir que caiga en manos poco recomendables”.

CÓMO ACABÓ UPYD

Maneiro se había convertido con anterioridad en portavoz adjunto de la nueva ejecutiva de Herzog que sucedió a la de Díez y Gorriarán después de imponerse al tándem de críticos Irene Lozano y Toni Cantó, favorables a la unión con Cs. Un cargo, como le hizo saber el propio Herzog, meramente “simbólico” -dado que ya se había fijado la disolución del partido, cosa que Herzog sí sabía-, aunque a la postre pudo posicionar a Maneiro para salvar UPyD de su liquidación.

Hasta entonces, Maneiro había asumido que “vivíamos de la presencia de Rosa Díez, líder absoluto e indiscutible desde los inicios”, si bien ya vislumbraba que “hubo un momento en que debió abrir paso a otros miembros del partido para compartir con ella presencia mediática y liderazgo, y al no obrar de ese modo, los males que vinieron después fueron males mayores.” También se mostró contrario a la unión con Cs al entender que se trataba de proyectos distintos, pero quiso seguir.

Y es entonces cuando, como se describe en el libro, comienza a revelarse el carácter más intransigente y sectario de los antiguos líderes de la formación (o sea, Díez y Gorriarán), ciertamente obsesionados con enemigos externos e internos de todos los tamaños y colores, cuando en rigor de haberlos tenido dentro -pienso sobre todo en Irene Lozano, o en Prendes- se les debe imputar a ellos y sólo a ellos, que tan exigentes se mostraban a la hora de seleccionar al personal político de UPyD.

Al respecto, aparte del incidente con Sosa Wagner que tanto perjuicio causó a la imagen de la formación en el verano de 2014, Maneiro relata uno menos conocido en que cargos relevantes de UPyD trataron de pasar a miembros de las listas electorales de la formación a plataformas que asociar a Cs, una vez rotas las conversaciones entre ambos partidos. Una especie de OPA hostil sobre “el partido de Díez” que provocó la dimisión o expulsión de varios de sus más conspicuos personajes.

“Es difícil concluir si hubo una estrategia generalizada y perfectamente diseñada desde fuera para perjudicar a UPYD desde dentro, si incluso contó con el apoyo externo de Ciudadanos o si fue un movimiento libre de al menos algunos de los afiliados magenta que, a la vista de que el barco corría serio peligro de hundimiento, decidieron dar el salto a Ciudadanos, partido político que, por su parte, lograba matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, carentes de afiliación y militancia, lograba rellenar las listas electorales; por otro lado, se quitaba de encima al que era su principal rival político y electoral.”

Sea como fuere, el liderazgo de Díez en UPyD llegó a su fin definitivamente con la dimisión de Herzog, su favorito para esa sucesión que debía haber acabado en disolución. Y Maneiro, que acompañó a la candidatura fake de éste antes de oponerse a los designios de la misma, reconoce abiertamente su yerro:

«Mi decisión de formar parte de la candidatura de Andrés Herzog fue un profundo error, el error más grande que he cometido durante toda mi trayectoria en UPYD.”

Una declaración que se explica mejor al hilo de un siguiente comentario:

“Mi experiencia anterior y posterior y todo lo que aprendí me confirmó después, con el paso del tiempo, que ni los buenos eran tan buenos ni los malos tan malos, ni los sospechosos o supuestos traidores eran siempre tales.”

Gorka Maneiro encabezó del 16 de enero de 2016 al 27 de enero de 2017 el demediado proyecto del partido magenta, antes de dejar UPyD para fundar la Plataforma Ahora. Como se ha dicho, en ninguna de las partes que conforman el libro renuncia a la autocrítica, pero se le puede imputar cierta bisoñez a la hora de desenvolverse internamente en el partido.

Algo que parece un mal ineluctable: gente que vale para la actividad política incapaz de asumir la vis maquiavélica del oficio (sobre en todo en lo que respecta a los propios “compañeros de partido”, por lo general los más acérrimos antagonistas del que aspira al liderazgo).

Una estrategia para la Derecha (y IV). Los obstáculos

…principales para consolidar una estrategia de la Derecha son los habituales en el recorrido político hacia la consecución de un nuevo liderazgo: los personalismos, los tiempos, los lastres de la herencia recibida (de programa o de relaciones personales)… y la falta de convicción.

