Aquí
desde mi casa gris,
a través de esta ventana, pupila
de vaca hacia el mar y la playa, el monte
verde y acerado se clava al cielo
raso blanco de invierno, como un mástil.
Ahí,
donde la calle esputa
licor y brea, y humo negro y pena
se levantan entre el desencajado
odio, la moderna inquina civil,
me pregunto dónde están nuestros Padres.
Tanta leyenda, tanto mito de esto…
¿para qué, por qué, por quién?
No contestan mis ancestros.
Allí,
al futuro amputado
caminamos, contravascos inútiles:
hostiles, egoístas, descastados,
niños incapaces de perdonarse.
En fin;
el monte, el mar, el hierro,
sigamos mancillando con la sangre
estúpida y cobarde del rencor
fraterno; contravasco: ¡anticristiano!
Con niños educados para odiarse,
¿para qué tantas Historias?
Para qué; por qué; ¡para quién!
Estallan esquinas por todas partes,
¡ser vasco para ser esto!
29 de diciembre de 1997