LOS PERSONALISMOS

Más allá de las legítimas aspiraciones de Pablo Casado, Santiago Abascal e Inés Arrimadas (antes, de Albert Rivera) al liderazgo del Centro-Derecha, son las personalidades del entorno y en los primeros puestos del escalafón de cada partido las que a menudo dificultan cualquier entente que pueda suponer una merma en su respectiva preponderancia interna.

Ahora que parece que Cs va a cerrar filas en torno a Arrimadas y su modelo de “un discurso igual en toda España” -cantinela escuchada antes en las filas de PP, UPyD, ahora Vox…-, convendría que la nueva dirección entendiera que sus planteamientos difusos sobre cuestiones morales sólo pueden perjudicarles a ellos y a su acción concertada con PP y Vox como alternativa al Frente de la Izquierda.

Asimismo, deberían dejar de entretenerse con la autodefinición política, puesto que nadie es del todo “socialdemócrata” o del todo “liberal” en Cs (como tampoco en el PP o en Vox). Son los fulanismos alimentados a la sombra de Rivera o en su contra los que han propiciado ciertas polémicas internas, de escaso interés para propios y ajenos entre las bases sociales de la Derecha o de la Izquierda no extremista. Los Maura, Prendes y otros profesionales del arribismo mejor estarían en su casa.

De modo parecido, una vez superada la primera gran crisis en la formación con la salida de Alejo Vidal-Quadras -que aún era miembro del PP cuando se presentó en las europeas de 2014, y pasó a pedir el voto a Cs al quedarse sin escaño-, Vox ha resaltado su perfil más duro y reaccionario aunque la clave de su éxito provenga de mantener la defensa de la legalidad constitucional frente al separatismo catalanista. O lo que es lo mismo: se vota a Vox pese y no gracias a Espinosa de los Monteros.

Por último, el primero en antigüedad y en importancia de los tres partidos del Centro-Derecha, el Partido Popular, renovó su liderazgo con la elección por primarias de Pablo Casado, lo cual debiera haber legitimado a éste para cambiar de personas de arriba abajo y sin perder la sonrisa amable: porque Casado pudo llegar precisamente por la expectativa de cambio radical con respecto a su antecesor Mariano Rajoy -en un momento de grave crisis nacional, además- y no como el encargado de pilotar una especie de transición interna entre un liderazgo avejentado y otro más moderno.

Debería cuanto antes, sin esperar siquiera a las elecciones autonómicas en Cataluña, Galicia y País Vasco, prometerle un Ministerio a Feijóo y cualquier cosa alejada de la vida política a los Alonso y demás reata de fracasados electorales. Que se acaben las “fuentes populares” -anónimos para la maledicencia- que desde antes del congreso de Valencia sirvieron a Rajoy para cargarse a sus adversarios políticos y proteger a los suyos. Ahora las “fuentes populares” cargan contra Casado en la figura de algunas de sus apuestas personales, pero Casado es el que manda: ¿a qué espera para silenciarlas?

LOS TIEMPOS

Nunca es buen momento para los cambios radicales y las decisiones drásticas: si siempre se corre el peligro de no ser entendido, o de no acertar, resulta que cuando corren los buenos tiempos y prima la estabilidad se deja todo para otro “mejor momento” mientras que cuando la crisis acucia se recurre al “mejor no hacer mudanza”, lo que puede devenir en una parálisis recalcitrante. El mejor ejemplo de esto último sería Rajoy, que a duras penas decidió ascender a los Levy, Maíllo, Maroto y Casado para contrarrestar la emergencia de los nuevos y juveniles liderazgos de Rivera y Pablo Iglesias.

En rigor, el cambio continuo debería ser en los partidos la norma, cambio sobre todo de personal (caras) pero también de programas y estrategias adaptados a cada tiempo político. Pero resulta que en estos días de persistente bullicio electoral y reiterada llamada a las urnas el cambio debería producirse casi espontáneamente -según los resultados de cada cual, precisamente- y sin embargo los partidos son los primeros diques de contención contra la voluntad ciudadana expresada en votos, premiando a los adictos frente a los eficaces y exitosos.

Ahora la premura, cuando Casado no parece haber afianzado su liderazgo en el PP y Arrimadas lucha por evitar la irrelevancia de Cs, debiera instar a la toma de decisiones sobre los personajes responsables de defender la estrategia y sobre la misma posibilidad de una entente de ambos partidos como “España Suma” u otra denominación. Vox, a su vez, se encuentra inmerso en un proceso de acelerada “profesionalización” de sus miembros internos y cargos públicos, probablemente acertado y en el momento adecuado.

Pero el tiempo corre contra todos ellos, pues en cualquier momento podría convocarles Sánchez a unas nuevas elecciones como ya hiciera después de la manifestación del “trifachito” en Colón -que le sirvieron a aquél para demostrar la desunión de los tres, paradójicamente (o no tanto) al querer meterles en el mismo saco-.

Ahora las cosas deberían estar más claras para PP, Vox y Cs: o suman mayoría absoluta entre las tres marcas, o entre dos de ellas si hay alguna fusión, o la alternativa conjunta se disipará y además con la posible desaparición de una (e incluso de dos) de las tres formaciones en el corto plazo -lo que a priori no tiene por qué suponer el fortalecimiento de un solo partido del Centro-Derecha con la recuperación íntegra y unificada de toda su fuerza electoral-.

Urge que Cs explote frente al PSOE sus señas de identidad más reconocibles, como la defensa de España y de la igualdad entre españoles, al par que destapa sus distintas hipocresías en las cuestiones “progresistas” de que hace bandera esta Izquierda, pero que frente al PP no exalte sus diferencias en estas mismas cuestiones si sobre todo esperan dar cabida a una marca electoral entre ambos. Más aún es preciso que el PP se decante definitivamente por lo “conservador” o lo “liberal” en lo moral, a fin de determinar de una vez por todas con qué pareja de baile quiere concurrir a la próxima cita, Cs o Vox.

LA HERENCIA RECIBIDA

¿Pueden refundarse los partidos (del único modo en que pueden hacerlo) programáticamente, implique ello o no (que debiera implicar) el recambio de personas en toda la jerarquía? Así lo demostró exitosamente Aznar en el ejemplo español más claro, como antes Tony Blair con el Partido Laborista o Margaret Thatcher con el Partido Conservador en Gran Bretaña.

Pero también a Zapatero, aunque por la puerta de atrás, se le podría atribuir una reconversión del PSOE no menos drástica que la de Felipe González en Suresnes, que constituyó un éxito entonces aunque su ambigüedad haya escamoteado una clara percepción de lo que el PSOE ha venido siendo hasta nuestros días, sobre todo en las dos últimas décadas: una maquinaria de propaganda y agitación electoral para asaltar el Poder a cualquier precio y de la mano de cualesquiera aliados, con exclusión del PP.

En el caso de este partido, Mariano Rajoy (elegido a dedo por Aznar) decidió zafarse de la herencia anterior con la coartada de que le impedía ganar las elecciones a Zapatero, presidente nefasto en lo político y sectario de largo recorrido al que fue incapaz de ganar en 2004 tanto como en 2008, pudiendo sólo heredarle debido a su dimisión provocada por actores internacionales como EEUU, China y la UE. Es por tanto la herencia de Rajoy la que le compete a Casado liquidar -y ya tarda-, independientemente de que quiera o pueda refundar programáticamente el PP.

En la Izquierda, Sánchez continúa con el proyecto ideológico de Zapatero porque parece blindarle el flanco que le ataca Podemos, si bien no es descartable que en su carrera de despropósitos decida prescindir de su pesada herencia ahora que -ya se verá- el destino de su antecesor queda inextricablemente vinculado al de los dirigentes de Podemos por sus turbias relaciones con el narcorrégimen de Venezuela y sus socios bolivarianos. Pronto se podría ver obligado a soltar lastre para emprender de nuevo su vuelo de halcón, y ni los escrúpulos o lealtades partidistas ni su pensamiento político (del que carece por completo) parecen obstáculos en esta dirección.

Para Inés Arrimadas, por su parte, dado que es el único cartel presentable por Cs con una entidad similar (o superior incluso) a la del demediado Albert Rivera, todo parece consistir en reivindicar la herencia del anterior pero con un nuevo membrete, su propio liderazgo. Queda por ver si a diferencia de Rivera ella no hace del personalismo un dique de contención contra cualquier posibilidad de entendimiento con el PP de Pablo Casado.

En Vox no parece cundir ninguna preocupación a este respecto porque son un partido de reciente aparición, pero su apuesta por dar la “guerra cultural” comienza a llenar de rigideces un discurso que debiera ser más ambicioso en los asuntos primordiales que afectan a la Nación, de la reforma educativa y la regeneración institucional a la política exterior y el fomento empresarial. Esto es, que antes de encallar en la solidez de unos presuntos principios éticos sobre cuestiones que apenas atañen a los políticos -de ahí la preocupante degradación del discurso de la Izquierda realmente existente en España (PSOE y Podemos)- se hace perentorio el acabado de un discurso integral para la Nación digno de tal nombre, y del que ahora mismo (aunque tanto presuman) carecen.

CUARTA CONCLUSIÓN

Pese a lo que venden los medios, a instancias probablemente de los propios partidos aludidos (PP, Vox y Cs), el problema de estas fuerzas del Centro-Derecha no tiene que ver con sus fuertes convicciones sino con la falta de convicción y de confianza en sus posibilidades de revertir la situación política actual en la que la Izquierda es hegemónica. Vox parece distinto en esto a PP y Cs, pero sólo en apariencia, aunque al menos planta cara contra los designios apodados de “memoria histórica” o “de igualdad” de esta Izquierda demente.

Sólo si los tres interiorizan el diagnóstico acertado, si se convencen de una vez del desafío que plantea el Frente de la Izquierda apoyado por los separatistas, podrán defender una u otra estrategia con convicción de cara a desalojar a Pedro Sánchez y sus socios del Poder. Hasta ahora, dicen haber entendido la gravedad de la situación, pero no actúan en consecuencia.

Así, todavía se plantea desde las filas del PP el “alcanzar grandes acuerdos” o “pactos de Estado” con un PSOE que viene a desmantelar el actual Estado (ya muy deteriorado en sus funciones), como en Cs no se cierra la puerta a una futura negociación de Gobierno con los socialistas, o en Vox hacen como que les preocupa el momento, pero no paran de celebrarlo.

Por lo tanto, sin la convicción de que es urgente y necesario un cambio radical en la trayectoria de la democracia española, que pasa decisivamente por la marginación del PSOE y sus socios del Frente, la alternativa de la Derecha será insustancial y la derrota de sus partidos consecuencia directa de su idiocia política.

Una estrategia para la Derecha

…pasa por realizar el preciso diagnóstico de la situación, que fue alterada radicalmente desde el mismo instante en que José Luis Rodríguez Zapatero llegó al Gobierno con el PSOE utilizando los muertos de la masacre terrorista del 11-M contra el PP -el otro partido pilar del sistema nacido con la aprobación de la Constitución de 1978-, una vez producida ya la ruptura de PNV (Pacto de Estella, Plan Ibarretxe) y CiU (Declaración de Barcelona, Pacto del Tinell) con el marco legal vigente consensuado en los albores de la democracia.

EL RÉGIMEN DEL 11-M (O DEL 15-M)

Rotos todos los consensos por Zapatero en política interior como en la exterior, y desde el momento además en que el PSOE relegitimó a todos los perdedores de la Guerra Civil como “demócratas” en contra del “franquismo/fascismo” del PP con el fin apenas declarado de refundar el régimen a partir de una legitimidad de nuevo cuño -la que brinda (y pretende blindar legalmente) la “memoria histórica”-, la Derecha debiera haber reaccionado de un modo muy distinto al que por entonces hizo siguiendo el presunto liderazgo de Mariano Rajoy.

Para empezar con la cuestión del separatismo catalán, jamás debió permanecer el PP en las bancadas del Congreso -sede depositaria de la Soberanía Nacional, recuérdese- una vez aprobado por la vía torticera de la “reforma” un nuevo estatuto de autonomía manifiestamente anticonstitucional desde su mismo preámbulo, donde se expresaba que “Cataluña es una Nación” sin mayor ambage, constituyéndose de facto en sujeto político soberano ajeno y contrario al Pueblo Español -esto es: amputando la Soberanía Nacional con el visto bueno de una mayoría simple de diputados (incluidos los del “medio centenar” de Alfonso Guerra)-.

Respecto al consenso en materia antiterrorista, desde antes de alcanzar el Poder lo había traicionado ya Zapatero con la “vía Eguiguren”, tratando de sumar a ETA al nuevo consenso que esperaba fundar con la exclusión del PP del nuevo régimen. Para eso el PP debía ser “heredero del Franquismo” y los etarras emparentar con una antigua marca legitimada únicamente por su existencia en tiempos de la II República, caso de ANV, a la que se permitió concurrir electoralmente en flagrante violación de la Ley de Partidos, como después sucedió (y sucede) con Bildu y Sortu.

La denominación “proceso de paz” para el negociado político con los terroristas no era, desde luego, inocente: había que sellar “la Paz” con los propios antes de continuar la guerra contra los “enemigos” de la Derecha. Y Rajoy, que acusó inicialmente a Zapatero de “traicionar a los vivos y a los muertos” y reclamó las actas de los pactos contraídos por PNV y PSOE con ETA en Loyola, realizó otro de sus repentinos giros de veleta para acabar ofreciéndole su apoyo después del asesinato en 2008 de Isaías Carrasco -muerto que un tal Patxi López le arrojó en la misma capilla ardiente, cuando se trataba de otro de la docena de asesinatos imputables al PSOE por su “proceso” de colaboración estrecha con los etarras durante más de un lustro, en otra jugarreta pensada para rentabilizar electoralmente los cadáveres del terrorismo-.

EL PSOE, ALIADO DE TIRANOS

Con la sentada de Zapatero ante el paso de la bandera de EEUU durante el Día de las Fuerzas Armadas, después de la ignominiosa retirada de las tropas españolas de Irak, el PSOE se entregó a “la Paz” no sólo con ETA sino con sus ocasionales patrocinadores, la Cuba castrista y la Venezuela de Hugo Chávez, luego de Maduro, así como con la Bolivia de Evo Morales, todos ellos regímenes dedicados al narcotráfico al por mayor para financiar, junto a los petrosobornos de Odebrecht, “el Socialismo del Siglo XXI” del que acabaría naciendo Podemos (Poder Democrático Social).

También se prestó a relajar la postura de la UE respecto a la “Guerra contra el Terrorismo” desatada por el presidente Bush Jr., como hizo con Cuba, pergeñando esa insólita “Alianza de Civilizaciones” con Turquía para mantenerse equidistante entre EEUU y el yihadismo –“a la francesa” en tiempos de Chirac como de De Gaulle respecto a la influencia soviética-, Irán o las organizaciones terroristas que operaban (y operan) en Gaza, Líbano, Siria, Irak…

Tradicional amigo de tiranos, el PSOE actual de Pedro Sánchez ha superado de la mano de Podemos ese estadio de equidistancia que todavía resultaba presentable en la UE por una alianza sin parangón -vía Zapatero- con los narcorregímenes americanos, aunque no parezca por de pronto interesado en sustituir Arabia Saudí por Irán como socio preferente en Oriente Medio.

Pero la Derecha calla, después de haber protestado enérgicamente durante una temporada contra el Madurato (gobernaba el PP con apoyo de Cs), pues dejó de hablar de ello como de tantos otros temas según la agenda de Podemos -que ha marcado la agenda de la inmensa mayoría de los medios, consciente o inconscientemente, desde su irrupción en 2014 en la Eurocámara (al menos)- iba cambiando de día, semana o mes… con la finalidad básica de erosionar lo suficiente todas las instituciones, incluidos los partidos políticos, ante sus “contradicciones” y en aras de preparar el asalto final al Poder.

DEFENSA DE LA MEMORIA, DEFENSA DE LA HISTORIA, DEFENSA DE LA VERDAD

Como ha callado la Derecha durante cuatro décadas o más en lo relativo a la legitimidad del régimen del 78, que deviene inexorablemente del anterior a través de la reforma y no de la ruptura, por no asumir la realidad de que si la democracia fue posible en España a la muerte de Franco de manera no excesivamente traumática se debió a que la trajeron los vencedores de la Guerra Civil, de común acuerdo con los vencidos (PCE), y no debe nada a los antifranquistas sobrevenidos -muchos de ellos (prácticamente todos), hijos a su vez del régimen del 18 de Julio- que poblaron desde el principio las filas de PSOE, CiU, PNV y demás.

ETA fue la que decidió autoexcluirse del consenso democrático, hasta que Zapatero la llamó de nuevo al protagonismo político invistiendo a terroristas como Arnaldo Otegui como “hombres de paz”. Por eso era importante soslayar el papel político de las víctimas del terrorismo abertzale y ocultarlas en la confusión de “víctimas de cualquier violencia”, fuera “de género” o “parapolicial” o propia del “austericidio” (palabro contradictorio con el significado que se le quiere dar), etc.

En el fondo, lo que el actual vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias daba a entender a los proetarras en una herriko taberna con aquello de que ellos habían leído bien la situación durante la Transición era que todas sus víctimas de entonces eran el “enemigo”, “franquistas” a los que había que liquidar en venganza por “todos esos muertos” de la Guerra Civil al parecer compartidos por ETA, Podemos, PSOE, PNV, CiU, ERC, BNG… de manera exclusiva. Porque los muertos, “esos muertos”, no podían ser del PP, que por eso “patrimonializaba” las víctimas del terrorismo etarra como autodefensa.

Y los del PP a no meterse en problemas, claro. Para que no les llamaran “franquistas” aquellos que nunca han dejado de ensalzar a los varios criminales de guerra que pulularon en las filas del Frente Popular durante la Guerra Civil, comenzando por Santiago Carrillo, o directamente por Stalin. Por no hablar de los chequistas del PSOE, del PNV, de los follamonjas asesinos de la CNT de Durruti o de los innumerables criminales de ERC. De hecho, resulta inconcebible que puedan existir en democracia siglas como aquellas declaradamente guerracivilistas como PSOE o ERC, o la declaradamente racista del PNV.

PRIMERA CONCLUSIÓN

En síntesis: “la Guerra” le ha sido declarada hace tiempo a la Derecha (por parte de esta Izquierda impostada) y sin embargo hace como que no se entera. El diagnóstico es que el régimen constitucional del 78 murió el 11 de marzo (o entre el 11 y el 14-M) de 2004 y se convirtió por voluntad exclusiva y excluyente del PSOE y sus aliados en otra cosa, en la que ahora andamos enfangados, sin que el PP (“la Derecha española” hasta la irrupción de Vox en el Congreso) haya dejado de hacer el Tancredo desde 2008 a nuestros días.

[CONTINUARÉ]

Un Gobierno transformista

…el del PSOE con Podemos: se presentan como progresistas los veterocomunistas con sus tontos útiles recurrentes -hoy como en tiempos de la Guerra Civil-, los socialistas de Pedro Sánchez, que se cree como se lo cree su rasputín Iván Redondo que es mucho más inteligente que los demás, y, si además hiciera falta (que hará falta), mucho más pérfido.

Quieren presumir de ser un Gobierno contra la corrupción el partido más corrupto de Europa y sus socios bolivarianos, financiados a espuertas por los narco regímenes patrocinados desde la Cuba castrista -el país dirigido por “el medio millón de vagos del Partido Comunista cubano”-, y todavía fingen que les importan los escándalos financieros.

Tanta bondad derrochan ya desde sus primeras declaraciones los profesionales del odio, del escrache y de la pintada amenazante -sean de las brigadas ugetistas, separatistas, etarras o ágrafocomunistas-, que mucha gente se está pensando si no estaría de más poseer una segunda vivienda en Portugal.

Veinte ministerios y cuatro vicepresidencias, y supongo que no menos de cuatrocientas secretarías de estado y como miles de direcciones generales van a traer la prosperidad, el empleo y la cultura a “este país” -como se llame o sea su forma de Estado la que fuere, que “eso no tiene importancia, chiqui”, como nos recordará de continuo la nueva portavoza del omnímodo Poder Ejecutivo del Dr.Sánchez-.

Y, no obstante, como todas las caretas cayeron hace tiempo, queda por apuntar la citación de la Fiscalía de Bolivia a unos tales Iglesias, Monedero, Errejón, Zapatero y Garzón: la banda del 11-M y del “proceso de paz”, la del 15-M, la de la moción de censura contra Rajoy… los amigos de los Castro, Chávez y Kirchner… Nuestros genuinos fascistas españoles al asalto del Poder no menos que de las comisiones.

España: ¡saluda a tus redentores!